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Capitulo IXX: El Libro de Gabe, por Gabriel Brown

Hacía tiempo que no pensaba en Ayla de esa manera, más o menos desde que conoció a Alba, aun así, sus conversaciones con la joven escritora no habían sido excesivamente largas. Neptuno no había visto jamás unos ojos tan azules como aquellos: las ballenas espiraban burbujas en aquella masa acuosa color índigo, las marsopas surcaban las olas y las gaviotas buscaban carroña que llevarse a la boca. Existía todo un océano reflejado en esos ojos que se perdían en las profundidades marinas. Un escupitajo alteró el agua de la superficie, seguido de otro más pequeño. El cielo gris, fraguaba tormenta. Gabe Brown estaba asomado a la cubierta del Integrity, solo, pensando. Hacía mucho que no pensaba en aquellas cosas, pero desde el incidente de Matt que todo había cambiado: Ayla, Alba, Matt, Bam, Bear… Nadie volvería a ser el mismo.   
Él fue uno de los primeros en llegar a la escena del crimen, empapado y con el rifle en la mano se encontró con su hermano mayor tirado en el suelo, Ayla, con un precioso vestido azul, le mecía entre sus brazos, con el pelo cobrizo empapado surcándole la cara y la ropa y las manos cubiertas de sangre. Un millón de pensamientos se cruzaron por su cabeza, y es que no recordaba haber visto una criatura más hermosa en su vida. Inmediatamente borró ese pensamiento de su cabeza, “no, eso fue tiempo atrás, cuando no conocía a Alba y Ayla solo era un producto de mi imaginación”. Echó un vistazo a la chica con la que había decidido comenzar aquella locura de aventura: Alba y Rainy estaban en la cabina, jugando a hacer figuras con unas gomas de colores que se pasaban de las manos de una a la otra. Inevitablemente sonrió, Alba había hecho muy buenas migas con sus hermanas, especialmente con la menor. Era una chica abierta, extrovertida y simpática, con una sonrisa alargada y brillante, que se tapaba con las manos para ocultar una pequeña mella en una de las piezas dentales. En eso no se parecía en nada a Ayla, Ayla apenas se llevaba con sus hermanas, aunque había hecho muy buenas migas con los chicos y sobre todo, no sonreía casi nunca, y cuando lo hacía, la tristeza no conseguía desaparecer de aquel rostro melancólico. Quizá por eso llamase tanto la atención, por esa aura misteriosa que la envolvía: la heterocromía de su ojo izquierdo, la manera en la que se humedecía los labios bulbosos cuando hablaba o aquel tic nervioso, que ni ella misma conocía, de flexionar los dedos de la mano derecha constantemente. Era uno de sus talentos, fijarse en esos pequeños detalles que nadie más lograba ver. Por ejemplo, la manía de Bam de frotarse la barba cuando estaba nervioso, como le temblaba el párpado a Noah cuando Bear le incordiaba y no le hacía caso. Alba se tocaba el pelo y se colocaba bien las gafas cuando hablaba con él. Él mismo era consciente de cómo le crujía la mandíbula en situaciones incómodas, y pensó si vería tan ridículo como cuando Matt sonreía de aquella manera tan impertinente después de haberse acostado con Ayla.
No era consciente de porque Matt sonreía de aquella manera hasta que lo presenció: Había ido a aliviar su vejiga en la profundidad del bosque, silbaba alegremente con un rifle en la mano, las hojas y el barro crujían bajo sus botas al ritmo de su melodía, cuando un suspiro zigzagueó entre los altos árboles verde oscuro. Deslizó el rifle hacia su hombro y lo cargó en un acto reflejo automático, aunque sabía de sobras que ese ruido no lo había producido ninguna alimaña salvaje. Movido por la curiosidad de los conquistadores y a la vez por la morbosidad de la situación, ocultó su enorme cuerpo entre los arbustos y avanzando a cuatro gatas persiguió el suspiro. Nada más comenzar a avanzar ya se había dado cuenta de que no había sido una buena idea, pisó con la mano los excrementos de un oso y en su intento de esconderse se metió en un arbusto de garrote del diablo que le clavó espinas por todos los lados. Avanzó un poco más, entre barro, arbustos puntiagudos y mierda de diversos animales, otro gemido zarandeó las hojas de los árboles. Gabe estaba a punto de darse por vencido, estaba cansado, sudado y lleno de porquería, además, ¿Qué le importaba a él quien estuviese aliviándose en el bosque? Tenía tres hermanos menores, que habían nacido cuando aún vivían en una cabaña de una sola habitación, sabía perfectamente como los habían engendrado. Pero entonces los vio: habían tendido la mayor parte de su ropa en el lecho de agujas de pino, tenían la piel erizada por la brisa, sus bocas se entreabrían entre suspiros, besos y mordiscos, los músculos se contraían al ritmo de la orquestra forestal que los acompañaba, que los rodeaba, que los hipnotizaba, arropados por el cielo azul celeste, impecable, sin ninguna nube a la vista. Gabe tragó saliva, de repente, la chaqueta de cuero le pesaba una tonelada y le picaba a horrores. Una gota de sudor le resbaló por la frente y cayó al suelo, no sabía el motivo, pero pensó que el ruido contra el barro les alertaría, pero no fue así, ellos estaban en su mundo, donde él no tenía lugar. Discretamente se acomodó la entrepierna de los vaqueros, no estaba excitado, ni siquiera alterado. Debería estar avergonzado, ¡Era su hermano mayor! Al primer indicio de saber que estaban allí tendría que haber dado media vuelta y marcharse silbando por donde había venido. No sentía nada de eso, no, simplemente, una curiosidad sana, interés, fascinación, porque en toda su vida de carpintero, no había visto nunca dos piezas que encajasen tan perfectamente. Ayla estaba sentada sobre Matt, rodeándole con los brazos. Sus pelvis parecían dos piezas de puzle, que después de meses dando vueltas en una caja, por fin se habían encontrado y no tenían intención de separarse nunca jamás. Todas las partes de su cuerpo se amoldaban perfectamente a la del otro: Matt deslizó la mano por su cuerpo y le presionó un pecho, que tenía la medida perfecta para agarrarlo. Después se lo llevó a la boca, y el efecto fue el mismo: sus dientes se adaptaron perfectamente a la forma y el tamaño del pezón. Ella tomó su rostro con las dos manos y lo condujo a sus labios. Sus bocas eran una masa perfecta de carne y saliva unida a través de una lengua traviesa. Incluso sus voces, sus gemidos, se complementaban como el solista y los coros durante un concierto solemne. Sus dedos tenían la separación perfecta para acariciarle la cascada de bucles que le rebotaba en la espalda con cada golpe que daban sus cinturas. Ayla llevaba la batuta, marcaba el ritmo con el que quería hacerle el amor a su hermano. Él era la percusión, la tomaba de la cintura y la ayudaba a tomar el buen camino, a ralentizar la melodía para que el público la disfrutase durante más rato. Ella arqueó la espalda y entonó un solo que se elevó a los cielos. Una bandada de pájaros sobrevoló el claro. Matt decidió que era un buen momento para tomar el puesto de director de orquestra y de un empujón hizo rodar a Ayla bajo su cuerpo, las piernas de ella abrazaron su cintura, sin romper la armonía y la perfección que caracterizaba la danza que interpretaban aquellos dos cuerpos. Él deslizó la mano al cuello de ella, esbelto como un cisne y ejerció una suave presión. Ayla emitió una mezcla de tosido y gemido. A Gabe, un escalofrío le recorrió la espina dorsal. ¿Por qué hacía eso Matt? Él no sabía mucho del tema, pero estaba seguro que esa no era la manera en la que se hacía el amor. Pero a ella no parecía molestarle, es más, agarró con ambas manos el fuerte antebrazo de Matt y continuaron con su mágica danza. Un instante después, sus labios volvían a ser uno, sus cuerpos eran uno. El imprevisible clima de Alaska dio uno de sus dramáticos giros, y allí donde antes había un cielo azul y despejado, empezó a caer una fina lluvia desde el cielo blanco y resplandeciente que repiqueteaba sobre los tocones huecos. La escena era espectacular, las gotas de agua marcaban la percusión, el viento susurraba entre los árboles como los violines y los violoncelos, los pájaros y las ardillas saltando por las copas ejercían de coro, acompañando aquel hermoso baile, que esos cuerpos empapados no podían detener. El agua colaboró a que los movimientos fuesen más fluidos, más ágiles, hasta que terminaron en un perfecto éxtasis físico y espiritual. Un par de horas después, la pareja compartía una comida con el resto de la familia como si nada hubiese pasado, como si no hubiesen estado bailando bajo la lluvia. Únicamente cambiaba una cosa, Matt tenía aquella estúpida sonrisa estampada en el rostro.
Meses después, Gabe seguía impactado por haber presenciado aquella escena de Matt y Ayla, aun podía verlos en un sueño tan real que si alargaba la mano podría tocarlos: El cabello empapado acariciaba al otro y la piel brillante y erizada servía de manta para darse calor. Después de la fascinación y la curiosidad que había sentido al ver a su hermano haciendo el amor con la chica que un día había amado, lo había invadido el terror, el miedo. ¿Sería él, con su característica torpeza, capaz de interpretar una danza tan espectacular como lo habían hecho Matt y Ayla? Echó un rápido vistazo a Alba, que seguía jugando con Rain. El viento gris del mar le alborotó el pelo rizado y su coleta le acarició la nuca. Se miró las manos: enormes, llenas de costras y cortes y con las uñas sucias. Se imaginó haciendo a Alba lo que Matt había hecho con Ayla, aquello de ponerle la mano en el cuello como si fuera a ahogarla, pero que a ella parecía gustarle tanto. Si él lo intentase, seguro que la acabaría estrangulándola.
-¿En qué piensas?-se sobresaltó al escuchar la voz de Alba que le susurraba al oído. De repente, sigilosa como una gata, había aparecido a su lado, apoyada en la barandilla del Integrity donde Gabe reflexionaba. El viento le agitaba la melena morena. Algunos mechones rebeldes se le enredaban en las gafas, estuvo a punto de alargar la mano para apartárselo, pero la última vez que lo intentó le metió un dedo en el ojo.
-En Ayla.-“Sí querías acostarte con ella, creo que esta no ha sido la respuesta más acertada. Eres un fenómeno, Gabey”-Quiero decir, que estoy preocupado por ella,-balbuceó como un idiota- parecía muy en shock cuando nos marchamos de Ketchikan.
-Sí, tienes razón. Tampoco me pareció buena idea dejarla allí sola, pero Bam insistió. Dice que esto es algo que tienen que arreglar entre ellos. Por cierto, ha llamado por radio, se dirigen a Port Alexander con el barco de un amigo de tu padre. Matt ha salido del hospital, está bien, parece que no van a quedarle secuelas.
Gabe asintió.
-Me alegra oír eso, ¿pero por qué van a Port Alexander y no derechitos a casa?
-Algo de visitar a una amiga de tu madre. No le he entendido del todo, solo ha dicho que están bien y que volverán pronto.
-¿Ayla está bien?
-¿A qué viene esta fijación por Ayla? ¿Te ocurre algo, Gabey?-le tocó el hombro con cariño y comenzó a sudar sin motivo aparente. El cielo gris perla y la madera blanca de la borda contrastaban con la melena negra despeinada de Alba.
-Sí, es solo, que… Creí que estaba muerto.-pronunciar aquello le supuso quitarse un gran peso de encima.-Cuando llegué allí, no se movía Alba, es mi hermano y pensaba que estaba muerto, si fue un gran shock para mí verlo de esa manera, no quiero imaginarme lo que supuso para Ayla, que lo presenció todo.
El rostro de Alba también parecía aliviado, llevaba tiempo queriendo hablar de ello con alguien. Gabe sonrió frunciendo los labios, le alegraba que tuviesen la suficiente confianza como para hablar sobre aquello. “Para lo bueno y para lo malo” – le había dicho Matt en una ocasión, cuando lo encontró desbastado en brazos de Ayla.
-Ha sido muy duro para ella, ahora que parecía que por fin levantaba cabeza.
Una estrella se iluminó en su mente y sacudió a Alba por los hombros, la soltó inmediatamente al darse cuenta que le hacía daño. Sus mejillas se enrojecieron y cuando intentó hablar la saliva se le escurrió entre la ortodoncia.
-¿Qué quieres decir con eso de levantar cabeza?
El rostro de desconcierto de la muchacha le hizo temblar de vergüenza. Alba era una chica alta, mucho más alta que Ayla, algo que aliviaba a Gabe que también era de gran envergadura. Matt y Ayla eran bajitos y sus cuerpos encajaban a la perfección, al final sería verdad eso de que el físico sí importa… De todos modos, Alba era una chica bonita, era una belleza diferente a la de Ayla. Carecía de aquella aura de misterio y de esa penetrante mirada de gacela, pero tras aquel rostro redondo se ocultaban dos ojos oscuros brillantes y llenos de vida, de sueños y esperanzas. Tenía los labios finos y un diente partido, pero siempre sonreía. Eso era lo que más le gustaba de ella, Ayla siempre estaba triste, de vez en cuando él la intentaba hacer reír con un chiste, un monólogo o una imitación, pero la chica se limitaba a forzar una sonrisa o respondía con una de sus locuaces ironías. Alba siempre se reía de sus bromas, aunque se tapase la boca al hacerlo. También se reía de su torpeza, bueno, ambos se reían y eso también le gustaba.
Alba era una mujer alta y voluptuosa, con grandes pechos y caderas generosas, y una mata de pelo liso y negro que le caía hasta bien superados los hombros. Solía ocultar sus curvas bajo gruesas sudaderas y pantalones anchos. Ayla era insegura, pero en el físico, Alba la superaba con creces: no se sentía cómoda mostrando su figura al mundo, en eso era muy distinta a su amiga, la escritora. Sí, Ayla no tenía la autoestima muy alta, pero era sexy, y lo sabía. Tenía el pecho firme y esbelto, la cintura marcada y una vertiginosa curva que le torneaba las caderas. Lucía los vaqueros prietos para resaltar la parábola de su figura y unas camisetas de tirantes ajustadas que le ensalzaban aún más el busto. El cabello le revoloteaba rebelde sobre los hombros, y luego estaba aquella mirada animal, de ojos grandes y rasgados. El perfume de la sensualidad embriagaba a cualquiera que se le acercase, mientras que a Alba la envolvía aquella fragancia inocente y simpática que nada tenía que ver con Ayla. Eran muy diferentes, cada una era bonita a su manera, tanto dentro como por fuera:
La imagen de su hermano y la muchacha haciendo el amor volvió a cruzarse en su cabeza: “Hay chicas pequeñas y esbeltas para chicos pequeños y esbeltos y chicas altas y voluptuosas para chicos altos y corpulentos” –concluyó Gabe para sí mismo mientras miraba su enorme mano sucia y repleta de cortes.
-Quiero decir, que Ayla ha sufrido mucho para llegar hasta donde está.-a pesar de ser su mejor amiga, a veces el rostro de Alba se ensombrecía cuando hablaba de ella, y es que Ayla Hurst proyectaba una sombra muy alargada capaz de ocultar las pequeñas figuras que pululaban a su alrededor.
-No lo sabes tú bien, ¿Te ha contado alguna vez cómo empezó todo esto?-Gabey negó con la cabeza mientras Alba suspiraba resignada.-Es una historia muy larga y muy triste…
Gabey cogió una de las sillas plegables que tenían amontonadas en popa, se sentó con las manos en la nuca y apoyó sus enormes pies en la barandilla de la cubierta:
-¿Tienes algo mejor que hacer?
Alba sonrió, cogió otra silla y se sentó a su lado, con las piernas bien juntas y las manos sobre el regazo.
-Hace pocos años, Ayla no era escritora, no salía en la prensa ni hablaban de ella en los talk show, ni siquiera existía Ayla Hurst. No era más que una chica normal y corriente: iba a la universidad, estudiaba marketing… -Gabe no tenía ni idea de lo que era el marketing, pero Alba parecía tan absorbida en su relato y pronunció con tanta seguridad el término que prefirió no preguntar-No era la mejor de la clase, pero tampoco se le daba mal, Ayla siempre ha sido bastante apañada en los estudios.
Él mismo Gabe había estado de caza con Ayla, la muchacha no era la más hábil del mundo disparando, pero se empeñaba en aprender y practicaba para mejorar.
-¿Y bien? ¿Qué pasó?
-Lía.-hubo un deje de desprecio en la voz de Alba al pronunciar ese nombre.-La madre de Ayla decidió que no había suficiente dinero para que sus dos hijas estudiaran, Lía sacaba mejores notas, era deportista, tenía montones de amigos… Era el orgullo de cualquier madre,-“Y Ayla, solo era Ayla”- decidieron que sería mejor invertir el dinero en Lía que en los estudios de Ayla.
-Seguro que fue una decisión muy complicada de tomar.-No se imaginaba a su madre elegir entre dos de sus hijos para darles un privilegio.
-No, no lo fue en absoluto.
-¿Qué quieres decir?
-Que desde que murió su padre, la vida personal de Ayla ha ido de mal en peor. Su madre se volvió a casar y tuvieron a Lía. La hija normal que deseaban. Tú mismo conoces a Ayla, conoces sus cambios de humor, su testarudez… Sabes que es una chica solitaria, muy independiente, profunda.-Cada palabra, era una piedra que Alba dejaba caer al suelo de la gran mochila que acarreaba en la espalda. A Gabe le aliviaba aligerarla de esa carga, él era un chico muy fuerte, podía cargar rocas literales o metafóricas, las que fuesen necesarias, con el propósito de ayudar.-Pero, no se rindió.-había un brillo en su mirada que decía “Ni yo tampoco”.- Encontró trabajo de lo que le gustaba, solo era una simple becaria, ganaba poco dinero, pero ella era feliz. Si es que en el oscuro mundo de Ayla ha llegado a ser algún día feliz.
-¿Y qué pasó entonces?
Alba abrió la boca para hablar, mientras la silueta del puerto de Hoonah comenzaba a dibujarse en el horizonte a través de la bruma gris. No escuchó llegar a Noah, pero estaba a su lado, sigiloso como solo él solía serlo, erguido como un caballero inglés: con su abrigo largo y su bastón de madera. A su presencia, ambos se incorporaron y observaron por la borda como se acercaban cada vez más a la pequeña ciudad portuaria.
-Ya hemos llegado.-anunció el pequeño de los Brown señalando lo evidente.
Una vez el Integrity estuvo amarrado, el grupo volvió a dividirse: Billy, Rainy y el Sr. Cupcake comenzaron con las compras que Ami les había encargado. Noah fue a ver a Elijah, uno de los encargados del vertedero y Gabe y Alba pusieron rumbo a la casita de Ayla. La choza no estaba lejos, solo había que seguir la carretera principal unos doscientos metros, girar a la derecha y al final del callejón encaminarse otros doscientos pasos hacia el este. El bungalow de dos pisos y una sola habitación estaba de cara el mar, para ver el océano desde la ventana del dormitorio nada más levantarse y ver como el sol se desperezaba entre las olas. Caía la tarde mientras Alba y Gabe paseaban por Hoonah, no iban a paso ligero, aunque hubiese sido lo más adecuado dadas las circunstancias. El verano llegaba a su fin y el viento arreciaba en aquel anochecer alaskeño. Alba se rodeaba con los brazos, a pesar de llevar una gruesa sudadera roja, Gabey dudó si decirle algo, él, con su camisa de cuadros y su camiseta de tirantes apenas notaba una brisilla que le rascaba en las patillas, pero ella, acostumbrada al cálido clima de España, debía de estar congelándose: ¿Qué debía hacer en esa situación? ¿Preguntarle si estaba bien? ¿Cogerla de la mano? ¿Abrazarla? Nadie se lo había explicado. A esas alturas de la estación Alba ya tenía que estar de vuelta en su casa, y todo habría terminado después de una agradable velada y un buen polvo. Un par de besos y algunas promesas en el aeropuerto y nos vemos el año que viene. Pero nada había salido como planeaba: a su hermano Matt le había atacado un oso, Bam Bam se había marchado en busca de un amor frustrado y no sabía bien que se le estaba pasando a Bear por la cabeza, pero seguro que no era nada bueno. Se golpeaba el interior de la mejilla con la lengua cuando tramaba algo, y ese tic se había vuelto más intenso durante los últimos acontecimientos. Y él, en fin, él seguía virgen. Volvió a mirar a Alba, algunos mechones de pelo rebeldes se le habían enredado en las gafas, otros volaban alrededor de su cabeza golpeándole los pómulos como las moscas cuando molestaban a Sabrina. Se preguntó qué harían sus hermanos en una situación como aquella. Matt le preguntaría sin tapujos, estaba claro, era así de descarado. Noah, por el contrario le ofrecería de una manera galante calentarse con su abrigo y Bam encontraría la manera de que con un par de esos versos tan dulces que soltaba cuando abría la boca, la chica cayese rendida a sus pies. Al final, decidió aplicar una versión propia creada a partir de lo que hubiesen hecho Matt y Noah:
-¿Tienes frío?-preguntó torpemente mientras la saliva volvía a encallarse en su ortodoncia.- ¿Quieres ponerte mi camisa?
Alba frunció los labios azulados en una sonrisa cálida que intentaba ocultar su diente roto:
-Estoy bien, gracias.-y dejó caer sus brazos a ambos lados del cuerpo, balanceándose al caminar, como si con el simple hecho de preguntarle ‘si estaba bien’ le hubiese quitado el frío de golpe.
Siguieron andando en silencio un rato más, avanzando por la avenida y el callejón. El sol cada vez estaba más bajo, y a sus espaldas arrancaba destellos dorados a los tejados de las casas, perfilando en las sombras sus formas y siluetas. La temperatura descendía a cada hora que pasaba, sin embargo, Gabriel Brown sudada como un pavo en Acción de Gracias. La mano de Alba estaba muy cerca de la suya, alargó un dedo grande y tembloroso, pero lo ocultó en seguida y contrajo los puños con fuerza.
“Deberían hacer un manual para estas situaciones”-pensó al no saber cómo reaccionar de nuevo. “¡Ni siquiera habían hablado de lo que eran! ¿Eran pareja? ¿Amigos? ¿Amigos ‘especiales?” Al principio había querido preguntárselo directamente, pero entonces recordó como discutían Ayla y Matt sobre su relación y decidió mantener la boca cerrada. Últimamente, y más desde que Alba había comprado el billete de avión, Gabe se había hecho demasiado a menudo aquella pregunta. Pensaba en todas las oportunidades en las que había tenido ocasión de acostarse con ella y en cómo se habían fastidiado de manera estrambótica una por una, sin mencionar el incidente del oso. “¡La mala suerte de los Brown!” Había tenido la primera ocasión después de aquella fiesta en Hoonah, a bordo del Integrity, en la intimidad del camarote de sus hermanas, pero la presencia de Bam, Bear y Noah en el camarote de al lado le restaba comodidad al asunto, a parte de sus propias inseguridades: la había besado torpemente, ¿cómo sería entonces hacerle el amor? No quería ni pensarlo. Lo intentaron un par de veces más, pero entonces sus hermanos, especialmente Matt, ya se habían enterado de sus intenciones con la joven extranjera, y aunque confiase ciegamente en el primogénito de sus padres, los consejos y los interrogatorios de su hermano no resultaban especialmente buenos. Y como todo en su familia resultaba una competición: todos sus hermanos comenzaron su particular lucha para averiguar quién le daba mejores consejos a Gabe. Únicamente, lograron ponerle más nervioso.
Otra ocasión que tuvieron fue una mañana que pasaron en la cabaña de Ayla en Hoonah, no esperaban visita, y cuando estaban ya en la segunda base, Matt y Ayla irrumpieron a gritos por la puerta en una de sus absurdas discusiones. No pareció que les prestaran demasiada atención, pero apenas media hora después escucharon los gemidos provenientes del piso de arriba. Y en aquel momento, aunque fuese un grandullón, se sintió el ser más pequeño e insignificante del mundo. ¿Tendría él la habilidad de Matt para con las mujeres, de hacerlas suplicar al cielo de aquella manera? ¿Y Alba? Apenas había pensado en ello… ¿Y si ella no quería llevar la voz cantante, como hacía Ayla? ¿Qué haría él entonces? No sabía cómo moverse, qué hacer. ¿Cuándo terminaban las caricias y comenzaba la penetración? ¿Y si le dolía? ¿Y si le hacía daño? Disimuladamente volvió a mirarse la enorme mano de gigante y volvió a imaginarla rodeando el cuello de Alba, su rostro se hinchaba y se le ponían las mejillas azules mientras una culebra morada se ramificaba alrededor de la zona que sujetaba.
Por fin, y después de un paseo que se le hizo eterno, llegaron al bungalow: la cabaña apenas era una silueta negra enfrente del mar, de un color gris oscuro que recordaba a las nubes de tormenta. El cielo estaba en llamas: violentas pinceladas impresionistas lo tintaban de tonos amarillos, rojos y naranjas. Por el horizonte, comenzaba a asomarse el crepúsculo rodeado por una aura rosa y guiado por el esbozo de una luna casi llena que ascendía poco a poco en el cielo para conquistar los lares de sol, a su paso, unas ligeras lágrimas plateadas derretían el atardecer de Claude Monet.
 Entraron en la cabaña, había una ventana abierta y la brisa se colaba entre las cortinas blancas, la corriente les erizó el vello de la nuca, creando una atmósfera fantasmal en la acogedora cabaña. Un rayo de sol se filtraba por ello, levantando una nube de motas de polvo que danzaban al compás de un violín sordo. Alba cerró la ventana a toda prisa, aterrada y subió las escaleras traqueteantes a paso ligero, Gabe la siguió. Tuvieron que encender las luces del segundo piso para lograr ver alguna cosa. La cama de Ayla estaba desecha y había un montón de ropa tirada por toda la habitación. Una sonrisa triste se dibujó en el rostro de Alba, no habían vuelto allí desde la noche anterior a su “fiesta de despedida”, ni siquiera habían ordenado el cuarto, y todas las prendas que se habían probado estaban desparramadas por la estancia. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal, sentía la constante presencia de Ayla y Matt en aquella habitación, los veía desnudos en la cama, o haciendo el amor en el escritorio, casi podía percibir el olor a tierra mojada de su hermano, mezclándose con el olor dulzón que desprendía el pelo de Ayla. Alba también parecía incómoda, se acercó a la cama a grandes zancadas y cogió un sujetador rosa que estaba oculto entre la ropa. Gabe permaneció inmóvil como una estatua apoyado en el marco de la puerta.
-Ayla quería que me pusiera este, decía que combinaba mejor con mi top. No le hice caso, aunque ella no resistió cuando le insistí en que se pusiera aquel ridículo vestido azul.-soltó una carcajada amarga mientras una gota de añoranza se filtraba entre sus ojos oscuros- Seguro que lo hizo para que me callase.
Debió recordar algo al instante, porque soltó el sostén de repente y se descolgó de la espalda la mochila negra con la que había estado cargando desde Ketchikan. Abrió la cremallera bruscamente y con una mano temblorosa y la mirada de cervatillo extrajo una prenda gris, o al menos eso le pareció a Gabey en un primer instante, segundos después se dio cuenta de que en realidad era un vestido azul, cubierto de sangre y barro. Alba se puso blanca y él no se encontraba mucho mejor, ver aquello le recordó de nuevo a Matt, tumbado en el suelo, muriéndose entre los brazos de Ayla. No fue capaz de reaccionar hasta que una lágrima recorrió el rostro de Alba, Gabe se acercó a ella decidido y le arrebató la prenda de la mano ante la atónita expresión de la muchacha:
-Deberíamos quemar esto.-Alba asintió con la cabeza ante el súbito tono autoritario de Gabe, que descendió las escaleras con los mismos pasos de gigante con los que había atemorizado a la chica.
Encendió la chimenea, se quitó la camisa de cuadros y en cuanto la llama estuvo en su punto y un agradable calor embriagaba la casa, arrojó aliviado el ridículo vestido azul. Observó durante unos instantes como la tela agonizaba, suplicando clemencia ante la lengua de fuego que la consumía. Las manchas de sangre hervían y explotaban como volcanes surgidos del mismísimo infierno y en algún lugar del Averno, Lucifer maldecía que hubiesen destruido su Mano de Midas. Y entonces, y solo entonces, cuando únicamente quedaban polvo y cenizas de aquella misteriosa prenda, Gabriel Brown se derrumbó y se hizo un enorme ovillo llorón en el suelo.
Pasó un largo rato, en el exterior, la tormenta había llegado y una fina lluvia rebotaba contra las vigas de madera, con una orquestra de rayos y truenos acercándose con el viento del norte. Se había quedado dormitando en el suelo, hasta que se sintió con las fuerzas necesarias para regresar al piso superior, sonreír e imitar a su admiradísimo y legendario 007. De hecho, estaba a punto de hacer una entrada triunfal cuando volvió a quedarse petrificado junto al marco de la puerta: Alba se había cambiado de ropa, había sustituido los vaqueros sucios por unos limpios y más ajustados, altos hasta la cintura, lo cual remarcaba sus curvas inferiores, llevaba una camisa azul celeste, de tela muy fina, con dibujitos de piñas y palmeras, abrochada hasta arriba. Recogía la ropa que habían tirado, la cama estaba hecha y la bolsa con las cosas de Ayla, casi lista. Había sustituido los sobrios colores grises y blancos de las sábanas por una colcha de llamativas y alegres flores rojas. Alba estaba radiante, como si acabara de volver de un balneario. La penumbra anterior de la estancia se había esfumado, y en su lugar reinaba una atmósfera cálida y acogedora. ¿Cómo Alba había pasado de ser un alma en pena en tan poco tiempo a la personificación de la primavera?
-¿Ya has encendido la chimenea? ¡Sí! Ya se empieza a notar el calorcito… Ya casi he terminado de recoger las cosas de Ayla y podemos marcharnos.
“¿Marcharnos a dónde? Es casi noche cerrada” pensó Gabey, pero prefirió no decir nada. Tímidamente y con temor a romper aquella perfecta armonía que había creado Alba en aquel tenebroso cuarto, se alejó de su inseparable marco de la puerta y penetró en la habitación con pasitos de hormiguita que resonaban de gigante en su cabeza. En la mesa de trabajo de Ayla, había varios libros y papeles, dibujos de ojos y cartas de despedida. Gabe se fijó en un viejo volumen rosa, con unas letras doradas estilográficas en la portada que formaban un nombre de mujer. De entre sus páginas amarillentas, sobresalía una fotografía, el muchacho la observó detalladamente: era una pareja joven vestidos de verano. Él era varios años mayor que ella, rubio y de ojos claros y con la misma sonrisa melancólica de Ayla. Ella era una mujer muy hermosa, de largos cabellos rizados color caoba y afilados rasgos picassianos. Tenía un cierto aire a Ayla, pero su actitud, su lenguaje corporal era mucho más agresivo y más seguro que el de la muchacha. No necesitó fijarse demasiado en los dos personajes para determinar quiénes eran, de todos modos, Alba se acercó y comentó lo evidente:
-Son los padres de Ayla. Su padre falleció cuando era pequeña y su madre…- el rostro de Alba se ensombreció.
-¿Qué le pasó a su madre?
Alba tragó saliva y la alegría que la había envuelto minutos antes desapareció como si nada.
-¿Has leído alguno de los libros de Ayla?
Había leído La Guerra de los Dragones una docena de veces, y siempre acababa impresionándolo. Valdir Adger era la hermosa princesa guerrera que reclamaba sus derechos al trono montada sobre un terrorífico dragón negro. Era una historia de amor, de aventuras, de conspiración… Había llegado a idealizar tanto a aquel personaje que imaginó que la persona que lo creó era exactamente igual, incluso llegó a imaginarse, en el momento en el que le dijeron que Ayla Hurst visitaría Alaska, que arribaría sobre el lomo de un dragón escupe fuego. Un nudo le estrujó el estómago con tanta fuerza que tuvo que sujetárselo para que no le salieran las tripas por la boca, cuando recordó el triángulo
amoroso que se formaba en la novela entre la princesa Valdir, su prometido Axel Pendragón y el príncipe Robbert Madden, enemigo jurado del reino de Val y como el resto de personajes se entrometían y anudaban y desanudaban lazos para llevar el matrimonio de la princesa al que beneficiara más los intereses de cada bando. También se había formado un triángulo en Browntown, al principio, pensó que él era Robbert, el eterno enamorado y su único amor verdadero, mientras que Matt era Axel, un noble que se aprovechaba de la situación, incluso, como pasó en la novela, donde el príncipe aleja a Axel de su prometida para tener vía libre, Gabey intentó separar a Matt de Ayla, convenciéndole para que se marchara de nuevo a Juneau, y él pudiera seducirla sin preocupaciones. Se sentía terriblemente mal por haber intentado aquello, y jamás, por mucho que Matt fuese su compañero, su mejor amigo, jamás le contaría que trató de engatusarlo para conquistar a la mujer que amaba. “Maldita y estúpida norma no escrita de los Brown”  pero todo había cambiado y él había pasado de intentar ser el protagonista de la novela a un relevado personaje secundario. Sí, tenía su propia trama, aquella que sirve para desahogar al lector y darle un respiro de la intensidad de la trama principal. La suya era una historia más amena, después de superar que la chica de sus sueños solo existía en su cabeza, el gigante soñador se enamoró de la amiga de esta, bailaron juntos, comieron helado y pasearon hasta hartarse explicándose chorradas. Incluso llegó a tener un punto divertido, cuando Matt y Ayla lo pillaron con los pantalones por los tobillos. Pero mientras él vivía su particular aventura, su familia sufría aquel triángulo amoroso que él mismo había intentado conducir a su terreno: Matt y Ayla no atravesaban su mejor momento, se amaban como había visto amarse a nadie, únicamente el amor de sus padres superaba aquellas miradas silenciosas que se lanzaban palabras bonitas de un iris al otro en un lenguaje que solo ellos dos entendían. Pero esas frases no llegaban del todo, porque entre ellos se había alzado un muro, un muro lleno de recuerdos con grafitis grotescos y pintura verde brillante que goteaba al frío cemento del suelo y que disolvía esas declaraciones de amor en vibraciones inauditas que se perdían en el espacio. Allison, Alfie… eran nombres que obstaculizaban la senda de aquellos dos destinos dispuestos a unirse, pero entre ellos había otro hilo entrecruzándose: Bear, que formaba parte de la vida de ambos, pero no de la manera en la que él demandaba.
Gabey recordó con amargura, la noche que el bocazas de Bear le había contado que se había dado un romántico baño con Ayla, en la poza que se formaba bajo la cascada, por entonces, ella ya lo había rechazado, y aunque fuese un gigantón pacífico, sintió ganas de abofetear aquel metomentodo. Sinceramente pensó que Bear se olvidaría de Ayla pasados un par de días, como hacía con todas las chicas que se cruzaban en su camino. También se obsesionó con Alba los primeros días de su llegada, pero perdió el interés en cuanto encontró un juguete nuevo con el que distraerse. Con Ayla era distinto, y había sido él el que había perdido el interés romántico por ella, pasando de ser una figura idolatrada a una agradable compañera de charla. Bear, seguía enamorado de ella. “Si leyese más, sabría  que si de verdad la quiere, tiene que aprovechar el momento idóneo, y ese es ahora. Igual que Robbert aprovechó la ausencia de Axel para conquistar a Val”. No era la primera vez que a varios hermanos les gustaba la misma chica, veían tan pocas que en cuanto se les acercaba una, se abalanzaban sobre ella como buitres, aunque tampoco solían discutir por ellas y se olvidaban en seguida de su existencia. Solo dos mujeres habían causado verdaderos estragos entre los hijos varones de los Brown: Ayla y Allison.
“No entiendo a las mujeres. Me gustan, pero no las entiendo”. Había citado Sean Connery en alguna ocasión, y Gabe no podía estar más de acuerdo.
-He leído La Guerra de los Dragones.-esta vez omitió la parte en la que se lo había leído un millón de veces y de que prácticamente era su posesión más preciada.- También hojeé El Arquero del Alba, pero no me gustó tanto.
Volvió a pensar en su ejemplar de La Guerra de los Dragones. Era una de las primeras ediciones y estaba viejo y desgastado, con las páginas amarillas y las puntas de la tapa blanda rotas y arrugadas. En la portada aparecía un atardecer dorado y sobre los acantilados rocosos, varios jinetes montados sobre enormes reptiles escamosos y con cornamenta, observaban como una princesa rubia con hacha en mano, reclamaba su derecho al trono sobre un dragón negro. Pero esa no era la parte más perturbadora de ese volumen, sino lo que guardaba dentro: una sesión de fotos que Ayla hizo para una revista, poco después de saltar a la fama, en ellas salía casi desnuda, en poses sugerentes y ocultando sus partes íntimas de una manera aún más provocativa y mostrando sus sensuales tatuajes, en las costillas y en el abdomen, invitando a todo hombre con cierto apetito sexual a desear lamerlos hasta arrancar la última gota de tinta. Llevaba un montón de maquillaje en la cara, y Gabey no necesitó mucha más información para darse cuenta de que esas fotos estaban extremadamente retocadas: ni una arruga, ni una estría ni tan siquiera una imperfección en la cara. Por sorprendente que pareciese, no se detuvo a pensar que opinaría Alba sobre que no se hubiese desecho de aquellas pruebas de su antigua obsesión, sino más bien, qué pensaría Matt sobre ellas. Conociendo su historial se pondría celoso porque Ayla se mostrase de ese modo al mundo, Ayla era suya, aunque ella lo negase, aunque él lo negase. Ella era de él y él era de ella y tampoco le gustaría que apareciese con la cara recubierta de potingues asquerosos y que ocultase aquellas curvas tan bonitas por las que moría cada noche.
Alzó la vista hacia Alba, que lo miraba expectante con un deje de preocupación en el rostro. “Por el bien de mi relación y de la de Matt, tengo que quemar esas fotos”.
-Perdona, ¿Qué decías?
-Que si te has fijado en qué tienen en común las dos protagonistas de las dos novelas.-Gabe foró una mueca pensativa para sonsacarle una risa a Alba, y aunque se tapó la boca, la risa fue breve e insignificante- Ambas son princesas.
La muchacha asintió con la cabeza:
-¿Y qué más? ¿Qué sucede en sus familias?
-Valdir es la única hija del rey Haakon, y por tanto heredera de su reino, aunque sus leyes prohíben que una mujer ascienda el trono. Y si no recuerdo mal, en El Arquero del Alba, la princesa Naerys es la hija menor del rey Orson, tiene dos hermanos mayores, el primogénito rechaza la corona, pero más adelante Naerys hace causa común con él y…
-No tienen madre.-afirmó rotunda Alba.
-¿Cómo dices?-Gabe quedó atónito por el tono de voz que había empleado la muchacha, casi como si le estuviese regañando.
-Los personajes de Ayla no tienen madre.-dijo algo más tranquila-¿No te has preguntado el por qué?
Gabey frunció el ceño, se había centrado tanto en cómo sería Ayla de verdad, fuera de sus libros, que había pasado por alto aquel aspecto. Tragó saliva sonoramente, una enorme roca caía por su garganta y le presionaba la tráquea, impidiéndole respirar con normalidad. Quiso preguntar por qué los personajes de Ayla no tenían madre, pero las palabras no le salían de la boca. Se sintió idiota, idiota y patoso por no haber caído en algo tan obvio. La chica sufría, Alba sufría por ella, y el sufría por ambas, de distintas maneras, pero por ambas. Matt sufría por no poder borrar aquella sonrisa gris de su rostro, y se culpaba por ello. Se culpaba por haber intentado utilizar a Ayla como suplente, y por terminar enamorándose de ella. Se culpaba por haberla perdido, y se martirizaba por no poder recuperarla.
-Su madre enfermó, y esa fue la gota que colmó el vaso.-prosiguió Alba mientras Gabe escuchaba atentamente, con los ojos puestos en aquellos labios perfilados que contaban una historia tan anhelada-Quería que Ayla dejase de trabajar, de vivir su vida y que se dedicase a cuidarla. Ella se negó rotundamente a ser una esclava y ahí comenzó todo, comenzó la leyenda de Ayla Hurst. Cogió todo lo que había escrito en Internet y lo presentó a varias editoriales, hasta que una decidió publicar La Guerra de los Dragones. Era una chica joven y bonita, con una triste historia detrás, eso siempre vende. En seguida le llovieron las ofertas: primero fue Londres, luego Nueva York, Los Ángeles, Vancouver… Luego vino la prensa rosa, que si se ha liado con un preparador físico español, que si estaba de vacaciones con Alfie Allen, un affaire con un actor casado… Ayla se sintió culpable por haber abandonado así a su familia, así que gran parte del dinero que gana se lo envía a ellas. Lía está estudiando en una prestigiosa universidad a cargo de la cuenta bancaria de Ayla. Muchas marcas de ropa, maquillaje y agencias de viajes la contratan para que promocione sus productos en las Redes Sociales. El apellido Hurst se ha ganado mucho prestigio en los últimos años.
-Creía que Ayla y Lía no compartían apellido, son hijas de distinto padre, ¿No?
-Lo son, Lía usa el apellido de su hermana para ganar prestigio en la prensa del corazón. Si no se llamase Hurst, no tendría ni la mitad de seguidores en Instagram. Incluso su madre, que no tiene nada que ver, se está ganando la vida muy bien, a base de hablar mal de Ayla en los talk shows.
-¿Hablar mal de Ayla?-la mirada de Alba era sorprendentemente triste, no sabía si por qué no le gustaba hablar del pasado de su amiga o si se sentía frustrada porque él mismo parecía tener más interés en Ayla que en ella misma.
-Sobre la vida que llevaba, saliendo con infinidad de chicos, uno distinto cada noche. Por ser una egocéntrica y una egoísta y por haber abandonado a su familia cuando más la necesitaban. Ayla nunca se perdonará haber hecho eso, pero realmente nunca sintió que ese fuera su lugar, su familia. Siempre dice que está viviendo un sueño: tiene todo lo que cualquiera desearía, fantásticos libros, talento, ingenio… pero yo sé que es mentira. Ayla solo quiere ser ella misma, quiere ser Ayla: quiere vestir como deseé, sin que la critiquen en las revistas, quiere acostarse con quién le dé la gana si temor a que la llamen puta, si se está con muchos o mojigata si no lo hace con ninguno. Pensaba que librándose del control de su familia, lograría esa libertad, pero la sociedad en la que vivimos no deja de querer entrometerse en las vidas de todo el mundo. Ayla solo quiere encontrar el lugar al que pertenece, tener su propia familia… Por eso sus personajes no tienen madre, porque ella no sabe cómo es tener a alguien así.
-Matt me dijo una vez que Ayla no quería tener hijos, aunque le encantaban los niños.
-No quiere, porque tiene miedo….
-Tiene miedo de convertirse en su madre.- “y de arruinar la infancia a sus hijos”. Alba le sonrió, agradecida por poder compartir esa carga con él. A medida que avanzaba el día, la mochila de Gabe se había estado cargando cada vez más de pesadas piedras que llevaban el nombre de Ayla, e indirectamente, también el de su hermano mayor. Era un chico fuerte, y aunque ahora caminaría más encorvado, Alba podría andar con el mentón bien erguido.
-¿Cuánto hace que sucedió todo esto?
Alba reflexionó un instante:
-Unos tres años, por entonces Ayla estaba a punto de cumplir diecinueve años, a finales de verano cumplirá veintidós. El 18 de septiembre.
“El mismo día que Bam, al final sería verdad eso de que son un reflejo del otro, incluso habían nacido el mismo día, solo que con algunos años de diferencia”. Matt cumpliría los treinta y cinco apenas una semana antes que ellos.
-Ayla me contó una vez que en el instituto había tenido problemas con los chicos,-prosiguió Gabe para romper el incómodo silencio que se había formado entre ellos- pensé que eran minucias, pero parece ser que todo viene derivado de esto. De él no tener una familia que te admire y que te aprecie. Que te valore.
-El episodio de la bulimia.-respondió Alba, exhausta- Aún no conocía a Ayla, sino ten seguro que la hubiese ayudado, pero cuando tu madre no para de insultarte por tu peso y tu forma de vestir, es normal que acabes de esa manera vomitando en un baño, sola, sin importarle a nadie- aunque no se conocían por entonces, Gabe captó un ápice de culpabilidad en la voz de Alba, como si se sintiese culpable por no poder haber estado a su lado-. Lo que más admiro de ella es como fue capaz de alzarse sola en aquel terrible momento.
-Es una chica muy fuerte.
-A veces las personas fuertes necesitan un respiro.- dijo en un tono desapasionado “¿Hablaba por ella, por Ayla, o por ambas?”
-Matt puede darle ese respiro.-“igual que yo puedo dártelo a ti” pensó pero no se atrevió a decirlo en voz alta.-Se quieren, aman este lugar, pueden tener la vida que ambos desean… Que tengan hijos o no los tengan, que escriban libros o que no lo hagan, que vivan su vida sin que nadie les moleste. 
-Ayla jamás se perdonará haber dejado atrás a su familia, ni Matt olvidará del todo a Allison. Los adoro a los dos, y me gustaría que estuviesen juntos, pero ni Ayla se arrodillará ante él ni Matt le suplicará, son así de testarudos. ¿Sabes una cosa? Por una parte pienso que es mejor que Ayla vuelva por un tiempo a Nueva York, así aprenderá que no se valora de verdad algo hasta que se pierde, y superará la traumática experiencia de casi ser devorada por un oso. Espero que Matt haga lo mismo. Ayla puede parecer egoísta y egocéntrica a veces, que solo se preocupa por sí misma, pero es que nadie antes se ha preocupado por ella. Pero de verdad te lo digo, por la única persona que la he visto preocuparse de verdad es por Matthew Jeremiah Brown.
-¿Y qué hay de ti?-Alba se quedó boquiabierta ante la pregunta de Gabe, alargó la mano hacia ella y con toda la delicadeza que sus manos le permitieron le apartó un mechón de pelo de la cara.
-¿Qué hay de mí? ¿Qué quieres decir?
La voz le temblaba más que los pasteles de gelatina de su madre.
-Tú te preocupas por ella, la cuidas…
-Es mi mejor amiga.-le interrumpió bruscamente como si hubiese cuestionado lo evidente.
-No tienes ninguna obligación con ella.
-Ayla cuida de mí a su manera. A veces es duro estar a su lado, pero es buena persona, leal, sensible. No se merece estar sola, no la abandonaré. Cuando se libró de su madre y apareció en su vida Frank para seguir controlándola, yo estuve allí, también con los tratamientos psiquiátricos. Cuando se enamoró de Matt, también estuve allí.
-Sin embargo, no aceptas su dinero, ni su hospitalidad…-Alba se sentó en la cama, devastada y Gabe tomó asiento a su lado, rodeándola con el brazo y acercándola al calor de su pecho. Parecía estar muy cansada y Gabe se sintió culpable por no haber preguntado por ella antes y haber estado tan pendiente de Ayla.
-No quiero aprovecharme de ella, como hacen su madre y su hermana. Soy su amiga, tanto si es famosa y rica como si no.
-Dudo mucho que Ayla considere dejarte una habitación y conseguirte un trabajo digno como que te aproveches de ella. Con todo lo que la cuidas… Te mereces algo mejor que vivir en casa de tus padres y trabajar en un bar de mala muerte por cuatro míseros céntimos.
Alba se quitó las gafas, se enjuagó las lágrimas con el reverso de la mano y se tiró el pelo hacia atrás: unas gotas de lluvia sedosa le acariciaron las patillas. El pelo desprendía un agradable perfume a sal, fruto de la larga travesía en el Integrity apenas unas horas antes.
-¿Puedo confiar en ti?-una cadena de oro con una delicada cruz cristiana se balanceaba harmónicamente entre sus generosos pechos, al ritmo del movimiento de sus pulmones. Era la misma cruz que tenía tatuada en un brazo, y que en ese momento le ardía como si mil demonios estuviesen bailando sobre ella.
-Sabes que sí.
-Tengo miedo.-el rostro de Gabe era un poema- Yo siempre he parecido más segura de mi misma, siempre empujando a Ayla, animándola… ¡Pero Brodway! Eso me viene grande, no seré capaz de tocar ante tantas personas, de participar en grandes producciones. Ayla siempre dice que ella es “fuerte por los dos”, porque tiene que acumular toda la fuerza de la que carece Matt. Ojalá también pudiera ser “valiente por las dos”.
-Alba, tú eres valiente. Has cruzado medio mundo para estar cerca de tu amiga cuando su corazón estaba roto, corriste a abrazarla cuando estaba cubierta de la sangre de mi hermano, cuando ni siquiera sabías si estaba vivo. Puedes tocar la guitarra delante de un puñado de pijos neoyorquinos.- se llevó el dedo al bigote e imitó el acento de los estirados estadounidenses para los que tocaría Alba. Logró sacarle una risilla que se tapó con la mano. Gabe se la agarró para que no ocultara su risa, ella giró la cara avergonzada, pero Gabey sonrió satisfecho al verla reír por fin.
-No seas idiota, es diferente. Ayla es tan testaruda que siempre tira para adelante, se merienda a los obstáculos. Es atrevida, es sexy-“¿Qué tenía que ver eso con lo que estaban hablando?”-Le han dado tantos palos en la vida que ya no tiene miedo al fracaso, aunque ella diga que sí. Es así de orgullosa, en cambio yo…- se sonrojó de una manera que a Gabey le pareció encantadora- Por dios, si ni siquiera nos hemos acostado todavía…-susurró como si alguien pudiese escucharlos, aunque no había un alma en dos kilómetros a la redonda capaces de escucharlos. ¿O es que las gaviotas de la bahía cotillearían sobre que Gabe y Alba no habían hecho el amor, todavía? Sabía que en parte era culpa suya, su timidez, sus inseguridades, podría decírselo, y aligerar aún más aquella carga que soportaba, sin embargo, optó por cogerla de los hombros atraerla hacia él y darle un largo y tímido beso en los labios. No usó la lengua, tampoco era tan atrevido para ello, pero era un primer paso que dejó una grata sensación en Alba.
-Yo puedo ser valiente por los dos.-le volvió a escupir a la cara por culpa de la ortodoncia, se sintió un gigante patoso de nuevo, pero en lugar de enfadarse, Alba se limpió la saliva de la cara y le dio otro beso a Gabe. Sonrió, sonrió sin taparse la boca, aquella sonrisa era capaz de eclipsar cualquier otra en todo el mundo, incluida la triste y misteriosa sonrisa de Ayla. Aquello le dio la suficiente confianza como para alargar sus enormes dedos hacia ella y desabrocharle con dificultad el primer botón de la blusa. Con cuidado la recostó sobre la cama y la besó de nuevo:
-¿Valiente cómo cuando disparaste a aquel oso?-dijo ella sonriendo en un momento eterno.
-¿Qué dices? Si yo no disparé…

TODOS LOS CAPÍTULOS DE MI NOVELA DE "MI FAMILIA VIVE EN ALASKA" ESTÁN DISPONIBLES AQUÍ

NOTA: Primero de todo, muchas gracias por todos los mensajes de condolencia y apoyo que me habéis mandado estas últimas semanas. Sois increíbles, de verdad, y segundo, gracias por tener la paciencia hasta que lo publicase. Mañana me reincorporo a las clases de la universidad, y quería hacer algo especial para terminar el verano. Comencé a escribir este post muy ilusionada, puesto que era algo que me habíais pedido bastante, y encima podía dedicárselo a Alba, mi mejor amiga y protagonista indiscutible de este capítulo, una lástima que se viese nublado por los acontecimientos que nos sucedieron a mi familia y a mí hace un par de semanas. Aún no domino muy bien el tema de las tramas secundarias, así que voy perfeccionándolo poco a poco, os pido perdón por la de imperfecciones y cabos abiertos que dejo, prometo que la próxima vez que me intente meter en un personaje lo haré mejor.
Pregunta clave: ¿Si Gabe no disparó, quién demonios fue?
Hasta la próxima,

Ayla

Comentarios

  1. No me puedo creer que nos dejes con la intriga de quién disparó otra vez... Quiero saberlo, la curiosidad me está ganando!! Pobre Gabe, jajaja.

    Sé que es tarde, pero como dicen mejor tarde que nunca, no? Siento mucho lo de tu madre y todo lo que pudo y puede causar su falta, si a mi me pasase eso no sabría que hacer, el mundo se me caería encima y no podría levantar cabeza en un tiempo.

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    1. ¡Gracias por el comentario y por el apoyo! Un abrazo enorme

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  2. No me puedo creer que nos vuelvas a dejar con la intriga. El relato excelente con esos pequeños toques de humor. Alba tiene que estar muy contenta.

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  3. Nooo quien disparo..me gusto mucho..qede con gusto a poco..y escribes perfectamente bien..besoss

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  4. Pues yo creo que quien disparó no puede ser otra que Ayla, estaba allí ...

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  5. Bueno, tengo varias que comentar.

    Primero: me he leído toda la historia en dos días, así que felicidades porque me encanta.

    Segundo: me hace gracia que casualmente me llamo igual que tu amiga pero Gabe es el hermano que menos me gusta.

    Tercero y por último: tengo la teoría de que quien disparó fue Bear. Ayla no creo que fuese dado que estaba ocupada con Mat, y Gabe ya ha dicho que no ha sido. Teniendo en cuenta que antes de salir de la casa Ayla estaba hablando con Bear, es posible que la siguiese y viese la escena. Pero es solo una teoría.

    Felicidades por la historia, mucho ánimo y saludos desde España.

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    1. Encantada de conocerte Alba y gracias por tu comentario. Me parece muy interesante que formules la teoría de que fue Gabe quién disparó, ya que nadie me lo había sugerido aun.

      Alba tiene ese nombre por mi mejor amiga, que está loquita por Gabe y decidí incluir su historia en el blog jajajaj.
      Por curiosidad, ¿cuál es entonces tu hermano favorito?

      Un abrazo,

      Ayla.

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    2. Me parece normal que pongas a su favorito, es lo normal, Jajaja.

      Realmente no lo tengo muy claro. Al principio me encantaba Bear, pero conforme voy viendo más cosas, y también por las situaciones que planteas, me he dado cuenta que Bam también me gusta. Aunque todos tienen algo que me gusta, definitivamente esos dos son mis preferidos.

      Espero con ansias el siguiente capítulo, literalmente, no dejo de pensar en ello.

      Saludos y un abrazo.

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    3. En cuanto organice mi vida, que ahora mismo está en un nivel supremo de caos, publicaré el capítulo. Voy a ver si a finales de semana logro poder publicar un avance.

      Un abrazo.

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  6. He leído todos los relatos en dos días, son maravillosos y por supuesto estoy expectante a ver como continua la historia.
    Creo que disparó Bear, pero hay algo oscuro en ese disparo porque parece muy importante...
    Me alegro de haber encontrado tu blog, yo tb soy muy fan de Sobrenatural, de Alaska, Juego de Tronos, videojuegos y literatura épica, crecí con eso, jugando al rol y demás ( soy un poco más mayor) y tus relatos me parecen fantásticos.
    Siento mucho lo de tu madre, espero que escribir te sirva tb para superar poco a poco éste trago y que sientas la fuerza de ,por lo menos por mi parte, ávidos lectores.
    Magnífica!!

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    1. Encantada de conocerte, pues si que tenemos muchas cosas en común jajajaja entonces serás muy bienvenida aquí.

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