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La Guerra de los Dragones

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CINCO JINETES

Una soleada mañana de primavera amanecía lentamente en la fría isla de Halogaland, una boscosa isla en el rincón más al norte del, como no, Mar del Norte. En una de sus escarpadas costas, se alza, sobre los acantilados la aldea de Malmö, conocida por forjar a los mejores jinetes de dragones de la Tierra.

El suave amanecer recorre las casas de piedra y las chimeneas humeantes, todo está silencio, en calma. El viejo pastor se levanta perezosamente para cuidar a sus ovejas, el agricultor se prepara para cultivar sus tierras y el joven herrero empieza a preparar su taller para forjar las armas de tan respetables guerreros. Solo hay una casa que está agitada desde antes de la salida del sol. Se trata de una preciosa y gran casa, situada a escasos metros del resto de la aldea, en su portal cuelga el cráneo de un gran dragón de afilados cuernos. Es el hogar de Haakon Adger, líder y poderoso jefe de la aldea de Malmö, gran jinete, mejor guerrero y justo gobernador. Además proviene de una de las famílias más antiguas y respetadas en el arte de la caza, doma y entrenamiento de dragones. El enorme y rubio hombretón asoma la cabeza por la puerta principal de la casa, cubre su gran cuerpo con una piel de oso sobre sus hombros, y sorbe una infusión caliente que sujeta con ambas manos en un vaso de barro. El frío mañanero le congela las barbas al temible Haakon, y se acurruca en su piel de oso, mientras dirige la vista hacia el otro lado de su terreno. El sonido del metal y los gemidos del esfuerzo rebotan por toda la finca, y es que a lo lejos, fuera de la casa, del granero y del corral, sobre un círculo de arena, se encuentran dos jóvenes peleando arduamente con una daga y unos nunchacos. Apenas cubiertos por unas finas pieles de verano. Haakon observa la escena orgulloso, el inmutable e insensible jefe se encuentra en uno de los días más felices de su vida, y sonríe.

-Parece mentira que hoy se gradúen- Haakon dirige la vista hacia su izquierda. Su hermano menor Svend también ha salido a recibir el sol está mañana. - Hace dos días eran unos mocosos que apenas andaban y hoy ya entrenan su propio dragón. Nos hacemos viejos, hermano.

-¿Quién lo diría? Mi pequeña, convertida en toda una jinete de dragón.- Haakon mira orgulloso a la joven rubia que pelea con una daga frente a un muchacho algo mayor- Si su madre pudiera verla...

-Seguro que estaría orgullosa, no todos los guerreros son elegidos por un dragón de las tinieblas. Eso la hará ganar puntos en su carrera por la jefatura, ¿no?

Una sombra recorre la mirada del veterano jefe.

-El Consejo de Ancianos sigue sin apoyar que mi hija ocupe el liderazgo en mi sucesión. Se esfuerza el doble que el resto de sus compañeros en los entrenamientos, estudia las leyes y la historia de Malmö hasta altas horas de la noche, es una líder nata, inteligente y una estupenda guerrera. Pero el Consejo opina que una mujer no debe encargarse del mandato de una aldea. Para ellos, mi hija debería estar en la cocina, criando a los futuros guerreros de Malmö.

Svend lo mira apesadumbrado.

-¿Qué ha sugerido el Conejo?

-En contra de la tradición, quieren que encuentre un buen marido para ella, capaz de gobernar, buen luchador y mejor jinete, que ayude a la princesa con la jefatura de Malmö. En lugar de pagar una dote porque ella se vaya a otra isla, sugieren que otros reinos paguen una dote por casar a uno de sus príncipes con mi pequeña- Haakon hablaba atragantándose, no le parecía bien que un príncipe extranjero ocupase el puesto que a su hija le correspondía por ley y por el cual estaba perfectamente capacitada para hacerse cargo.

Svend le puso una mano en el hombro:

-No te apures hermano, tu hija apenas tiene dieciséis años, acaba de acabar su entrenamiento básico, aun está a tiempo de demostrar al Consejo que es una Adger de verdad. Y además, siempre nos quedará Ryden.

Ryden era el hijo de Svend, su único hijo, apenas un año mayor que la princesa. Al morir la madre de la joven al dar a luz, la madre de Ryden crío a los dos primos como hermanos, bajo la estricta tutela de Haakon y Svend.

-¿Ryden?- preguntó extrañado Haakon- No te ofendas hermano, pero Ryden... no está hecho para gobernar. En fin, míralo- la princesa le estaba dando una paliza en la arena a su primo y a sus nunchacos- Es un buen jinete, y sabe mucho sobre como adiestrar dragones. En un futuro lo veo dirigiendo la Academia de Malmö, un respetable puesto para el sobrino de un rey.

Ayla, la hija de Haakon, consiguió introducir la punta de su daga en uno de los eslabones de los nunchacos de Ryden, le arrebató el arma y la lanzó por los aires, la agarró con su mano izquierda, mientras de una patada tumbaba a su primo y le colocaba la punta de su daga en la garganta.

-He vuelto a ganar.- dijo entre suspiros y con la frente cubierta de sudor.

-Ayla, déjalo ya.- gritó su padre desde la puerta de la casa. Ayla le ayudó a levantarse y le devolvió el arma.

-Eres demasiado predecible Ryden, es fácil predecir tus movimientos y neutralizaros.

el joven no dijo nada, casi nunca decía nada. Era un muchacho muy tímido y reservado, incluso con su familia.
 Un sonido de platos rompiéndose y ollas cayendo al suelo estrepitosamente provocaron que las cuatro personas allí reunidas se volviesen hacia la casa. Un pequeño dragoncito verde con los ojos rojos, más o menos del tamaño de un gato, salió por el portal con una pata de pollo en la boca. Corrió hacia Ayla y se subió a sus brazos. Elisabetha, la esposa de Sven, salió escandalizada detrás del dragón.

-Te he dicho mil veces que controles a ese bicho, Ayla. Debo preparar la comida para el banquete de hoy y ese bicho tuyo no para de incordiar y de robarme la carne.- exclamó la señora de la casa, con el delantal arrugado y el moño del cabello medio desecho.

-Lo siento tía Eli- se disculpó Ayla- Intentaré mantener a Dzigan lejos de la cocina hoy, aunque me resultará difícil. Creo que jamás lo he conseguido.

-Creo que hoy estamos todos un poco nerviosos,- dijo Haakon agarrando por los hombros a las dos mujeres de su vida- Eli, ¿por qué no ayudas a Ayla a preparase para la ceremonia mientras Svend y Ryden preparan a los dragones? Y de mientras yo, cuidaré de este pequeñín- y tomó al dragoncito en brazos mientras Ayla y Elisabetha iban dentro.


                                                          *                *                *

Elisabetha peinaba la rubia cabellera ondulada de Ayla, la joven solía recogerse el pelo en una cola en lo alto de la cabeza, pero hoy se trataba de una ocasión especial, y su tía la convenció para que se arreglase un poco.

-Con esta túnica roja que te he hecho y este pelo tan bonita, vas a ser la estrella de la graduación, Ayla.

-Gracias, tía Eli.- dijo ella medio sonriendo, intentando ocultar sus nervios previos a la ceremonia.

En ese momento Haakon entró en la habitación.

-¿Se puede?- dijo asomándose por la puerta- Caramba Ayla, estás preciosa.- su tía la miró orgullosa, pero Haakon detectó en seguida los nervios en la expresiva mirada de su hija. - Eli, ¿te importaría dejarnos a solas un segundo? Quiero hablar con Ayla...

-Desde luego- Elisabetha se marchó.

-¿Recuerdas que hace cuatro años estabas igual de nerviosa por la prueba? Y mírate ahora, jinete de un dragón de las tinieblas...

Ayla se levantó, cogió a Dzigan en brazos y se miró al espejo. El dragoncito se revolvió en los brazos de su dueña y se deslizó al tocador donde jugó con una pequeña tiara dorada... Ayla la tomó entre sus manos y se la probó:

-¿Y si no estoy a la altura? El Consejo no me acepta como sucesora. ¡Quieren que me case! Papá, ya no se que más hacer, soy la mejor de mi promoción, entreno más que los otros jinetes, los he vencido a todos. Y siguen sin aceptarme. Por el simple hecho de no haber nacido varón.

Golpeó el puño contra la pared. Hundida. Su padre le colocó las manos alrededor de los hombros.

-Lo conseguirás hija, se que lo conseguirás. Estoy segura de que hoy serás nombrada líder de uno de los equipos resultantes. Ahora ve, tu primo te está esperando.

A las afueras de la casa, Ryden aguardaba junto a un robusto dragón negro de ojos amarillos y otro de cuello largo y cabeza redonda con duras escamas verdes. Ayla se colcó su carcaj, tomó su arco y su daga y montó al dragón negro, Ryden escaló hasta la cabeza del verde y ambos arrancaron el vuelo.

-¡Nos vemos en la ceremonia chicos!- gritó Haakon mientras ambos jóvenes surcaban los cielos de Malmö.

Por el camino, mientras ambos volaban a sus respectivos dragones, Ryden se alejó.

-Ve tirando, he quedado en recoger a Elof. Nos vemos en la Academia.

Ryden se retiró a buscar a su amigo, y al dragón negro de Ayla, de nombre Acamar, se le unió una dragona azul, Zaniah, la dragona de agua de Lis, la mejor amiga de Ayla. Lis tenía un carácter similar al de Ayla, era dura, con mal humor, fuerte y entrenaba el doble que el resto de jinetes. Era el precio que debían pagar las mujeres por ser consideradas jinetes del dragón.

Ayla y Lis charlaron un rato mientras volaban hacia la academia. Lis tenía el pelo negro azabache, como pocas mujeres en la aldea, donde la mayoría eran rubias, como Ayla, y lo llevaba recogido en una trenza que le caía por la espalda, donde también llevaba sujeta su hacha de guerra. Era tradición que las mujeres de Malmö llevasen el pelo muy largo, era señal de belleza y elegancia. De repente, una sombra cubrió a las dos jóvenes, miraron hacia arriba, un enorme dragón rojo sobrevolaba sobre ella. Se prepararon para el ataque.

-¿Os he asustado señoritas?

-Axel, eres idiota. Ya pensábamos que tendríamos que cazar un dragón el día de nuestra graduación.

Axel Pendragon era uno de los hijos de una de las más nobles familias de Malmö, su influencia en el Consejo y en las decisiones de gobierno era casi comparable a la de la familias de los Adgar. Sin duda, la unión entre Axel y Ayla no desagradaría al Consejo ni al jefe, ya que no requeriría la intervención de un príncipe extranjero. No sería mala idea, si no fuese porque Axel era el mayor cretino, egocéntrico e insoportable de toda la isla de Halogaland.

-Vamos princesa, te reto a una carrera hasta la Academia.

-Es el día de nuestra graduación Axel, no voy a permitir que me lo estropees.

-¿Es que tienes miedo, princesita?- le retó a lomos de su enorme dragón de fuego, al que llamó Hydor.

-Yo jamás tengo miedo Axel...

Y ambos jinetes volaron lo más rápido que pudieron hacia la Academia, seguidos muy de cerca por Lis y Zaniah, al que se les unieron Ryden y Gorgonea y Elof con Sadira, la dragona de tierra y ojos azules


GRADUADOS

Axel y Ayla volaron a toda velocidad entre los bosques de Malmö, Hydor era más grande y pesado que Acamar, pero el dragón negro era más ágil y esquivaba con más facilidad las ramas de los árboles. Una bola de fuego les sorprendió:

-¡Eso es trampa!-gritó ella

-Venga, princesa- se burló él- es solo una bola de fuego...

-Te vas a enterar...

Con un hábil movimiento, Ayla provocó que Acamar volase en círculo y golpease a Hydor y a Axel con su aliento eléctrico, propio de los dragones de su especie. A Axel le costó esquivar ese rayo e intentó contraatacar con una bola de fuego, que Lis, a lomos de Zaniah consiguió apartar.

-No te metas en esto Lis- le gritó el joven noble

-Has comenzado tú a hacer trampas.- respondió la muchacha de cabellos negros- ¡Corre Ayla! ¡Corre!

Ayla espoleó a Acamar, el dragón se revolvió y comenzó a ascender entre las copas de los árboles, hasta llegar a cielo abierto y lanzarse en picado hacia la academia. Ya la veían, el hemiciclo donde se llevaría a cabo la ceremonia de graduación estaba listo, decorado con flores y con las brasas del fuego sagrado listas en el círculo central. Axel le tiró otra bola de fuego, esta vez la joven no estaba atenta, y consiguió desequilibrar a su montura en el picado, Acamar forzó el aterrizado y terminó rebotando por la orchestra del hemiciclo lanzando a Ayla unos metros por delante. La joven princesa aterrizó delante de unas babuchas azules que hacían juego con la larga túnica azul y dorada que llevaba Gavin, uno de los entrenadores más veteranos de la academia. El hombre, que ya casi rozaba los sesenta años seguía conservando sus rizos rubios y se caracterizaba por su aguda mirada de águila sobre una nariz picuda. El hombre alzó a Ayla por el brazo, justo detrás aterrizaron Axel, Lis y el resto del grupo, que se mantuvieron al margen de la conversación de la joven con el instructor.

-Incluso el día de tu graduación tienes que dar la nota, ¿verdad, Ayla?-dijo en tono muy serio

-No ha sido culpa mía señor- Pendragón me retó y...

-Un auténtico líder jamás debe caer en las tentaciones para demostrar que es el mejor. Es muestra de falta de seguridad en uno mismo, y eso jamás debe darse a conocer en un jefe.

Un hombre alto y con una larga cabellera castaña se acercó a Gavin y le colocó la mano en el hombro, vestía la misma túnica que él, pero en color rojo y era algo más joven que el instructor rubio:

-¿Estás listo Gavin?

-Si,- asintió y luego miró a los chicos.- Venga, id a vuestros sitios, la ceremonia va a comenzar.

Los asientos de piedra del hemiciclo se fueron llenando poco a poco con familiares y miembros de la aldea que no querían perderse el gran acontecimiento. En la primera fila, y separados de la plataforma por unos escalones, se encontraban los homenajeados. Ayla estaba colocada entre Lis y Ryden, con Acamar a sus espaldas y con Dzigan jugueteando entre sus hombros. Axel se había colocado varias posiciones más allá, junto a Ingrid y Linda, las otras dos chicas que se graduaban en ese inolvidable día. Buscó con la mirada a su familia, en lo más alto del hemiciclo, su padre y su tío observaban a sus chicos de pie, su tía no había venido porque tenía que preparar el banquete de la celebración de esa noche. Ayla esperaba no defraudarlos y conseguir la posición de líder, la más codiciada entre los futuros jinetes. La ceremonia comenzó con el rugido del dragón de hielo de Gavin, que hizo callar a la multitud y daba la señal de inicio de la graduación. El sol brillaba y una brisa cálida de primavera invitaba a pasear al aire libre en la, por lo general, gélida isla de Halogaland.
En la orchestra se encontraban Gavin y Knight, el hombre de la túnica roja, a cada lado de una enorme olla dorada que contenía el fuego sagrado del Primer Dragón.

-¡Habitantes de Malmö! Bienvenidos a este día tan especial, en el que diez de nuestros jóvenes se convertirán en jinetes, con plenos derechos de nuestra aldea. Han recorrido un largo camino hasta llegar aquí, un camino que comenzó cuando tenían seis años y apenas podían sujetar una espada en sus manos, ese día comenzaron a adiestrarse como jinetes, aprendieron a luchar, capturar y adiestrar su propio dragón. Se les entregó un arma que moldearon a su persona y hace un año se enfrentaron a La Prueba.- todo el mundo enmudeció y se produjo un silencio expectante cuando Gavin mencionó La Prueba- Así es, de los treinta jóvenes que completaron su entrenamiento solo diez consiguieron superar La Prueba, Abandonamos a los chicos en las profundidades de la isla con el objetivo de capturar su propio dragón, y aquí los tenemos: los diez dragones rugieron al unísono ante el gran aplauso de la muchedumbre. Y esta año es especial, ya que no solo es el primer año en el que cuatro mujeres completan su adiestramiento, sino que también es el año en el que se gradúan nuestra amada princesa: Ayla Adger y su primo: Ryden Adger-La gente aplaudió a los mencionados que inclinaron la cabeza respetuosos.

-No se como Linda ha conseguido llegar hasta aquí- susurró Lis a Ayla- No tiene ni idea de dragones.

-No, pero tiene dos amigas que la ayudan a conseguir todo lo que quiere- dijo Ayla señalando sus pechos y burlándose junto con Lis.

-Como ya sabéis- explicó Knight- ahora comienza la parte más dura de vuestro aprendizaje: sois jinetes de Malmö, con todos sus derechos y obligaciones. Seréis divididos en dos equipos de cinco miembros cada uno: Gavin será el coordinador del equipo Azul, y yo lo seré del equipo Rojo. La semana pasada se les realizaron a estos jóvenes tres pruebas: una de conocimientos, otra con su arma y una tercera con su dragón, el resultado de esas pruebas determinará que rol ocupareis en el equipo.

Ayla estaba nerviosa, del resultado de esas pruebas dependía su futuro como princesa, difícilmente el Consejo admitiría a una reina que no hubiese sido líder de su equipo. Ya les había costado admitir a mujeres en la academia, pero los bajos índices de natalidad de los últimos años habían provocado que el Consejo terminase accediendo a la petición de que las niñas pudiesen convertirse en jinetes de Malmö. Comenzaron la academia unos cincuenta, poco a poco las pequeñas fueron desertando, porque preferían dedicar su vida a otro tipo de faenas, al final solo resistieron cuatro, que pasaron La Prueba junto a seis varones más Los chicos que no lograban completar su entrenamiento se dedicarían a la agricultura, la ganadería o la artesanía en el poblado, y jamás serían considerados ciudadanos de pleno derecho, como los jinetes, defensores de la isla y participantes de la vida política de Malmö.
A Ayla le habían salido bien las tres pruebas, pero el nivel de competitividad era elevado: Ingrid también había conseguido buenos resultados y los Pendragón era una familia muy persuasiva y podrían lograr fácilmente colocar a Axel como líder, por otro lado, sabía que una parte del Consejo era partidaria de colocar a Ryden como sucesor de su padre, y aunque la prueba de conocimientos no le había ido muy bien, también tenía posibilidades de ocupar la ansiada posición. Lis también estaba muy asustada: había sacado muy buena nota en la prueba teórica, pero había quedado bastante mal en la armamentística y Zaniah no había respondido bien en la prueba con el dragón, ocupar una baja posición en la jerarquía del equipo conllevaría una importante humillación a la familia.

-No te preocupes Lis,- la calmó Ayla- No puedes ocupar un lugar más bajo que el vago de Elof, aun me preguntó como consiguió domar a Sadira...

-Prefiero ser peón que estar en el mismo equipo que Ingrid. Es insoportable, siempre se tiene que hacer todo a su manera. "miradme, soy Ingrid, soy mayor que tú y lo hago todo perfecto".- se burló- Por favor, ¿quién llama Bolita a un dragón del pantano?

-Yo espero que no me toque con Axel, no soportaría tener que compartir equipo con alguien tan arrogante como él.

-Seguro que es mejor Axel que formar equipo con Linda y Wolf, ella no se entera de nada, y él solo está pendiente de las tetas de ella.

-Ahora, -prosiguió Knight- o Gavin o yo pronunciaremos vuestros nombres y el cargo que ocupareis en vuestros equipos, os arrodillareis delante de vuestro coordinador y presentareis vuestras armas al fuego sagrado del Primer Dragón, y recibiréis la marca del dragón y pronunciareis el juramento como jinetes de la isla de Malmö.

-Cada equipo estará formado por cinco miembros: el líder, el segundo al mando, el contramaestre, el guardián y el peón. Recibiréis una cinta del color de vuestro equipo que ataréis en vuestra montura y el símbolo de vuestro rol. Y la marca del dragón, a partir del mismo fuego del Primer Dragón, que os otorgara el puesto de jinetes de Malmö de por vida - Se mantuvo el silencio expectante, todo el mundo, incluido el rey y su hermano esperaban ansiosos saber que lugar ocuparían sus hijos en los equipos, y el honor o deshonor que llevarían a sus familias. En el palco, donde esperaban Haakon y Svend se les unió Kristian Pendragón, un hombre grande, peludo y pelirrojo, padre de Axel y patriarca de una de las familias más importantes e influyentes de la isla.

-Su majestad, es todo un honor que mi primogénito se gradúe con la princesa, aunque quien sabe, como van las cosas, al Consejo no le desagradaría un matrimonio entre mi chico y tu hija.

-Sería tu oportunidad para conseguir el poder que tanto ansías, ¿no, Pendragón?-se quejó Svend.

-Eso ya lo descubriremos, en cuanto Axel sea nombrado líder y Ayla y Ryden tengan que obedecerlo.

Svend iba a responderle pero su hermano mayor le detuvo con una mueca en su rostro y la mano sobre su hombro, y le invitó a contemplar el espectáculo ante la sonrisa pícara de Kristian Pendragón.

El primero en pronunciar un nombre fue Gavin:

-Lis Solberg. Peón.

Lis tragó saliva, Ayla percibió su mirada de tristeza y decepción, sería la más débil del grupo y llevaría el deshonor a su familia. Lis se arrodilló delante de Gavin y le presentó su hacha, colocándola delante de los pies del veterano jinete, y tomando la cinta azul que éste le ofrecía. El coordinador colocó una plancha de hierro en forma de dragón en el fuego y cuando estuvo caliente, la clavó en el antebrazo izquierdo de Lis, mientras la joven pronunciaba el juramento. Al terminar el público aplaudió y Lis tomó posición a la derecha de su coordinador, con lágrimas en los ojos, por el dolor de recibir la marca o por haber sido nombrada peón. Zaniah dio un vuelo y se colocó detrás de su jinete, ésta le acarició el morro cariñosamente.

Knight llamó a Linda Huffel como peón del equipo rojo, la joven se quejó por tener que ocupar ese rango tan denigrante en el equipo, suplicando al coordinador que le dejase repetir la prueba porque no había tenido suficiente tiempo de prepararla. Gavin llamó a Elof Mann como guardián del equipo azul, entregándole el Manuel de los Dragones como símbolo de su cargo. Ayla y Lis sospecharon de Elof, el cargo de guardián solía ser otorgado aquel que sacase una buena calificación en la prueba teórica, puesto que debía tener grandes conocimientos sobre los dragones, su historia y habilidades, y Elof no era precisamente un estudiante aplicado. El amigo de Ryden presentó su callado y recibió la cinta, el manual y la marca bajo el juramento. Se situó al lado de Lis y su pacífica dragona de rocas, Sadira, ocupó el puesto detrás de él. El equipo rojo nombró a Tavi Zaid como guardián, un chico distraído que tampoco parecía estar muy aplicado en materia dragoníl.
La cosa ya comenzaba a ponerse interesante, quedaban los puestos de mayor rango: el contramaestre llevaría el diario de expediciones y entrenamientos del equipo, el segundo al mano ayudaría al líder en la toma de decisiones, y luego estaba el tan codiciado puesto, que Axel, Ayla y Ryden se disputaban.
Gavin pronunció el nombre en voz alta y clara, para que todo el hemiciclo lo escuchase bien.

-Ryden Adger. Contramaestre.

Ryden se acercó a los pies de Gavin, ante la mirada de sorpresa de todos, especialmente de su padre, que no se imaginaba que su hijo fuese nombrado un rango más bajo que segundo al mando. El sobrino de rey contramaestre, Ryden parecía tranquilo, y ni siquiera sonrió, al parecer, al joven le importaba bastante poco que puesto ocupar, y ejerciendo de contramaestre parecía contentarse. Presentó sus nunchacos y recibió la cinta y un cuaderno de cuero pintado de azul, donde anotaría todos los detalles de su equipo. Recibió la marca en su antebrazo mientras pronunciaba juramento. Se colocó junto a Elof, y su apestoso dragón del pantano, Gorgonea, volvó para ponerse tras él. El contramaestre del equipo rojo era un muchacho llamado Wlihem Bond, Ayla no lo conocía demasiado, así que no se interesó demasiado por el rango que ocupase el puesto de contramaestre. Ya solo quedaban cuatro: Ingrid, Axel, Wolf y Ayla, que ocuparían los puestos más importantes y de mayor prestigio en los equipos: Gavin volvió a hablar:

-Axel Pendragón. Segundo al Mando.

Axel se acercó intentando aparentar orgullo delante de Ayla, él se esperaba ser nombrado líder, y no ayudante, aunque había habido diversos casos en los que el segundo al mando pasaba a capitán ante la incompetencia de mando Él era un Pendragón, tenía suficiente talento y dinero como para asegurarse el puesto de líder en un futuro. Con todo el orgullo por el que se caracterizaba un Pendragón se arrodilló delante de Gavin y ofreció al Primer Dragón su espada, con la empuñadura de diente de dragón tallada a mano el blasón de su familia: un dragón de fuego, como su querido Hydor. Gavin le ofreció una cinta azul y el collar de diente de dragón, que lo catalogaba como segundo al mando y prestó juramento al recibir la marca.
Ayla no podía estar más nerviosa, aun cabía la posibilidad de que fuese nombrada segunda de al mando del equipo rojo. Knight abrió la boca y pronunció alto y claro:

-Wolf Köln. Segundo al Mando.

Lo había conseguido. Ayla era líder, también Ingrid y sería una muy dura adversaria. Pero ella sería líder. Después que el eterno enamorado de Linda Huffel prestara juramento, Gavin volvió a abrir la boca;

-Ayla Adger. Líder.

Jamás unas palabras la habían enorgullecido tanto como ese día, igual que a su padre, que se sintió el hombre más feliz del mundo y lanzó una mirada de fanfarronería al frustrado Pendragón. Ayla formaría equipo con Axel, y eso no le entusiasmaba demasiado, pero la idea de estar con Lis y su primo Ryden, la consolaban. Ayla dejó a Dzigan en el suelo y se acercó a la orchestra, Acamar rugió porque su jinete se alejaba de él. Se arrodilló a los pies de Gavin, el travieso dragoncito doméstico la siguió y aguardó detrás de ella ante el hombrecillo rubio que ofrecía una cinta azul a Ayla. Antes de tomarla, ofreció su arco y su daga al fuego sagrado y pudo ver de cerca como las brasas salpicaban sus armas y eran bendecidas por el Primer Dragón. Su sello como líder sería recibir la marca del dragón en el hombro izquierdo en lugar de en el antebrazo, así que se arremangó la manga de la túnica y a una señal de Gavin comenzó a pronunciar juramento:

-Yo, Ayla Adger, hija de Haakon Adger y jinete de la aldea de Malmö, juro ante el fuego sagrado del Primer Dragón y por el Consejo de Ancianos que protegeré a mi pueblo y a sus habitantes a lomos de mi bestia escamada, juro que derramaré la sangre de aquellos que intenten dañar a mi pueblo, juro que romperé los huesos a aquellos que intenten dañar a los habitantes de esta isla. Lo juro por mis dragones: Dzigan y Acamar y por las armas que me han escogido: el arco y la daga, que protegeré esta isla y a sus gentes con mi vida.- Ayla recibió la ardiente marca en el hombro, aguantando por no mostrar ningún gesto de dolor ante su coordinador, su equipo y su pueblo. Ayla se levantó, se colocó sus armas y se dio la vuelta para mirar al público y alzó el brazo con el que sujetaba la cinta azul ante los aplausos de los habitantes de Malmö, se volvió a Gavin, éste sujetaba un cuchillo entre sus manos.

-Aun no hemos terminado Ayla. Diga lo que diga el Consejo, eres la única heredera de tu padre, y cómo tal debes jurar con tu sangre obediencia al Primer Dragón.

Ayla lo había olvidado, como el Consejo aún no había decidido sobre el futuro de la joven, no se había preparado el juramento al Primer Dragón, pero ahí estaba Gavin, ofreciéndole el cuchillo tradicional para realizar el juramento. La tradición marcaba que el primogénito del rey jurase obediencia al Primer Dragón durante la ceremonia de su graduación. Buscó la mirada de su padre en el palco, estaba demasiado lejos, aunque el gran jefe mostraba un gesto de aprobación en su rostro. El público seguía aplaudiendo. Acamar protestó. Finalmente Ayla tomó el cuchillo y se realizó un corte en la palma izquierda. Cerró el puño y lo acercó al fuego.

-¡Alto!-gritó Ingrid acercándose a Ayla ante la atónita mirada de todos.- ¿Por qué ella es distinta a mi? ¿Por qué ella jura con sangre al Primer Dragón y yo no? No se merece ese honor, todos nos lo mereceremos. Solo es una cría que tuvo suerte durante su prueba, es muy extraño que la primera vez que capture un dragón sea de las tinieblas, los más complicados de ver y de domar... Siendo mayor que ella, y con más experiencia, me dejé la vida intentando capturar un simple dragón del pantano.

Era una acusación muy grave, Ingrid acusaba a Ayla de hacer trampas en su Prueba y que alguien le ayudase a capturar su primer dragón. La joven la miró furiosa, ella no era una tramposa, era la hija de Haakon, su única hija y heredera, y llevaba la sangre de dragón en sus venas. Con un gesto del rostro llamó a su dragón, Acamar acudió de un salto y se colocó entre Ingrid y Ayla, rugiendo a la mujer que acusaba a su jinete de fraude.

-Si hay algo que tienen los dragones de las tinieblas, es que son muy posesivos con sus jinetes, sienten un vínculo muy especial, una conexión más fuerte que cualquier otro dragón-explicó Gavin- Si Acamar no fuese el dragón de Ayla, no hubiese actuado de ese modo cuando te has encarado a ella.

Gavin hizo una señal a Ayla, la joven abrió el puño encima del fuego y permitió que la sangre cayese en las brasas.

-Yo, Ayla Adger, hija y heredera del rey Haakon Adger, el Terrible, juro con mi sangre que seré obediente al Primer Dragón, y protegeré al pueblo que el eligió y a sus dragones con mi vida y con la de mi montura.

El público enloqueció, el juramento real era más largo, pero Ayla había tenido que improvisar un poco ante la inesperada situación. Pero no solo era líder, sino también heredera a ojos del Primer Dragón. No sabía como se lo tomaría el Consejo de Ancianos, nunca acudían a este tipo de celebraciones, preferían vivir ocultos en los bosques, pero ella lo había hecho. Ocupó su lugar junto a Axel, su segundo al mando, y Ingrid tomó juramento como líder del equipo rojo.

-Bien hecho.- le susurró Pendragón al oído ante la sorpresa de la joven.


Aquella noche fue el gran banquete de celebración de los graduados. Al aire libre, cubiertos por la noche Halogalana, se hicieron hogueras frente a la casa del rey, donde se cocinaron todo tipo de carnes, estofados y verduras para satisfacer los estómagos de los guerreros más temidos de las islas del norte. La cerveza corría, las mujeres se levantaban las faldas y los hombres reían y bailaban. Todo el mundo se lo estaba pasando en grande, era un gran día, a la mañana siguiente comenzarían su entrenamiento como equipo y como auténticos jinetes de Malmö, y no tardarían en llevar a cabo sus primeras misiones. Ayla se sentó discretamente en un rincón junto a Lis, ambas muchachas se habían vestido con sus mejores galas, Ayla vestía una túnica blanca ceñida a la cintura, que le caía hasta la rodilla y dejaba al descubierto sus hombros, llevaba el pelo suelto y una tiara sobre la cabeza. El pelo negro de Lis iba recogido en una trenza, llevaba una falda de piel y un corpiño negro. Ambas bebían cerveza y charlaban alegremente. Ingrid pasó por su lado y habló a Ayla:

-Espero que no te tomes a mal lo que ha sucedido hoy, no es nada personal. Suerte con el entrenamiento. ¿Amigas?

Ayla no respondió, simplemente asintió con la cabeza y sonrió forzosamente.

-No puedo creerme que Ingrid te acusase de tramposa delante de todo el pueblo. ¿Quién se cree que es?

-No te apures, solo se cree superior al resto porque si, es como una Pendragón pero sin el apellido- se burlaron las jóvenes- Le demostraré que Acamar es mucho mejor que su "Bolita" y ya veremos a final de año quien acusa a quien de tramposos...

-Hablando de Pendragón, viene hacia aquí.

Axel se acercó a las chicas, aunque ignoró completamente a la peón de su equipo y se dirigió a la líder con aire seductor.

-Enhorabuena Ayla, te estás convirtiendo en una digna heredera de tu padre. Estoy deseando compartir aventuras contigo, pero antes, me gustaría sacarte a bailar...

-¿Qué juego es este Axel? En tu vida me has dedicado una palabra amable y ahora pretendes bailar conmigo...

-Un Pendragón sabe cuando debe asumir su derrota y felicitar al adversario. No es un juego Ayla, te lo prometo, solo quiero estar contigo a solas, un momento...- el joven intentó cogerle la mano y ella la retiró bruscamente.

-Lárgate Axel. No quiero que me toques...

-Está bien, tranquila, solo quería ser amable con mi líder... Nos vemos mañana, supongo.

El apuesto y orgulloso joven se retiró ofendido a hablar con otras chicas, mostrando presuntuoso su diente de dragón.

-¿Qué te pasa Ayla? Por una vez que es amable contigo...

-No quiero tener nada que ver con él. Nunca.

-¡Te gusta Axel!- exclamó Lis- No me lo puedo creer, si lo sabe tu padre...

Ayla se levantó de su asiento y le tapó la boca a Lis.

-Mi padre no puede enterarse, está obsesionado con casarnos desde que éramos niños. No permitiré que un arrogante Pendragón ocupe mi lugar.

-De acuerdo, está bien, te entiendo. Pero yo creo que a él también le gustas, solo te trata así porque eres su competencia, su obstáculo para llegar al trono.

-Para él es solo un juego. Míralo- Ayla señaló a Pendragón, rodeado de mujeres que le reían las gracias y le traían más y más jarras de cerveza y cómo la bebía de los labio de una de ellas.- No estoy a la altura. En fin... yo nunca...

-¿Nunca te has acostado con un chico?-Ayla negó con la cabeza.

-He estado tan ocupada entrenando y estudiando para ser líder que no he tenido tiempo ni siquiera de besar a uno.

-¡Ayla! Por favor, eres la princesa de Malmö, los chicos no paran de mirarte a ti y a tu fantástico dragón negro cuando andáis por la aldea.

-Es eso, no quiero casarme por poderes, ni que los hombres me vean como la princesa Ayla o la jinete del dragón de las tinieblas. Quiero que el que me bese por primera vez, vea más allá de la hija del jefe...

-¿A caso no conoces a Axel desde que erais niños? Competíais por todo: espadas, montura, libros... Créeme, si hay alguien en este pueblo que vea a Ayla Adger más allá de la hija del jefe, ese es, y me apena mucho decirlo, Axel Pendragón...

-No lo se Lis... A partir de mañana voy a ser su superior, no podré mirarlo de la misma manera...

-Es hoy o nunca amiga- dijo la joven de la trenza azabache sorbiendo su jarra de cerveza.

Ayla suspiró profundamente y también apuró su jarra, se levantó de su taburete oculto en un rincón y se plantó delante del grupo de mujeres que rodeaban a Axel.

-Axel... ¿podemos hablar?

Esa misma noche, Ayla y Axel se besaron en los establos de la casa de Haakon, Ryden y Elof bebieron tanto que al día siguiente no recordaban nada de lo que había sucedido y Lis Solberg aprovechó la embriaguez de sus compañeros para causar más de una pelea. Al día siguiente comenzaría su entrenamiento y sus misiones como jinetes de Malmö, al servicio del pueblo de la isla de Halogalana, del rey Haakon y del Primer Dragón, lo que no sabían Ayla y sus compañeros es que iba a ser el periodo más complicado de su vida, puesto que algo oscuro comenzaba a forjarse en el interior de la isla, y que se esparciría por la tierra como una plaga, perjudicando a todos aquellos que esa noche reían y bebían, y que llevaban en su hombro o en su brazo, una marca en forma de dragón...

AYLA ADGER

Desde que se había graduado como jinete de Malmö, de la isla de Halogala, la vida de la joven princesa era un no parar. No solo debía atender sus ajetreados entrenamiento con Acamar y el equipo azul, sino que también tenía que terminar su formación como sacerdotisa del Primer Dragón, algo a lo que estaban obligadas todas las muchachas de la aldea, además de asistir con su padre a las reuniones de Malmö, consejos de guerra, acuerdos comerciales, quejas de los habitantes de la aldea... A las únicas reuniones que no asistía eran a las del Consejo de Ancianos, puesto que estaban reservadas estrictamente para los patriarcas de las familias de los Antiguos Clanes. Ayla estaba tan ocupada que dejó al margen las clases de "princesa" que debía tomar como cantar, bailar o tocar algún instrumento musical... dejar de lado esas lecciones en realidad fue un alivio para la muchacha, ya que las artes femeninas y de seducción no eran su punto más fuerte. Se marchaba temprano, nada más salir al sol, a entrenar con los dragones.
Ser la líder del equipo azul fue más complicado de lo que creía: para empezar, trabajar con Axel fue más sencillo de lo que Ayla pensaba. Al parecer, el joven y egocéntrico Pendragon y la heredera de Haakon Adger pensaban de forma similar: Axel apoyaba a su líder cuando tenía que tomar una decisión importante, y cuando otro de los miembros del equipo la cuestionaba, Axel siempre defendía la decisión de Ayla. Axel y Ayla no volvieron a hablar de lo que sucedió durante la celebración de la graduación, pero la muchacha notaba algo diferente en Axel, ya no se portaba como un idiota con ella, la respetaba, e incluso le sonreía... Sabía que haría muy feliz a su padre y contentaría al Consejo si se casaba con él, pero su fe y su devoción por el Primer Dragón no le dejaban hacerlo. El no era el otro extremo de su hilo rojo.
Fue más complicado trabajar con Lis, su amiga de toda la vida, que con Axel. La chiquilla de cabellos negros estaba convencida de que había habido un error, no podía ocupar el rango más bajo dentro del equipo, hasta el vago de Eloff tenía un puesto superior. Había sido la decepción de la familia, era la primera promoción donde se aceptaban chicas, y sus padres y sus abuelos no se habían mostrado demasiado convencidos en que Lis comenzara sus entrenamientos en la academia de dragones, y sumado a que ocupaba una denigrante posición en el grupo... Lis se estaba alejando cada vez más de su familia. Eso, sumado a que tampoco quería ejercer como sacerdotisa en la Montaña de Fuego, Lis Solberg se estaba convirtiendo en la decepción de los pobres Solberg. Por ese motivo, y porque era tozuda como una mula, Lis cuestionaba todas las decisiones de Ayla, o no acataba sus órdenes, a su líder no le quedaba más remedio que castigarla limpiando los establos de sus dragones, algo que ella odiaba todavía más.
Otra de las obligaciones de Ayla, era formarse como sacerdotisa del Primer Dragón. Todas las jóvenes se preparaban para cumplir los ritos y ceremonias correctamente. La vida religiosa estaba muy presente en la sociedad de Malmö, y Ayla, especialmente, tenía una especial devoción por el Primer Dragon y asistía encantada a las clases. Se purificaba siempre que podía y ofrecía todos sus logros a su Dios. Sabía que su deber como buena creyente era crear vida, casarse y darle a su marido muchos hijos, aunque temía ese día con toda su alma. Primero por su futuro, una reina guerrera que tuviese que amamantar a una criatura no podría asistir a las batallas y combatir junto a los suyos, después por la presión que ejercía su padre sobre la continuidad de la dinastía, el heredero... Y por último porque le aterraba la idea de que un hombre estuviese dentro de ella... Ayla no era virgen, ni ninguna de las chicas de Malmö que ya hubiese sangrado por primera vez. Las muchachas eran sometidas a los Primeros Ritos, en las cavernas de agua termal, cercanas a la Montaña de Fuego. Apenas terminaban su primer periodo, una sacerdotisa purificaba a las jóvenes y ofrecían un regalo al Primer Dragón, como agradecimiento al don de la fertilidad que les había concebido. Después, un jinete del dragón elegido por los padres de la criatura desvirgaba a la joven en una de las cavernas. Ayla recordaba traumatizada su primera experiencia con un hombre. Su padre había elegido para ella el jinete Momo Thibute, un venerado y respetado guerrero, que medía casi dos metros de alto y que era el hombre más bestia y más bruto que Ayla había conocido jamás. La experiencia fue muy dolorosa, y desde ese día, que la joven no había vuelto a yacer con un hombre desde sus doce tiernos años. Lis no asistía a las clases del Templo, no era tan devota como Ayla, especialmente en el tema de gestar niños y crear vida, ya que Lis prefería otro tipo de compañía, más femenina.
Y luego estaba el tema de ser la heredera de Malmö y guardiana de la Isla de Halogala y de sus dragones. El Consejo de Ancianos aun no había tomado una decisión sobre el futuro de Ayla. Barajaban varias opciones: Podían dejarla reinar, con todos los derechos, como si se tratase de un varón. Podían casarla con un príncipe extranjero, en contra de su fe y de su voluntad, y dejar que  su primo Ryden ocupase su lugar como rey. También existía la opción de que ambos reinasen conjuntamente y que un príncipe extranjero se casase con ella y viniese a vivir a Malmö y que ella ejerciese de consorte. La opción más aplaudida por el Consejo era la de casar a la joven Ayla con Axel Pendragón. La familia encabezada por Kristian Pendragón era la más acaudalada de la isla, y la más importante de los Nuevos Clanes, gracias a sus conocimientos de navegación y sus relaciones con el continente, los Pendragón controlaban la mayor parte de los movimientos comerciales de Malmö, pero no podían participar en las decisiones políticas del Consejo de Ancianos. La unión entre Axel y Ayla, permitiría al patriarca unirse al Consejo y la ansiada corona sería para un joven nacido y criado en la isla. Una de las desventajas de esa unión era mezclar la sangre pura de Ayla con una la sangre de los Nuevos Clanes.
Ayla era pura, así llamaban a los miembros de los Antiguos Clanes que poseían la Marca. Las familias de los Antiguos Clanes se diferenciaban mediante marcas de nacimiento que poseían sus miembros. Cada vez más, la sangre de los Nuevos Clanes invadía la de los Antiguos, y nacían menos niños completamente puros. Incluso dos hermanos, uno podía poseer la marca y otro no. La familia se extinguía cuando la Marca dejaba de aparecer en sus recién nacidos. Haakon temía que eso sucediese con los Adger, y que eso conllevase a la pérdida de su lugar en el Consejo y que el pueblo perdiese el respeto por su dinastía. Haakon poseía la marca, un dragón en forma de serpiente que le rodeaba la muñeca derecha, de color rosa muy claro, casi imperceptible. Ni su hermano Svend ni Ryden habían nacido con la marca, pero Ayla sí, en su pecho, sobre el corazón, roja como el vino negro, en forma de dragón serpenteado. El objetivo de Kristian era conseguir que el dragón serpenteado fuese el sello de su familia.
La única hija de Haakon, también debía atender a muchos embajadores que presentaban sus respetos al rey y pedían su consentimiento para realizar transacciones comerciales con Malmö. Las tierras de Halogala no eran muy fétiles y los cultivos no eran abundantes, pero era la única isla donde habitaban dragones: escamas, dientes, garras y el sinfín de piedras preciosas que surgían en las minas de la Montaña de Fuego. Esos objetos de lujo eran objetos codiciados por los sultanes del este, y Ayla estaba harta de recibir a príncipes indios con propuestas comerciales y peticiones de matrimonio para ella. Aunque en ocasiones se llevaban cierta decepción al conocer a la famosa princesa.
Ayla Adger no era precisamente la típica "princesa". Por muchas telas finas, sedas y gasas que le regalasen, a causa de sus obligaciones como jinete, la muchacha solía vestir con pantalones elásticos, y túnicas cortas de algodón, bajo un corpiño de cuero que le sujetaba los pechos cuando montaba. Tampoco gozaba de una belleza extraordinaria: era rubia, con mechones de ondas de distintos tono, pero la mayoría de personas de Malmö tenían el cabello y los ojos claros, así que no destacaba como Lis, que lucía una melena negra azabache, en una larga trenza que le caía por la espalda. Ayla no llevaba el pelo largo, siempre lo había llevado a la altura de los hombros, y odiaba ponerse diademas o hacerse incómodos peinados, a pesar de las insistencias de su padre y de su tía. Tenía los ojos verde oscuros, con destellos anaranjados. No había heredado la delgadez y la esbeltez de su madre: era una chica pequeña, con marcadas curvas que ocultaba bajo su ropa masculina y a pesar de su baja estatura, el ejercicio y el entrenamiento constante la habían dotado de fuertes músculos. No tenía los pechos grandes como la mayoría de las mujeres, eso también le hacía perder cierto punto de belleza en Halogala, pero si tenía las caderas anchas, perfectas para dar a luz a muchos hijos. Fue un alivio para su padre ver que durante la pubertad, la muchacha se desarrollaba bien. Su madre, había fallecido al dar a luz, porque sus estrechas caderas no soportaron el parto y casi mueren ambas durante el alumbramiento. Elisabetha, que era más ancha, también tuvo problemas al nacer Ryden, pero una cesara le salvó la vida a ella y a su bebé, aunque no pudo volver a concebir jamás. En la estatura tampoco se parecía a su familia paterna, Haakon medía más de dos metros, y Svend le seguía de muy de cerca. Ryden tampoco se quedaba corto, puesto que a sus diecinueve años, uno más que su prima, le sacaba más de una cabeza de ventaja. En lo que se parecía a Tiana, su madre, era en la cara. Ayla no lo sabía, puesto que Tiana había muerto en su parto, pero ambas poseían el mismo rostro ovalado, con pómulos altos y rasgos delicados, la nariz pequeña y los labios finos y rosados. De una belleza extraordinaria que denotaba la alta cuna de la que provenían. A pesar de no poseer una extrema feminidad, Ayla era una muchacha muy educada, que sabía respetar a su interlocutor, era culta e inteligente, y causaba una sensación de bienestar y comodidad a sus interlocutores. Algo de que carecía era de la picardía y las artes de seducción por las que destacaba Tiana, Ayla era tímida y discreta, y le daba mucha verguenza intentar seducir a un hombre para convencerle de algo, otro aspecto que a su padre preocupaba.
Ayla era tan común y tan poco llamativa que ningún príncipe se fijaba en ella, solo un sultán indio advirtió del delicado rostro de la muchacha: Aysel.
El príncipe Aysel venía del este, de las Indias. Era un hombre muy rico, y desde un principio fijó un gran interés en Ayla. Era mucho mayor que ella, tenía el cabello negro, los ojos azules y los rasgos afilados. Vestía una larga túnica negra cerrada, con dragones rojos bordados y de manga larga. Y mostró desde un principio un especial interés en las gemas de Halogala y en la princesa Ayla...
Las últimas palabras que dijo ese arrogante príncipe antes de que la guardia de Haakon se lo llevasen arrastras de Malmö al intentar forzar a Ayla mientras charlaban "amigablemente" sobre telas y gemas:

-¡Te arrepentirás de esto Haakon! Me necesitas, a mi y a mi flota... Los Madden están en Pike, Adger, ya vienen hacia aquí y no vas a poder detenerlos con un puñado de dragones. ¡Me necesitas Haakon Adger, tú y tu niña mimada me necesitáis!


EL PRIMER DRAGÓN

Robbert corrió colina arriba, como un niño pequeño al que su padre le ha regalado un arco nuevo y está deseando probarlo, dejó atrás el campamento militar que el dirigía y se dirigió al pequeño campamento de los jinetes. Subió la cuesta pesadamente, los cuatro dragones que descansaban allí, cerca de sus entrenadores, ya se habían acostumbrado a la presencia del joven guerrero de grandes ojos azules, así que apenas reaccionaron cuando Robbert terminó de escalar la colina. A pesar de la indiferencia de las bestias, los jinetes si que dedicaron una mirada hostil al noble extranjero.
Ya hacía un par de lunas que el equipo de Ayla se había establecido en el norte de la isla de Myr, a unas leguas de distancia de Halogala, huyendo de Ingrid y de sus jinetes, al servicio de Svend, quien había tomado Malmö y había obligado a Ayla, Ryden y los suyos a huir apresuradamente de su isla, ocultar quienes eran y negar que pertenecían a la familia Adger. Lis fue herida de gravedad durante la fuga, y mientras la curaban fueron encontrados por el ejército de Lund, una tribu del continente en guerra constante con el pueblo de Malmö, que aprovecharon la situación agitada de la isla para recuperar lo que "era suyo", con la dificultad de que no poseían el armamiento adecuado para cruzar el mar y vencer un ejército de dragones. El capitán de esa contienda era Robbert Madden, el primogénito del rey de Lund, un muchacho de unos veintipocos años, cabello castaño y rizado, grandes ojos azules, alto y robusto como un oso, y dispuesto a hacer lo que fuese por recuperar la codiciada isla de Halogala.
Robbert se plantó en el campamento que los jinetes habían construido a la espera de que Lis se recuperase de su fatal caída y de que Zaniah estuviese en forma para volar largas distancias. Un gran fuego dominaba el centro de la colina, rodeado por cuatro tiendas de tela en forma triangular. Axel Pendragón afilaba su querida espada sentado cerca del fuego, mientras que Ryden curaba las rozaduras de la dragona azul con una pasta anaranjada. Elof se encontraba en el campamento militar, ayudando con las curas de Lis.

-¿Dónde está Ayla?-preguntó Robbert en voz alta al llegar.

-¿Por qué quieres saber eso Kuti?- preguntó Axel arrogante sin mirarlo a la cara. El joven Pendragón llamaba a Robbert "intruso" en la antigua lengua de Malmö.

-Quiero mostrarle unas puntas de flecha que han hecho mis arqueros, son de obsidiana, más duras y afiladas que cualquier otra flecha jamás vista...

-Ayla ya sabe hacer sus propias flechas, de la manera en la que nuestro pueblo las ha hecho durante cientos de años, no necesita los trucos de un pueblo del continente.

-Estoy seguro de que a Ayla le gustaría probar estas puntas.

Axel se levantó y se encaró con el joven Madden.

-¿Qué te has creído estúpido Kuti? ¿Qué puedes venir aquí, como si fueses amigo de toda la vida e intentar cambiar nuestras costumbres? Si estamos aquí es por pura necesidad, por nuestra amiga Lis, los jinetes de las islas no se relacionan con los hombres del continente.

-Solo quiero agradecer a Ayla que nos ayudase el otro día con las tropas de Theo Pike. Si no hubiese sido por ella y su dragón, nos hubiesen echado de aquí.

-Ryden y yo también estuvimos ese día ¿recuerdas?

-¿Qué te pasa Axel? ¿ Te sientes amenazado porque un estúpido Kuti como yo pueda robarte a tu chica?

-Ayla no es mi chica, Ayla no es de nadie, las mujeres de las islas no son de nadie, y mucho menos de un Madden como tu...

Las frentes de ambos guerreros casi se rozaban y la tensión se palpaba en el ambiente. Hydor rugió, notaba que su jinete estaba enfadado, y él también se excitaba... Ryden dejó sus curas y separó a ambos jóvenes...

-Ayla está en el bosque, en el río, al lado de la pequeña cascada. Pero yo no la molestaría, está preparándose para la Ceremonia de Purificación.- dijo el primo de Ayla.

Robbert asintió con la cabeza agradeciéndole la información a Ryden, pero sin quitar sus enormes ojos azules de Axel, que le miraba amenazador, espada en mano.

*    *    *

Robbert Madden no obedeció los consejos de Ryden y se acercó al bosque, a la cascada. Fue sencillo encontrar a la joven, el dragón negro merodeaba a su alrededor y hacia ruidos para llamar su atención. Ayla estaba sentada junto a la orilla, envuelta en su capa de piel y con el cabello recogido hacia atrás. El muchacho esperó unos instantes escondido tras los arbustos, quizá Ryden tenía razón y tendría que haber esperado a que Ayla terminase de realizar su ceremonia, pero cuando estaba dispuesto a marchar, notó como algo le tiraba del pantalón, era Dzigan, el dragoncito verde de los ojos rojos tiraba de su pie para llamar su atención. Robbert sacudió suavemente la pierna para intentarse librar del mordisco del pequeño dragón.

-Se que estás ahí Robb, puedes salir...- dijo ella en tono despreocupado.

Robbert cogió al dragoncito en brazos y se sentó junto a Ayla.

-Ryden me dijo que estabas aquí. Lamento si te he interrumpido...

-No te preocupes, tan solo preparaba algunas cosas para llevar a cabo la Ceremonia de Purificación, mañana realizaré una ofrenda al Primer Dragón, y debo tener el cuerpo y el alma limpios.

Robb observó que alrededor de la joven había diversos cuencos con hierbas y mejunjes, un cuerno de búfalo humeante, un pequeño fuego y un diente de dragón sobre una paño de piel suave. Su ropa estaba extendida sobre una roca, secándose al sol, y ella vestía únicamente con su camisa blanca y una capa sobre los hombros.

- A Acamar se le ha caído un diente, es señal de que crece sano y fuerte. Voy a ofrecérselo al Primer Dragón como señal de agradecimiento por cuidar de mi montura, de mi equipo, y de mi.

Robbert meditó un rato en silencio, mientras observaba como Ayla machacaba algunas semillas en un cuenco y las mezclaba con agua y otras hierbas.

-Ayla, ¿cualquiera puede participar en estas ceremonias?

-Creí que no creías en el Primer Dragón.- dijo ella sonriente y mirándole de reojo.

Robbert le sonrió.

-Es solo curiosidad.

-Cualquiera puede realizar una ofrenda al Primer Dragón y en cualquier lado, el Primer Dragón está en todas partes, solo debes purificarte antes de hacerlo. Debes estar limpio, tanto en cuerpo y alma antes de conectar con él y sentir su verdadera esencia...- el tono de voz de Ayla se volvió nostálgico al recordar como llevaba a cabo las Ceremonias de Purificación y el Rito de Ofrenda ante el Primer Dragón.

-Ayla, quiero realizar esa ceremonia. Quiero agradecerle al Primer Dragón que nos protegiese de las tropas de Pike, y que te trajera a ti y a los dragones hasta aquí..

-Tú no crees en esas cosas, Robb

-Pero tú si- se miraron a los ojos. Ayla se sonrojó ante la enorme y pura mirada oceánica de Robb.

-Está bien, esta noche realizaremos la Ceremonia de Purificación, debe hacerse cuando hay luna, el color blanco es el que honra al Primer Dragón, y mañana al alba el Rito de Ofrenda. Pide que te llenen la bañera de tu tienda con agua caliente, y no comas nada hasta después del Rito. Solo agua y te, nada de alcohol. Y prepara ropa limpia para mañana.


*    *     *

Robbert estaba tan nervioso por su Ceremonia como un adolescente la primera vez que se encontraba ante una mujer desnuda. Cumplió lo que Ayla le pidió, no comió durante todo el día, tenía la bañera lista y pidió que nadie, absolutamente nadie, le molestase durante esa noche. Esperaba ansioso la llegada de la joven extranjera, paseándose por la tienda, sentándose y volviéndose a levantar al instante, fregándose las manos y alborotándose los rizos de la cabeza.
Madden se sobresaltó al ver a la muchacha entrar en su tienda, llevaba el cabello suelto, dejando que sus ondas rubias le salpicasen la espalda, cubierta por la capa de piel suave. Cargaba con su zurrón, repleto de pomadas y hierbas para realizar la ceremonia. Se saludaron con una sonrisa y un "¿Estás listo?, ella estaba tranquila, más que Robb que temblaba de los nervios. Ayla cogió el cuerno humeante, sacó una brasa ardiendo y la echó en el pequeño fuego que había en la tienda de Robbert Madden, después preparó unas infusiones con unas mezclas que llevaba preparadas en bolsitas de cuero. Dejó que reposaran y le tendió una a Robbert. Después cogió con unas pinzas una brasa del fuego de Robb y la tiró a la bañera, y guardó otra en el cuerno de buey. Después tomó su vaso de madera humeante y se plantó junto a Robb, que le preguntó que hacía...

-La brasa que llevo en ese cuerno es extraída directamente del fuego del Primer Dragón, en mi pueblo hay un fuego permanentemente encendido, lo extrajo el Consejo de la Montaña de Fuego, donde duerme el Primer Dragón, es el fuego más puro que existe. Todos los jinetes y hogares de mi pueblo tienen una brasa de esa hoguera, de ese modo pueden realizar las ceremonias en cualquier lado y tener siempre cerca al Primer Dragón. Está infusión limpiará tu organismo de impurezas, bébela, cuidado, está caliente. Solemos practicar estas ceremonia en las aguas termales cercanas a la Montaña de Fuego, pero también podemos realizarlas aquí.

-Sobretodo ahora, que la isla de Halogala está bajo el mando de Svend Adger y no permite que los extranjeros os acerquéis.

Ayla sonrió forzosamente.

-Quítate la ropa.  

Robb enrojeció y se quedó rígido como una piedra, sin hacer nada. La joven se sentó en un taburete y comenzó a quitarse las botas y el chaleco que le servía de corpiño. Robbert comenzó a desabrocharse torpemente los nudos de la pechera de cuero, de reojo miraba como Ayla se quitaba la camisa blanca y dejaba caer los pantalones de piel suave al suelo. Se acercó a él, completamente desnuda, a excepción por la venda que cubría su hombro izquierdo y le ayudó con los nudos del uniforme militar. Robbert intentaba no mirarla para que no descubriese sus mejillas sonrojadas.

-¿Y... es normal que un hombre y una mujer realicen la Ceremonia de Purificación juntos? - preguntó para romper el silencio incómodo que se había formado entre ambos.

-Un hombre no puede realizar la Ceremonia solo, en mi pueblo, a diferencia que el tuyo, son las mujeres el centro de la vida religiosa.

-¿Por qué motivo?

-Porque ellas traen la vida...- Ayla le miró a los ojos, acababa de desabrocharle los nudos del pantalón y el muchacho se sintió muy incómodo.- De echo, lo normal es realizar la Ceremonia de Purificación en pareja. Los hombres hacen el amor a sus acompañantes al terminar la Ceremonia para honrar al Primer Dragón. Es el acto que inicia la vida, lo más preciado que tenemos... Por eso suelen hacerlo las parejas unidas o comprometidas, aunque en realidad puede hacerlo cualquiera...

No era la primera vez que Robbert estaba con una mujer, en su tierra natal era famoso por llevarse al lecho hasta la dama que más se hacían de rogar, pero ella, ella era distinta... Observó como Ayla rebuscaba en su zurrón y regresaba con un tarro de barro con una pasta anaranjada en su interior. Analizó el cuerpo desnudo de la joven: no era muy alta, pero tenía el cuerpo musculado por el ejercicio realizado en los entrenamientos. Era de hombros estrechos, pechos pequeños pero firmes, vientre plano, cintura marcada y cadera anchas. No era la mujer más hermosa del mundo, la belleza exótica de Lis destacaba por encima de la de Ayla, pero para él, en ese mismo instante, le pareció la mismísima diosa de la belleza. Se plantó frente a él, sujetando el cuenco con ambas manos.

-Voy a aplicar esta mezcla en tus heridas y cicatrices. Son signos de hombría, pero para el Primer Dragón son impurezas que deben ser cubiertas. La sangre es impura, acaba con la vida, y debe de ser ocultada.    

Robbert era un guerrero experimentado, y tenía el cuerpo repleto de heridas y cicatrices que Ayla cubrió suavemente con un dedo untado en el mejunje.

-Sois peludo como un oso- bromeó ella mientras aplicaba la mezcla sobre los pequeños cortes del pecho del joven- las mujeres de mi aldea os encontrarían muy atractivo.

-Deberíais ver a mi padre... Él si que parece un auténtico oso.

Ayla terminó de cubrir las heridas de Robb, el tacto de esa mezcla era pringoso y se endurecía a los pocos segundos de ser aplicado, formando capas protectoras sobre las marcas de guerra. Al joven le resultó bastante incómodo cuando la muchacha se agachó y cubrió los cortes de sus muslos y la cicatriz que tenía en el costado derecho, bajo el abdomen.

-¿Cómo os hicisteis eso?

-Una desafortunada pelea, intentaron matarme en un desfile público. Afortunadamente salió bien.

Después fue el turno de ella. Pasó largo rato cubriendo las marcas de quemaduras de sus brazos y los dientes y arañazos de dragón que sus bestias le habían hecho jugando en alguna ocasión. Se dio la vuelta y cubrió su marca con el mejunje, y volvió a cubrirla con una venda limpia. Robb seguía creyendo que la venda de su hombro era por una herida, y no que cubría la marca que la identificaba como jinete de Malmö. Robb le ayudó a aplicarse la mezcla en las marcas de la espalda y en la pequeña cicatriz que le había quedado en la mejilla izquierda, fruto de su pelea cuerpo a cuerpo con Ingrid. Ayla le tomó de las manos:

-Ahora vamos a pronunciar el inicio de la Ceremonia, le diré al Primer Dragón que voy a ayudarte a purificar tu cuerpo, después tu, ante él, darás tu consentimiento para que pueda hacerlo ¿conoces algunas palabras de la antigua lengua de las Islas?

-Axel me llama Kuti...- río él. Creo que podré hacerlo. Ayla también sonrió y pronunció su parte de las palabras que daban a conocer que estaban realizando un rito sagrado.

-Yo, Ayla de las Islas del Norte, fiel servidora de mi pueblo y sierva del Primer Dragón, te ruego a ti, gran Primer Dragón, creador de vida, que me concedas la pureza y la gracia necesaria para purificar en tu nombre a este hombre y hacerlo digno para honrarte con sus ofrendas. Y te ruego a ti, Robbert Madden del pueblo de Lund, que aceptes a esta mujer, inundada por el espíritu del Primer Dragón, para que prepare tu cuerpo y tu alma para ser digno de honrar al creador de la vida.

La antigua lengua de Malmö era arcaica, con estructura gramaticales muy simples y un léxico muy poco desarrollado. Era la lengua que se usaba para las ceremonias religiosas y los actos formales, la mayoría de los habitantes de las Islas del Norte habían adaptado la lengua del continente para facilitar sus relaciones comerciales.
Ayla pronunció en su lengua las palabras que Robbert tenía que decir y que pronunció con un marcado acento continental.

-Yo, Robbert Madden de Lund, acepto que esta mujer, de nombre Ayla, purifique mi cuerpo y mi alma en nombre del Primer Dragón, para ser digno de honrarle con una ofrenda.

Ayla invitó a Robb a meterse en el agua caliente, mientras ella preparaba otras cremas para limpiar su cuerpo. El contacto con el agua tibia relajó al excitado Madden, Ayla le acompañó en el baño, y le obligó a mojarse la cabeza, ella también lo hizo. Después empujó suavemente el cuerpo del muchacho contra la pared de la bañera, con la cabeza hacia atrás. Le colocó un trapo en la frente que desprendía un olor a flores, muy suave y muy agradable.

-Voy a limpiar tu cuerpo con un jabón hecho a base de raíces y flores para eliminar cualquier impureza de física de ti. Cierra los ojos, y relájate, no pienses en nada, despeja la mente. Deja que la pureza del Primer Dragón te invada...

Robbert obedeció a Ayla, pero no podía evitar pensar que su apetecible cuerpo desnudo estaba tan cerca del suyo, rozándole la piel erizada por la excitación. Ella comenzó a cantar, ya la había oído cantar antes, pero no para él, le cantaba a sus dragones, y cuando estaba sola. Le daba vergüenza que la escuchasen cantar; era propio de una dama de alta cuna, no de una fiera guerrera, pero era necesario para la Ceremonia. Tenía una voz grave, pero melodiosa y muy agradable, le acariciaba los oídos como la brisa en verano, y Robb consiguió, por fin, relajarse y abrir su alma al Primer Dragón.
La canción de Ayla trataba sobre como la Luna se sentía sola, así que puso un huevo, un huevo completamente blanco del que nació un dragón del mismo color, blanco y puro como no hay nada en el mundo. La Luna adoraba a su hijo, y éste a ella, pero el Primer Dragón creció y dejó a su madre para vivir aventuras. Encontró un lugar desolado para vivir, y en el que podía ver a su madre cada noche, pero el Primer Dragón se sentía solo, como su madre antaño, y utilizó todo su poder para poner miles de huevos, del que nacieron multitud de dragones diferentes, con sus llamas creó las islas, sus dragones las poblaron de bosques y de rocas, los de agua formaron los ríos, los lagos y los mares, los dragones de fuego crearon las fogatas y las llamas y los de las tinieblas las oscuras cuevas. De sus escamas viejas creó todo tipo de animales para que poblasen su nuevo mundo y de sus dientes creó un hombre, un hombre inteligente, capaz de cultivar las tierras que había creado, de domesticar los animales y de montar a sus dragones. Pero el hombre, como él, se sentía muy solo, así que de otro diente creó a la mujer, un ser complementario a él en todos los aspectos, pero con una capacidad muy especial: podía crear vida, y así no se sentiría solo nunca más. Después de crear su gran obra, el gran Primer Dragón estaba tan cansado que se durmió, sus ronquidos de humo formaron una pared de roca ardiente a su alrededor y desde entonces permanece allí, dormido en una Montaña que escupe Fuego, custodiado por los jinetes de dragones, los protectores de la vida.
Cuando terminó la fábula, Robb estaba casi dormido, despertó al dejar de escuchar la suave voz de Ayla, ella se estaba lavando cuando abrió los ojos...

-La vida... El Primer Dragón es pura vida...- suspiró Robb- Ahora entiendo porque las mujeres sois tan valoradas en las Islas, creáis vida, es el don que os otorgó el Primer Dragón. Por eso no existe la sentencia de muerte en las Islas, porque sería destruir aquello que él os regaló... La Vida...

Ayla se había apartado de él para lavarse y le daba la espalda, volvió la cabeza hacia él y lo miró orgullosa.

-Lo has logrado Robb, el espíritu del Primer Dragón te ha invadido.

-¿Como puedo agradecerte que me hayas ayudado a ver la vida de esta manera?- ella se encogió de hombros, era su obligación ayudar a la gente a encontrarse con el Primer Dragón, notó como se desplazaba por el agua hasta ella y como le susurraba en la oreja- Mi madre siempre decía que un beso es el acto de amor más puro que existe entre seres humanos. Así que voy a besarte...

Robbert no se lo pensó dos veces, atrajo a Ayla hacia si, abrazándola por la cintura y la besó suavemente en los labios. Ella tampoco se resistió, rodeó el cuello de Robb con sus brazos y le devolvió el beso. Acarició los cabellos empapados de ella y su espalda húmeda mientras la seguía besando por el cuello y el pecho. Ayla le acarició los rizos del pelo y jugó con el vello de su pecho. La apartó de sus labios y la miró a los ojos:

-Si ya hemos terminado, me gustaría que honrásemos juntos al Primer Dragón, para agradecerle que me haya dejado participar en esta Ceremonia tan sagrada y tan especial...

Ayla le agarró el rostro y le besó con pasión antes de que terminase la frase. Él la tomó en brazos mientras ella le rodeaba el cuerpo con sus piernas y la sacó del agua. La tumbó en el colchón del suelo que él usaba como cama y la cubrió de besos y caricias, apretó sus senos con ambas manos y exploró cada centímetro de su cuerpo con los labios antes de hacerle el amor suavemente y con tanto cariño como nunca lo había hecho...


*       *        *

El campamento aun dormía cuando Ayla y Robbert se dirigieron al bosque. El lugar escogido para practicar el Rito de la Ofrenda fue un viejo y gran sauce llorón que Ayla había visto el día anterior cerca de la cascada. Ayla encendió un pequeño fuego delante del árbol con la brasa del cuerno de buey. Sacó el diente de Acamar que llevaba envuelto en un paño de piel y lo depositó delante del fuego. Robb le mostró a Ayla el objeto que quería ofrecer, una punta de flecha de obsidiana, quería agradecer al Primer Dragón el haber encontrado ese material para construir mejores flechas. Robb depositó la punta de flecha junto al diente y escuchó como Ayla se arrodillaba y colocaba las palmas de las manos sobre sus muslos y con los ojos cerrados recitaba su plegaria en su lengua antigua.:

-Yo, Ayla de las Islas del Norte, te ofrezco a ti, el todopoderosos Primer Dragón, el creador de vida, este diente de dragón, como símbolo de que mi montura crece sano y fuerte, y te agradezco que hayas cuidado de mi, de mi montura y de mi equipo en estos tiempos de guerra tan difíciles para los isleños. Te ruego que cuides y protejas mi familia, como has hecho hasta ahora, para que el conflicto termine y podamos volver a estar todos juntos...- con una mirada Ayla le indicó a Robb que era su turno. Robbert imitó la postura de la muchacha y comenzó a recitar

-Yo, Robbert Maddon de Land, te ofrezco a ti, el todopoderoso Primer Dragón, el creador de vida, esta punta de flecha, símbolo de que nuestras huestes son fuertes y están listas para entrar en combate, y te agradezco de que hayas puesto a estos jinetes en nuestro camino, sin ellos, probablemente estaríamos muertos si no fuese por ellos, también te agradezco la obsidiana que nos has enviado para reforzar nuestras armas, pero sobretodo, quiero agradecerte que hayas puesto a Ayla en mi vida,-Ayla abrió los ojos y miró a Robbert perpleja- y te pido, por favor, que la protejas, a ella y a los suyos, y que cumplas sus peticiones: reunirse con su familia y volver a su hogar lo antes posible. Pero por favor, todopoderoso Primer Dragón, te lo suplico, ahora que ha aparecido en mi vida, no la apartes de mi lado...

Ayla agarró el paño con los dos objetos y lo tiró al fuego. Ambos observaron en silencio como el diente y la punta de flecha se deshacían en la hoguera de fuego sagrado...

-Robb...- susurró ella tímidamente, él apartó la vista de la fogata y la miró con sus enormes ojos azules- Tu plegaria... ha sido preciosa. Muchas gracias por pedir por mi y por mi familia al Primer Dragón...

-No, gracias, gracias a ti, por permitirme entrar en tu mundo...

Robb la sujetó por la barbilla y la besó en los labios de nuevo. Ojala ese beso no hubiese encantado tanto a la joven jinete, que se perdió entre las caricias del apuesto guerrero y no percibió que en ese mismo instante, entre los arbustos, estaban siendo observados.


Después de rezar al Primer Dragón, Ayla y Robb siguieron besándose y acariciándose, dejándose llevar por la pasión del momento, ya habían hecho el amor la noche anterior, en la tienda de él, pero el muchacho de Land había sido muy suaves y cuidadoso con ella, acababan de vivir un momento muy solemne con la Ceremonia de Purificación y temía romperlo dejando fluir el instinto salvaje que habitaba en él. Era un joven atractivo, alto y musculado, de espaldas anchas y torso firme. Sus enormes ojos azules como el océano, dominaban un rostro marcado por una mandíbula cuadrada y coronado por una graciosa mata de pelo oscura y rizada. En su tierra natal había tenido a todas las jovencitas que se le cruzasen por el camino, des de la alta cuna hasta las prostitutas más vulgares, pero ella era diferente, no había tenido que usar sus armas de seducción para conquistarla, ella lo había conquistado primero… En Malmö, Ayla era considerada una chica del montón, como todas, sin tener una belleza singular puesto que respondía a los cánones por excelencia de las Islas del Norte, pero, para Robb, no existía mujer más hermosa que la misteriosa extranjera…
Se quitó la capa de piel de oso que envolvía sus hombros y la estiró en el suelo, sobre el musgo que crecía bajo el sauce llorón. Invitó a Ayla a tumbarse y la siguió besando, tumbado sobre ella. Hasta hacía unos días, la princesa había mantenido las distancias con él, era tímida, fría, temía acercarse demasiado a Robb y confraternizar con el enemigo… Pero había caído en las garras del joven Madden y demostraba sus actitudes como líder y su decisión para llevar la batuta y guiar a su amante en esos momentos donde una buena guía es imprescindible. Las manos de ella comenzaron a desatar los cordones de la casaca de cuero de Robb, él se sorprendió ante la actitud decidida de ella y se dejó hacer. Ella le quitó la casaca y lo empujó hasta poder sentarse delante de él, acarició con la punta de las yemas las pequeñas cicatrices de su torso desnudo y jugueteó con el vello de su cuerpo. Luego se comenzó a desabrochar el corsé de piel que le servía para sujetar sus pechar y que no le molestasen cuando montaba. Ayla siempre vestía de manera masculina, con pantalones elásticos y votas, camisa ancha y esa especie de corpiño, aún así, su melena suelta cayendo por su espalda en marcadas ondas, y rozándole las mejillas la envolvían en una fuerte aura de feminidad y sensualidad guerrera, salvaje. Robbert terminó la tarea de desabrocharle la ajustada prenda de ropa y después le pasó la camisa por encima de la cabeza, dejando al descubierto sus pechos, firmes y altivos, luciendo la vitalidad de la juventud. Él no pudo resistirse y besó y mordisqueó ambos senos, mientras ella suspiraba de placer y le acariciaba la melena, atrayéndole hacia si. La noche anterior no se había dado cuenta, pero sobre el pecho izquierdo, Ayla tenía un tatuaje del color del vino, en forma de dragón serpenteado… Robb lo besó y lo acarició con la punta de los dedos…
-Bonito tatuaje…- dijo él- ¿Cuándo te lo hiciste?
-Es una marca de nacimiento…- respondió tímidamente, y la ocultó con su mano, como si se avergonzara de ella…
Ayla tomó la batuta después, y se tumbó sobre Robb, cubriéndole el cuerpo de besos y algún que otro mordisco, mientras él sentía como le invadía un primitivo deseo de hacerla suya, de poseerla, de hacerle el amor salvajemente como si no hubiese mañana. Le inmovilizó las muñecas con una mano para dominarlo aún más. Sonrió al sentir como la boca de ella se acercaba a su abdomen y le mordía con fuerza, y no podía hacer nada para evitarlo, causándole una mezcla de excitación y dolor que le estaba volviendo loco. La anoche anterior, él había sido la dulzura en persona, dándole besos suaves, y saboreando su interior recién salido del agua. Ella se deshizo de los pantalones de él y comenzó a jugar con su miembro, haciéndole sufrir, amagando con empezar a darle a placer o alargar su agonía y aumentar su deseo un rato más. Le besaba alrededor, lo lamía ligeramante y Robb se volvía loco. Se liberó de las manos de ella que le sujetaban, y empujó suavemente la cabeza de Ayla hacia su entrepierna, y gimió cuando ella metió su miembro en la boca. Intentó dominarla, y que siguiera allí largo rato, pero la joven jinete era indomable y al poco tiempo paró, se quitó toda la ropa y se sentó sobre él, controlando lentamente la penetración, se le escapó un gemido de placer que se fusionó con el de Robb… Movió las caderas hacia adelante y atrás, con cada vez más fuerza, él acompañaba sus movimientos con empujones de pelvis, sujetándola hacia él, jugando con sus pechos, levantándose para agarrarla contra él, gemir juntos, ella le mordía el labio y él apretaba sus pechos con ambas manos. Acarició su cuerpo, la redondez de las nalgas, la depresión de la cintura, los muslos firmes hasta que se deshizo en un placentero orgasmo y la inundó con su esencia masculina. Estaba claro que si Robb tenía experiencia, Ayla tenía el doble, y se preocupó por saber cuantos hombres habrían estado con ella antes que él.
Ella también estaba exhausta, y se quedó dormida enseguida, junto a Robb, con cuidado, él agarró su capa y se arroparon con ella. El muchacho estaba muy cansado, pero aun así, no conseguía conciliar el sueño, jamás le habían hecho el amor de esa manera, siempre dominaba él, pero la manera en la que ella lo controlaba, decidía que hacer, como ponerse… le había excitado de una manera indescriptible. Le acarició el cabello mientras estaba dormida, con ternura, mirándola enamorado: “Por favor, Primer Dragón, si de verdad existes, no la apartes de mi lado, por favor, no me la quites” suplicó para si, entonces fue cuando se dio cuenta de que Ayla seguía llevando esa misteriosa venda, según ella, de una herida que aun no estaba curada. Con suma delicadeza apartó la venda, y enseguida reconoció el tatuaje que la marcaba como hija de Malmö…
-No puede ser….- susurró él lo bastante fuerte como para que Ayla lo oyese, despertase, y cubriese su desnudez con su capa, apartándose del lado de Robbert. Él cogió su espada y se levantó, apuntándola con ella…
-Eres de Malmö… Eres una jinete de la isla de Halogala. ¡Una espía! Debería matarte aquí mismo…
-Robb, por favor-dijo ella asustada- déjame que te lo explique…
-¿Quién eres? ¿Cuál es tu verdadero nombre?- preguntó acusativo.
-Te lo explicaré todo Robb, pero por favor, baja la espada, estoy desarmada, y no voy a hacerte daño- el joven asintió y dejó de apuntarla con su arma. Ella suspiró y comenzó a hablar.-Me llamo Ayla… Ayla Adger-Robb abrió los ojos como platos, ese apellido era inconfundible- Soy la única hija de Haakon Adger, el cuarto en su nombre, rey de Malmö y guardián de Halogala y de sus dragones.
Ayla contó su historia sobre como Svend había tomada la isla, encerrado a su padre e hiriendo a ella, y de como habían escapado y acabado en cu campamento.
-Por favor Robb, déjanos quedarnos hasta que Lis y Zaniah se recuperen, después nos marcharemos por donde hemos venido y no os molestaremos más. Solo lo hice para proteger a mi equipo, jamás he querido espiarte, ni dañarte ni nada… He compartido una Ceremonia de la Purificación contigo, y eso es algo que nos tomamos muy en serio… Si lo deseas nos marcharemos, pero Robb, por favor… Di algo…
El muchacho le había dado la espalda, asimilando que la mujer con la que acababa de yacer, era la hija del enemigo numero uno de su padre y de su pueblo. No podía escuchar los motivos de Ayla, seguía en shock por el descubrimiento…
-No me lo puedo creer…- pronunció él en voz alta pero para si mismo más que para ambos. La miró a los ojos- Me he enamorado de la princesa de Malmö, estoy loco por la hija del mayor enemigo de mi padre, daría la vida por la jinete de dragón que no dejó que mis antepasados pisasen su isla…
-¿Robb, estás bien?-preguntó Ayla asustada…
Él se acercó a ella y la besó en los labios.
-No… Te amo Ayla Adger. ¡Te amo!

UN INMENSO MAR DE AGUAS SALADAS

Ayla espoleó su caballo, como Robbert le había enseñado hacer, y salió al galope por la pradera, veía como Acamar los sobrevolaba y chirriaba para llamar su atención. Montar a caballo era distinto que hacerlo en dragón, con el reptil alado tenía un vínculo más fuerte, solo había un jinete para cada dragón, en cambio una persona podía montar varios caballos y un caballo podía ser montado por varios jinetes, aún así, descubrió la conexión tan especiañ que Robb tenía con su semental castaño, al que había llamado Andévalo. Ayla se enamoró de esas bestias que corrían por las praderas, y el príncipe de Land le prestó una yegua muy tranquila, pequeña, del color de la paja, no tenía nombre, así que Robb dejó que Ayla la bautizara con el nombre que quisiese, la joven la llamó Robberta, en honor a su nuevo amigo.
Era una mañana tranquila, la joven había abandonado el campamento temprano para cabalgar a solas un poco, y cazar algún que otro conejo para el desayuno, se entretuvo más de la cuenta, no solo cazó alguna que otra flecha, sino que se detuvo a cortar unas ramas  y fabricó algunas flechas a la orilla de un pequeño estanque, mientras su montura pastaba tranquilamente, Acamar estaba tumbado cerca de ella y Dzigan jugueteaba entre sus rodillas. El dragón negro llamó su atención rozándole el brazo con el morro, Ayla dejó lo que estaba haciendo y acarició a su querida montura. Pensó en como estaba creciendo, se estaba convirtiendo en un macho grande y fuerte:

Acamar, el dragón de las tinieblas de Ayla

-Estás creciendo muy rápido Acamar, pronto tendremos que buscarte una dragona bonita para que tengáis preciosas crías negras. Lástima que en el Continente no haya dragones, ¿sabes una cosa? Echo mucho de menos Malmö, y me pregunto constantemente como estará mi padre, ni siquiera se si está vivo. Pero me gusta estar aquí, aquí puedo ser yo misma, no soy la hija del jefe, no poseo sangre de los Antiguos Clanes, no tengo que casarme con nadie, aquí solo soy Ayla, y nada más.- Dzigan también reclamó algunos arrumacos y la joven le dedicó algunas caricias- Se que pronto tendré que marcharme, mi pueblo me necesita, pero echaré mucho de menos esto, y a Robb, echaré mucho de menos a Robb...

La tristeza había inundado su voz y el pensamiento de tener que dejar a Robbert no le permitió ver como Sadira aterrizaba junto a ella. El jinete ni siquiera se bajó de la dragona de escamas doradas y de ojos azules.

-Te necesitan con urgencias en el campamento- dijo Eloff con una voz grave y un tono muy serio.

Ayla miró el sol, ya era casi mediodía, se había entretenido más de la cuenta. Recogió sus cosas y se subió a Acamar, miró a la yegua, que pastaba tranquilamente, sabía volver sola a sus establos, así que no le preocupó dejarla pasearse un rato más.
En un instante ambos estaban en la cima de la colina que servía de campamento de los jinetes, en torno al fuego central reconoció cuatro figuras, una más de las que debería haber, también había otro dragón. Descendieron, Axel la esperaba con los brazos cruzados y el ceño fruncido...

-¿Dónde diablos has estado?-la regañó-Llevamos esperándote horas.

-Me he entretenido, ¿qué sucede?

Axel señaló el recién llegado, un hombre alto, envuelto en una manta cerca del fuego, al que Lis acercaba un tazón con algo de caldo.

-¿Tavi?-exclamó ella-¿Qué haces aquí?

Tavi Zaid era amigo íntimo de Axel y miembro del equipo de Ingrid, participó en la emboscada en la que Ayla salió gravemente herida y en la persecución donde derribaron a Lis.

-Malmö es un caos-explicó Tavi- Es una guerra constante entre los seguidores de Svend y los que quieren derrotarlo. Hermanos matando hermanos, dragones matando dragones... Pero el bando de Haakon Adger está perdiendo, no tiene un líder que les guíe, el rey está preso y muchos creen que Ayla y Ryden están muertos. La mayoría de los jinetes han optado por esconderse en los bosques del otro lado de la isla o exiliarse a islotes cercanos.

-¿Y por qué escapaste tú? Estabas en el bando de Ingrid...- preguntó Ayla muy seria.

No podía ver como Ingrid mataba a sus hermanos y me escapé, casi muero en el intento, Pendragón y sus hombres vigilan la isla con pies de plomo, nada ni nadie puede entrar o salir de Halogala sin el consentimiento de Svend o del padre de Axel. Tuve suerte y acabé en una isla vecina, donde me dijeron que en el norte del continente, en los acantilados de Theo Pike, habían visto un dragón negro, entonces supe que habíais escapado y vine a buscaros.

Axel se giró violentamente hacia Ayla.

-Hay grupos de jinetes por todas las islas vecinas. Si los reunimos a todos, podremos formar un ejército lo suficientemente fuerte para vencer a Svend. Pero debemos hacerlo ya...

-Imposible-afirmó la joven lider- Lis no está recuperada del todo y Zaniah no está lista para recorrer una distancia tan grande.

-Estamos preparadas- afirmó la muchacha de cabellos negros.

-Ayla... Debemos partir, Malmö nos necesita.-insitió Axel

-No, Malmö necesita un ejército, no a cinco jinetes novatos...

-Te necesitamos Ayla-rogó Tavi ante la sorpresa de la joven- Malmö necesita un líder que los guíe, necesita a su princesa...

-Yo no soy una princesa-dijo ella enfadada y susurrando- Debemos esperar algo más, a entrenar y ser más fuertes... Robb tiene un ejército, si conseguimos barcos, pueden ayudarnos a vencer a Svend...

-¿Así que todo esto es por él? ¿Verdad?- Axel se encaró a Ayla cruzándose de brazos- Por el estúpido Kuti que te ha conquistado con sus ojazos azules y sus caballos.

-¿De que estás hablando Axel? Robb es solo un amigo, y puede ayudarnos...

-¿Un amigo? ¡No pasas la noche en la tienda de un amigo! Es un Kuti, Ayla. Solo quiere usar a tus dragones para entrar en Malmö y proclamarse rey.

-Tu no le conoces...-se defendió ella muy seria-En ningún momento me ha hablado de sus intereses en Malmö.

-¿Y entonces por qué llevan meses acampados aquí? A orillas del mar, tan lejos de su tierra, a la espera del momento oportuno para lanzarse sobre nuestra isla...

-Cállate Axel...- dijo ella avergonzada, evitando mirarle a los ojos.

-Me has decepcionado mucho Ayla. Siempre te he admirado, eres fuerte, valiente, inteligente y una gran líder. Estaba tan orgulloso de ser tu segundo, y ahora te veo abandonar a tu pueblo por un Kuti del continente. Desobedecí a mi padre por ti, me revelé contra el rey porque creía en ti, tenia fe en ti y en que tarde o temprano volveríamos a casa y te coronarían reina de Malmö y a mi...

Ayla estaba muy avergonzada, pero no iba a dejar que ese imbécil de Axel Pendragón la humillase de esa manera delante de su equipo.

-Eres un Pendragón, aunque lo niegues, eres tan Kuti como Robb, solo piensas en casarte conmigo para ser rey de Malmö, y que tu padre forme parte del Consejo de Ancianos...

-¿Eso crees?-Axel miró a Ryden

-Mi padre prometió tu mano a Axel si aceptaba unirse a su rebelión y ser nombrado heredero si yo no tenía descendientes...  Pero se negó.-explicó el primo de Ayla

-En un momento hasta a tu padre le pareció bien la idea, era una manera en la que no saldrías perjudicada de la rebelión, sabía que conmigo estarías a salvo...

-¿Por qué hiciste tal cosa? ¿Por qué no aceptaste esa oferta?

-Porque si me quiero casar contigo, Ayla Adger, es de la manera en la que lo hacían nuestros ancestros... Por amor.

-Axel...

-Ayla, te quiero, te quiero desde que éramos niños, desde que te veía empuñar un palo de madera más alto que tu y jugar a que eras la mejor jinete de Malmö. Y ahora, después de todo lo que hemos pasado juntos, me traicionas por Robbert Madden, un hijo de Land... No sabes como duele esto Ayla, que abandones a tu pueblo, a tus amigos y a mi... por ese chico del continente.

A Ayla le resbaló una lágrima por la mejilla y Axel le dio la espalda, no podía verla así. A la joven no le gustaba llorar, era una señal de debilidad, pero las duras palabras del chico Pendragón le habían llegado al alma; tenía razón: había abandonado su pueblo, pero por un motivo que ni ella no podía controlar...

-Lo amo, Axel...- susurró ella entre lágrimas. Y corrió colina abajo tan rápido como sus piernas le permitieron.

Penetró en el campamento land a todo prisa, esquivando soldados y tiendas, gimiendo y con los ojos llenos de lágrimas. Buscó la tienda de Robb, esperaba que no estuviese ocupado, necesitaba encontrar consuelo en sus brazos, pero cuando entró, se le salió el corazón del pecho... Robb besaba a una chica joven, más alta y delgada que Ayla, de tez oscura y cabellos largos y lacios, tenía el vestido a medio quitar y se le salía un seno por el escote que el príncipe sujetaba con una mano y estaba sentada en una mesa, rodeando a Robbert con sus piernas...

-Ayla-dijo él sorprendido y alejándose de la joven-¿Qué haces aquí?

-No...-negó ella para si misma y dando unos pasos atrás al ver que Robb se acercaba a ella.

La compañera de Robb se recolocó el vestido y habló en voz alta:

-¿Ayla? ¿Ella es la chica que doma dragones? ¡Me haría tanta ilusión verlo!

-Ayla, ella es Tabitah Veró, mi prometida...- dijo él con la voz atragantada.

-Tu también no, Robb, tu también no...- Ayla le empujó fuertemente y salió corriendo de la tienda, de vuelta a su campamento. Su equipo estaba empezando a empaquetar las cosas. La joven apareció como un rayo y se lanzó a los brazos de Axel, llorando, el muchacho soltó lo que tenía en las manos y la abrazó con fuerza...

-Tenías razón Axel, solo quería mis dragones, yo ne le importaba nada...

Él la meció son ternura, acariciándole la ondulada melena rubia:

-Todo está bien Ayla, ya ha pasado.- la miró a los ojos y le sujetó el rostro con ambas manos-Nos vamos a casa- le susurró antes de besarla tiernamente en le frente. Después la rodeó por los hombros y se la acercó a su cuerpo para protegerla- ¡Daos prisa, chicos!-gritó para que le escuchasen todos los jinetes.-Nos iremos al amanecer.

Aquella noche el campamento de la colina ya estaba casi recogido, los chicos se habían reunido alrededor del fuego para compartir su ultima cena en tierras continentales...

-¿Dónde está Ayla?-preguntó Lis a Axel al ver que su amiga no se encontraba con ellos.

-Ha ido a rezar al Primer Dragón para que tengamos un buen vieja, ya sabes como es Ayla con sus ritos y ceremonias...

Axel tenía razón, y Ayla se encontraba rezando en la antigua lengua de signos y palabras de Malmö, frente a un pequeño fuego encendido con la brasa de Fuego Sagrado. Se encontraba cerca del río, bajo el sauce llorón donde ella y Robb habían rezado juntos por primera vez, y donde él le había pedido que no se apartase de su lado. A la muchacha se le resbalaban las lágrimas por las mejillas, su futuro era tan incierto, pero todas las opciones se presentaban lejos de Robb Madden. Si ganaban a Svend, probablemente ella acabaría casándose con Axel y reinando juntos en Malmö, si perdían, su tío la mantendría presa, como a su padre, o la casaría con algún príncipe extranjero para crear acuerdos comerciales en favor del bolsillo de Kristian Pendragón... ¿Por qué esa maldita sangre corría por sus venas? ¿Por qué no podía ser una chica normal y corriente? ¿Por qué se había enamorado de un Kuti? ¿Por qué estaba dispuesta a dar su vida por él?  Ayla era consciente de que había cambiado, tenía la sensación de haberse vuelto débil, tan dependiente del traidor de Robb que era incapaz de ver el mundo por si misma. Su padre siempre lo decía: como líder cometerás muchos errores, pero estos te enseñarán a ser un buen jefe de verdad. Ya había aprendido la lección, el amor la hacía débil y los del continente no eran más que unos traidores, interesados y mentirosos. Ya no había nada que se interpusiese entre ella y su objetivo de ser reina, nada excepto:

-Robb...

-Sabía que te encontraría aquí.- Robbert Madden había aparecido entre las lágrimas del sauce, y se había sentado a su lado

-¿Qué haces aquí?-preguntó ella evitando mirarle a los ojos, concentrando su mirada en el fuego sagrado.

-Creo que te debo una explicación.

-No me debes nada, ella es una princesa, la hija de un poderoso señor que creará una firme alianza entre vuestros reinos cuando os caséis... ¿me equivoco?

Robb Madden (Richard Madden) príncipe de Land
y protector de Ayla y su equipo
-No, en absoluto. -explicó Robb- Nos prometimos el año pasado, antes de que yo partiese hacia aquí. Su padre proporciona muchos hombres a la guerra de Land, sin ellos, no habríamos podido atravesar las tropas de Pike y establecernos aquí, para controlar los barcos que van hacia Halogala. Viene a visitarme mi madre dentro de unos días, Tabitah iba con ella, pero se ha adelantado para darme una sorpresa...

-Una gran sorpresa...

-Ayla, yo lo siento...

-No, la tonta fui yo, por creer que yo a ti... nada, déjalo...

-¿Qué te amaba? Por supuesto que te amo... Te lo dije aquí mismo, tumbados sobre unas pieles, justo allí- Robb señaló con el dedo el lugar exacto donde pasaron juntos una noche, en la que después de uno de los ritos de Ayla, hicieron el amor ocultos bajo las hojas de aquel sauce llorón- Descubrí tu tatuaje en el hombro, ese que indica que no eres de las Islas del Norte, eres de Halogala, y no solo eso, sino que te apellidas Adger, un apellido de los Antiguos Clanes y de la familia real de Malmö. Mis antepasados y los tuyos han estado siglos peleándose por tu isla... ¿Y qué hago yo? En lugar de apresarte y entregarte a mi padre, me enamoro de su princesa exiliada. Soy una deshonra para la familia...

-Si me amas... ¿Por qué la besabas en la tienda? No lo entiendo Robb.

-Se abalanzó sobre mi, no pude hacer nada... Ayla, yo te amo, al principio no lo tenía claro, pero desde ese día, en la bañera, cuando te besé... Lo tuve tan claro...- tomó sus manos entre las suyas y las besó, ella seguía sin mirarle a la cara, aunque el insistía en cruzar sus ojos con los de ella.

-Jamás debí hacer eso. Vuestra cultura es tan distinta a la nuestra... -suspiró más para ella que para él: dos corazones separados por un inmenso mar de aguas saladas

-¿De que hablas?

Ayla se ruborizó

-En mi pueblo, cuando una mujer le pregunta a un hombre si quiere que lo acompañe en una Ceremonia de Purificación significa que está interesada en él...- Robb asintió con la cabeza, comprendiendo. No compartían religión, y en Malmö, la vida religiosa era una parte muy importante de la vida de sus pobladores, y tenían presente sus creencias para todo- Y si él le propone honrar juntos al Primer Dragón después... es similar a una propuesta de matrimonio...

-Entiendo...-dijo el asintiendo y comprendiendo porque Ayla había reaccionado de aquella manera- Está bien, hagámoslo...-la joven lo miró extrañado- Comprometámonos.

-Estás loco...- ella sonrió por primera vez durante la noche. Pero la mirada de Robb expresaba que su anuncio iba totalmente en serio- Nos vamos mañana y tu estás comprometido, es una locura...

-Pues no te vayas y yo no me casaré con Tabitah...

-Mi pueblo me necesita...- se excusó ella.

-Y a mi el mío, de esta manera ayudamos a ambos, venga, recita conmigo: Yo, Robbert Madden de Land-empezó a recitar Robb en voz alta en su chapurreado dialecto continental de la lengua sagrada del pueblo de Ayla- hijo de Robbert Madden, el Segundo en su nombre y rey de Land. Todos vuestros rituales empiezan así-le sonrió él- me comprometo con esta mujer, de nombre Ayla Adger, como su fiel esposo y amante, hasta que uno de los dos sea llamado por el Primer Dragón ¿Es así, verdad?

Ella se rió.

-Más o menos...

-Venga, ahora es tu turno...

Ayla sonrió, por fin miró los enormes y persuasivos ojos azules de Robb:

-Yo, Ayla Adger de Malmö, hija de Haakon Adger de Malmö, el Primero en su nombre y rey de Malmö, juro, ante las llamas sagradas del Primer Dragón, creador de vida, que tomaré a este hombre, de nombre Robbert Madden, como mi esposo, le amaré y le seré fiel hasta el fin de nuestros días. Cuidaré de él cuando la enfermedad lo rodeé, le abrigaré con mi cuerpo si la pobreza nos acecha durante el frío invierno, le honraré dándole muchos hijos, y limpiaré su alma si comete pecado a los ojos del Creador de Vida. Lo juro por mis ancestros y por mi sangre de los Antiguos Clanes-Ayla apartó la vista del fuego y volvió a mirar al joven a los ojos- Te lo juro Robb, siempre estaré a tu lado...

Él se acercó a ella y le dio un suave beso en los labios.

-Ha sido precioso. ¿Y cuando una pareja se compromete, hacéis algo más en Malmö?

Ayla asintió:

-Normalmente se intercambian regalos- la muchacha hurgó en su riñonera y encontró el collar de plata en forma de alas de dragón que Haakon había regalado a Meritt por su compromiso. Se lo tendió a Robb- Cuando se comprometieron, mi padre regaló esto a mi madre.

-Es muy bonito...

Robb reflexionó un poco y finalmente se sacó del cuello, y oculto entre las rocas un trozo de madera tallado en forma de lobo, atado a un cordel de cuero.

-Fue un regalo de mi padre. Es un tótem de la buena suerte, el lobo es el símbolo de nuestra familia, quiero que lo tengas tú, ahora, tu también formas parte de los Madden de Land.

Ayla lo tomó entre sus dedos y se lo colgó del cuello. Después sacó de su zurrón donde llevaba todos los objetos que usaba para realizar sus ceremonias, y sacó un bote de pintura roja que calentó al fuego. Pidió a Robb que se quitara la camisa y le pintó un dragón en forma de serpiente en el pectoral izquierdo.

-Todos los Adger tenemos esta mancha de nacimiento- le mostró la suya, y él la acarició tiernamente con la yema de los dedos, ella le acarició la mano-representa la pureza de nuestra sangre, que venimos de los Antiguos Clanes, los primeros habitantes de Halogala. Ahora, tu también eres un Adger, con los mismos derechos de nacimiento, y mereces llevar esta marca.

-Gracias Ayla...

Volvieron a besarse y volvieron a hacer el amor bajo el sauce llorón, tumbados sobre una piel de oso para protegerse del frío, aunque pasaron la noche desnudos, abrazados y honrando al Primer Dragón durante la larga oscuridad.
Al amanecer se presentaron en la colina, Axel terminaba de hacer los preparativos para el viaje...

-¿Dónde te metiste anoche, Ayla? ¿Te quedaste dormida en el bosque?-Axel vio a Robb caminar detrás de la chica, sabía lo que había sucedido, pero se negaba a creerlo- ¿Qué haces aquí Kuti? ¿Vienes a despedirte?

-Sobretodo de ti, Axel- rió el otro de muy buen humor- no sabes lo que te voy a extrañar...

Pendragón le miró con asco:

-¿Estás lista, Ayla?

-Yo no me voy-dijo ella cruzando los brazos- Os vais vosotros con Tavi a reunir a todos los jinetes 

Axel Pendragón (Hayden Christensen)
no se fía de las intenciones de Robb
que podáis y a organizar los ataques aéreos, yo me quedo aquí a esperar la visita de Lady Madden para que nos ayude a reunir los barcos que nos quedan para embarcar el ejército de Land hacia Halogala.

-¿Estás loca?-exclamó Axel-¿Quieres que conquisten nuestra isla?

-Ahora también es su isla- le defendió Ayla, Axel la miró sorprendido- Robb y yo estamos prometidos. Algún día el será mi consorte en Malmö y yo la suya en Land. No va a conquistar nuestra isla, va a ayudar a recuperar las tierras de la familia de su esposa...

-No me lo puedo creer Ayla... ¿Así es como tratas a tu pueblo? Casándote con un Kuti... Me has decepcionado de nuevo.

-Hago lo que ha hecho siempre mi pueblo, y es contraer matrimonio con la persona amada, y no la que convenga, como hacéis vosotros, los de los Nuevos Clanes... - miró a su primo-Ryden, eres el mayor experto en dragones que conozco. Confío en ti para la organización del ataque aéreo.

Ryden asintió. El muchacho hablaba poco, pero la idea de Ayla era buena, con un ejército bien entrenado tenían una posibilidad de vencer a Svend.

-Yo me quedaré aquí- dijo Eloff- ayudaré a Ayla y a Robb con los heridos que quedan.

-Debes marcharte Eloff,- le obligó Ayla- probablemente haya jinetes que necesiten más tus cuidados médicos que en el campamento.

El jinete de Sadira asintió.

-Yo si que me quedaré- afirmó Lis- Zaniah es una dragona de agua, lo mejor que encontraréis para guiar a vuestras naves.

Ayla se lo agradeció con la mirada.

-Está bien, Tavi, Eloff, Ryden y Axel partid cuanto antes y reunid a todos los jinetes que podáis en el Peñón del Diablo, al oeste de Halogala, está en el lado opuesto de Malmö, no verán llegar la flota ni a los dragones. Nos veremos allí en un mes. Sed lo más discretos que podáis, jugaremos con el factor sorpresa...

Ayla tendió la mano a Ryden, pero éste la rechazó y la abrazó con fuerza, ante el asombro de la joven...

-Ten mucho cuidado, hermana...-le susurró

-Y tú también, hermano...-respondió ella. Lo soltó y lo miró orgullosa con lágrimas en los ojos. Luego se volvió hacia Axel y le llamó por su nombre...

-Para mi estás muerta, Ayla Adger...

Y el equipo partió...



LADY MARGARET

Ayla y Robbert habían salido a cazar al amanecer, durante los últimos días, habían estado muy atareados preparando la visita de Lady Margaret, la madre de Robb. La familia materna del joven príncipe de Land, los Usher, era famosa por poseer las naves más veloces del continente y por moverse en el mar como pez en el agua, nunca mejor dicho. Los muchachos querían conseguir el apoyo de los Usher mediante la persuasiva astucia de Lady Margaret, aunque después de que Robb rompiese el compromiso que su madre había organizado con Tabitah Vero, no sabía si iba a recibir mucho apoyo de su familia, es más, temía que si su padre se enteraba con quien iba a casarse, le retirase el ejército y le obligase a volver a Land.
A pesar de que ambos jóvenes eran chicos maduros y responsables, herederos dignos de sus países, en el fondo seguían siendo dos muchachos enamorados, que entre reunión y entrenamiento, intentaban buscar un momento para ellos. Ayla se había trasladado a la tienda de Robbert, pero a pesar de ello, estaban tan atareados en los preparativos de la expedición a Halogala, que cuando se metían en la cama, quedaban dormidos en apenas instantes.
Robbert perseguía un venado por el bosque, esquivando como podía las ramas de los árboles a lomos de su corcel, el movimiento era tan brusco que le impedía lanzar su lanza con precisión y falló varias veces contra su presa. Vio como el dragón negro lo sobrevolaba, y se detuvo para ver como la joven princesa tensaba su arco y entre las ramas del bosque, acertaba de pleno en su presa. Robb quedó de piedra, la jinete y el reptil alado eran el equipo perfecto, una máquina de guerra invencible, imparable.
Cuando Robb llegó al lugar donde Ayla había abatido al venado, la joven ofrecía su víctima al Primer Dragón y le daba las gracias por proporcionarles aquella comida. El muchacho se acercó a ella sigilosamente, la tiró del brazo hacia él y la besó con fuerza en los labios...

-Eres fantástica Ayla Adger- ella se sonrojó.

-¿Crees que le gustaré a tu madre, Robb?

-Por supuesto, ¿Cómo no ibas a gustarle?

-Ella preparó tu matrimonio con Tabitah, y por mi culpa lo has rehusado...

-Lo entenderá... -Robb vio la mirada de preocupación que oscureció el rostro de Ayla, e intentó animarla para que le hablase de su tierra, siempre sonreía cuando hablaba de Malmö- ¿Cómo son las ceremonias matrimoniales en tu pueblo, Ayla? Cuando nos casemos, me gustaría hacerlo de ambas formas, como en tu casa y como en la mía...

Le miró a la cara. Las mejillas pálidas de ella habían adquirido un tono rosado desde que pasaba tanto tiempo bajo el sol continental, pero le otorgaban un aspecto más saludable y más alegre que su palidez norteña habitual...

-No se le llama ceremonia de matrimonio, sino la Ceremonia de la Unión. La pareja jura ante el rey, el Consejo de Ancianos y el Fuego Sagrado del Primer Dragón que servirán a su pueblo y a su Dios, cultivaran sus tierras, tendrán muchos hijos y cuidarán de sus dragones. Y luego le hacen una ofrenda a la montaña donde descansa el Primer Dragón. Se llama Ceremonia de la Unión porque las manos de la pareja están unidos mediante un cordón rojo. Así- Ayla tomó la mano de Robb, la colocó sobre la suya y le anudó un cordón- La leyenda dice, que como el Primer Dragón tenía tanto miedo de encontrarse solo, ató un hijo rojo invisible a las personas destinadas a encontrarse, así, tarde o temprano acabarán uniéndose. Por eso en Malmö, casi siempre nos casamos por amor, y no por conveniencia...- Ayla pronunció esas últimas palabras con un asomo de tristeza en la voz.

-Suena muy bonito...

-Lo es, lástima que las familias de los Nuevos Clanes no piensen de ese modo...- Robb la miró incomprendido, y ella se explicó-Las familias de los Antiguos Clanes son las que habitan Halogala desde tiempos inmemorables, pintaron sus símbolos en las cuevas cercanas a la gran montaña, solo las familias de los Antiguos Clanes pueden formar parte del Consejo de Ancianos, junto al rey, el máximo representante de la autoridad en Malmö... -Ayla tiró de su túnica y descubrió su mancha de nacimiento en forma de serpiente alada- Los Adger pertenecemos a los Antiguos Clanes. Los Nuevos Clanes, en cambio, son aquellas familias que emigraron del continente cuando estalló la Gran Guerra- Robb asintió con la cabeza, sus maestros le habían hablado de la guerra que había estallado hacía trescientos años en su tierra y que había causado la destrucción de muchas de las ciudades del continente- Ellos tienen otra manera de hacer las cosas, y creían en el matrimonio de conveniencia para apoderarse de tierras y de títulos. La familia de Axel eran unos comerciantes de minerales del Golfo del Oro, Krisrian Pendragón lleva años intentándose hacerse un hueco en el Consejo para beneficiarse en sus transacciones comerciales, pero solo el matrimonio de uno de sus hijos con los Antiguos Clanes, le otorgará esa posibilidad...

-Por eso ponía tanto empeño en casar a Axel contigo...

Ella asintió con la cabeza:

-Exacto. Ultimamente, ante todo, las tradiciones de los Nuevos Clanes se están arraigando cada vez más en Malmö, y mi padre no puso demasiadas objeciones cuando el Consejo le propuso mi matrimonio con un príncipe extranjero... Tu pueblo y el mío han estado enfrentados desde la Gran Guerra... Temo que mi padre no acepte nuestra unión, ni tu familia tampoco...- expresó ella con mucho miedo en los ojos...

Él le acarició la barbilla y la miró con amor.

-Tu padre no dirá nada, porque te has casado según las enseñanzas del Primer Dragón y los míos... bueno, no tardaremos en descubrirlo.

Robb señaló la columna de jinetes con los estandartes de Land que se aproximaban a su campamento.

Ayla, a pesar de defender su patria como nadie, decidió abandonar su ropa de montura por una tarde y vestirse según mandaba el protocolo para las damas de Land. Tabitah olvidó recoger uno de sus baúles de ropa en su apresurada marcha, y una de las cocineras, una mujer mayor pero de muy buen corazón, de la que Ayla ni siquiera conocía su nombre, la ayudó a vestirse y a prepararse: para la ocasión, escogió una túnica de tirantes azul marino, ajustada por la cintura que caía hasta los tobillos, se recogió el flequillo en dos trenzas y las unió a una tercera en la parte de atrás de su cabeza y se colocó el collar de las alas de dragón de su madre y el collar de madera en forma de lobo que le había regalado Robb. Luego se cubrió los hombros con una capa azul con el reverso dorado. Con carboncillo negro pintó una línea negra sobre las pestañas inferiores y con sus pinturas para las ceremonias se pintó los labios del color de las cerezas. El maquillaje acentuaba más el cutis blanco de la joven y la mirada felina que desbordaba destellos anaranjados. Robb la esperaba en la entrada de su tienda, recibirían a Lady Margaret en la tienda oficial, donde solían celebrar las reuniones. El joven Madden vestía con una casaca de cuero marrón, con el blasón de su familia en los hombros, pantalones del mismo color y botas y guantes de piel, en el cinto llevaba colgada su espada, enfundada en una elegante funda carmesí con brocados dorados y sobre los hombros una capa de piel de lobo, con la cabeza del animal como capucha y las patas delanteras cruzadas sobre su pecho, cuando la joven salió de la tienda, el muchacho la miró sorprendido...

-Estáis preciosa...

-¿Eso crees? ¿Parezco una dama de Land?

-No, las damas de Land no son tan bellas como tú...

Se sonrieron, y él le ofreció su brazo para acompañarla a su sitio. Decidieron que Acamar y Dzigan aguardasen en la colina, por no espantar a Lady Margaret a su llegada. La madre de Robbert, bajó de su caballo tordo, ayudada por un caballero. Los hombres de su hijo marcaban un paseo hasta la entrada de la tienda, donde aguardaban el muchachao y Ayla. Lady Margaret Usher-Madden era una dama de unos cincuenta años, de cabello castaño oscuro con algunas canas en la raíz, el rostro arrugado y tostado por el sol del largo viaje, tenía los rasgos muy marcados y la nariz puntiaguda, y los mismos ojos grandes y azules como el océano de Robb. Vestía un vestido largo de color turquesa, con detalles en dorado en las anchas mangas y en los pies. El cabello recogido en una larga trenza que caía por su espalda, y una delicada tiara le adornaba la cabeza. Se acercó con actitud seria, con las manos dentro de las mangas y avanzando con pasos largos y serenos. Se plantó delante de Robb.

-Madre- saludó él con una sonrisa e inclinando levemente la cabeza.

La mujer no mantuvo la compostura y abrazó con fuerza a su chico.

-¿Así saludáis a la mujer que os trajo al mundo? ¡Temía por vuestra vida! ¿Y si ese cabrón de Theo Pike hubiese intentado empujaros al mar? ¡Que preocupada me teníais hijo...

-No os preocupéis madre, estoy bien. ¿Qué tal el viaje? ¿Y padre y los niños?- Se separaron, pero Lady Margaret continuaba acariciándole el rostro y los hombros

-Agotador, ya que lo mencionáis, vuestro padre os manda recuerdos desde Land, y espera que regreséis pronto y con una victoria. Vuestra hermana Abril se ha casado con el conde de Kiruna, y esperamos que en breves le de un heredero.

-¡Genial! Me alegro por ella.

-Y los chicos... ya sabes, preguntando por ti a diario... Robbert, que maleducadi sois, no me habéis presentado a esa encantadora dama de azul que aguarda detrás de vos...

Ayla enrojeció. Sus cabellos rubios y su piel pálida, claramente la distinguían como extranjera, pero temía la reacción de Lady Margaret al descubrir su identidad. Robb ofreció su mano a la joven princesa, ella la tomó y dio un paso adelante, hasta situarse delante de la mujer mayor, que la examinó de arriba a bajo con su cansada mirada...

-Madre... , os presento a Ayla Adger, princesa del reino de Malmö, soberana de la isla de Halogala, Primera Sacerdotisa del Primer Dragón, jinete de Acamar y líder del equipo azul.- Robb había memorizado todos los títulos de Ayla para engrandecer su cuna delante de su progenitora- y mi prometida...



NO ES SU GUERRA

-¿Ayla Adger?-lady Margaret Usher-Madden entró precipitadamente en la tienda de su hijo, seguida por Robbert y Ayla- ¿Es qué te has vuelto loco? ¿Qué ha pasado con Tabitah? ¿A caso no sabes lo que me costó convencer al Señor de Vero para que aceptase la propuesta de matrimonio?

-Lo se, madre. Se que os esforzasteis mucho para conseguirme una esposa digna, pero esta unión... La unión entre los Adger y los Madden, acabará con más de trescientos años de conflictos, y sin derramar una gota de sangre...-suplicó Robb.
Lady Margaret (Michelle Fairley) es la estricta
madre de Robb que no aprueba su matrimonio
con Ayla

Margaret y Robbert se miraron cara a cara, tenían los mismos grandes ojos añiles, como el océano. La mujer acarició dulcemente la mejilla de su hijo...

-Tú no lo entiendes cariño, todavía no... Eres más joven de lo que crees- lady Margaret habló con una dulzura maternal que a Ayla le recordó a como solía hablar su tía, la añoraba mucho- pero los Madden y los Adger jamás podrán reconciliarse

-¿Por qué no?-Ayla habló con un tono de voz firme y seguro, que sorprendió a lady Margaret, y se la quedó mirando perpleja. La mujer se acercó a Ayla, la joven se asustó ante la solemnidad y la seriedad que desprendía la madre de su prometido. Sus piernas la traicionaron y dieron un paso atrás, respiró hondo, alzó el pecho e intentó mantenerse firme.

-Dime una cosa Layla.

-Ayla-corrigió ella

-Como sea... ¿has estado alguna vez en Land?

-No he tenido ocasión, mi señora... pero Robbert me ha hablado mucho de su tierra y me encantaría visitarla en cuanto tenga....

-Es un lugar horrible- Ayla tragó saliva- es una estepa, desierta, oculta entre las montañas, apenas crece la vegetación y pocos animales de ganado sobreviven en esas condiciones. Las nubes apenas dejan pasar los rayos del sol. Por las mañanas, la densa niebla no deja ver más allá de dos pasos y cuando se despeja, el viento no deja de soplar en todo el día, soplan ráfagas heladas que cortan como cuchillos recién afilados. Y las noches... las noches son tan frías y tan gélidas que han llegado a morir hombres de hipotermia, acurrucados en sus camas, al lado de una hoguera en el interior de sus casas...-Ayla tragó saliva de nuevo, asustada, quiso buscar la mirada de apoyo de Robb, pero Margaret había fijado sus ojos azules en ella, y no la dejaba moverse- ¿No te has preguntado jamás, por qué una familia tan poderosa como los Madden, vive en un lugar tan inhóspito como el Valle de Land?-la joven negó con la cabeza. Lady Margaret se dio la vuelta y se sirvió una taza de te con menta que habían preparado especialmente para ella. Habló dándoles la espalda. Los jóvenes aprovecharon para mirarse por primera vez. El miedo se palpaba en los ojos de Ayla, pero Robb estaba igual de asustado-¿Cómo princesa de Malmö, supongo que conocerás perfectamente la historia de los Antiguos Clanes, verdad?

-Si, mi señora...-contestó ella. Robbert se mordió el labio inquieto: quería evitar que su madre sacase el tema de los Antiguos Clanes a toda costa, pero no se atrevía a contradecir a su solemne madre.

-¿Cuántas familias de los Antigos Clanes había inscritas en la roca de la Montaña, Ayla?

-Doce.

-¿Y cuantas se extinguieron después de la Gran Guerra?

-Cuatro.

-Nómbralas

-Bean, Fairley, Enston y Maggen.-recitó de memoria y sin pensárselo dos veces. Robb observaba perplejo

-¿Conoces sus símbolos?-Ayla asintió mientras Margaret se acercaba a Robbert y le desabrochaba el protector del antebrazo izquierdo.

-La de los Bean era una gran hoja, los Fairley portaban un delfín, los Enston un lobo y los Maggen....-Ayla abrió los ojos como platos en cuanto Margaret le mostró la palma de la mano izquierda de Robbert, en el interior de la muñeca, había una mancha de color crema, no del intenso color vino de la de Ayla, ni rosada-blanquecina como la de su padre, pero era una mancha de los Antiguos Clanes- un oso...

Robb sacudió bruscamente la mano que su madre le sujetaba y ocultó la marca con la otra mano... Ayla había pasado mucho tiempo con Robbert, casi siempre llevaba guantes o protectores en los antebrazos, y en las ocasiones en las que habían estados desnudos, la joven no se había percatado en esa mancha con forma de oso. Él si había visto la suya, pero no había mencionado que él poseía una igual...

-Robbert, ¿puedes explicarle a tu amiga lo que en realidad pasó en la Gran Guerra?

-Madre...

-Hazlo, Robbert- ordenó ella severa- ¿A caso no querrás comenzar un matrimonio con una mentira?

Robbert suspiró profundamente y miró a Ayla. No pensaba que su madre atacaría de una manera tan brutal a la mujer a la que amaba.

-¿Qué pasó en la Gran Guerra, Robb?

-Ayla...- suspiró él, hizo ademán de acercarse, pero ella dio un paso atrás.

-¿Qué pasó en la Gran Guerra, Robb?-repitió.

-Los Maggen gobernaban en Malmö antes que los Adger. Fueron los primeros guardianes de Halogala, pero no tenían el don que tenéis vosotros con los dragones. Pero eran más fuertes, más corpulentos, mejor luchadores, pensaban diferente... Se dieron cuenta de que Halogala era pobre, su gente se moría de hambre. Los sultanes del este son muy ricos, no solo valoraban las pieles, los huesos y los colmillos de dragón, querían al animal entero. Era la salvación de la aldea. Un sultán ofreció mucho dinero por poseer sus propios huevos de dragón y criar a sus propias criaturas. Los Adger se negaron, los decían que los dragones debían estar en Halogala, cerca de su creador...

-¡Por supuesto!-protestó Ayla-Deben estar cerca del Fuego Sagrado... sino, morirán.

Lady Margaret la fulminó con la mirada por haber interrumpido el relato de su hijo. Robb continuó.

-El Consejo rechazó la propuesta de los Maggen de comerciar con huevos o dragones vivos, pero mis antepasados no obedecieron y se llevaron una partida de huevos y crías hacia el este. Los Adger los descubrieron y los ejecutaron...- Ayla tragó saliva, no podía creer las palabras que salían de la boca de Robb.

-La pena de muerte en Malmö está terminantemente prohibida...- dijo ella con la voz entrecortada- No me lo creo Robb, esa es la versión que os deben contar a vosotros, los de Land, para animaros a conquistar Malmö...

-La Guerra estalló después, entre los defensores de los Adger y los de Maggen, después ya conoces el resto...-la que habló esta vez fue lady Margaret-Tu familia echó a la de mi hijo de vuestra isla, exiliándoles en ese horrible lugar que es Land. Las gentes del valle tenían dificultades para pronunciar el apellido Maggen, y acabó evolucionando a Madden. Tampoco había sangre de los Antiguos Clanes en Land, así que la sangre se fue ensuciando hasta casi desaparecer. Hasta la marca de Robb, llevaban cuatro generaciones sin ningún sangre pura en los Madden.

-Los dragones no deben alejarse demasiado del Fuego Sagrado....- susurró Ayla de nuevo, consternada.

-Ni deben acabar con la vida de nadie. Y tus antepasados lo hicieron Ayla-respondió lady Margaret de nuevo- Y sin embargo aquí estáis, gobernando la hermosa y prospera isla que debería pertenecer a mi hijo.-después se volvió hacia Robb bruscamente- Por ese motivo no puedes casarte con ella Robbert. Ella no va a renunciar a sus dragones por ti, jamás pisará el horrible valle de Land ni te cederá el trono. Esos usurpadores compartirían antes el lecho con un reptil alado que con un humano...

Ayla (Emilia Clarke) aguanta con toda
la dignidad posible los insultos
de Lady Margaret
Ayla se sintió humillada, pensó en huir, como siempre hacía en esas ocasiones, como cuando Axel le acusó de acostarse con un kuti y descubrió como se sentía Robb cuando intentaba encajar con sus amigos y ella se lo impedía. Pensó en correr hacia la colina, quitarse ese estúpido vestido y deshacerse esas trenzas que le tiraban del pelo, solo deseaba montar en su dragón y huir de esa mujer, de ese lugar y de Robb... Pero se contuvo, apretó los puños y alzó la mirada. Los destellos anaranjados de sus ojos rebelaron una furia ardiente que penetró en el alma añil de la madre de Robbert. No huiría más, ella era Ayla Adger de Malmö, y no se avergonzaría jamás de ello. Se quitó la capa azul y se bajó el tirante izquierdo, para mostrar su mancha en forma de dragón, roja como el vino, para mostrarle a Lady Margaret que ella era una Adger de sangre pura.

-Mi tío Svend intentó asesinarme. No estaba de acuerdo en que una mujer ocupase el trono el que tanto ansiaba, agarró a un puñado de jinetes rebeldes e intentó asesinarme. Dos veces. Fui presa en mi propio castillo, mi padre y mi tía siguen encerrados, mi primo se está acercando a la isla y, unto a mis mejores amigos, corre un grave peligro. Svend ha cerrado las fronteras y el alimento comenzará a escasear en pocos meses. Los pocos cultivos que llegan del extranjero están en manos de Kristian Pendragón que los vende a precios desorbitados, a los que la mayoría de la gente no puede acceder. Hay muchas vidas en peligro, que esperan a que su princesa- miró a Robb- y a su príncipe, que los salven. Se que las primeras intenciones de su hijo eran invadir mi isla, pero un puñado de hombres no son suficientes para combatir a un ejército de dragones... Pero, si contasen también con un ejército de dragones, será una victoria fácil, se salvarán muchas vidas. Svend no tiene una infantería como esta, ni caballerías...  Y, una vez hayamos vencido, a mi pueblo, no le quedará más remedio que aceptar a Robbert Madden como príncipe.

Guardaron silencio unos minutos. Consternados por las palabras de Ayla.

-Madre...- finalmente pronunció Robb- para llegar al Peñón del Diablo, con los jinetes de dragón que los amigos de Ayla están reuniendo, necesitamos los barcos de vuestro padre. Los barcos que construyen los Usher son los más veloces del continente, necesitamos que intervengáis en nuestro favor para que nos preste sus mejores naves...

Lady Margaret suspiró profundamente.

-Habéis perdido los hombres de Vero, las huestes que tenéis aquí no son suficientes... Si lográis que vuestro padre apoye vuestra causa, hablaré con el señor de Usher para que os ceda algunas de sus naves...

Robb agarró las manos de su madre:

-¡Gracias! ¡Gracias madre!- Margaret le sonrió y Robbert salió corriendo de la tienda para hablar con sus hombres sobre como convencer a su padre.

Ayla también hizo ademán de retirarse, pero la mujer pelirroja de ojos azules la detuvo. La joven examinó de nuevo a su futura suegra, sin duda, Robb había heredado la belleza de su familia materna, el cabello castaño rojizo, los pómulos altos y los grandes ojos azul como el océano. Lady Margaret se sirvió otra taza de te con menta, le ofreció una a Ayla, pero ella la rechazó amablemente.

-Quiero comentarte un par de cuestiones, Layla...

-Ayla.-corrigió de nuevo.

-Como sea, solo quiero que sepas que me he esforzado mucho para establecer matrimonios dignos de su cuna para mis hijos. Hace menos de un año que mi hija Abril se casó con un poderoso señor, ahora me va a dar un nieto y Land está bien provisto de acero para forjar sus espadas. El matrimonio de Robb con Tabitah iba a proveer nuestros ejército de poderosos hombres, además de unirnos con una poderosa casa del continente. ¿Qué puedes ofrecerle tú, Ayla?

-Le amo.-Margaret la miró perpleja, la locuaz mujer tenía todo tipo de argumentos para rebatir cualquier beneficio que le aportaría el matrimonio con Ayla, todos menos ese.

-¿Le amas?-Ella asintió con la cabeza, pero su mente actuó rápido.-¿Le amas de verdad?

-Daría mi vida por él...

-Si es así... ¿Por qué le envías a una muerte segura?-Ayla la miró con los ojos llenos de lágrimas-Está bien que el primogénito de los Madden intente reclamar lo que es suyo, pero de ahí, a que se casé con una Adger, monte un dragón y la ayude a destronar a su tío? Ayla, Robb va a librar una guerra que no es la suya... Va a librarla por ti, para que tu seas reina, y si muere ¿qué harás? ¿Reclamarás el trono de Land también? Eso es lo que hacéis muy bien los Adger, reclamar lo que no es vuestro... Cualquiera que te oiga hablar pensará que conspiras para matar a mi hijo...

-Jamás dañaría a Robb, lo juro...-dijo ella muy solemne.

-Tendrás que convencer a a su padre de ello, y algo voy a dejarte muy claro, pequeña Adger. Magnus Madden no va a enviar a su primogénito a una guerra que no tiene porque librar...

*    *      *

Robb corrió a la colina donde se hospedaban Ayla y Lis. Los chicos habían partido junto con Tavi para reunir a los jinetes que todavía apoyaban a Ayla en el Peñón del Diablo mientras la princesa y Lis organizaban el ejército de Madden. Lis no quería dormir en el campamento militar, y seguía durmiendo en su tienda de tela sobre la colina, Ayla hubiese preferido dormir cómodamente en la tienda de Robb junto a su prometido, pero no quería dejar a Lis sola en la colina.
El príncipe encontró a Lis frente a la hoguera, afilando su hacha junto a Zaniah y Acamar, preguntó por Ayla, y la mirada de Lis le inundó de preocupación.
Ayla estaba en su tienda, deshaciéndose las trenzas del cabello. Dzigan dormitaba a su lado, frente a una pequeña lámpara de aceite que iluminaba parcialmente el rostro de la joven. Lis asomó la cabeza por la abertura de la tienda:

-Robb está aquí.

Ayla y Robbert no se habían visto desde la reunión con Lady Margaret, él había estado muy ocupado enviándole una carta a su padre y ella quería estar sola después de como la había tratado la madre de Robb. No había asistido a la cena con su suegra, quería estar sola. Tenía mucho en que pensar... El muchacho se arrastró a cuatro patas hasta el interior de la tienda de piel y se sentó junto a Ayla. Dzigan al verlo saltó sobre él y se acurrucó en su regazo. Robb le acarició el lomo y lo dejó en un almohadón, quería hablar con Ayla. La ayudó a quitarse las horquillas del pelo, observó en un rincón el vestido que había llevado durante la velada, hecho trizas. Sin duda a Ayla le había afectado mucho como la había despreciado Margaret.

-Lo siento mucho-dijo él finalmente después de un largo silencio-No sabía que mi madre sería tan dura. Estaba seguro de que se alegraría por mi.

-Mi vida es una mentira... Toda mi vida gira en torno a una mentira. Siempre he estado orgullosa de ser una Adger-cogió la mano de Robb y acarició con suavidad la marca en forma de oso, le pasó el dedo por encima varias veces, como si intentara borrarlo-Cuando era niña, mi padre y mi tío nos llevaron a Ryden y a mi a la cueva de los Antiguos Clanes. Hay una gran pared de roca, con los doce símbolos ordenados jerárquicamente, tallados en la piedra. Las familias extinguidas están atravesadas con una raya. El dragón de los Adger está la primera, pero justo encima hay un símbolo borrado. El último símbolo de todos es el oso de los Magger... Soy un fraude, no soy la legítima heredera de 
Robb (Richard Madden) no ha sido capaz
de enfrentarse a su madre para defender
a Ayla
Malmö... lo eres tú-miró los tristes ojos de Robb-¡Y tú lo sabías! Y no me dijiste nada ¿Por qué me mentiste Robb? Lo sabías desde un principio...

-No sabía que eres de Malmö, Ayla. Me lo ocultaste, y cuando lo descubrí ya me había enamorado de ti... Vi lo comprometida que estabas con la causa de tu pueblo, que querías salvarlo... La gloria, el honor, todo te daba igual, solo quieres el bien de Malmö y el de tus dragones. Y te admiro mucho por ello.

-Eso no te exculpa por haberme mentido.-Robb bajó la mirada, humillado.

-En dos días partiremos hacia Land. Necesito que vengas conmigo, para convencer a mi padre de que me preste más hombres...

-Ni hablar...-dijo ella asustada- Tengo que reunirme con Axel y Ryden en el Peñón. Pendragón me escribió hace poco, hay menos jinetes de los que nos pensábamos. Svend ha hecho una masacre... Muchos de los que apoyaban a Haakon han sido asesinados, y sus dragones encadenados hasta morir de pena. Axel dice que necesitan cuidados médicos, Ryden y Eloff no dan abasto. Necesitan mi ayuda...

-Lis puede ir en tu lugar.

-Lis no tiene los conocimientos médicos que yo tengo...

-Puede llevarse a algunos de mis médicos. Y puedes preparar medicinas para los dragones.

-Robb... Yo...

-Ayla, por favor... Te necesito a mi lado.

-Después de como me ha tratado tu madre, temo a tu padre...

-No dejaré que te hable como te ha hablado ella.-Ayla se dio la vuelta. De reojos observó como Dzigan volvía a reclamar la atención de Robb. Sin duda, Robbert Madden tenía sangre de los Antiguos Clanes. Era un sangre pura, y le necesitaba para rescatar a los habitantes y a los dragones de su querida isla.- Por favor, Ayla...

-Prométemelo. Júramelo, jura que no permitirás que vuelvan a cuestionar mi nombre, mi posición o la de mi familia.

Robb la abrazó con dulzura, y le susurró en el oído: "Te lo juro". La miró a los ojos, agarrándola por los hombros:

-Vamos a ganar esta guerra Ayla. Te lo juro.

Y volvieron abrazarse, bajo la mirada de temor de la joven Adger, que comenzaba a cuestionarse la valentía de Robb Madden y si de verdad la amaba o si la usaba para alcanzar la isla en la que expulsaron sus antepasados. Y lo que es peor, empezaba a dudar de si misma...

LA CAÍDA DEL DRAGÓN

-¡Retirada!-gritó Ayla desde Acamar mientras veía como una lluvia de flechas se acercaba a sus naves. El sultán Aysel les había engañado, y había puesto sus tropas al servicio de la causa de Svend. Les habían cogido por sorpresa mientras intentaban tomar la playa oeste con las naves de Robbert Madden.-¡Retirada!-gritó de nuevo.

Era una mañana demasiado bonita, soleada, sin una nube en el cielo, solo un poco de brisa que refrescaba el ambiente, parecía imposible que un día tan despejado pudiera salir algo mal. Algunos de sus hombres ya habían desembarcado en la arena, Robb entre ellos:

-Que los dragones más grandes remolquen los barcos hasta el Peñón, el resto id a la playa a buscar a nuestros hombres.

Con esas palabras, Ayla ya había encaminado a Acamar a toda prisa en busca de Robb. El joven príncipe, al ver a los dragones acercarse tan deprisa hacia ellos, se percató enseguida de que algo iba mal, vio como las flechas se dirigían directas hacia sus hombres, gritó un "A cubierto" y se refugió bajo su escudo, sintiendo como las afiladas puntas se clavaban en el metal pintado con el blasón del oso. Ordenó a sus hombres meterse en el agua e ir en busca de los dragones que iban a buscarlos. Estiró una mano y Ayla lo alcanzó al vuelo, montándolo detrás del lomo de Acamar, y alejándose lo más rápido que podía del alcance de las flechas. Se detuvo justo en la línea de fuego, donde las flechas ya no llegaban, a observar como los dragones remolcaban naves y transportaban a los hombres de vuelta al Peñón del Diablo. Habían ardido dos barcos, afortunadamente las bajas habían sido mínimas, y no habían perdido ningún dragón. Las manos de Robb le rodeaban la cintura, sintió su pecho contra su espalda, y como el corazón le latía muy deprisa. Se había llevado un buen susto, igual que ella, pero estaba a salvo. Le agarró la mano y el le acarició la oreja con los labios: "Estoy aquí, estoy bien, estamos bien"-le susurró-"Ya ha pasado todo". Sin duda, las palabras de su prometido consiguieron aliviar un poco el miedo que había sentido la joven, y se dispuso a localizar a sus amigos para terminar de replegarse a la fortaleza: Tavi Zaid y su dragón del hielo, junto a otros jinetes y bestias de la misma raza, estaban terminando de crear una franja helada en el mar para evitar el paso de las naves enemigas. Zaniah estaba terminando de remolcar uno de los barcos, en cuanto vio a Ayla se situó a su lado. el dragón de Ryden, Gorgonea, llevaba a dos hombres en su lomo, y se colocó al otro lado de Acamar. Eloff se había quedado en la fortaleza, parecía que todos estaban a salvo. Pero, de repente, Ayla escuchó unos gritos de socorro, un barco se había quedado atrás, aún podían alcanzarle las flechas, delante de ellos, volaba nervioso un dragón de escamas rojas: Hydor.
"¿Qué le pasa a Axel?"-se preguntó Ayla, ¿por qué no estaba controlando a su montura? La realidad le golpeó la cara como un buen puñetazo: el dragón iba sin jinete, Axel no estaba. La joven no se lo pensó dos veces y guió a su montura al encuentro de Hydor y calmó a la bestia con unas caricias en el hocico.

-Robb, toma las riendas-dijo poniéndose de pie en su montura.

-Ayla, ¿qué vas a hacer?-dijo el otro temeroso mientras Ayla saltaba sobre el lomo del enorme dragón rojo.

-Tengo que encontrar a Axel. Me has visto llevar a Acamar miles de veces, Robb, por favor, necesito que vayas al Peñón y comiences a organizarlo todo: heridos, bajas, pérdidas...

-Ayla... pero yo...

-Por favor...-le suplicó ella-necesito saber que puedo confiar en ti.

Robb asintió con la cabeza, no muy convencido.

-Está bien, pero llévate a Dzigan-le tendió al dragoncito verde que había estado dormitando en su alforja-por si necesitas ayuda.

Ella obedeció y acomodó a su compañero escamoso en su hombro

 Ryden y Lis se acercaron a ellos.

-Necesito que remolquéis ese barco hasta el Peñón y ayudéis a Robb con los heridos. Voy a buscar a Axel.

Le costó manejar a Hydor, era más grande y más pesado que Acamar, y no sabía aprovechar las corrientes de aire como Acamar, por su enorme peso, tampoco podía planear con facilidad, y a Ayla le costó guiarlo hacia donde quería. Zaniah ya se había llevado el barco, Ayla siguió el rastro que había dejado, con temor a que Axel se hubiese caído al agua, pero no encontró ni un rastro del joven Pendragón. Justo delante de ella se asomaban unas rocas, Axel podría haberse golpeado la cabeza al caer y perdido el conocimiento mientras se hundía en el mar. Ayla se sintió tentada de lanzarse al agua en busca de su amigo, peor Hydor se revolvió y obligó a la joven a mirar hacia delante: había una pequeña cala, escondida entre los acantilados, y sobre la arena, acariciado por las olas, había un cuerpo tendido...

-Axel...-susurró Ayla, mientras enviaba a Dzigan de vuelta al Peñón y se acercaba a la cala.

El aterrizaje fue forzoso, Hydor era demasiado grande para aterrizar en la arena, así que lo hizo en el agua, cerca de la orilla. Una mueca de dolor se apoderó de su rostro cuando sus rodillas recibieron el impacto de una caída de tanta altura. El agua le cubría los muslos, se acercó dando grandes zancadas hacia el cuerpo. Efectivamente, era Axel, tumbado de costado, con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Ayla lo colocó boca arriba, estaba empapado en sangre, una flecha le había perforado el pulmón. Ella intentó reanimarlo, respiraba débilmente, le golpeó el pechó para intentar despertarlo, pero solo consiguió una tos encharcada y que entreabreise los ojos:

-¿Ayla?-preguntó Axel con la voz ahogada. La flecha le había alcanzado mientras remolcaba el barco, y había caído al agua, con sus últimas fuerzas se había arrastrado hasta la cala, pero se estaba desangrando y la herida del pulmón no le dejaba respirar bien, y cada vez que lo intentaba el agua salada le subía por la garganta. Ayla le acomodó la espalda contra una roca:

-¿Axel? Estoy aquí... No te preocupes, ya he pedido ayuda... Solo tienes que aguantar un poco ¿está bien? Mantente despierto, conmigo...

La mano ensangrentada de él, acarició su mejilla, ella le respondió sujetándole la mano con cariño:

-Sabes tan bien como yo que en cuanto me quiten esta flecha, moriré desangrado en instantes...

-No digas eso, Axel. Vivirás, ya lo verás... Te necesito, eres mi segundo al mano. Venga Axel, lucha...

La mente del joven parecía no escuchar las palabras de la muchacha. Hablaba con un débil hilo de voz:

-Lo que me consuela es saber que moriré por una causa en la que creo. Y al lado de la mujer de la que estoy enamorado.Y cuando me reúna con el Primer Dragón, le suplicaré que intervenga por ti en la guerra.-Axel tosió de nuevo, se ahogaba cada vez que intentaba hablar, Ayla le sacudió el cuerpo para mantenerlo despierto-Ayla, te lo suplico... si hay algún tipo de afecto en tu corazón hacia mi, acaba con esto rápido. El dolor, y la sensación de ahogamiento es insoportable...

-No me pidas que haga eso Axel...-dijo ella entre lágrimas

Pendragón seguía divagando:

-Solo espero que cuando mires a los ojos a ese kuti, lo beses y le hagas el amor, te acuerdes de mi...-volvió a atragantarse con sus palabras-Ayla, te lo ruego...

Hydor rugió, preocupado por su dueño y ambos lo miraron, apenados. Ayla sabía bien cual era el destino de un dragón al morir su jinete.

Ayla acarició la mejilla de Axel y sus frentes se tocaron. Le besó suavemente en los labios:

-Nunca te olvides de mi, Ayla Adger-pronunció él, ya muy débil-Nunca te olvides del hombre que te amó desde el principio, y que dio la vida por ti y tu causa.

-Jamás te olvidaré Axel Pendragón...-susurró ella con los ojos cerrados.

Le besó de nuevo en los labios. Escuchó como otros dragones se acercaban, pero siguió besándolo. Su boca sabía a sal y a sangre, la mano manchada de él le acarició la mejilla hasta que sus fuerzas se lo permitieron, y en el momento más inesperado: le arrancó la flecha de cuajo. Respiró ahogándose y escupió sangre, manchándole la camisa y la cara. Dejó caer su frente sobre el hombro de Ayla y le susurró un débil: "Gracias" antes de expirar y cerrar los ojos para siempre. Ayla apretó la punta de la flecha en la palma de su mano, hasta que un hilo de líquido rojo como el vino manchó la arena bajo sus pies.
Gorgonea y Zaniah habían venido en su ayuda, con Ryden, Lis y Robb. La joven princesa se volvió hacia ellos, con Axel en sus brazos, y cuando escuchó el aterrizaje se volvió a mirarlos: un escalofrío le recorrió la espina dorsal a Robb, montado detrás de Lis, ya había visto esa mirada antes, cuando su madre la humilló, pero jamás había desprendido tanto odio, ni tanta sed de sangre. Los destellos anaranjados de sus ojos se habían extendido y cubrían todo el iris, la pupila se había contraído y se había alargado, convirtiéndose en un afilado cuchillo negro en el centro de los ojos. Ya no parecían ojos humanos, sino de dragón, cargados de odio, rabia, y maldad, y estaban fijos en él...
Sin decir nada, Ayla se colgó la espada de Axel en la espalda y arrastró el cuerpo por la arena. Intentó montarlo en Hydor, pero Axel, aunque no era tan alto como Ryden, si que era más corpulento y el dragón de fuego demasiado alto como para poder alzarlo. Ayla pateó la arena enfadada, llorando de rabia e impotencia, golpeó las piedras a sus pies y golpeó con los puños la dura piel del dragón de fuego. Lis hizo ademán de desmontar para ayudarla, pero Ayla la fulminó con su mirada de reptil y la muchacha de cabellos negros se quedó inmóvil, temblando de miedo encima de su dragón. Robb si que se bajó de Zaniah de un salto, Ayla se había sentado en la arena, mirándose los pies, lanzó la misma mirada a Robb, pero él hizo caso omiso y levantó el cuerpo de Axel sobre su espalda y lo montó sobre Hydor, ella no se lo agradeció, ni siquiera lo miró, se limitó a subir al dragón y a marcharse hacia el Peñón.
El viaje de los tres dragones fue incómodamente silencioso: Ayla parecía ausente, apretó las manos en las riendas de Hydor hasta que sangraron y se mordió el labio inferior hasta arrancarse un trozo de piel. El odio y la venganza estaban anidando en un alma que solo había desprendido amor en sus diecisiete años de vida. En cuanto aterrizaron dentro de la fortaleza subterránea que escondía el Peñón del Diablo, Ayla comenzó a dar órdenes:

-Llevad el cadáver de Axel a la Cámara de los Caídos, alimentad a su dragón y preparadlo junto con Acamar para salir en un par de horas.

Ayla andaba deprisa por los pasillos, dando órdenes, Robb la intentaba seguir, aunque casi tenía que trotar para alcanzarla:

-¿Se puede saber que vas a hacer?-preguntó preocupado.

-Voy a devolver el cadáver de Axel a su familia.

La muchacha se deshizo de su ropa de montar y empapada en sangre y se vistió con una túnica corta, color hueso y se recogió el pelo en una cola alta. La Cámara de los Caídos era una gran sala escavada en la roca negra donde se preparaban los cadáveres de los fallecidos en las batallas para su incineración. Aún no habían terminado de limpiar y preparar todos los cuerpos de los que habían muerto ese día, pero el de Axel tenía prioridad. En el centro de la sala circular, iluminada por pequeñas lámparas de aceite, había una mesa de piedra, donde se preparaba el cadáver, pegados a las paredes estaban amontonados en fila el resto de cadáveres; a la izquierda, ensangrentados y sucios, a la derecha, envueltos completamente en sábanas de lino blanco, listos para el funeral. Al rededor de la mesa había cubos de agua y mesitas con utensilios para preparar el cadáver, y alrededor de la sala, varios cubos de mimbres para depositar las ropas y otros utensilios que les quitaban a los cuerpos: Axel estaba tumbado en la mesa, boca arriba, pálido y gélido como un témpano de hielo. Desnudo, 

Ayla, abatida, después de limpiar el cuerpo de Axel
solo cubierto hasta la cintura por una fina sábana de lino. De su cuello colgaba el diente de dragón que se concedía a los jinetes de su cargo. Ella se acercó temerosa, con los ojos empapados en lágrimas, y comenzó a limpiar el cuerpo con un paño húmedo. Cosió la herida de la flecha concienzudamente, para que no le quedase cicatriz, aunque en realidad, eso ya no importaba. Cogió un cubo de agua y se lo tiró sobre el pelo, se lo peinó suavemente, acariciándole y cantando las canciones en su lengua sagrada, pidiendo al Primer Dragón que velase el alma de ese pobre chico. Le acarició el rostro y la barba incipiente y los labios gruesos y rosados. Cuando terminó de limpiarlo comenzó a envolverle entero en la sábana blanca con una técnica que, como sacerdotisa del Primer Dragón, dominaba, se detuvo al llegar al pecho, acarició el diente de dragón que colgaba de su cuello y se derrumbó: comenzó a llorar desesperadamente tendida sobre el pecho de Axel:

-Axel, por favor, vuelve conmigo. No me dejes sola-sollozaba entre lágrimas-Te necesito, por favor Axel, me casaré contigo si es lo que quieres, pero por favor, vuelve, no voy a poder hacer esto sin ti... Te quiero, te necesito, por favor, me casaré contigo te lo prometo... Axel, vuelve...

Robbert observaba la escena desde la penumbra de la puerta. Había visto a Ayla besar a Axel en sus últimos instantes, y esas palabras le estaban perforando el alma. Él la quería, la quería con todo su corazón y deseaba ir a ayudarla, consolarla entre sus brazos y decirle que todo iría bien. Pero la mirada de odio que le había lanzado lo tenía aterrorizado, era como si le echase a él la culpa de la muerte de Axel. El joven había seguido a Ayla, por temor a que hiciese una tontería, pero no se había atrevido a entrar en la sala, solo podía quedarse ahí, inmóvil, impotente, viendo como la mujer que amaba sufría y derramaba lágrimas por otro hombre, y no podía hacer nada para evitarlo.

Cuando terminó, pidió que llevasen el cuerpo de Axel a la entrada de la cueva y lo cargasen sobre Hydor. Ella se había vuelto a poner ropas de montar limpias, a su espalda llevaba colgada la espada de los Pendragón: de acero de doble filo, con la empuñadura de hueso de dragón y con la forma de un reptil de fuego tallado en el mango y una capa gris con capucha le cubría los hombros. Una cuerda unía a Hydor y a Acamar, que también aguardaba en la entrada, junto con Robb, Lis, Ryden, Eloff y otros oficiales de la resistencia. Ayla llevaba consigo una bandera blanca atada a la mano, montó al dragón negro y comenzó a dar órdenes, sin mirar a nadie a los ojos:

-Mi equipo y Robb quedan al mando de la fortaleza hasta que vuelva: si ya habéis hecho el recuento de bajas y pérdidas ocupaos de que los heridos estén bien atendidos y que no les falte de nada a los dragones. Volveré lo antes posible.

Robb se adelantó y se agarró a la pierna de Ayla:

-Déjame ir contigo...-le suplicó son los enormes ojos añil humedecidos.

Ella sacudió la pierna para que le soltara:

-No puedo...-Y emprendió el vuelo.

Ayla surcó las pocas millas de distancia que separaban el Peñón del Diablo con la costa oeste de Halogala. No tuvo ningún problema al atravesar la primera línea de vigilancia con la bandera blanca izada, pero tuvo que detenerse delante de la Montaña de Fuego, sobre una construcción de piedra amarillenta donde dos vigías, vestidos con casco de punta y armadura de escamas negra, vigilaban el paso a Malmö junto a sus dos dragones. Eran dos jinetes algo mayores que Ayla, pero jóvenes y confiados, y aunque iban armados con lanza y puñal a Ayla no le parecieron ninguna amenaza.

-Alto, ¿quién anda ahí?-preguntó uno de los guardias blandiendo su espada contra la joven.

-Ayla Adger, hija de Haakon, vengo a proponeros una tregua...-dijo ella mostrando su marca de nacimiento y la bandera blanca.

-¿Cómo sabemos que no es una trampa?

-¿Una única jinete en frente a un ejército? Por favor, no soy ninguna amenaza, solo quiero proponer una tregua...

Los guardias susurraron algo entre ellos.

-Está bien, puesto que eres la sobrina del rey y te debemos un respeto, te escoltaré personalmente hasta la Fortaleza de las Escamas.

-No-se negó ella ante la sorpresa de los guardias-con quien debo hablar es con Kristian Pendragón, debo informarlo sobre su hijo.

Los vigías volvieron a hablar entre ellos y al final aceptaron que uno de ellos la escoltase hasta el hogar de los Pendragón. La mansión de la familia más rica de los Antiguos Clanes se encontraba apartada del centro de la aldea, una ventaja para Ayla, ya que así no la reconocerían al entrar. Se cubrió la cabeza con la capa y siguió al guía. Ya pasaba el mediodía cuando sobrevolaron la construcción. La casa estaba en medio de un bosquecillo, justo delante de un estanque donde nadaban una pareja de cisnes, estaba hecha de mármol blanco y rosa, con cortinas en la entrada del pórtico, coronado por seis columnas dóricas con tocados dorados y unas escaleras que daban al estanque: el patriarca de los Pendragón desayunaba en el porche: iba vestido con una larga túnica púrpura con brocados de oro y el cabello largo y rubio oscuro peinado hacia atrás, sujeto por una corona dorada con incrustaciones de piedras preciosas, que dejaba a la vista sus pequeños ojos azules y su rostro de rasgos punzantes. Tenía ya más de cincuenta años, era un hombre menudo que en sus años mozos había sido jinete, aún se divisaba la marca en su antebrazo entre las pulseras y los pliegues de la ropa, no había destacado como gran guerrero, pero era un hombre inteligente y locuaz que pronto cambió la espada y el dragón por los negocios. Kristian estaba recostado en una litera, bebiendo vino y comiendo queso de una copa de oro, cuando vio aterrizar al guardia con Ayla, que se quitó la capucha, y el dragón de su hijo, tragó saliva y salió en su encuentro, se imaginaba lo peor.
El vigía ayudó a la joven a descargar el cadáver de Axel y a depositar lo sobre uno de los bancos de mármol que rodeaban el estanque:

Ayla se presenta en casa de los Pemdragón para
devolver el cadáver de Axel

-Dejadnos solos...-ordenó Kristian al vigía nada más llegar en un tono solemne y serio

-Pero señor...-protestó el otro.

-Te he dicho que nos dejes solos. Y por favor, se discreto con la visita de Ayla, yo mismo informaré al rey.

-Como ordenéis.

El guardia se marchó, y Kristian destapó el rostro del paquete de lino que le había dejado Ayla, para descubrir que efectivamente, se trataba de su primogénito. Una vocecilla gritó desde el pórtico de la casa:

-¡Padre! ¿Ese es Hydor? ¿Ha vuelto Axel a casa?

-Llevaos enseguida a Berto a casa-ordenó Kristian con los ojos empapados en lágrimas. El niño protestó cuando las sirvientas lo agarraron y lo metieron dentro de casa de nuevo. El hombre se volvió hacia Ayla-¿Cómo fue?

-Una flecha, en el ataque de esta mañana. Murió en mis brazos. Ayla se quitó la espada y sacó de su riñonera la cinta azul de Axel, la que le habían dado el día de su graduación, que envolvía su diente de dragón-Creo que esto os pertenece, como también el destino de su montura.

-Hydor es un macho grande y fuerte, lo soltaremos en el bosque para que engendre otros bellos dragones de fuego. Son tiempos difíciles. Ayla le agradeció con la mirada que no sacrificase al dragón de Axel, era un especímenen muy hermoso y sin duda que tendría crías preciosas.

-Un Pendragón nunca olvida Ayla Adger, agradezco de todo corazón que hayas traído el cuerpo de mi hijo de vuelta a su casa.

-Axel era mi mejor amigo y un gran jinete. En su honor, vamos a proclamar una tregua de tres días, como manda la tradición para que puedas incinerar y llorar a tu hijo. Escampa sus cenizas en la cala que hay entre los acantilados del oeste, para que haya un lugar donde pueda ir a llorarle, y cuando todo esto acabe, construir un altar en su honor.

-Agradezco tu consejo, pero enterraré las cenizas de Axel en la cripta de mi familia...

Ayla se extrañó:

-Pero allí hay hueco para tres: el jinete, su montura y el otro extremo de su Hijo Rojo.

-Axel te esperará allí, a ti y a tu dragón el tiempo que sea necesario: como ha hecho desde siempre, y como siempre hará.

-Estoy prometida...-se excusó ella con un hilo de voz.

-Te esperará.

Ayla asintió con la cabeza, con los ojos humedecidos y se dispuso a partir, pero Kristian la detuvo y le tendió la venda azul con el diente de dragón:

-Ofréceselo al Primer Dragón en nombre de mi familia, él siempre te escucha, ruega porque el alma de mi hijo.

La muchacha aceptó y se marchó, viendo como el hermano pequeño de Axel descubría el cadáver y se echaba a llorar en brazos de su padre...


*      *       *

Ayla no pegó ojo en toda la noche, el viento nocturno entraba a través de la abertura natural de su cámara, que ejercía de ventana, y le acariciaba el rostro. Escuchaba como las olas del mar rompían contra las paredes de la roca. A su lado, sentía a Robb, dormido, su aliento le acariciaba la nuca, y pese a estar a escasos centímetros de su pecho, no lo tocaba. No le había dirigido la palabra al llegar, ni siquiera había acudido a la cena, había pasado la tarde ayudando a los hombres de la Cámara de los Caídos y después se había encerrado en su habitación. Robb entró ya bien entrada la noche, con una bandeja de comida para ella que dejó intacta en la roca que servía de mesilla. Se había pasado horas llorando en silencio, sentada sobre la cama, mirando el horizonte, como el mar se unía con los destellos anaranjados del sol en el fin de la tierra y daban paso a la fría oscuridad que ocultaba las lágrimas de su rostro de los indeseados. Él se desnudó sin decir nada, apagó su lámpara de un soplido y se acurrucó entre sus pieles. Ella hizo lo mismo pasado un rato. Las palabras de Axel no paraban de repetirse en su cabeza: "Solo espero que cuando mires a los ojos a ese kuti, lo beses y le hagas el amor, te acuerdes de mi...". Amaba a Robb, y no solo eso, sino que lo encontraba irresistible, él respetaba su luto, y no había tenido intención de tocarla, pero sabía que tarde o temprano terminaría besándolo, acariciándole y haciéndole el amor, y temía que ne lugar de ver sus enormes ojos azules, viese los de Axel, más pequeños y del color de la miel, o en lugar de acariciar sus rizos rojizos, pensar que seguía lavando aquellos mechones rubio oscuro.
Robbert Madden tampoco podía dormir, estaba muy preocupado por Ayla, deseaba poder abrazarla, dormir junto a ella como cada noche, y no estar a tan pocos centímetros sin poder tocarla, aspirando el aroma de su pelo, luchando consigo mismo para no comérsela a besos. Le invadía un sentimiento 

Robb y Ayla, durmiendo juntos después
de la terrible muerte de Axel
de impotencia y medio a la vez, por un lado, ver a Ayla sufriendo, y no poder consolarla y por el otro, sentir de nuevo la mirada de reptil de la joven, posada sobre su ser. La muchacha se percató de la inquietud de Robb, él tampoco dormía, recordó como aquella mañana, él había conseguido calmar su angustia cogiéndole la mano y susurrando al oído. Buscó a oscuras la mano de Robb entre las pieles, hasta que sintió sus cálidos dedos entre los suyos, él se dio cuenta de como la buscaba y pegó su cuerpo al de ella. El vello de su cuerpo le hizo cosquillas en la espalda, y le invadió un hormigueo al sentir el calor de su cuerpo, como le besaba el pelo, la oreja y el cuello, con sus dedos entrelazados. Él se sintió feliz al ver que ella demandaba su cuerpo de nuevo, pero esta vez, no le invadió la calma, y no pudo dormir, mientras él la acariciaba, su mirada naranja, de odio, seguía fija en la pared, perdida entre las sombras, clamando venganza.


*    *     *

Ayla se levantó muy temprano y fue a realizar una Ceremonia de Purificación, no le pidió a Robb que la acompañase, y por tanto no honró al Primer Dragón. Se vistió con una túnica negra y gruesa, que le llegaba más a bajo de las rodillas y que por la parte de fuera de la pierna izquierda se le abría hasta la mitad del muslo. Era de tirantes gruesos con un generoso escote en forma de pico y una cinta granate apretada bajo los pechos. Llevaba el cabello suelto y bien cepillado, su cuello lo adornaba el collar de plata de su madre, y en los pies se había calzado unas sandalias negras de hilo vegetal. Era una mañana nublada, y soplaba el viento: Ayla reunió a sus amigos y a un grupo de jinetes veteranos en la cima del Peñón, donde se encendió una gran hoguera con fuego sagrado para quemar los cadáveres de los caídos la noche anterior. La joven recitó unas palabras en su lengua sagrada y lanzó el collar de diente de dragón y la cinta azul al fuego, pidiendo a los congregados que rezasen porque Axel se hubiese reunido con su creador. Kristian Pendragón, aunque hubiese declinado la propuesta de Ayla de tirar las cenizas de su hijo en la cala, si que celebró el funeral allí, y desde el Peñón del Diablo se visibilizaba la enorme columna de humo que desprendía la pira funeraria en llamas. Ayla la contempló largo rato entre lágrimas, con el viento revolviéndole el cabello, y no se movió de allí hasta que el fuego se apagó. Después, mantuvieron unos minutos de silencio, rezando por el alma de los fallecidos, y cuestionándose por primera vez desde que tenía uso de razón como el Primer Dragón, el creador de vida, se había llevado a un joven tan lleno de vitalidad.

Ayla observando como arde la pira funeraria de Axel
Ayla regaló a Ryden un collar con un diente de dragón, otorgándole el puesto de su segundo al mando, Lis fue nombrada contramaestre y Robb, peón. Ayla sabía que había muchas cosas que hacer: organizar las tropas, planear una nueva estrategia, ir en busca de comida... pero la joven líder estaba demasiado dolorida como para ponerse a pensar estrategias militares: Ryden, Tavi, Eloff y Lis también estaban dolidos por la muerte de Axel, pero la manera en la que estaba reaccionando su jefe, su firme guía, no les dejaba tiempo para lamentaciones y se pusieron manos a la obra, olvidándose por completo de Ayla.
Robbert tenía que atender a sus tropas, y no encontró ningún momento para reunirse con su prometida hasta la noche. No la había visto en todo el día, ni en la comida ni en la cena, y la preocupación por ella iba cada vez en aumento, pero en su ausencia, no podía liberarse de sus tareas como heredero de Land y futuro rey de Malmö.
Robb entró en la cámara cuando el sol se ponía en el horizonte, llevaba un plato de comida y una copa de vino para Ayla. La encontró sentada en la cama, mirando al horizonte a través de la ventana, vestida todavía con la túnica negra de la ceremonia. Se sentó a su lado y observó que entre sus manos, jugueteaba con un objeto negro. Le acercó la comida a los labios, pero ella le giró la cara.

-Tienes que comer algo...-le suplicó, pero ella no pronunció palabra.- Al menos bebe un poco de vino.

Le tendió la copa, ella depositó el objeto negro en la mesilla y bebió el vino.

-Ayla, escúchame- el tono de voz de Robb era firme, pero dulce a la vez-se que es un momento difícil, no solo a ti te duele la muerte de Axel, pero debes superarlo, en estos muros se encuentra un ejército entero que confía en ti, que cree en tu liderazgo para volver a sus casas y destronar al usurpador. Tienes que ser fuerte Ayla, tienes que superar esto, no lo hagas por ti si no quieres, hazlo por Axel, él no querría verte así, hazlo por tus dragones, por Ryden, por Lis, por todos esos hombres que confían en ti. Hazlo por mi...-los ojos de Robb comenzaban a llenarse de lágrimas. Ella dejó su copa en la mesilla y le acarició la mejilla. Acercó sus labios hacia él y lo besó, primero con dulzura, después con cada vez más pasión. Ayla se sentó sobre él, besándole con ganas, acariciándole el pelo y sujetándole la cabeza por la nuca. Ella misma se desabrochó la cinta de la túnica y dejó que él palpase el interior, le apretase los pechos y le pellizcase los pezones, mientras ella suspiraba, deseándole. Ayla le desabrochó la casaca y le quitó la túnica, acarició el vello rojizo de su pecho mientras acababa de quitarle los tirantes y le mordía la carne de los pechos como si fuese un mendigo que llevase días sin probar bocado. Dejó que él le hiciese al amor, la colocó a cuatro patas y la penetró con fuerza, con ansia, como si quisiese hacerle daño. Le clavó las uñas en los muslos, la obligó a incorporarse y la agarró del cuello mientras la embestía como si no hubiese mañana. Sus gemidos de placer resonaban por todas las paredes, pero ella no emitía sonido alguno, simplemente se dejaba hacer. Sus muslos y sus nalgas se sonrojaron por los arañazos y los azotes del imparable muchacho, que no solo volvía a disfrutar del cuerpo de su prometida, sino que volvía a sentir que era él, el que llevaba la batuta. La joven tumbó a Robb boca arriba y le hizo el amor salvajemente, sintiendo sus uñas clavándose en sus muslos. Él estaba a punto de terminar, cerró los ojos y apretó los labios y dejó después de un profundo orgasmo que su esencia la inundara. Ayla respiró hondo, deseando, suplicando al Primer Dragón que la semilla de Robb Madden germinase en su interior y le engendrase un hijo. Quería tener algo de él, un recuerdo de él, algo que fuese de los dos, un niño de preciosos ojos azules que al mirarlo se acordase de todo el amor que le profesaba a su padre. Miró a su prometido, jadeando, con los ojos cerrados, con el miembro hinchado aún en su interior, ella alargó la mano hacia el objeto negro que había dejado sobre la mesilla y arañó en diagonal el pecho de Robb, desde el pectoral izquierdo hasta el lado derecho de la pelvis. Él se quejó por el dolor, el corte no había sido profundo, pero sangraba y escocía, apartó a Ayla de encima e intentó parar la hemorragia, con su camisa blanca, empapándose los dedos de sangre:

-¿Por qué has hecho eso?-dijo con la frente empapada de sudor y el rostro desencajado por el dolor.

Ayla se acercó a él, le acarició el pelo de la nuca y le mostró el objeto negro punzante que tenía en la mano. Robb lo miró con sus grandes ojos añil inyectados en miedo.

-Con esta flecha mataron a Axel.- el tono de voz de Ayla era suave, con matices de odio y rencor que asustaban todavía más a Robb-Es de obsidiana, no hay obsidiana en Malmö, por lo tanto, no pudieron ser los arqueros de Svend, sin embargo, tus hombres encontraron una mina de obsidiana cuando estábamos en Pike... Los hombres de mi tío no mataron a Axel, fueron los tuyos...



EL FIN DE LOS ADGER

El hombre alto y joven de cabello largo y pequeños ojos azules, transportaba en brazos a una débil y herida Ayla hasta la sala de reuniones, donde aguardaban Ryden, Eloff, Tavi y algunos otros oficiales. En cuanto vieron entrar al jinete por el arco de piedra, manchado de sangre y con la princesa en brazos, saltaron las alarmas. Ryden y Eloff arrebataron a Ayla de los brazos del joven y la sentaron en una silla. Su primo comenzó a dar órdenes para que le trajesen agua y una manta. Ayla tenía los ojos abiertos, pero la mirada perdida en el suelo, estaba empapada, su piel era fría como el hielo y sus labios habían perdido todo rastro de color; pero no temblaba, se sujetaba el hombro izquierdo, casi como un acto reflejo más que por el dolor, le brotaba un líquido que con el contacto con el agua que envolvía su cuerpo se volvía de una tonalidad rosada. Su rostro estaba completamente pálido y los ojos vidriosos, le goteaban pequeñas gotas del cabello que resonaban al caer y rebotar con la madera vieja y podrida del suelo. La envolvieron con una manta y la colocaron cerca de la chimenea.

-Id a buscar a una de los médicos del príncipe Madden-ordenó Ryden, alzando la voz, algo poco usual en él.

-Señor-se quejó un guardia-la princesa ordenó que no confiáramos en los hombres de Madden. 

-Si no lo traes pronto: morirá.

El guardia salió corriendo a través del arco de piedra que servía como entrada a la gran sala de reuniones. Se trataba de una cámara alargada, situada en los primeros niveles de la fortaleza subterránea. En una de las paredes habían construido una enorme chimenea, que permanecía casi siempre encendida desde que los fuertes vientos del norte empezaron a anunciar que la llegada del invierno estaba cerca. 

-¿Qué le ha pasado?-preguntó Ryden mientras intentaba que Ayla reaccionase.

-Una flecha, -respondió el hombre alto-mientras huíamos, la ha tirado del dragón y ha caído en la barrera de hielo. 

"Como a Axel", pensó Ryden que ahora entendía porqué estaba tan fría y mojada, y porqué tenía tantos morados y magulladuras en el cuerpo.

-¿Y su dragón?

-Está bien, Señor-respondió un segundo hombre que había acompañado al jinete alto pero que había pasado desapercibido por la angustia de la situación-Yo me encargué de él y está en las cuadras descansando.

El guardia llegó con uno de los pocos médicos que habían permanecido en la fortaleza, después de que Ayla ordenase a toda la flota de Robb que fuese en busca de provisiones a Pike. 
No hubo tiempo de administrarle ningún tipo de analgésico, pero la joven parecía tan sumida en su mundo que en un primer momento ni se enteró que la estaban operando, hasta que gritó de dolor al extraerle la punta de la flecha. Nadie dijo nada, solo miraban expectantes como el medico le desinfectaba la herida y como la joven se retorcía de dolor. Sus ojos cobraron vida de nuevo, el frío gris desapareció y volvió su cálida tonalidad verde oscura con sus destellos anaranjados. Buscó con la mirada una rostro familiar, una mirada de apoyo, y se encontró con los diminutos ojos azules del chico alto del pelo largo. Ayla cerró los ojos del dolor, ya casi habían terminado con el hombro, pero había caído de costado y una enorme mancha morada y amarilla se extendía por todo su lado izquierdo, causándole un dolor insoportable.

-Hay que asegurarse de que no hay ninguna costilla rota-explicó el médico-podría dañarle algún órgano interno. El hombrecillo menudo y con bigote blanco y un par de jinetes se disponían a tumbar a Ayla en la mesa cuando ella los detuvo con un grito.

-Esperad un momento, ¿cómo te llamas?-preguntó la joven a su salvador.

-Sam, su alteza. Y este es mi hermano Jen, él se ocupó de vuestro dragón.

-Os debo mi vida Sam y Jen,-ellos asintieron con una inclinación leve de cabeza, en señal de respeto y agradecimiento. El tal Jen llevaba el pelo más corto que Sam, era más bajo pero más corpulento, y sus ojos relucían verdes como las brillantes escamas de un dragón de los bosques.-Espero que no sea abusar demasiado de vuestra generosidad si os pidiese que me hicierais un gran favor.

-Lo que sea, su alteza-respondió Jen rápidamente, ansioso de cumplir los deseos de su princesa-Lo que queráis...

-Traed a Robb-dijo en un jadeo y con un palpable tono de súplica.

Cuando Robbert Madden llegó a la sala de reuniones, el médico ya había terminado de vendar el costado a Ayla, que seguía sentada en la silla al lado de la chimenea, afortunadamente no había ningún hueso roto y solo había sido un fuerte golpe. La muchacha miró a Robb con un ápice de arrepentimiento en la mirada, veía la preocupación en sus grandes ojos añiles. Ayla le tendió el brazo con el puño cerrado, ocultaba un objeto en su mano. Robb se acercó y lo recogió. Era una punta de flecha de obsidiana, igual que la que había matado a Axel y con la que lo había acusado de traidor.

-Creo que te debo una disculpa.-dijo ella.-No debí desconfiar de ti ni de tus hombres... Lo siento mucho Robb. Si lo deseáis, cuando vuestra flota vuelva se unirá a la batalla con nuestros jinetes...

Ayla ha culpado injustamente a Robb
Madden de la muerte de Axel
-Me temo que eso será más difícil de lo que crees...-Ayla miró a Robb, el gesto de preocupación seguía perturbando sus facciones-Sin los dragones, las tropas de Theo Pike son más poderosas que las nuestras, han cerrado las fronteras. Los hombres de mi padre no pueden traer provisiones a mis soldados del campamento, y tampoco pueden enviarlas aquí. Están atrapados...

Ayla se levantó enfadada, a pesar del gesto de precaución del médico para que no realizase esfuerzos. Tiró la silla de una patada y se asomó al agujero natural excavado en la roca que servía de ventanal y que medía como un hombre adulto en altura y como un carromato con caballo incluido a la ancho. El mar estaba agitado, se avecinaba una fuerte tormenta, ya había empezado a llover débilmente, y los relámpagos brillaban acercándose por el norte. El sonido de un trueno se confundió con el choque de las olas al golpear la roca. El viente soplaba fuerte y gélido desde el norte, cortándole los labios como cuchillas.

-Desde la muerte de Axel todo ha ido de mal en peor-dijo Ayla con la mirada fija en las olas rompientes-intentamos tomar la playa solo con jinetes y perdimos a Lis, hemos intentado liberarla de todas las formas posibles, pero Svend la ha escondido bien. Cada vez más jinetes desertan, las provisiones escasean y pronto nos azotará el invierno. Esta fortaleza es muy fría, sin la comida y las pieles suficientes más de la mitad no sobreviviremos, y los dragones tampoco. Y luego están esas estúpidas flechas...

Ayla no era la única preocupada por las flechas negras. A Robb le tenían muy intrigado, era lógico que hubiesen desconfiado de él, puesto que ese material solo se encontraba en los Acantilados de Pike o en las minas del este del Valle de Land. Existía la posibilidad de que el bastardo de Theo Pike se hubiese aliado con Svend, pero Robb no había visto hombres con su armadura en las escasas batallas que se habían planteado en tierra, quizá solo hiciese el bloqueo sobre sus hombres y le proporcionase el material al tío de Ayla. Pero la joven había afirmado que, a pesar de todo, los jinetes de Malmö no eran tan buenos arqueros como para acertar con tanta precisión y a tanta distancia y derribar a un jinete de su dragón. El príncipe miró a su prometida mirando por la ventana, envuelta en una piel de lobo y con el viento agitándole el cabello. No había sido la misma desde la muerte de Axel, los dioses parecían estar en su contra, habían perdido muchos jinetes, ahora también la flota de su madre y habían secuestrado a Lis, otro duro golpe para Ayla... Estaba a punto de caer, lo notaba en su rostro, en esa expresión de culpa y arrepentimiento por iniciar una guerra que no podían ganar. Ella lo había acusado de traidor, pero estaba seguro de que se arrepentía, la princesa no era dada a mostrar sus sentimientos en público, pero Robb la perdonaba, y solo deseaba que llegase la noche y estar a solas en la intimidad de su cámara, dormir junto a ella de nuevo, ofreciéndole su cuerpo como protección, manteniéndola cálida y a salvo...

-¡Por el Primer Dragón!-gritó Ayla de repente sin apartar la vista del mar.

Robb, Ryden y Eloff se asomaron al ventanal para averiguar porque gritaba Ayla. Señaló un punto marrón que se ocultaba entre las grandes olas y que venía desde la playa. Era un bote, un pequeño y destartalado bote que arrastraban fuertemente las olas y que se encontraba a medio camino entre Halogala y el Peñón. En el bote podía verse una figura, Robb entrecerró los ojos para agudizar la vista: en el bote había un chiquillo! un niño. No lo veía del todo bien, pero a simple vista no debía de tener más de diez o doce años.

-Que preparen mi dragón-ordenó Ayla lanzando la manta y dirigiéndose hacia la puerta. Robb se cruzó en su camino:

-Estás herida. No puedo permitir que vayas.

Ella lo apartó bruscamente de un empujón:

-Ya han muerto demasiadas personas por mi culpa.


*    *     *

La lluvia le empapaba el cabello, no le había dado tiempo a cambiarse de ropa y la sangre y la suciedad se le pegaban al cuerpo, ni siquiera había cogido una capa para protegerse de las lágrimas de las nubes. Acamar volaba incómodo, los dragones de las tinieblas tenían cierta sintonía con las tormentar, pero el pobre animal estaba exhausto de tanta batalla y se inquietaba cada vez que veía a Ayla montar sobre su lomo. La muchacha dirigió al animal lo más cerca del agua que podía, con cuidado para que las embravecidas olas no le mojasen. Las crestas espumosas azotaban la pequeña embarcación en la que un niño pequeño y empapado, vestido con harapos se balanceaba al compás de la tormenta. El chiquillo no tendría más de siete u ocho años, el cabello castaño se le pegaba a las mejillas y, a pesar de la oscuridad de las primeras horas de la noche, Ayla observó como dos inquietos ojos oscuros vigilaban todos sus movimientos. El pequeño estaba sentado en uno de los bancos de la barca de madera, sin remos ni nada, solamente sujetaba una caja de madera sobre su regazo. Acamar se situó sobre la embarcación, pero las olas no le dejaron que se acercase lo suficiente como para agarrar al chico al vuelo. Ayla buscó en las alforjas de su montura y ató a la silla una gruesa soga:

-¡Escúchame, chico!-le gritó-Voy a lanzarte una cuerda para subirte, átatela al rededor de la cintura y tiraré de ti. Pero tendrás que dejar esa caja, no voy a tener la suficiente fuerza como para levantaros a los dos.

-No puedo soltar esta caja-gritó el pequeño con una voz grave pero infantil

-¿Por qué no?-se quejó Ayla preocupada por la situación del chiquillo

-Es muy importante, no lo entenderías. Pero tengo que entregar esta caja. Es un asunto de vida o muerte.

-Está bien. Haremos una cosa: voy a lanzarte la cuerda y tú la atarás a la caja, la subiré y después lanzaré la cuerda de nuevo y te subiré a ti ¿de acuerdo?

El niño asintió mientras un rayo le iluminaba la mitad del rostro y un trueno resonaba en la cercanía. Ayla lanzó la cuerda y subió la caja lo más rápido que pudo, no sabía que había dentro, pero al vida de ese niño corría peligro si no la ponía a salvo. Guardó la caja de madera, decorada con cenefas florales talladas y volvió a lanzar la soga. El chico se ató la cuerda a la cintura y Ayla comenzó a subirlo, con cuidado, pero cuando estaba a medio camino, un rayo calló en el bote, haciéndolo estallar en mil pedazos, Acamar se asustó y se revolvió en el aire mientras graznaba asustado. Con el zarandeo, la joven casi pierde el equilibrio, pero se aguantó bien mientras observaba como el nudo se deshacía de la cintura del chico y el niño caía al agua. Ayla actuó rápida. se ató la soga al cinturón y se lanzó de cabeza al agua fría. Estaba tan mojada por la lluvia que apenas notó el cambió de temperatura al zambullirse, pero no veía nada, la oscuridad lo envolvía a su alrededor, apenas distinguía algunos trozos de madera que salían a flote a su alrededor, tanteó el agua a oscuras, pronto le faltaría el agua, tiró de la cuerda para darle una señal a Acamar. Los Instructores de la Academia siempre decían que los jinetes y las monturas estaban unidos por un vínculo más fuerte de lo que nadie podría imaginar, era tan intenso que incluso podían llegar a saber lo que pensaba o lo que sentía el otro. Acamar demostró ser el dragón más inteligente y más fiel de lo que los instructores de Ayla habrían visto jamás. Utilizó su don con las tormentas para canalizar los rayos hacia él, provocando que un haz de luz  amarilla iluminase el agua bajo sus patas y Ayla pudiese ver como la mano del chico estaba apenas a unos centímetros de su bota. Agarró al chico con todas sus fuerzas y Acamar los levantó de un tirón. Cuando llegaron a la fortaleza, Robb les esperaba en la entrada de la boca de la cueva. La joven bajó de un salto del dragón, donde ya había un par de mozos listos para hacerse cargo de él. Estaba empapada y llevaba al niño en brazos, con el rostro oculto en su pecho, la muchacha notaba como el pequeño no paraba de llorar. Se dirigió a los hombres que se estaban haciendo cargo de Acamar:

-Secad lo bien y dale un buen plato de comida, se lo merece.-le dio unas palmaditas en el lomo y se dirigió donde la esperaba Robb. Al lado del joven príncipe, uno de sus mayordomos aguardaba con un montón de toallas sobre los brazos. Robert cogió una y se dispuso a envolver a Ayla, pero la chica se negó y envolvió al niño con ellas. Ayla temblaba, el cabello rubio empapado se le enganchaba al rostro y la ropa sucia se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Robb se quitó su capa de piel de oso y envolvió a Ayla, después cogió al niño en brazos.

-Está bien, deja que yo me encargue-le suplicó-tú debes descansar.

Ella lo miró con los ojos verdes humedecidos:

-Vamos a la Sala de Reuniones. Reúne a los oficiales. Creo que este chico tiene muchas cosas que contar.

Cuando llegaron a la Sala, Robb sentó al niño en una silla cerca de la chimenea. Intentó que Ayla se sentara y descansara también, pero la joven estaba demasiado nerviosa como para estarse quieta.

-Traed ropa seca y algo de comida caliente para el chico, por favor-ordenó Ayla.

-Y también para la princesa-dijo Robb alzando la voz.

Ayla se sentó en el suelo, delante del niño, envuelta en la capa de piel de oso de Robert, y lo observó: tenía la piel muy pálida, casi parecía enfermiza, como si llevase mucho tiempo encerrado sin que le tocase el sol, algo que sorprendió a la joven, ya que el sol de Malmö en verano siempre tostaba su piel blanca. Tenía el cabello castaño claro, liso, por encima de los hombros. En su rostro brillaban dos ojitos pequeños y oscuros, sobre unos pómulos marcados, una nariz pequeña y delicada y unos labios finos y rosados. Sus harapos no dejaban ver bien la constitución del niño, pero cuando le tendió el plato de cocido caliente pudo observar unos dedos huesudos y delgados en una mano temblorosa.
El niño comenzó a comer, primero despacio, porque la comida estaba muy caliente, después a grandes sorbos. El mayordomo tendió otro plato de cocido a Ayla, pero ella lo declinó con un gesto con la mano, ante la mirada de desaprobación de Robb.

-Cómo te llamas, pequeño?-preguntó ella con un suave hilo de voz.

-Brandon-dijo entre sorbo y sorbo-Brandon Jory,

-¿Jory?-repitió Ryden en voz alta, aunque nadie pareció escucharlo.
Brandon Jory: el pequeño que trae
la amenaza de muerte de Svend

-¿Y cuántos años tienes?

-Siete años, casi ocho.

-¿Y, eres de Malmö? ¿Tienes familia allí?

-Mis hermanos y yo hemos nacido en Malmö, mi padre es jinete de dragón, al servicio del rey Haakon, pero mi madre es de otra isla.

-¿Tú padre es Cassius Jory?-preguntó Ryden de repente, abriéndose paso entre la gente para situarse al lado de Ayla. El niño asintió con la cabeza.-Ayla, su padre es Cassius Jory de los Antiguos Clanes, miembro del Consejo de Ancianos...

-Ya no lo es...-dijo Brandon con tristeza-El rey Svend hizo desaparecer a todos los miembros del Consejo que no se unieron a su causa. Ahora hay familias de los Nuevos Clanes en el Consejo.

-¿Como los Pendragón?-preguntó Ayla.

El niño asintió de nuevo con la cabeza:

-Y los Pendragón también. Cuando mi padre se negó a aceptar a Svend como rey no volvió a casa. Unos jinetes entregaron las cenizas de su dragón a mi madre. Después ella se puso enferma y a mis hermanos y a mi nos llevaron a la Fortaleza de las Escamas...¡Mis hermanos!-gritó de repente, sobresaltado-¿Dónde está la caja? Debo entregársela a Ayla Adger, o sino mis hermanos morirán... me lo dijo el rey.

-Cálmate-dijo Ayla sujetando al chico por los hombros. El niño estaba realmente asustado, temblando de miedo. La joven no lo podía creer... la pena de muerte estaba prohibida en Malmö desde la Gran Guerra porque arrebataba lo que el Primer Dragón más apreciaba: la vida-Jen, en las alforjas de mi dragón hay una caja de madera, de este tamaño, más o menos-recreó con las manos el tamaño de la caja-decorada con flores, ¿te importaría traérmela?

Jen asintió y salió de la estancia.

-Yo soy Ayla Adger...-pronunció ella en un tono firme y serio-Háblame de tus hermanos...

-Mi hermana mayor se llama Tamy, tiene diez años y a veces es un poco mandona conmigo, mi hermano menor se llama Ryon y tiene seis, siempre está pegado a mi e intenta hacer todo lo que yo hago... Él... tiene una marca como la tuya-dijo señalando el dragón serpentado en el pecho de Ayla-pero en la mano, y en forma de rosa.

-Es un Sangre Pura.-afirmó Ryden.

-Svend los tiene encerrados en la Fortaleza de las Escamas, me dijo que si no entregaba la caja a Ayla Adger los ahorcaría...-el niño se echó a llorar y Ayla lo abrazó contra su pecho.

-Nadie va a ahorcar a nadie Brandon, te lo prometo.

Jen volvió con la caja de madera. Ayla se levantó y la cogió de sus brazos y la dejó sobre la mesa. La abrió sola, con cuidado, cogió un pequeño pergamino de su interior y lo leyó despacio. Después cogió la caja y la tiró contra el suelo, rompiéndola por la mitad y dejando que su contenido se esparciera por el suelo. Era una trenza de pelo, negra como el azabache, solo una persona en toda Halogala tenía el cabello tan oscuro; Lis.

-¿Qué pone en la nota?-preguntó Ryden.

-Svend quiere que nos reunamos mañana al mediodía, en La Roca, para anunciar nuestra rendición. Sino... la próxima vez enviará una parte que duela más al cortarla...

Ayla golpeó la mesa con el puño, mientras sus ojos se salpicaban de lágrimas. Miró los ojos inocentes de Brandon, la mirada de preocupación de Robb, la mueca de incertidumbre de Ryden... Se acercó a su prometido y le agarró la mano entre las suyas. A través de su grueso guante de cuero, Robb sintió el gélido tacto de las manos de ella y las magulladuras de la soga.

-Sabes que mi prioridad siempre ha sido mantenerte a salvo, y no te pediría que vinieses conmigo si no supiese cuanto te necesito a mi lado...-apoyaron la frente del uno sobre la del otro.

-Te prometí que siempre estaría a tu lado...-dijo él con todo el amor del mundo-en los buenos momentos y en los malos.

-¿Es que vas a rendirte?-se sorprendió Ryden-¡No puedes hacer esto!

-Nos estamos muriendo de hambre, Ryden-protestó ella-No sobreviviremos al invierno. Ya ha sufrido demasiada gente por esta guerra estúpida... Nos rendiremos, pero negociaremos las condiciones. Ayla miró al grupo de oficiales reunidos a su alrededor y proclamó en voz alta:- A primera hora de la mañana nos reuniremos en la cima del Peñón y elegiré a doce jinetes que me acompañaran a la negociación: el príncipe Robb, mi primo Ryden Adger y yo encabezaremos el Consejo de la negociación, mientras que Tavi y Eloff se quedarán al mando del Peñón del Diablo durante nuestra ausencia. Ahora id a cenar y descansad bien, que los dragones estén limpios y lustrosos, mañana nos espera un gran día...


*      *       *

Era más de media noche cuando Ayla, por fin, pudo encerrarse en su cámara a descansar. Cerró la pesada puerta de madera de roble tras de si. Robb la esperaba, acurrucado entre sus pieles, con el torso desnudo al descubierto: desde el incidente de Axel que no habían compartido lecho, pero esa noche, ella lo necesitaba a su lado. Apenas habían pasado un par de semanas, pero a Ayla se le había hecho eterno el no poder sentir la piel cálida de Robb pegada a la suya ni esa sensación de tranquilidad que le transmitía.

-Brandon se ha quedado dormido como un tronco-dijo Robb, aunque Ayla parecía no escucharlo.

Había entrado descalza, con la mirada perdida, con la mente ausente y su ropa sucia y ensangrentada en la mano. La cámara de piedra negra estaba apenas iluminada por un par de lámparas de aceite y a pesar de la cortina, el viento azotaba la estancia como si estuviesen en la intemperie. Ninguno de los dos solía usar ropa de dormir, les gustaba sentir la piel desnuda del otro sobre la suya, pero esa noche, Ayla vestía una túnica de tirantes y un pantalón corto de algodón, solo usaba ropa en los días que estaba en el periodo. Robb vio una mueca de tristeza en su rostro, mientras lavaba sus ropas de
Ayla y Robb intentan, sin éxito, concebir un hijo
montar manchadas de sangre en un barreño de madera. Cuando terminó se sentó en la esquina de la cama, abatida. Él se acercó a ella y le besó los hombros con ternura mientras le acariciaba el pecho con delicadeza:

-No te preocupes,-dijo él entre susurros-Es posible que aún no sea el momento...

-¿Y cuándo lo será? -preguntó muy preocupada-Llevamos casi un año intentándolo... Mi madre concibió antes de la Ceremonia de Unión, y mi tía dio a luz apenas unos meses después de la boda...

-Quizá el Primer Dragón no quiere crear vida en tiempos de guerra, pero tranquila: acabaremos teniendo un hijo, te lo prometo.

Robb la tumbó en la cama y la acarició para que relajarla mientras hablaba sobre como serían sus hijos:

-A mi madre le gustaría que si tenemos una niña, la llamásemos como ella, aunque se que ni se te ocurriría por la cabeza llamarla Margaret, pero tranquila, hay nombres de niña muy bonitos tanto en Malmö como en Land. Si es chico me gustaría un nombre completo, podríamos llamarlo Haakon-Magnus, como nuestros padre o un nombre famoso de nuestra dinastía como Trystan Madden "el rey de las montañas" o Gareth Adger "el jinete de las sombras"...

-Axel.-dijo ella con un golpe seco de voz.

-¿Cómo has dicho?

-Axel. Si tenemos un niño se llamará Axel.

A pesar de las preocupaciones que inundaban a Ayla, el cansancio y el frío, junto con el cálido abrazo de Robb lograron que la joven durmiese como un lirón durante toda la noche. El que no consiguió conciliar el sueño fue el príncipe Madden, que parecía que el nombre que había elegido Ayla para su hijo no nato no era de su total agrado.



*    *      *

El viento soplaba violentamente aquella mañana de finales de verano. Ayla Adger se había vestido con una túnica azul marino, la más hermosa que tenía, aunque la había combinado con un pantalón de montar y unas gruesas botas. Se había dejado el cabello suelto, revoloteándole alrededor de las mejillas. Ayla se había estado dejando el pelo largo, pero a raíz de la entrega de la trenza de Lis, se lo había cortado esa misma mañana hasta dejarlo por encima de los pechos. No vestía ostentosamente, apenas llevaba joyas, solo el collar de plata de su madre y la talla de madera que le había regalado Robb. Sobre los hombros lucía una capa del mismo color que la túnica, larga hasta los pies y con capucha. En el cinturón se había colgado su daga, que llevaba a la espalda, oculta bajo la capa. Dzigan se revolvía entre sus hombros.
En la cima del peñón de roca negra aguardaban Acamar y Gorgonea, con las escamas bien brillantes y ensillados con sus mejores monturas, con el arco y el carcaj de Ayla. Robb aguardaba al lado del dragón negro, él también se había vestido con sus mejores galas de guerra. Una pechera de cuero marrón flexible y pantalones negros, llevaba guantes y botas de invierno, una espada colgada del cinto y una capa de piel de oso sobre los hombros. Ryden, en cambio, se había vestido como siempre: una casaca negra sobre la camisa blanca y pantalones de montar. En su cinturón llevaba colgada su arma y los guantes de montar, ni siquiera llevaba una capa para protegerse del frío viento. Ayla ya había elegido a los doce jinetes que la acompañarían, entre ellos estaba su salvador: Sam, y su hermano Jen. Sam montaba un dragón de los vientos: una de las pocas razas que tenía pelo en lugar de escamas: era de color gris con manchas blancas y azuladas, tenía garras de león y unas orejas grandes y afiladas. Jen tenía un dragón de fuego llamado Magma, se asemejaba a un lagarto gigante, con afiladas garras negras y grandes alas que le permitían ser de los más ágiles, a diferencia de Hydor, el dragón de Axel, mucho más grande y pesado que que el de Jen.


-Tavi Zaid y Eloff Mann quedan al mando de la Fortaleza del Peñón  del Diablo-proclamó Ayla en voz alta para que todos lo escuchasen-Si algo me ocurriese, llevaos a todos los jinetes hacia Pike, ayudad a las tropas del príncipe Robert y regresad todos a Land, allí estaréis a salvo...

-Ayla...-intentó protestar Robb.

-Tu padre dijo que siempre habría un hogar para mi en Land, si yo no regreso con vida, al menos que lo hagan mis hombres...-dijo Ayla en tono de súplica. Robb asintió con la cabeza-Mi prioridad es que vuelvas con vida Robb, ya lo sabes... Si solo el príncipe Robert regresa, él quedará al mando, es mi único deseo. Os llevará a Land o a otras Islas del Norte, pero os doy mi palabra de que os mantendrá a salvo, aunque haré todo lo posible para que podáis regresar a casa con vuestras familias...

Entre los reunidos se escuchó una vocecilla y un cuerpecito que se coló entre los dragones:

-¡Yo también quiero ir!-era Brandon, el muchacho que había traído la caja con el cabello de Lis. Se plantó delante de Ayla-Quiero ir con vosotros, Svend tiene a mis hermanos...-dijo sollozando.

Ayla se arrodilló y le colocó una mano en el hombro:

-Es muy peligroso hombrecito...-le dijo ella con un suave tono de voz-Necesito que te quedes aquí, si las cosas no salen bien podrías ser el último Jory de los Antiguos Clanes...

-Pero mis hermanos...-protestó.

-Haré todo lo posible por traerlos de vuelta, te lo prometo.-Ayla se levantó y buscó con la mirada a Tavi y a Eloff-Cuidad bien de él, por favor...-ellos asintieron.

Luego se dirigió a Ryden y le cogió las manos. Le miró a los ojos, su mirada decía que le quería, que no era solo su primo, era su hermano: el único miembro de su familia que seguía a su lado y que jamás lo había abandonado... pero sus labios se dirigieron a su prometido:

-Robb, necesito que me hagas un favor...

-Adelante-respondió él.

-Necesito que lleves tú a Acamar a La Roca-con un movimiento rápido como el viento, Ayla bloquó a Ryden y le colocó la cabeza contra las escamas de Gorgonea mientras le ataba las manos a la espalda.

-¿Qué diablos estás haciendo Ayla?-protestó Ryden anonadado, aunque ninguno de los presentes dijo nada, solo se mantuvieron en silencio.

-Lo siento mucho Ryden...-dijo ella entre lágrimas-Es la única manera de garantizar la seguridad de Lis, Svend no jugará con ella sabiendo que tenemos a su hijo de rehén.
Ayla se ve obligada a traicionar a Ryden para salvar
a sus seres queridos.

Con la ayuda de Sam y Jen montó a Ryden en Gorgonea y ella cogió las riendas, aguardó a que todos los jinetes de hubiesen colocado y levantó el vuelo bajo los rugidos de los dos dragones a la cabeza, al que después se unieron las doce monturas que los acompañaban, en medio de tanta confusión, Robb hizo un gesto a Brandon y subió al chiquillo a Acamar. Instantes después los catorce jinetes ponían rumbo a La Roca.







EL FIN DE LOS ADGER (PARTE II)

La Roca era un islote de piedra volcánica situado al noreste de Halogala, en línea recta desde la Fortaleza de las Escamas. El paso de los años y los vientos que chocaban contra los acantilados habían transformado el relieve pedreagoso de la isla en una superficie totalmente llana, capaz de sostener a un ejército de 1000 dragones. Ayla sobrevolaba La Roca montada en Gorgonea, con Ryden maniatado a su espalda, unos metros por detrás Acamar y Robb la seguían de cerca, e iban acompañados por sus doce jinetes más leales. Desde los cielos, la joven princesa contempló como su tío ya la esperaba, y no estaba solo. Sin duda, Svend Adger había sabido aprovechar el espacio que ofrecía La Roca y había venido escoltado por un centenar de jinetes de dragón, unos ciento cincuenta arqueros y dos centenares de soldados de infantería. Ayla reconoció las vestiduras orientales de los soldados, probablemente, Svend se hubiese aliado con algún sultán del este a cambio de las piedras preciosas que crecían bajo La Montaña de Fuego, pero no reconoció la procedencia de los arqueros, podrían ser de un pueblo de las montañas del continente, Robb conocía mejor a sus gentes y seguramente los reconocería mejor que ella.
en una línea recta delante del ejército aguardaba otra fila de hombres: El Consejo de Svend, acompañados por dos dragones, uno de ellos tenía las escamas del color verde oscuro, Ayla sabía que también tenía la panza amarilla y la lengua bífida, se trataba de Calígula, el apestoso dragón del pantano de Svend, el otro le recordaba a Hydor, la montura de Axel, pero con la piel más oscura y lleno de cicatrices y marcas de batalla, sin duda se trataba de Picadura, el dragón del patriarca de los Pendragon. En primera fila y frente al espacio que les habían dejado para aterrizar se distinguían cuatro figuras humanas: una de ellas sería Svend, sin duda, y por el dragón, otro de los hombres sería Kristian Pendragon, pero Ayla no tenía ni idea de quien podrían ser los otros dos individuos. Después de examinar bien el terreno desde el aire, la princesa dio la orden, y su pequeña escolta aterrizó en La Roca.
Descendió del dragón y se ofreció a ayudar a bajar a Ryden, pero este se negó. Le había dolido mucho tener que tratar a su primo de esa manera, traerlo esposado ante su padre, humillándolo frente al pueblo de Malmö. Ryden siempre había tenido fama de débil y torpe, siempre a la sombra de Ayla, se había sentido un líder por primera vez cuando la joven lo nombró Segundo al mando y demandaba sus consejos a la hora de tomar una decisión importante. Ryden no calculó bien la distancia y cayó de rodillas al suelo, Ayla lo ayudó a incorporarse y sintió como su mirada llena de odio le perforaba el corazón. Sus doce jinetes y Robb también habían aterrizado, observó como el príncipe de Land bajaba en brazos a Brandon Jory, a pesar de que hubiese ordenado que se quedase en el Peñón, pero debía medir sus palabras y regañar a Robert en aquel preciso momento hubiese puesto en duda el respeto y la obediencia que le procesaban sus hombres.

-Me alegro de verte, sobrina-saludó Svend, a pesar de todo, Ayla se percató de la sinceridad del tono de su tío.-Estás más delgada...

-Y yo a ti, tío.-Ayla había sufrido una notable pérdida de peso, no solo por la falta de alimento que sufría el Peñón del Diablo por el bloqueo de Pike, sino que las terribles circunstancias que había sufrido recientemente empezaban a causar mella en su salud.

Svend no era tan alto como Haakon, aunque seguía siendo más alto que la mayoría de los hombres de Malmö. Tenía el cabello rojizo y llevaba los bigotes y las barbas trenzadas. Lucía un casco con cuernos y el pelo exageradamente largo le caía por la espalda. Hacía dos años que Ayla no lo veía, pero parecía que hubiese envejecido una década: un montón de arrugas y patas de gallo le cubrían el rostro y enmarcaban unos ojos verdes y exhaustos. Lucía una túnica negra con un dragón dorado bordado en el pecho, y una capa de pelo negro que le protegía del viento. La joven dio unos pasos al frente, llevando a Ryden a su lado, y examinó a los hombres que acompañaban a su tío: uno de ellos era Kristian Pedragón: vestía de manera oriental, con una larga túnica roja decorada con bordados de dragones entrelazados, y el cabello rubio peinado hacia atrás, sujeto por una corona de piedras preciosas, parecida a la que llevaba el día que Ayla fue a entregarle el cuerpo de Axel. El patriarca de los Nuevos Clanes todavía no había superado la muerte de su primogénito, también parecía mayor, pálido, cansado, el cabello rubio oscuro comenzaba a teñirse de blanco y los pequeños ojos azules habían perdido su brillo. Ayla reconoció al tercer hombre: se trataba del sultán Aysel, de las Tierras de la Seda, había venido a verlos cuando su padre aún gobernaba con el propósito de comerciar con dragones vivos en el este y demandar la mano de la joven princesa, Haakon se opuso a ambos tratos y Aysel no se marchó contento de Halogala. El sultán era un hombre muy atractivo, a pesar de haber llegado ya a los cuarenta años; al contrario que los hombres del norte, que lucían largas melenas, los sultanes llevaban el cabello corto, Aysel tenía el pelo negro y muy brillante, unos ojos enormes y azules, intensos, expresivos y unos labios gruesos y sensuales. Vestía una túnica larga, púrpura, decorada con brocados en oro y plata, aunque apenas podía lucirla por la casaca larga y basta que llevaba sobre los hombros, y que probablemente le habían prestado para la ocasión, en el este no soplaban vientos tan intensos como en el archipiélago de las Islas del Norte, y el sultán no llevaría la ropa apropiada. El cuarto hombre le llamó especialmente la atención, estaba situado en el centro, a la izquierda de Svend y al lado del sultán oriental. Miró a Robb, que se había quedado unos pasos tras ella, tenía miedo, mucho miedo, pero se mantenía firme por ella. Su orgullo no iba a permitirle mostrar debilidad ante los enemigos de su futura esposa, pero la manera en la que apretaba la mandíbula y como sujetaba a Brandon por los hombros, delataban, que en realidad, estaba muerto de miedo.

-Es un duende...-le susurró Robb a Ayla.

-¿Un duende?-se extrañó ella.

Y es que "duende" era el apodo burlón con el que las gentes de Robb denominaban a los arqueros del Bosque. Era cierto que el hombre era más pequeño que el resto de sus acompañantes, pero tampoco era extremadamente bajito, era muy delgado y tenía la piel muy pálida, casi mortecina, sin ninguna tipo de peca, arruga o cicatriz. Vestía ropas de telas caras: un traje de dos piezas de terciopelo morado con cenefas doradas y una larga capa de los mismos colores. No debía tener más de veinticinco años, algo mayor que Robb. Pero lo que de verdad le llamaba la atención era su cabello: lo llevaba a la 
El Vierión Dante, vigilante del Bosque
y aliado de Svend
altura de los hombros, con el flequillo recogido en una pinza en la parte de atrás de la cabeza, lacio como una cascada y del color de la plata. La mayoría de la gente en Malmö, tenía el cabello claro, pero no tan blanco como ese hombre que brillaba como si en lugar de pelo lo formasen hilos de plata. No solo su pelo llamaba la atención, sus ojos eran de color violeta, Ayla jamás había visto unos ojos de ese color, eran grandes y redondos y la abducía con el mágico color de su mirada. Más tarde se percató de que todos los arqueros de Svend tenían el cabello y los ojos iguales que el hombre delgado.

-Así que los rumores son ciertos...-prosiguió Svend-una Adger y un Madden trabajando juntos. Pensé que te habíamos educado bien, Ayla...

-Con quien me alío y con quien no es solo cosa mía, Svend. Vamos al grano.-Ayla sacó el cuchillo de su espalda y apuntó al cuello de Ryden-Venimos a firmar la paz, pero exigimos ciertas condiciones.

-Ryden.... mi querido hijo-la sinceridad de Svend se disolvió para convertirse en un tono sarcástico y burlesco-Me alegro de verte, aunque sea en estas condiciones... Tu madre también se alegraría de verte, bueno, en realidad se alegraría de veros a ambos. En sus últimos días no paraba de susurrar: "Trae a Ryden a casa" "No le hagas daño a Ayla" "¿Dónde están mis niños"? y un montón de palabrería maternal sin sentido...

-¿madre ha muerto?-una mueca de dolor se apoderó del rostro de Ryden y le temblaron las piernas, Ayla lo sostuvo al notar como se tambaleaba.

-¿Qué le ocurrió?-preguntó ella conteniéndose por no estallar a llorar.

-Una maldita enfermedad. De repente contrajo mucha fiebre, perdió el apetito y se fue debilitando cada vez más hasta que murió, postrada en una cama...

-¿Cuánto hace de eso?-volvió a preguntar Ayla.

-¿A caso importa? Elisabetha no era más que una pobre muchacha tímida e introvertida de otra isla a la que su padre obligó a casarse con el hijo de un rey a cambio de una generosa dote. Se vio obligada a criar a una niña que no era suya, y a mi solo me dio un crío, un débil, cobarde y patoso niño... Mi nueva esposa no tardará en darme herederos dignos para sucederme en el trono de Malmö.

-¿Te has vuelto a casar?-Ayla no cabía en si de su asombro-El Primer Dragón no permite celebrar una unión tan temprano. Hay que guardar un tiempo de luto...

-¿Sabes cual ha sido tu mayor problema, sobrina? Eres demasiado devota, olvídate del Primer Dragón y de todos esos cuentos infantiles que te contaban cuando eras niña... Un matrimonio no es la unión entre los dos extremos de un hilo rojo. Solo es un negocio...

-¡Cómo osas mancillar de esa manera la memoria de mi tía!

-Traed a la reina-ordenó Sven. La joven comenzó a distinguir a ciertas personas del Consejo de Svend. Knight Kobu, el instructor de la academia, el del equipo rojo, e Ingrid Alexandra, la traidora... Ayla se acarició instintivamente la cicatriz que Ingrid le había dejado en la mejilla izquierda el día que intentó matarla. La sonrisa que le dedicó le puso los pelos de punta, especialmente cuando acompañó a Linda Huffle al lado de Svend. Ayla no soportaba a esa muchacha, pertenecía a los Antiguos Clanes y había conseguido llegar a jinete gracias a los contactos de su padre.

-Me alegro de verte Ayla...-dijo ella, arrogante-O debería decir, sobrina...

-¿Te has casado con Linda Huffle?-se sorprendió ella-¿Pero.... cómo? ¿Por qué?-Ayla era incapaz de articular palabras con sentido...

-Es más joven que Elisabetha y estoy seguro que me dará muchos hijos, y, lo más importante:-Svend arremangó la manga del costoso vestido de Linda y mostró una marca en forma de serpiente en el interior del bíceps izquierdo-Es una Sangre Pura. Ni te imaginas como valoran en el extranjero la sangre de los marcados por los Antiguos Clanes.

Empujó a Linda bruscamente hacia Ingrid y esta volvió a llevársela a la segunda fila.

-¿Después de faltar al respeto de esa manera tan insolente a mi tía, pretendes que sea benevolente con tu hijo?

-¡Vaya! Mi hijo...-casi me había olvidado de él. El tono de Svend seguía siendo de burla-Adelante, mátalo...-Ayla y Ryden se miraron desconcertados-Venga, adelante, córtale el cuello, dególlalo como a un cordero, a mi no me sirve de nada...

-¡Cómo puedes decir eso! Es tu hijo...

-Ya tendré más. Además, no he venido aquí por Ryden... ese imbécil dejó de ser mi hijo el día que se exilió contigo. Organicé todo esto por él, para que algún día fuese el rey, y huyó como un cobarde... Aunque debo agradecerte que te marchases Ayla, estuve a punto de depositar el futuro de Halogala en las manos de una niñita...

Ayla miró a Ryden. Su primo tenía los ojos llenos de lágrimas, y miraba al suelo avergonzado, intentando evitar que su padre le viese llorar. La muchcaha rompió sus ataduras y le abrazó con fuerza:

-Lo siento mucho Ryden...-se disculpó-Sabes que yo no quería hacerlo...

Pero el chico se limitó a guardar silencio.

-Si no quieres a Ryden, entonces... ¿Qué es lo que quieres?-gritó ella muy enfadada.

-A ti. Te quiero a ti.


*    *     *

-Déjame que te presente a alguien, querida sobrina,-Svend se dirigió al hombre delgado del cabello plateado-Este es el Viserión Dante, el vigilante del Bosque. Él nos ha proporcionado valiosos arqueros con los que defender la playa de tus patéticos ataques. Puede que seas buena arquera Ayla, eso jamás lo he puesto en duda, pero tus flechas de madera son juguetes para los arqueros del Bosque...

-La obsidiana Ayla....-exclamó Robb-¡Era suya!

Ayla miró su hombro herido y recordó cuando le extrajo la flecha a Axel... Ahora se sentía aún más culpable por haber culpado inocentemente a Robb. El Bosque se encontraba al sur del Valle de Land, después de las montañas y  la rivalidad entre los Madden y los Adger no era nada comparada con la enemistad entre Land y los vigilantes del Bosque. El valle se interponía entre Kiruna y Pike, e impedía, de ese modo, que los arqueros consiguieran las rocas necesarias para construir sus flechas. Los Madden habían formado alianzas con los nobles que rodeaban el Bosque, obligando a los vigilantes a esconderse entre sus árboles y a vivir como salvajes. Robb temía el Bosque, sus cabellos plateados y sus flechas eran sinónimo de guerra, destrucción y muerte. De vez en cuando, atravesaban las montañas e incendiaban algún pueblecito del Valle, no había piedad para nadie: los hombres eran asesinados a flechazos, las mujeres violadas, y utilizaban a los niños como dianas de caza, secuestrándolos y cazándolos en sus bosques. Robb quería huir, montarse en su dragón y volar lo más lejos posible, alejarse de ese monstruo de ojos violetas, miró a Ayla, ella todavía no entendía lo que quería Svend de ella, peor el astuto príncipe comenzaba a verse cada vez más alejado de la joven Adger.

-Vas a casarte con él, Ayla...-su tono de voz era suave, incluso paternal, cuando pronunció esas palabras.

-Ni hablar...-sentenció ella.

-No tienes opción. ¿Qué vas a hacer? ¿Huir? Te atraparíamos antes de llegar a tu fortaleza. ¿Te enfrentarías a mi? Te mataríamos antes de que lanzases una flecha... Se sensata por una vez en tu vida, Ayla... Ofrezco la paz, se acabaron los enfrentamientos sin futuro, adiós a las alianzas, Malmö volvería a ser un pueblo de paz...

Ayla miró a Robb, con los ojos llenos de lágrimas. Le decía que no lo hiciese, que podían luchar... que en Land siempre tendría un hogar...

-Si acepto, ¿cuál sería el destino de mis seguidores?

-Una muerte digna para ellos y sus monturas y un entierro según la tradición en la Montaña de Fuego, mucho más honorable que servir eternamente como un esclavo...

Ayla miró a los doce jinetes que la habían acompañado. Distinguió la mirada de preocupación de los dos hermanos que la habían salvado, miró a Brandon, cogido de la mano de Robb, Ryden, cabizbajo, humillado... Pensó en todos los jinetes que la esperaban en la Fortaleza, la imagen de su padre cruzó su mente, también la de Axel, la de Lis, incluso la de su tía Elisabetha, recordó las palabras que le dijo Magnus Madden la noche anterior a que Robb y ella partieran del Valle: "Si esto no sale bien, recuerda: siempre tendrás un hogar en Land". Observó su daga, con el mango de cobre y la hoja de acero deslumbrando por el sol de mediodía. Empujó a Ryden juntó a Robb y empuñó el cuchillo contra su vientre. La primera línea de soldados de Svend se pusieron en guardia, pero los doce jinetes, encabezados por Jen la envolvieron en un círculo con sus armas preparadas. Acamar y Gorgonea rugieron, y a su canto se sumaron la docena de dragones que los acompañaba.

-Me casaré con el Viserión si eso trae paz a Malmö, pero se hará bajo mis condiciones.-afirmó muy segura de si misma.

-Es un farol...-gritó Ingrid desde su posición. Ayla recordó su enfrentamiento con la líder del Equipo Rojo, sino hubiese sido por Axel, la hubiese matado. Acarició su mejilla izquierda, donde Ingrid le había dejado una pequeña cicatriz con una de sus espadas.

La princesa presionó el puñal contra su piel y un hilo rojo manchó su elegante túnica azul. Ayla apretó la mandíbula para contener el dolor. Sven intercambió una mirada cómplice con Pendragón y con el Viserión. El hombre delgado de cabello blanco miraba a la joven como si en lugar de una muchacha se tratase de una mercancía cara y exclusiva que no podía estropearse...

-¿Qué quieres Ayla?

-Primero de todo: los hombres que se unieron a mí tendrán derecho a regresar a la isla para recoger a sus familias y sus pertenencias, después de marcharán. No serán perseguidos, no serán detenidos y por supuesto, nadie les matará.-Svend asintió con la cabeza-Después soltarás a Lis, a mi padre y a los hermanos de Brandon Jory...

Svend llamó a Knight Kobu y le susurró algo al oído. Inmediatamente, el instructor, que iba vestido con una ornamentada coraza decorada con piedras preciosas, partió inmediatamente en un dragón dorado para Malmö. Después dos jinetes que Ayla no conocía salieron de la multitud llevando a Lis maniatada. La muchacha tenía el cabello negro mal cortado, con mechones de distintos cabellos rozándole la nuca. Estaba llena de moratones y cortes y sus ropas estaban sucias y roídas. Svend cortó la cuerda que unía sus manos y la empujó violentamente contra Ayla. La princesa la recogió entre sus brazos, Lis tenía los ojos llenos de lágrimas, una mancha morada y amarilla le cubría el ojo derecho y parte de la mejilla, también tenía el labio partido, con manchas de sangre seca todavía recorriéndole la barbilla.

-Ayla... ¿qué has hecho?-dijo ella entre sollozos, sujetándola por los brazos.

-No te preocupes-la tranquilizó la joven princesa-ya ha acabado todo.

Se quitó la capa azul y dorada y envolvió a Lis con ella, la empujó suavemente hacia donde estaban Ryden y Robb.

-Te entregaré a la niña Jory, pero el niño se queda aquí...-le explicó Svend.

-¡Ni hablar!.

-Lo siento Ayla... Pero no puedo entregarte al chico.

-Deberás hacerlo...-la muchacha apretó los dientes y empuñó con firmeza su puñal.

-No te entregará a Ryon Jory...- el que habló fue el sultán Aysel, tenía la voz ronca pero firme y autoritaria-Pero dejaré que sus hermanos lo vean. Está bien, y no va a sufrir ningún daño...

Uno de los guardias trajo del brazo a una chiquilla bajita y regordeta de cabello castaño y ojos oscuros. "Una belleza exótica, como Lis". Pensó Ayla. Brandon llamó a su hermana, se deshizo del brazo protector de Robb y corrió hacia Tamy, ella también se deshizo del guardia y corrieron a abrazarse. El príncipe de Land corrió tras ellos, con la mano en el puño de la espada, listo para proteger a esos niños con su vida. Los ornamentados guardias de Aysel trajeron a un pequeño de cabellos rubios y ojos claros con ropas al estilo oriental. El chiquillo corrió hacia sus hermanos y los tres se fundieron en un abrazo. Los dejaron llorar abrazados un buen rato. Aysel miró a Ayla:

-Te prometo que no le pasará nada.

La muchacha no se fiaba del sultán que quería comerciar con dragones vivos, ¿por qué narices quería ahora a ese niño? Ella no podría averiguarlo, se marchaba lejos, y temía que si Robb se inmiscuía estallase la guerra entre el Valle de Land y Malmö. Ayla observó nostálgica el reencuentro familiar, sin saber cual sería el destino de ese pequeño que ahora felizmente abrazaba a sus hermanos. Ayla y Aysel se miraron. La joven se acercó a los muchachos y miró a Brandon a los ojos:

-Estos señores van a llevarse a Ryon con él...-intentó explicarle al niño.

-¿Por qué?¡No pueden llevárselo! Es mi hermanito y debo cuidar de él...-Brandon estalló en llantos.

-Eres un niño Brandon, no puedes cuidar de otro niño...-a Ayla se le partió el corazón- Estará bien, no le pasará nada. Aysel cuidará de él...

Brandon se negaba a soltar a Ryon, la niña también lloraba, pero no decía nada. La joven cogió al niño con sumo cuidado y se lo entregó a los guardias de nuevo mientras Brandon y Tamy lloraban y suplicaban que no se lo llevasen. Robb se encargó de los dos muchachos y se los llevó al pequeño grupo que comenzaba a formarse alrededor del príncipe de Land. Ayla lo miró a los ojos, con 
El sultán Aysel se lleva a Ryon Jory,
el último sangre pura de los Jory,
bajo su tutela
lágrimas recorriendo sus mejillas: Robert era el perfecto rey para Malmö, justo, honorable, inteligente y un gran guerrero. Veía como trataba a Brandon, hubiese sido un buen padre para los hijos que nunca tendrían. Y lo más importante: lo amaba, pero jamás sería suyo...

-Knight está de camino con tu padre, en cuanto llegue, partirás con el Viserión Dante.-interrumpió Svend-una escolta os llevará hasta el Bosque. Ayla asintió entre lágrimas.-Has puesto tus condiciones princesa, voy a pagar un precio muy alto por esta paz, he liberado a todos lo que me has pedido, pero hay algo que quiero que me des a cambio...

Ayla se enjuagó las lágrimas y adoptó una postura firme y segura de si misma y un tono de voz grave y autoritario. A Robb le gustaba ver como su exprometida se transformaba: de la inocente joven que dormía desnuda a su lado a la princesa guerrera, la líder; y él estaba enamorado de ambas.

-Voy a darte mi libertad, mi derecho por nacimiento, mi corona... ¿qué más quieres?

-A mi hijo...-respondió él muy autoritario.

A Ayla no le dio tiempo a responder:

Ryden y Ayla en el momento en
el que él decide entregarse como
esclavo a su padre
-De acuerdo.-afirmó Ryden muy seguro de si mismo. Jamás le había oído hablar así, el tímido e inseguro Ryden, la sombra de Ayla. Siempre obediente, siempre haciendo lo que se esperaba de él, pero siempre por detrás de su prima... El exilio había sido la primera ocasión en su vida en la que había podido tomar una decisión por su cuenta, podría haber sido príncipe, pero había preferido seguir siendo el escudero de Ayla y seguirla hasta el fin del mundo. Ahora volvía a tomar otra decisión: por la paz.

-¡No puedes hacer eso Ryden!-le gritó Ayla cayendo de rodillas al suelo-No quiere una muerte digna para ti. Te encerrará, te humillará y te hará servir como esclavo. No voy a permitirlo.

Ryden comenzó a avanzar hacia Svend. La miró desde arriba, más arriba de lo que solía hacerlo normalmente. Él era un joven exageradamente alto para su edad, pero Ayla proyectaba una sombra muy alargada...

-Tenías razón Ayla: Ya ha muerto demasiada gente en esta guerra.-dos guardias tomaron a Ryden y se lo llevaron a la fila de los guardias.

-Knight no tardará en llegar,-dijo Svend con un hilo de voz-si quieres despedirte, ahora es un buen momento...

Robb se acercó a Ayla y la levantó del suelo. Se cogieron de las manos. Ella deseaba que la abrazase y se la llevase de allí, que la llevase a Pike de nuevo, o a Land, que fuesen a cazar juntos y honrasen al Primer Dragón después de un largo y cálido baño. Las palabras de Lady Margaret resonaban en su cabeza: "No es su guerra, Ayla". La joven observó el rostro de Robert, estaba cansado, devastado, dos grandes bolsas negras habían aparecido bajo sus ojos, y su mirada había perdido el brillo del océano y la alegría que los caracterizaban.

-Vuelve a casa Robb,-le suplicó- cásate con Tabitah, olvídate de Malmö, de los dragones y de Halogala. Regresa a Land y gobierna como tu sabes hacerlo. Abraza a tu padre, besa a tu madre, haz el amor y ten muchos hijos... Solo te pido un favor: acoge a los jinetes que te lo pidan, dales tierras o un taller, y protegerán tu reino con su vida.

-Descuida, lo haré...-dijo él suavemente mientras apoyaba su frente en la de ella.

-Y cuida de Brandon y de su hermana, por favor, no tienen a donde ir...

-Tranquila, haré todo lo que quieras, pero por favor, no me pidas que me olvide de ti porque no lo haré. Te amo Ayla Adger, y te amaré siempre...

Ella le besó tiernamente la cara y le acarició el rostro mientras una lágrima le recorría la mejilla.

-Y yo a ti Robb Madden...

Ella hizo ademán para quitarse la talla de madera en forma de oso que le regaló, pero él se lo evitó alegando de que había sido un regalo.
Se sentía avergonzada, humillada cuando recorrió la escasa distancia que le separaba de su nueva vida, pensó en Axel. Su cabello rubio oscuro, su arrogancia fingida, su seguridad en si mismo... también habría sido un marido excelente, no le amaría como a Robb, pero no le habría tratado mal. Se arrepintió de haberse fugado, si no lo hubiese hecho Axel estaría vivo y sería su marido, Ryden no estaría siendo tratado como un esclavo, no habrían torturado a Lis, ni a su padre, ni a su tía. No habría conocido a Robb y no sabría que es amar.... Solo si no se hubiese escapado... Se plantó delante del hombre delgado de ojos violáceos y este le besó la mano. Tenía el rostro impecable, sin ni un pelo de la barba, ninguna marca, nada, era blanco inmaculado... El Viserión Dante le besó la mano:

-¿Estáis lista para volver a casa, su alteza?

-¡Yo iré con ella!-la voz venía de los doce jinetes que habían acompañado a Ayla, era Sam, su salvador, que avanzaba corriendo hacia ella. Su hermano Jen le persiguió un instante e intercambiaron algunas palabras al oído-¡Soy su doncel!-le gritó al Viserión-mi trabajo es asistir a la princesa en cualquier momento y en cualquier lugar.

Dante miró a Ayla, interrogándola con la mirada. Era tan pequeño comparado con Ryden...

-Está en lo cierto. Sam es mi doncel, le necesitaréis para que atienda a los dragones. ¿O pretendéis fardar de una princesa de la isla de los dragones que viene sin montura?

El Viserión le dio la razón y ordenó a Sam que se acercara con su dragón. El hombre obedeció y se acercó con Violetta, su peluda dragona de los vientos.

-Ata la montura de la princesa a la tuya, ella viajará contigo e iréis a mi lado.-Sam obedeció.

-Yo también debo partir con ellos-gritó Jen, acercándose-Soy su mozo de cuadra, me ocupo de sus dragones.

-A vos os necesito aquí, Jen.-Sam y Jen intercambiaron una mirada de sorpresa y se dirigieron a Ayla-Seréis mis ojos en Malmö, os aseguraréis de que mi tío cumple sus promesas y que ninguno de los jinetes que me han servido sufre daño alguno. Me iréis avisando mediante cartas-Ayla sacó a Dzigan de las alforjas de Acamar y le entregó el pequeño dragoncito a Jen-No os preocupéis, él siempre me encontrará. Cuando el exilio haya terminado y la paz haya sido restaurada podréis venir al Bosque con nosotros. ¿Está bien? Jen asintió con la cabeza.

Los jinetes exiliados de Ayla, Robb y los niños Jory ya estaban listos para partir, también lo estaba la guardia de dragones que Svend había dispuesto para acompañar al Viserión y a Ayla a su nuevo hogar. Gorgonea refunfuñaba nervioso al ver que la ataban con correas y se lo llevaban. Ryden intentaba tranquilizarlo con palabras bonitas, pero todos sabían cual sería el cruel destino que le aguardaba a aquel pobre dragón de los pantanos. Ayla ya estaba montada en Violetta, lista para el despegue cuando apareció Knight con su padre: si Svend había envejecido en aquellos dos años, Haakon Adger parecía todo un anciano. Tenía arrugas por toda la cara, los dedos de las manos esqueléticos y la piel pálida, enferma. La larga barba y el cabello rubio estaban cubiertos de canas y los ojos pequeños y verdes inundados en lágrimas. Ayla no podía distinguir lo delgado que estaba porque lo habían vestido con elegantes ropajes orientales: una larga y ancha túnica negra decorada con un dragón escupiendo fuego cosido con hilo de plata. Sobre sus espaldas llevaba una piel de lobo para resguardarse del frío. Knight lo bajó de un empujón de su dragón, como Lis, tenía las manos atadas a la espalda, de un tirón de pelo y amenazándolo con un cuchillo lo colocó de rodillas delante de Svend. Haakon miró a Ayla, con el corazón partido...

-Mi hija...-susurró entre lágrimas mientras la miraba con los ojos de un moribundo.

-Padre...-fue lo único que alcanzó a pronunciar Ayla antes de que Sam le tapase los ojos e iniciase el vuelo para evitar que viese como Svend le cortaba el cuello.

*     *      *

Era ya de noche, mientras Robb acariciaba con la yema de los dedos el agua caliente de su bañera. En su rostro se reflejaba una clara mueca de decepción. El viento resonaba a través de las paredes, pero 
Robb, arrepentido de haber entregado a Ayla al Viserión.
en su estancia de paredes de roca negra no hacía frío. Deseó que Ayla estuviese compartiendo el baño con él, la abrazaría entre sus piernas y le lavaría el cuerpo con sumo cuidado, deleitándose con cada centímetro de su piel, blanca como la nieve. El sonido de un goteo le devolvió al mundo real y sintió como un paño suave le frotaba las espaldas. Echó la cabeza hacia atrás y cerró los ojos mientras le limpiaban los rizos cobrizos.

-Se que es duro, su alteza, pero habéis hecho lo correcto. Ha vuelto la paz a Malmö y el Bosque no dará más problemas a Land. Ayla va a ser princesa de un lugar muy lejano, en una  sofisticada Corte y rodeada de vestidos y perfumes, como debe ser...-dijo Ingrid con su áspero tono de voz de víbora mientras se deshacía de la túnica de lana y se metía en la bañera con Robb.


EL VISERIÓN

A pesar de ir en dragón, la escolta de Ayla y el Viserión Dante tardó más en llegar al Bosque de lo que estaba previsto: la ruta más breve era atravesando el Valle de Land, pero las rivalidades entre los 'elfos' y el país comandado por Magnus Madden obligó a la comitiva a dar un rodeo por el este. El camino por el oeste hubiese sido más sencillo, pero las tóxicas minas de Kiruna impregnaban el aire y podían enfermar a los dragones y empeorar el delicado estado de salud del Viserión. El peligro del este venía de los hombres, tuvieron que atravesar la Bahía Usher, también aliado de los Madden (por el matrimonio del rey del Valle con una de las hijas del señor de los constructores de barcos), afortunadamente, no se produjo el ataque, las gentes de la Bahía eran tímidos pescadores, constructores y marineros y no querían enfrentarse a las flechas negras de los 'elfos'. Una vez dejada atrás la Bahía Usher tuvieron que adentrarse en la península de las tierras de Vero para dar un rodeo: el invierno se les había echado encima y los fuertes vientos que rebotaban entre las afiladas montañas que rodeaban Land no permitían que los dragones volasen bien.
Ayla pisó por primera vez el Bosque en la segunda luna del invierno, casi dos meses después de dejar Halogala. Una tormenta de nieve les había sorprendido en el último momento, y la princesa entró entre los espesos árboles montada sobre su dragón y envuelta en una gruesa capa de lana. Llevaba el cabello recogido en una trenza, y tenía el rostro pálido, la nariz y las mejillas sonrojadas y los ojos vidriosos. Sam y Violetta montaban a su lado, rompiendo ramas y levantando matojos a su paso por los caminos musgosos. El muchacho también tenía frío y una gruesa capa cubría sus hombros, pero el aspecto de Ayla era lamentable, enfermizo... el chico sintió pena por el destino de la valiente princesa.
El Bosque es un lugar mágico, escalofriante que a
Ayla le pone los pelos de punta.

El Bosque era un lugar sombrío, no había fortalezas, ni ciudades, no había nada... solo una frondosa capa de árboles gruesos y viejos que no dejaban pasar la luz del sol. Ahora entendía porque eran tan pálidos los arqueros de Dante. el Bosque se extendía cientos de leguas al sur, de echo era tan extenso que en sus fronteras norte y sur se hablaban lenguas diferentes. El Bosque estaba dividido por regiones, cada una de ellas comandas por un príncipe, llamado Viserión (vigilante). Dante era el vigilante de la región norte, frontera con la sierra del Valle de Land, y por eso hablaba su idioma, aunque solamente lo usase con Ayla, ya que el resto de la corte prefería hablar en el oscuro y complejo lenguaje de los arqueros. Nada más pisar sus suelos musgosos, la joven tuvo la sensación de que la observaban: escuchaba el crujir de las ramas, las hojas moverse, pero no veía nada... lo achacaba al cansancio del viaje, hasta que sorprendió a su doncel mirando al cielo buscando el origen de los sonidos.

-¿Habéis visto eso, su alteza?-preguntó Sam señalando hacia arriba.

Ayla no se había percatado, pero entre las gruesas ramas de los árboles se ocultaban un sinfín de cabañas recubiertas de musgo y de puentes colgantes. Llevaban varios días allí y todavía no habían visto a ningún habitante del Bosque. Cuando llegó a Land, a medida que avanzaban hacia el castillo de Magnus, ante ella aparecieron pequeñas aldeas, granjas, tabernas... pero no se veía ni un alma. Y de repente, estaba allí, con sus ojos violáceos clavados en ella y el cabello plateado cayéndole sobre los hombros, se colgaba desde una rama como un murciélago. Solo su pelo había provocado el descubrimiento, sus ropas eran de los mismos colores que el entorno y se movía ágil y silencioso entre los árboles. Lo vio un momento, y de repente ya no estaba.
Desde el hallazgo de las cabañas colgantes y el silencioso vigía, Ayla y Sam habían podido descubrir otras construcciones de los habitantes del Bosque: casitas en troncos huecos o excavadas en las rocas y cada vez más y más ojos púrpuras se posaban en ellos. Al principio no decían nada, los miraban (a ellos y a sus dragones) y se esfumaban. A medida que avanzaban, los 'elfos' ya no se ocultaban tanto, y les miraban con ojos curiosos hasta que desaparecían de su vista, cada vez eran más y más descarados al seguirlos con la vista, en silencio. Había de todo tipo: hombres y mujeres de todas las edades pero con los mismos rasgos en común: cabello rubio casi blanco, con reflejos dorados o plateados y liso como la seda, y ojos que oscilaban entre el violeta, el púrpura y hasta el malva. Se movían silenciosamente, como gatos, entre las ramas, eran delgados y con la piel blanca, sin ningún tipo de señal, ni una peca ni una cicatriz. Nada. Al principio se mantenían en silencio, pero después comenzaron a susurrar palabras que Ayla no comprendía. Cuando se detuvieron para descansar en un claro, el Viserión se acercó para hablar con ella:

-No están acostumbrados a ver extranjeros, ni mucho menos montados en dragones. Las Islas del Norte son como un mundo imaginario para muchos de ellos.-Dante tenía una voz grave y seseaba como una serpiente. Sus palabras eran largas y elegantes como una dama de alta cuna. Agarró la capa de la muchacha y se la arrebató de un tirón, la chica calló al suelo. Sam, que estaba cerca atendiendo a los dragones, se llevó la mano al puñal al observar la escena. Ayla lo detuvo con la mirada, Acamar se puso nervioso y el joven tuvo que calmarlo, aunque no apartaba la vista de la joven. Ayla se puso en pie, Dante la agarró del pelo, y le quitó la trenza-¡Mírate! Estás hecha un desastre... Debes parecer una princesa, no una prostituta. Estamos muy cerca de palacio y no quiero que la Corte se ría del monigote con el que me tengo que casar-tiró de su túnica de lana, desgarrándole y dejando su pecho al descubierto. Ayla se lo tapó con los brazos y los ojos se le llenaron de lágrimas.-No te escondas-dijo él apartándole los brazos-tienen que ver que tu sangre es pura, que eres una auténtica jinete de dragón...

La comitiva había menguado bastante desde que la escolta que les había asignado Svend regresó a Halogala. El grueso del ejército marchaba a pie y aún tardarían varias semanas en llegar. Una vanguardia se había adelantado saltando entre los árboles para advertir de su llegada, y en seguida mandaron una escolta a caballo para recibirlos. Detrás de una diminuta guardia, cabalgaba Dante envuelto en terciopelo, sobre una yegua dorada, a su lado Ayla guiaba a Acamar, con la túnica caída para mostrar su marca de nacimiento. A unos pasos por detrás iba Sam, con Violetta y Dzigan acurrucado en el calor de su pecho. La procesión la cerraba un grupo de arqueros a pie y una retaguardia a caballo. A medida que se acercaban a palacio, más y más 'elfos' asomaban sus cabezas entre las hierbas, curiosos. Ayla comenzó a entender algunas palabras que susurraban: "princesa", "dragones" "Antiguos Clanes" eran algunas de ellas. El palacio era la primera gran edificación que Ayla veía en el Bosque. Estaba construido aprovechando el tronco y las ramas del roble más grande y robusto que Ayla había visto jamás. El mármol blanco y rosa y los detalles de oro había servido para construir alrededor y formar el palacio más majestuoso del continente. A pesar de su estructura de madera, no le faltaba muralla, ni torreones, ni balconadas, ni impresionantes pórticos de columnas. Cuando la princesa visualizó por primera vez la imponente estructura, oculta entre los árboles, la melodía de una flauta comenzó a resonar entre los árboles, de repente, las personas de cabello blanco y ojos lilas se pusieron a cantar: era una canción sin letra, grave y solemne. Algunos empezaron a encender farolillos de hoja que lanzaron al cielo para recibir a los invitados e iluminarlos el camino. Las voces se le metieron en la cabeza; resonaban en su cerebro con un rostro oscuro y maquiavélico, sentía como un fantasma la perseguía silencioso entonando esa fúnebre melodía. Sintió náuseas y se le nubló la visión, estuvo a punto de perder el equilibrio y caer del dragón. La silueta del castillo comenzó a esfumarse y por un momento todo fue oscuro. Los susurros seguían rebotando en su mente: "princesa", "dragones", "Antiguos Clanes", "princesa" "dragones" "Antiguos Clanes", "princesa", "dragones" "Antiguos Clanes". Lo último que escuchó fue la voz bífida del Viserión y sus ojos violetas clavados en ella: "Ya estamos en casa, mi reina..."


*       *        *

-Este vestido os queda realmente bonito. el verde claro resalta los destellos de vuestros ojos.- dijo la mujer de piel oscura mientras le arreglaba las capas de seda que componían la prenda. Alegría era otra de las pocas personas que le hablaban en la lengua del continente y no en la del Bosque. Había sido su dama desde el momento de su llegada, a Ayla le sorprendió porque jamás había conocido a alguien con la piel tan oscura como Alegría. Era una mujer de unos cuarenta años, pequeña y regordeta, con los pechos caídos y los muslos anchos. Vestía ropas sencillas y casi siempre iba descalza. Su cabeza la decoraba un moño de cabello negro y  exageradamente rizado. Tenía los pómulos altos y los ojos oscuros como la boca de una cueva y bajo los gruesos labios ocultaba una ámplia sonrisa de perlas blancas. La trataba bien, la cuidaba y era amable con ella, a Ayla le recordó a su tía, que a pesar de no tener un vínculo de sangre directo con ella, la había cuidado como a su propia hija. Alegría venía las tierras de Vero, donde era común tener la piel tan oscura. (la princesa recordó a Tabitah Vero, la ex-prometida de Robb, que también tenía la tez morena), su hogar había sido un pequeño pueblo entre las dunas de arena y su verdadero nombre no era Alegría, pero si su significado. Ayla intentó aprender la complicada pronunciación de su auténtico nombre, al no lograrlo, la criada le permitió que la llamase Alegría. La joven miraba por la ventana, nostálgica, desde la altura en la que se encontraban sus aposentos podía ver la sierra que separaba el Bosque del Valle de Land, las palabras de Magnus Madden resonaban en su mente: "Siempre habrá para ti un hogar en Land", estaba tan cerca de casa, de Robb, pero a la vez lo sentía tan lejano...-¿Os ocurre algo, mi señora?-preguntó la doncella-No es este el semblante que debería tener una princesa el día antes de su boda...

-Lo siento Alegría...-Dante le había dicho miles de veces que no debía pedir disculpas al servicio-pero siento que no estoy haciendo lo correcto...

-¿Por vuestro reino?-preguntó la mujer.

-Por mi corazón. No hay día en que no sueñe en huir y cruzar esas montañas para abrazar a Robb de nuevo... Pero si lo hago... -suspiró decepcionada-Ya hay suficientes tensiones entre el Bosque y el Valle para hacer estallar otra guerra. Ya ha muerto demasiada gente por mi culpa.

-Sabéis...-interrumpió Alegría-yo también tenía a un ser amado en mi pueblo, bueno, en realidad tenía cuatro.-Ayla la miró curiosa-Así es, mis cuatro hijos. Tenía que alimentarlos, vestirlos, darles refugio y estaba sola, solo tenía a mi anciana madre y a mi hermana para ayudarnos. Pero un día llegó el Viserión y su séquito, compraban mujeres para ejercer de doncellas en palacio. El dinero que ofrecieron por mi no sería demasiado para ellos, pero podía alimentar a mi familia hasta que mis hijos fuesen mayores, así que acepté. Dejé a mis pequeños, a mis tesoros y me vine aquí.-Alegría cogió un taburete y se lo ofreció a Ayla, la joven se sentó sin dejar de mirar por el ventanal, mientras la doncella cogía un cepillo de plata de la cómoda y comenzaba a sacarle brillo a su melena amarilla-A veces debemos hacer sacrificios por nuestros seres queridos, princesa, por muy duro que nos parezca...

Unos pasos suaves y blandos interrumpieron en la enorme sala de mármol rosado y cortinajes color pastel que era la habitación de Ayla. El roble se alzaba por encima del resto de los árboles y por tanto la estancia estaba inundada por una agradable luz natural. El ocaso estaba cerca, y el cielo se había teñido de naranja para dar la bienvenida a su oscura esposa. A través del reflejo del cristal del ventanal pudo ver como los ojos violáceos y el cabello blanco de Dante se acercaban sigilosos:

-Que esas sedas no se ajusten tanto a su cuerpo, Alegría,-ordenó el Viserión-intenta disimular sus caderas todo lo que pueda. Las damas de la Corte deben creer que me caso con una princesa, no con una vaca...

A Ayla se le hizo un nudo en la garganta y se tuvo que aguantar el llanto:

-Viserión ¿A qué se debe esta agradable visita?-mostró una sonrisa forzada.

-¿A caso no puede venir un hombre a hacerle un regalo a su futura esposa?

Dante se plantó frente a ella y depositó en sus manos una peineta en forma de flor, con los pétalos blancos de marfil y esmeraldas en las hojas. Las púas eran de oro y tenía dos brillantes rosas en el pístil.  Realmente era una pieza exquisita, Ayla la contempló brillar en sus manos unos instantes hasta que el Viserión se la arrebató y se la tendió a Alegría para que se la colocase en el pelo:

Hazle algún recogido en el cabello,-ordenó mientras le apartaba un mechón que le caía sobre el pecho izquierdo-quiero que todos vean bien que por sus venas corre la pureza de la familia del dragón.-el hombre bajito le agarró la barbilla con fuerza y la obligó a mirarlo a los ojos-¿Sabes una cosa? No eres tan fea al fin y al cabo... Apenas tienes la piel manchada y el cabello tan claro casi podría pasar por el de una doncella del Bosque... Pero esas piernas, la curva de tus caderas, el pecho...-Dante se estremeció mostrando una mueca de repugnancia en el rostro-solo de pensar de que tengo que tocar ese cuerpo lleno de grasa me entran náuseas...

Las gentes del Bosque casi rechazaban el alimento. Apenas comían dos veces al día, y sus menús consistían en un único plato de caldo de verduras, en escasas ocasiones acompañados por un poco de carne o un trozo de pan blanco... Ayla había pasado mucha hambre desde que había llegado: estaba más delgada y consumida que cuando dejó Malmö, el cansancio del viaje y la pena de abandonar a sus seres queridos le hicieron perder el apetito y los 'suculentos' platos del Bosque tampoco la ayudaban a recuperarlo. Por suerte, tenía a Alegría, que le traía de incógnito algún que otro grasiento y suculento muslo de pollo, una tarta de limón dulce o una jarra de vino tinto. Los 'elfos' rechazaban el alimento porque creían que subir de peso les haría menos hábiles y más ruidosos a la hora de desplazarse por los árboles. Esta insana creencia provocaba que fueran extremadamente delgados, las mujeres apenas tenían curvas: ni pecho, ni cintura, ni caderas y lucían un aspecto enfermizo y demacrado. "Si no tienen un cuerpo sano y bien alimentado, no podrán gestar niños fuertes" pensó Ayla la primera vez que las vio. La joven princesa tenía el pecho abultado y las caderas voluptuosas, le daba vergüenza pasearse por los pasillos de palacio, mientras escuchaba como las damas de alta cuna cuchicheaban sobre las curvas de la muchacha. Ayla agarró con fuerza la muñeca que le oprimía la mandíbula y la apartó bruscamente. Dante se la agarró dolorido; había dejado una marca roja en su preciada y limpia tez blanca.

-¿Si soy tan horrible como decís, por qué pedisteis mi mano en matrimonio?-le reprochó la joven.

Ayla junto al Viserión, quien no para de repetir
que va a casarse con una mujer fea y repugnante
Dante no se lo pensó dos veces y la abofeteó en la cara. Ayla giró el rostro por el impacto y se acarició la mejilla agredida mientras apretaba los dientes y una lágrima resbalaba por su pómulo. La Ayla de hacía unos meses jamás hubiese permitido que nadie la tratase así, pero la Ayla del Bosque, la que había perdido a su pueblo, a su familia y a su amado ya no tenía ningún motivo por el que luchar.

-¡Por tu sangre estúpida niña!- Dante la miró con fiereza y después se volvió hacia el ventanal y desde la altura contempló como trabajaban las gentes de su pueblo-Necesitamos la pureza de tu sangre para salvar nuestra raza.-confesó con un tono de voz sombrío-Llevamos demasiado tiempo procreando entre nosotros, por eso nos parecemos todos tanto, nuestra sangre está sucia. Cada vez nacen menos niños, nuestras mujeres no soportan los embarazos y muchos de los niños que naces son débiles o tienen algún tipo de malformación... Yo no debía ser el heredero, mi madre sufrió cinco abortos, el sexto se la llevó a ella también. De los tres niños que sobrevivimos al parto: uno nació enfermo, no sabe hablar y tiene la mentalidad de un niño de dos años, y el otro murió a los cinco años por culpa de un resfriado. Se que tú y tu maravillosa y codiciada sangre me daréis muchos hijos, sanos y fuertes, eso me ayudará a consolidar mi mandato...-Dante se acercó a ella y acarició su marca de nacimiento-En fin... ya sabes lo que dices de la sangre pura de los Antiguos Clanes...-Ayla abrió la boca para preguntar pero el Viserión no la dejó terminar: Agarró con brusquedad el cordel que le envolvía el cuello y tiró de él. Era la talla de madera que le había regalado Robb cuando se prometieron. Ayla le había añadido la punta de flecha negra que había matado a Axel-¿Qué diablos es esto?

La joven le arrebató el colgante de la mano y lo ocultó en su espalda, protegiéndolo:

-Fue un regalo... De uno de mis oficiales...

-Guárdalo. No quiero volver a verlo, es ordinario y feo... No es la joya de una auténtica dama, y de paso quítate también ese collar de plata-se refería al collar de su madre, el que tenía forma de alas de dragón-la plata es para las cortesanas. Las princesas llevan oro, diamantes y marfil...-Dante se alejó hacia la puerta, refunfuñando-Más vale que esa maldita zorra me de un millón de hijos, la vergüenza que pasaré con ella en las demás Cortes... ¡Por favor! Si hasta una prostituta de Land tiene más clase que ella...

A Ayla no le sorprendieron sus palabras de reprocho hacia ella, pero si la referencia al reino de Robb. Alegría cogió un paño y la dejó reposar en agua, mientras cogía los dos collares de Ayla y los guardaba en un cajón. Colocó el trapo húmedo en la mejilla que le habían golpeado y siguió cepillando le el pelo. Se mantuvo un silencio un rato, con la vista fija en el suelo, Alegría le pidió que le sujetase la joya que le había regalado mientras terminaba de trenzar le el cabello. Ayla la acarició con la yema de los dedos:

-Alegría...-la llamó con la voz temblorosa.

-¿Si, su alteza?

-¿Por qué hay tanto odio entre Land y el Bosque?

-No conozco muy bien la historia de estas tierras, princesa, pero existe una leyenda, rumores, historias que se cuentan en la cámara de los criados, aunque más bien suenan a cuentos infantiles para dormir:

-Contádmela-ordenó Ayla

-Como deseéis. Tres siglos atrás, los árboles del Bosque se extendían hasta el norte, hasta casi rozar el mar. La región más norteña estaba vigilada por una Viseriona, no recuerdo su nombre, pero si que era más bella que cualquier mujer que jamás hubiese pisado la tierra. Su pelo era blanco como la nieve, con reflejo cual hilos de la más pura plata y sus ojos de un violeta tan intenso que los marineros corrían en busca de tormenta si se sumergían en ellos. Pero, ante todo, la princesa estaba soltera, había heredado su región a muy temprana edad y no había tenido tiempo para buscar un marido apropiado, así que tenía una infinidad de pretendientes de todas las etnias y tribus del 
Alegría cuenta una historia sobre una doncella que murió
por amor, a la joven princesa le recuerda su historia
con Robb Madden.
continente: desde el sur del Bosque, hasta en las islas donde habitan los lagartos que vuelan... pero de todos ellos, ella eligió al único hombre capaz de competir con su belleza: un hombre alto y apuesto, con una sonrisa capaz de iluminar el amanecer y unos ojos grises como la niebla matutina, misteriosos, pero sinceros...-Ayla se imaginó como el hombre descrito era Robb Madden, pero con ropas antiguas y los ojos grisáceos de su padre en lugar de los añiles de Margaret Usher- Él decía ser un príncipe, hijo de reyes al que le habían arrebatado el reinado y solo buscaba la protección de la Viseriona hasta poder regresar a su hogar. La bella guardiana accedió a custodiarlo en su castillo, pero a medida que pasaban las lunas, se fue enamorando más y más del apuesto príncipe, de hecho, se enamoró tanto que dejó de comer y de dormir porque solo podía pensar en su amado. Tampoco atendía a sus compromisos con su región, ni se iba de caza, ni siquiera bebía agua porque solo podía pensar en los ojos grises y la sonrisa de su príncipe.. Se terminó debilitando tanto que quedó postrada en una cama, donde en sus últimos días se casó, por fin, con su amado príncipe. Una vez falleció la Viseriona, su marido comenzó a talar los árboles y a destruir las cabañas de los arqueros, convirtiéndolo todo en un páramo seco y sin vida. Las gentes del Bosque se vieron obligadas a retroceder hacia el sur. Después, el malvado príncipe llamó a sus lagartos voladores y con su fuego hizo brotar montañas que rodearon el campo que había talado y guardó a sus bestias en ellas, para que rugiesen y formasen con el eco grandes tornados cuando alguien intentase atravesarlas... Y después de todo ello...

-Nació el Valle de Land-concluyó Ayla-Tenéis razón, solo es un estúpido mito para niños.

Alguien llamó a la puerta y Alegría fue abrir:

-Ya sabéis que dicen de los cuentos, mi princesa... Que siempre tienen algo de verdad...

Sam esperaba al otro lado de la puerta: vestía ropas de montar, tradicionales de las Islas del Norte, al contrario que Ayla, que desde que había pisado el Bosque, el Viserión la había envuelto en finas telas y terciopelos ornamentados para protegerse del frío... Su vestido de boda estaba hecho de muchas capas de seda verde claro. Se aferraba al pecho con unos finos tirantes de perlas en el y se aferraba bajo el pecho con un cinturón de flores naturales, blancas, bajo los senos. Caía en varias capas hasta el suelo, transparentando gran parte de sus piernas y dejando un gran agujero en la espalda, que lo cubría la melena de ondas rubias, suelta en esos momentos. En los pies calzaba delicadas sandalias de hilo de oro decoradas con las mismas flores que el vestido y un suave chal de tela transparente cubría sus hombros y parte de los brazos. El atuendo estaba diseñado expresamente para mostrar su mancha de nacimiento al mundo: el dragón serpenteado en el pecho, aunque irremediablemente también mostraba el tatuaje hecho con hierro ardiente que lucía sobre su hombro izquierdo, aquel que le habían hecho con fuego sagrado cuando terminó su adiestramiento como jinete, y que la identificaba como la líder de un grupo de jinetes. Aunque el dragón escupefuego que formaba un círculo con su cuerpo, ya no era igual que aquel que le hicieron cuando tenía dieciséis años: la carne quemada había adquirido una tonalidad rosada y una cicatriz reciente partía a la bestia por la mitad.

-Sam, me alegro de verte-Ayla esbozó una media sonrisa mientras lo saludaba en el idioma arcaico de las Islas del Norte.

"Yo también me alegro"-respondió Sam en una mezcla de signos manuales y gruñidos-Si me permitís el atrevimiento, estáis preciosa, princesa...

-Gracias, Sam-el muchacho era un par de años mayor que Ayla y era pura cortesía y educación. Un mechón castaño claro se le escapó de la cinta que le sujetaba el pelo y se posó sobre su nariz.-Disculpadme si os interrumpo, pero mi hermano Jen me ha escrito...

-¿Se sabe algo de Robb?-preguntó inquieta levantándose del taburete y andando hacia Sam-¿Y de mi primo? ¿Y el resto de mis jinetes?

-Bien... Jen solo habla de que el grueso de los ejércitos de Svend ya han comenzado a retirarse... Theo Pike ha levantado el bloqueo sobre el campamento Madden y el ejército ya esta de vuelta hacia el Valle, mientras que los barcos has puesto rumbo hacia la Bahía Usher. Aysel también ha partido hacia el este y el grueso del ejército del Viserión será escoltado a las península de Vero por una escolta de dragones... Jen también explica que muchos de tus jinetes se han negado a abandonar Halogala: tienen negocios, familiares ancianos o enfermos que no aguantarían un viaje en dragón o en barco y han decidido servir a Svend. No se sabe nada del príncipe Ryden. pero Jen asegura que está vivo, el rey no se atreve a hacerle nada hasta tener un hijo sano para sucederle. Se rumorea que la reina Linda ha sufrido un aborto... Svend teme que el Primer Dragón haya castigado sus crímenes impidiéndole tener más hijos...-Ayla recordaba lo mucho que respetaba su gente a su fe. Se alejó de Sam y volvió a clavar sus ojos en el ventanal. Bajo sus pies, un grupo de 'duendes' preparaba el altar y decoraba los jardines para la ceremonia de mañana. Se le vinieron a la mente las palabras de su padre cuando la llevó por primera vez a la tumba de su madre: "Tiana era hermosa, elegante, muy querida... Pero no todas las mujeres son capaces de parir a un Adger" se preguntó si ella sería capaz de hacerlo e inconscientemente se acarició el vientre.

-¿Qué hay del Consejo de Ancianos?

-Jen dice que Svend ha seguido haciendo lo mismo que durante la Guerra, intenta que los tronos de piedra los ocupen familias leales a su causa y a sus intereses, independientemente si son de los Antiguos o de los Nuevos Clanes...

"Eloff es el patriarca del clan Mann... tendrá problemas..."-suspiró Ayla para si misma-¿ Hay noticias del príncipe Robbert? ¿Se sabe si ha llegado ya a Land?

-Mi hermano no menciona nada sobre él... supongo que partiría hacia los Acantilados de Pike, con el grueso de su ejército...

Pero Ayla sabía que hasta que Robb no terminase todos sus asuntos en Halogala no volvería a casa.

-¿Alguna cuestión más?-preguntó a Sam sin apartar la vista del cristal...

-Solo una, su alteza...-el muchacho se atragantó al hablar-Mi hermano está preparando su partida hacia el Bosque, pero ha caído enfermo y se recupera en Malmö, no quiere que vaya en su ayuda, dice que cuando se ponga mejor viajará hasta aquí, pero es un cabezota y se que me necesita... Por favor, os ruego que me dejéis ir con él, partiré esta noche y volveremos lo antes posible, os lo juro...

Una lágrima resbaló por su mejilla.

-Mañana es mi boda Sam... sois lo más parecido a un familiar que tengo en este sitio, no me pidáis que os deje partir...

-Por favor...-suplicó poniéndose de rodillas-es mi hermano... mi única familia...

Si cualquiera de sus amigos estuviese en peligro ella acudiría sin pensárselo dos veces. Tenía que superar ese miedo de estar sola el día de su boda y afrontarlo como la guerrera que era... Aunque ni en su batalla más sangrienta se había sentido tan asustada...

-Levantaos, por favor...-Ayla tiró de su brazo, no quería que se humillase de ese modo. Sam se levantó-Sois un buen hombre Sam....lo siento, acabo de darme cuenta de que no conozco vuestro apellido, ni siquiera se a que Clanes pertenecéis...

-No hay apellido, su alteza... Es solo Sam.-respondió él dubitativo. El gesto de confusión de la princesa provocó que Sam se explicase mejor-Si preguntáis a mi hermano os responderá que estamos emparentados con el Clan Niara...

"La familia de mi madre" pensó Ayla. Los Niara se habían extinguido con el fallecimiento de Tiana, después de que su tío Morgan desertase como jinete y desapareciese sin dejar rastro...

-Así que el Clan Niara, entonces somos casi familia...-la joven miró los antebrazos del muchacho, estaban cubiertos con dos protecciones de bronce. Un jinete jamás escondería su marca si no fuese por pura necesidad y esas prendas no eran necesarias en el palacio del Viserión. Muchos jinetes de otras islas se habían unido a la causa de Ayla, aunque también lo habían hecho a la de Svend. En el año entero que estuvo en el Peñón del Diablo jamás había visto a Sam ni a Jen, normal con la de cantidad de jinetes que había, pero el dragón de los vientos de pelaje púrpura del muchacho llamaba especialmente la atención como para pasar desapercibido...-No sois de Halogala ¿verdad?-Sam negó con la cabeza-¿De dónde sois entonces? ¿Y por qué os unisteis a mi causa? ¿Por qué salvasteis mi vida y os ofrecisteis como mi doncel?

-Por dinero, su alteza...-respondió él-por una comida y una cama donde pasar el invierno. Mi hermano y yo somos de Sasak...

-Sasak-suspiró Ayla. Isla de piratas y mercenarios, al sur este de Halogala. No era ni la mitad de grande pero si tenía el doble de habitantes: corsarios y jinetes desertores, bastardos sin nombre... todos iban a la rocosa y desértica isla de Sasak a ganarse la vida con el contrabando de mercancías 
Sam, su fiel doncel, es en realidad
un jinete a sueldo al que han pagado
por protegerla.
del archipiélago y como jinetes mercenarios, especialmente contratados por los sultanes del este...-Ensillad a vuestro dragón e id con vuestro hermano, pero regresad lo antes posible.-Ayla comenzaba a dudar de la lealtad de su doncel, pero si tenía que desaparecer mejor que fuese de inmediato, antes de que le cogiese más cariño-Y traed más carbones de la Montaña de Fuego, Acamar tiene que pasar el invierno...

-Si, mi señora...-Sam inclinó la cabeza respetuoso y abandonó la estancia a toda prisa.

Alegría, que había permanecido en silencio durante toda la charla se acercó a Ayla y le puso una mano en el hombro, maternal: la mujer no era tonta, y se había dado cuenta de que algo malo sucedía...

-¿Crees que lo volveréis a ver?-era lo único que le quedaba de su tierra.

Ayla se encogió de hombros. En realidad no pasó demasiado tiempo hasta que volvió a ver a Sam, fue durante esa misma noche, cuando llamó alarmado a su puerta:



LOS ANTIGUOS CLANES (PARTE I)

Ayla recordaba perfectamente el día que su padre la llevó por primera vez ante el Consejo de Ancianos. Acababa de cumplir los seis años, cuando aquella fría mañana de invierno, la que tía Eli la levantó a toda prisa de la cama. La esposa de Svend entró en la habitación de piedra y madera dando gritos de buenos días, deposito una bandeja con comida en la mesita y encendió la chimenea. A la pequeña le costó trabajo abandonar la calidez de sus pieles para enfrentarse a la gélida brisa matutina de Halogala. Elisabetha abrió las cortinas para que entrase la luz, pero no sirvió de mucho, los rayos del sol apenas habían comenzado a rozar los tejados de las cabañas de Malmö. “¿Por qué la levantaba tan temprano?” se preguntaba la jovencísima Ayla tapándose la cabeza con las mantas de piel de zorro. Tía Eli era una mujer bajita y regordeta, Ayla no recordaba haberla visto jamás sin su moño y su delantal. Tenía fama de ser la joven más hermosa de Isla Corazón, pero los abortos, el embarazo y el complicado parto de Ryden la habían provocado un notable aumento de peso, arrugas y dos grandes bolsas negras bajo los ojos. La mujeruca tiró de las pieles hacia abajo y la niña sintió como un escalofrío le recorría el cuerpo. Se hizo una bola e intentó ocultar su rostro bajo la almohada. La corpulenta mujer que la había amamantado la alzó en brazos y la sentó en su sillita delante de la chimenea encendida. El sueño no la dejaba pensar con claridad, Ayla se sintió hipnotizada por el baile de las incipientes y anaranjadas llamas que le sonrojaban las mejillas. En la bandeja que le había traído tía Eli había un bol lleno de humeantes gachas calientes y un gran baso de zumo. A Ayla le rugió el estómago, no era consciente del hambre que tenía hasta que olfateó las deliciosas gachas que le había preparado tía Eli. Se las comió con ansias:

-Termínatelo todo, Ayla-ordenó su tía mientras hacía la cama y elegía algo de ropa del armario-tienes que recoger fuerzas para el día de hoy…

“¿Qué sucedía hoy? ¿Había olvidado algo? ¿Algo importante?” se preguntaba la niñita con la cara manchada de gachas. Normalmente no se levantaba tan pronto, ni desayunaba en la habitación, ni siquiera se había vestido esa mañana, algo raro sucedía…

Cuando estaba a punto de terminar su desayuno, Ryden entró en su habitación en busca de su madre. A pesar de tener apenas un año más que ella, Ryden era mucho más alto que la mayoría de los niños de su edad, pero delgado como un palo de escoba y silencioso como un gato durante una cacería. Los niños del pueblo le llamaban Ryden el Mudo o Ryden la Sombra. Su altura, su mudez y que siempre andase tras los pasos de su primita pequeña le habían otorgado al joven Adger fama de retrasado y cobarde, aunque al chiquillo parecía no importarle demasiado los comentarios de los otros niños, y si Ayla le pedía que fuese con ella a recoger flores al bosque, Ryden cogía una cesta y recogía flores en el bosque. El pequeño iba vestido con una camisa gruesa de manga larga, de piel teñida de azul marino y unos pantalones anchos a juego. Eran prendas nuevas y por su aspecto habían tenido que ser muy caras. Todo lo elegante que se podía ir en el gélido invierno malmoniano. Encima de las botas llevaba unas polainas de pelo y un cinturón de cuero adornaba su vestimenta. Cuando lo vio llegar, tía Elisabetha cogió un paño de la mesilla de Ayla, lo humedeció en el cuenco lleno de agua y le lavó la cara a su hijo, le preguntó si se había terminado el desayuno, él asintió con la cabeza. Su madre le arregló los rizitos rubio oscuro y le tendió un vaso con preparado de menta para que se enjuagase la boca. Después fue el turno de Ayla, sus ropas de dormir estaban cubiertas de gachas, al igual que su rostro, sus manos y algún que otro mechón de pelo. Tía Eli la cogió en brazos y la plantó delante de la cama, alejándola del calor de las llamas de la chimenea. Le quitó la ropa y comenzó a pasarle un trapo húmedo y jabonoso por todo el cuerpo. Ayla intentó resistirse, el agua estaba muy fría y odiaba los baños, no porque no le gustase el agua, ni sentirse limpia, sino porque sabía que después del baño tocaba el cepillado de pelo y tía Eli domaba sus ondas plateadas a base de dolorosos tirones.
-Menos mal que he decidido darte el desayuno primero-refunfuñaba tía Eli mientras le levantaba un brazo por la muñeca y le fregaba la axila-te has puesto perdida…

La ropa que Elisabetha eligió para Ayla era parecida a la de Ryden pero en una versión más femenina. La túnica era más larga y los pantalones se le ajustaban a las piernas, y en lugar de colores añiles sus prendas lucían azules como el cielo. Las polainas eran de pelo blanco, en lugar de marrón, como las de su primo, y el cuero del cinturón también había sido teñido de beige en lugar del tono oscuro del otro. Eran ropas cómodas y cálidas y olían a nuevo. La hacían sentirse elegante y preciosa, lista para montar un dragón con espada en mano y plantarse ante el Consejo reclamando su trono.
Después, su tía le cepilló la media melena rubia hasta sacarle brillo y la adornó con una cinta azul sobre la frente. Durante todo el rato, Ryden había aguardado sentado en silencio sobre la cama de Ayla, jugueteando con los guantes peludos que se pondría para salir a la calle. A ella también le dieron unos, y se los colgó por las muñecas. Cuando ambos niños estuvieron al fin aseados, vestidos y desayunados, Elisabetha los cogió de la mano y los llevó hasta el primer piso. Antes de salir de su cuarto, Ayla echó un último vistazo por la ventana alargada. Los rayos del sol ya cubrían la mitad de la Montaña del Fuego y el semicírculo de la Academia resplandecía desde primera hora y unas lenguas naranjas lamían los muros grisáceos de la Fortaleza de las Escamas. En la cocina aguardaban el rey Haakon y su hermano Svend, estaban sentados en taburetes, cerca del fuego, comiendo pan con panceta y bebiendo cerveza negra de cuernos de uro. Ambos se habían vestido muy elegantes, también. Haakon lucía una túnica negra sin mangas y un cinturón de medallones de oro y rubíes que le sujetaba los largos pantalones de cuero curtido negro. Sus polainas eran de piel de lobo gris. La capa era negra como el carbón, con el cuello forrado con pelo, llevaba pesados brazaletes de metales preciosos en las muñecas y un broche de plata en forma de dragón, con las alas extendidas y un halo de fuego brotando de sus fauces abiertas, cerraba su capa en torno a los hombros. La larga melena rojiza y la barba habían sido cuidadosamente cepilladas y relucían como brocados dorados. Svend era algo más delicado que Haakon, su túnica granate era de manga larga y llevaba el cabello rubio oscuro trenzado en una larga trenza que caía por su espalda. Llevaba el mismo broche de plata que su hermano y un enrome medallón dorado con un rubí incrustado le colgaba del cuello. Una distinguida cicatriz, fruto de una antigua batalla, le atravesaba el rostro en diagonal, otorgándole un aspecto fiero, que contrastaba con la delicadeza de sus ropas. Ambos hombres eran tremendamente altos y corpulentos, aunque las medidas de Haakon sobrepasaban las de la mayoría de los habitantes.

-¿Seguro que es buena idea?-le oyó susurrar Svend a Haakon mientras terminaba de bajar las escaleras. El otro asintió con un gruñido.

-¡Pero mira a quién tenemos aquí!-exclamó el Guardián de Halogala cuando Elisabetha apareció con los niños-pero que guapos estáis.

El dulce tono con que Haakon hablaba a su hija no encajaba con el corpulento y gran hombretón. Ayla corrió hacía él, su padre la agarró bajo los brazos y la hizo volar mientras ambos reían de placer. La dejó en el suelo y la contempló orgulloso, no se parecía en nada a Tiana, no, era toda una Adger, de sangre pura, de la familia del dragón de los Antiguos Clanes. No tenía la elegancia ni la gracia, ni los dones femeninos de su madre, pero era toda una princesa. Su princesa.
-Hoy es un día muy especial para nosotros.-proclamó Haakon con su voz de rey, aquella que solo usaba en las reuniones con el Consejo-vais a ser nombrados aprendices de jinete ante el Primer Dragón y los Antiguos Clanes y cuando llegué la Primavera comenzaréis a entrenar en la Academia.
A Ayla casi se le sale el corazón del pecho por la emoción. ¡Jinete de dragón! Como su padre, su tío, y como lo fue su abuelo y su bisabuelo, y todos sus ascendientes desde que los Adger velaban por Halogala, hacía ya tres siglos. Iba a ser la primera reina de Malmö, montaría un impresionante dragón de fuego, ¿o quizá del viento, como su padre? ¿O del hielo? Le daba igual cual, pero Ayla ya se imaginaba montando una maravillosa bestia alada, espada en mano, defendiendo su isla de los usurpadores, luchando en lejanas tierras, dirigiendo a un equipo de jinetes… Era para lo que había nacido, la pureza de su sangre, la marca en su pecho, todo en su cuerpo eran señales de que algún día, ella, iba a montar un dragón. Miró a Ryden, no había dicho nada, el casi nunca decía nada, pero Ayla percibía su entusiasmo. Le tomó la mano y le sonrió. Svend también había visto la reacción de los niños en silencio y, una vez superada la sorpresa inicial, les tendió una cajita de ébano oscuro, con detalles en oro y la marca en plata del dragón serpenteado justo en el centro. Tía Eli también se acercó, en la mano llevaba dos capas, una añil, y la otra azul cielo, forradas con lana y con el cuello cubierto de pelo. Se las colocó a los niños sobre los hombros y Svend abrió la caja, dentro había dos broches plateados, en forma de dragón, con las alas extendidas y un halo de fuego brotando de sus fauces, idénticos a los que ellos mismos llevaban. Haakon cogió uno de los broches y se lo colocó a Ayla, Svend hizo lo mismo con Ryden:

-Recordad bien esto niños: Sois Adger, de la familia del dragón de los Antiguos Clanes. Jinetes de dragón, Reyes de Malmö, Guardianes de Halogala. Vuestros ancestros lucharon en la Gran Guerra montando monstruosas bestias de escamas negras. Nuestro nombre resuena en los cuatro puntos cardinales y en todos ellos tiemblan al oírlo. Así que: no nos defraudéis.

No era la primera vez que Ayla viajaba en Tormenta, la dragona blanca de su padre, de hecho, montaba en dragón antes de saber andar. Pero esa vez fue diferente: el viento resoplaba a través de las membranas de la bestia, mientras esta se retorcía al compás de las corrientes. Calígula les seguía de cerca, con Svend y Ryden, Ayla escuchaba como retumbaba el batir de las alas del dragón de cuello alargado de su tío. Cuando montaba, no solía mirar al suelo, apuntaba alto: soñaba con llegar a las nubes, o a lo lejos, cruzar el mar: visitar las otras islas, el continente, las Tierras de Jade, el interminable azul del oeste… Pero eso día, miró hacia abajo: sobrevolaron la Fortaleza de las Escamas, en otros tiempos la familia real había habitado ese enorme bastión que construyeron con magma y fuego de dragón, pero Haakon no quería criar a su hija rodeada de lujos entre sedas y criados. Ayla debía conocer a su pueblo, comprenderlo: desde el guerrero más poderoso, al campesino más pobre. Debía aprender a hacer las cosas por sí misma, demostrar lo que valía por sus capacidades, no por ser hija de quien era. Haakon trasladó a su familia a una cabaña de piedra, más grande y lujosa que la mayoría, pero al lado de las tierras de sus hombres. Desde ese día, en la Fortaleza de las Escamas solo se recibía a las visitas que incluían asuntos de Estado y se almacenaba a los presos en sus mazmorras. A lo lejos, y al pie de la montaña los mármoles blancos de la mansión Pendragón resplandecían con los primeros rayos del sol. Al este, la ciudad comenzaba a cobrar vida: los barcos comenzaban a danzar alrededor del puerto, los campesinos se ponían en marcha y los artesanos encendían sus fuegos. Casi al llegar al Bosque del Consejo, al sur de la escarpada isla, Ayla divisó la Academia: alrededor del semicírculo de piedra algunos dragones y sus jinetes practicaban algunas maniobras, desde su altura, se escuchaba el repiquetear de las espadas de los aprendices que entrenaban el patio bajo las órdenes de un veterano jinete convertido en instructor. Ayla observó la estructura de piedra hasta que se desvaneció entre las ramas del espeso Bosque del Consejo. Tormenta serpenteó entre las ramas de los árboles relativamente jóvenes del Bosque Nuevo y aterrizó en un claro, más grande que el semicírculo de la Academia. En Halogala existían dos grandes extensiones boscosas: El Bosque Viejo, o Bosque de las Bestias, era el más grande y abarcaba el norte y el oeste de la isla. Estaba constituido por robustos y gruesos árboles, de hojas oscuras que escondían pantanos y cuevas donde habitaban los dragones en estado salvaje. Si Ayla conseguía superar su faceta de aprendiz, sería abandonada en ese bosque durante una luna entera con la esperanza de encontrar a su montura y volver sobre ella, o hacerlo a pie y ser una vergüenza para su familia. El Bosque del Consejo había sido una extensión del Bosque de las Bestias, pero la Guerra lo arrasó todo, y lo reconstruyeron con árboles más finos y claros que los antiguos. Se ubicaba en el lado sur de la isla y no solo ejercía como lugar de reunión de los Antiguos Clanes, sino que también como reserva de caza de los malmonianos. El conflicto había destruido el bosque entero, con la excepción de un antiguo monumento de piedra, pequeño y humilde, que seguramente levantaría algún cazador para dar las gracias por sus presas, y que constituyó el núcleo de la nueva sede del Consejo, donde a su alrededor se alzaban doce tronos de piedra con una marca roja grabada en el respaldo. Haakon bajó a Ayla de su dragón y la llevó de la mano a recorrer el claro. Allí había reunido como medio centenar de personas, incluyendo: ancianos, hombres y niños y sus respectivos dragones. Haakon se detuvo a saludar a todo aquel que le hizo una reverencia, inclinaba la cabeza, preguntaba por la esposa y la familia, por una antigua lesión y rememoraba antiguas batallas. A Ayla le sorprendió como su padre había memorizado tantos nombres, rostros e historias, y a pesar del interés que el mostraba en sus camaradas, nadie pareció prestar ningún tipo de atención a la niña que lo acompañaba, pero, a pesar de todo, la joven sintió como todas las miradas afiladas como cuchillos se clavaban en ellas y como los hombres susurraban a sus espaldas: “¿una mujer aquí? ¡Vaya insulto! ¡Es la hija del rey! Debería estar aprendiendo con las sacerdotisas y no aquí, perdiendo el tiempo ¡esto es una vergüenza! ¡No es lugar para una chiquilla”. Después de su ronda, Haakon se reunió con su hermano, el tímido Ryden había recibido excesiva atención y se ocultaba entre las piernas de su padre, rojo como un tomate y con la mirada perdida en el suelo:

-¿Cómo pinta el asunto?-preguntó el rey a Svend.

-No muy bien-respondió el otro-he contado unos treinta, entre los Antiguos y los Nuevos Clanes. Eso te da una posibilidad, pero…

-Pero ha habido tiempos mejores…-suspiró Haakon mirando a su hija.

Un tintineo resonó por todo el claro, interrumpiendo las conversaciones entre los jinetes. En el centro del círculo de tronos de piedra, un hombre mayor, calvo y con una larga y afilada barba blanca, hacía sonar una campana con la mano:

-la sesión va a comenzar en seguida, se ruega a los patriarcas que ocupen su puesto en el Consejo y a sus acompañantes que guarden silencio.

El hombre tenía una voz ronca y salpicaba al hablar a través de dos gruesos y resecos labios. A medida que los hombres se iban acercando, el hombrecillo, que vestía con una larga túnica oscura sin apenas decoración, fue fijando sus pequeños y curiosos ojos grises en cada uno de los miembros del Consejo. El trono de Haakon era más grande que la mayoría, y en su respaldo había grabado y 
El veterano consejero Drog Shane, de la familia
de los halcones de los Antiguos Clanes
pintado un dragón serpenteante, igual que el que Ayla lucía en el pecho. Svend se situó a su lado, con los niños.

-¿Veis ese hombre de allí? ¿El que hace tocar la campana?-los chicos asintieron en silencio-Ese es Drog Shane, de la familia del halcón, es el miembro más veterano del Consejo, su hijo Gavin es uno de los principales instructores de la Academia. Es un hombre muy respetado y ocupa un cargo de honor en el Consejo. Es un hombre muy sabio e inteligente, tu padre sabe escucharlo bien…

-¿Cuánto de viejo es, tío Svend?-preguntó la pequeña.

-Fue nombrado jinete a la vez que el padre de nuestro abuelo…
Ayla intentó calcular con los dedos cuantos años debía de tener ese hombre, pero los cálculos no cuadraban en su joven mente.

-Eso son muchos años…-suspiró al fin.

-Y que lo digas, pequeña…

En tiempos pasados, se habían celebrado las convocatorias para los aprendices cada año y solían tener una media de cien nuevos aprendices. Desde hacía dos décadas, que el número de niños disminuya cada vez de manera más alarmante: la sangre estaba demasiado mezclada y muchos niños nacían enfermos o con malformaciones, o simplemente no nacían, llevándose con ellos las vidas de sus pobres madres. Otro factor que intervino, fueron los inviernos: habían sido exageradamente fríos y muchos recién nacidos no los superaban y morían antes de llegar la primavera. El escaso número de infantes retrasó su entrada en la Academia, y desde hacía unos diez años, entraban jinetes nuevos cada dos años en lugar de anualmente, y solo podían hacerlo los varones. La bienvenida de los nuevos aprendices se llevaba a cabo por separado, por un lado los Antiguos Clanes, cuya obligación era que todos sus hijos varones entrasen a entrenar para convertirse en futuros jinetes de Malmö. Los Nuevos Clanes tenían que pagar un impuesto si querían que sus niños comenzasen a entrenar en la Academia.
Ayla examinó uno a uno los doce tronos de piedra, cinco de ellos estaban vacíos: los Maggen (la familia de los osos), los Fairley (delfines), Bean (el bosque) y los Enston (los lobos), se habían extinguido durante la Gran Guerra. Ese gran conflicto enfrentó islas contra islas, a los señores del continente y hasta los sultanes de las Tierras de Jade… la guerra duró cerca de un siglo, y terminó con el legendario Auel Adger como primer rey de los dragones de Halogala y con la llegada de los Nuevos Clanes, y con ellos sus extrañas costumbres: la lengua del continente, el comercio, el matrimonio de conveniencia y su obsesión por controlar las leyes de Malmö.
El quinto asiento vacío era el de los Niara, que tenía la marca roja de un buey. Tiana Niara era hija de Roster Niara, patriarca de los bueyes de los Antigos Clanes, a su muerte, su hermano Morgan desapareció, no quería ocupar esa vieja silla de piedra, y desapareció sin dejar rastro.  La amplia descendencia que Tiana debía tener debía ocupar el trono de los Adger y también el de su hermano, pero su muerte durante el parto de Ayla, había dejado esa silla vacía y cubierta de telarañas.
Drog Shane alzó la voz de nuevo:

-Presentaos, patriarcas ante el Primer Dragón y anunciad el nombre de aquellos que comenzarán a servirle-el anciano encendió una hoguera en el centro del círculo, sobre las ruinas del antiguo templo y pronunció una oración en su lengua antigua de gestos y signos. Después, uno por uno comenzaron las presentaciones. Aquellos que no tenían ningún pupilo que presentar, simplemente decían su nombre en voz alta y el de su familia. El primero fue la familia Jory, que la representaba un joven de 
unos veinte años, de pelo castaño claro y profundos ojos verdes:

-Kassius Jory, de la familia de la Rosa de los Antiguos Clanes. Jinete de Malmö, en representación de Green Jory, patriarca de la familia de la Rosa de los Antiguos Clanes.

 (El padre de Kassius estaba muy afectado por la Gota, y su primogénito acudía en su nombre)

-Mace Huffle, patriarca de la familia de la serpiente de los Antiguos Clanes. Mi Segundo hijo: Warren Huffle, jinete de Malmö.

Detrás del trono de piedra aguardaban los dos hijos de Mace: Mace II y Warren, con los dos hijos gemelos de el segundo:

-Consejeros-saludó el tal Warren con una leve reverencia. Era un hombre grueso y calvo, que lucía una costosa armadura de plata bañada en oro con dibujos de dragones y serpientes-entrego a mis hijos: Mace y Jarod, como aprendices para servir a Malmö y al Primer Dragón.
Los Consejeros asintieron con la cabeza ante la presentación de los dos gemelos por parte de la familia Huffle. Los niños se acercaron y lanzaron dos pieles de serpiente disecadas al fuego sagrado como ofrenda.

El siguiente en hablar fue el viejo Drog:

-Drog Shane, patriarca de la familia de los halcones de los Antiguos Clanes. Mi segundo hijo: Grey 
Gavin Shane, instructor de la Academia
e hijo mayor de Drog Shane
Shane.

El clan Shane había venido casi al completo a la ceremonia, a Drog le acompañaban sus dos hijos: Gavin y Grey y los tres retoños del segundo, dos de ellos ya aprendices de la Academia. Gavin había consagrado su vida al adiestramiento de dragones, no se había casado, ni tendría hijos, pero aun así era el mayor y por tanto el consejero que ocuparía su silla de piedra algún día. Grey, en cambio, a sus treinta años era todo un cabeza de familia con una numerosa prole y la sed de ocupar algún día el codiciado asiento:

-Consejeros-saludó el apuesto Grey-entrego a mi hijo Trant como aprendiz para servir a Malmö y al Primer Dragón.

Grey dio al pequeño un pico de halcón seco y este lo arrojó al fuego tímidamente.

-Jakko Thibut, patriarca de la familia de los caballos de los Antiguos Clanes. Mi hijo menor: Lulo Thibut.

Los Thibut eran la única familia en toda Malmö que no compartía los rasgos nórdicos de la mayoría de los habitantes: tenían la piel curtida y de un dorado caramelo, y de sus cabezas brotaban rizados mechones de pelo negro como el carbón. No solo eran famosos por esos rasgos tan exóticos: Jakko, el patriarca de la familia, tuvo un romance espontáneo con una doncella de los Nuevos Clanes. El adulterio estaba expresamente penado en Malmö, pero Loraine Solberg nunca reconoció que Rakko fuese hijo de Jakko; a pesar de que en lugar de poseer la melena anaranjada de su madre, lucía un ensortijado y revoltoso cabello oscuro. Jakko alegó ese gran parecido físico a que, en el pasado, los  Thibut y los Solberg habían estado emparentados, aunque siempre se encargó de que al hijo de Loraine, no le faltase de nada.
Momo, el primogénito de Jakko, era uno de los guerreros más poderosos, sanguinarios y temidos de todo el archipiélago. Era tan alto como Haakon, y todo músculo: su cabellera negra trenzada le colgaba hasta la cintura. Tenía los brazos y el pecho al descubierto, apenas cubierto por un chaleco de piel, a pesar del intenso frío y lucía con orgullo un sinfín de cicatrices mal curadas.  Y sus ojos… tenía unos ojos del color de la miel, con la pupila alargada de los felinos; más bestia que humano… El hombretón aguardaba tras su padre, con los brazos cruzados sobre el pecho, dedicó una ligera mirada a Ayla y esta sintió como un escalofrío le recorría la espalda. Ese hombre la aterraba.
Asher Thibut, el hijo de Lulo, ofreció al Primer Dragón un manojo de crines de caballo.
Stone Kobu, de la familia de los leones de los Antiguos Clanes presentó a su nieto mayor: Garlan, como aprendiz. Su hijo Knight los acompañó, entonces Knight acababa de comenzar como instructor en la Academia, bajo las órdenes de Gavin y los descendientes ilegítimos de Myra, la primogénita, eran los únicos que podían ejercer de Consejeros a la muerte de Stone y Knight.
Momo Thibut, el despiadado guerrero
de la familia de los caballos de los
Antiguos Clanes
Después fue el turno de la familia Mann:

-Grey Shane, jinete de Malmö y de la familia de los halcones de los Antiguos Clanes en representación de Eloff Man, patriarca de la familia del agua de los Antiguos Clanes y futuro aprendiz
.
Eloff se había convertido en patriarca de su familia antes de su nacimiento, su padre: Lynus Mann, había desaparecido en el mar durante una expedición, su montura regresó sin él y jamás dieron con algún resto que pudiese explicar la tragedia. Grey, el hermano de su madre, y puesto que tenía muy pocas posibilidades de ascender algún día de Consejero, ejercía como tal durante la minoría de edad de su sobrino.

-Padre ¿algún día yo seré Consejera?-pero nadie la respondió, algo preocupaba realmente a Haakon para mirar de esa forma tan extraña a la niña de sus ojos. Y por fin, llegó su turno:
-Haakon Adger, patriarca de la familia del dragón de los Antiguos Clanes. Mi hermano, Svend, jinete de dragón.-sentenció solemne.

-Consejeros-continuo su hermano con el pecho hinchado de orgullo-entrego a mi hijo Ryden como aprendiz para servir a Malmö y al Primer Dragón.
Svend tendió un diente de dragón a Ryden y lo empujó suavemente hacia la hoguera de Fuego Sagrado. El muchacho lo contempló un instante, lo acarició con la yema de los dedos y lo tiró al fuego.

Se formó un respetable silencio entre los consejeros, que rezaban en susurros al Primer Dragón para que cuidase aquellos nuevos aprendices… Drog Shane se disponía a cerrar la ceremonia cuando Haakon Adger volvió a intervenir:


-Consejeros-proclamó en voz alta para que todos lo oyeran-entrego a mi hija Ayla como aprendiz para servir a Malmö y al Primer Dragón.


EL PRÍNCIPE TRISTE

Un fuerte golpe de viente le arrancó la capucha de la cabeza y le alborotó el cabello, pero parecía que no se había dado cuenta. Ayla estaba demasiado asombrada por la fuerza del mar, que impactaba bruscamente contra las afiladas costas de Malmö. No recordaba que los acantilados fueran tan altos: las dos últimas veces que había abandonado la isla lo había hecho a lomos de un dragón y no había podido apreciar la magnitud de la isla. El barco se balanceaba bajo sus pies acompañado por el débil crujido de la marea. Ya divisaban el puerto: Ayla jamás lo había visto tan lleno de vida, más de una docena de barcos atracaban o se acercaban a la isla. La joven no tenía demasiado conocimiento sobre náutica, pero reconocía algunos cascos: los barcos que venían del este tenían la proa afilada y las velas en forma de triángulo, normalmente pintadas con los más vivos colores, mientras que las naves del continente tenían forma de cáscara de nuez y las velas en forma de rectángulo. El puerto de Malmö era más bien pequeño, y es que el relieve de la isla no había permitido que fuera de otra forma. Halogala estaba cubierta casi por completo por un desfiladero de escarpados acantilados, solo se libraba de las afiladas puntas la pequeña playa del oeste. La aldea se alzaba sobre los picos del este, así que, según le habían enseñado, hacía muchos, muchos años, antes de la Gran Guerra, los jinetes de Malmö y sus dragones derritieron un trozo de los acantilados frente a la aldea para poder construir un puerto. Durante el reinado de su padre, la acrividad portuaria había sido más bien escasa, apenas usada por los mercaderes del este y en alguna ocasión por la pequeña flota mercante de los Pendragon y algún que otro barco pesquero. Svend había abierto Malmö al comercio, y el puerto comenzaba a quedarse pequeño, a medida que se acercaban, Ayla contempló el bullicio de personas que estaban trabajando: atendiendo a los recién llegados, limpiando las naves o subiendo mercancías a la aldea mediante poleas. Una escarpada escalera tallada en la roca servía para unir el puerto con el resto de la aldea, parecía interminable, y el vacío apenas estaba protegido con una baranda de madera... Temía el momento de escalarla, no porque le diesen miedo las alturas, sino por el hecho de ver Malmö otra vez, después de tanto tiempo y que no fuese como lo recordaba... Un grupo de dragones sobrevoló sobre su cabeza, no eran de Malmö, seguramente viniesen de otra isla importante, al fin y al cabo, la ocasión lo merecía... Ayla volvió a ponerse la capucha sobre la cabeza para ocultar su rostro, la madera crujió tras de si:

-Ayla...-la joven se volvió para encontrarse con el rostro melancólico de Lady Margaret- es la hora...

La princesa y la dama bajaron a los camarotes donde Lady Margaret vistió a Ayla con un vestido rosa y bordado en dorado, y ornamentó sus manos, cuello y orejas con exquisitas joyas de piedras preciosas en tonos a juego con el traje. El traje era holgado y largo hasta los tobillos, de anchas mangas que le cubrían las manos y se aferrado con una cinta dorada bajo los pechos, visiblemente descubiertos por el escote en forma de corazón. Maggie le había cortado el pelo antes de partir, 

Lady Margaret, por fin ayuda a Ayla para que Robb regrese
al Valle.
durante los últimos cinco años se lo había estado dejando largo y teñido de oscuro. La mayor parte del tinte había desaparecido, pero no había podido recuperar su natural rubio platino: la raíz se le había oscurecido y mechones de distintos tonos de rubio le caían hasta el pecho. Lady Margaret le cubrió el cabello con una peluca de rizos rojos, recogiendo el flequillo a los lados para darle un toque más sofisticado y maquilló su cuerpo con polvos de distintos tonos, asegurándose que la marca de su pecho y la del hombro quedaban bien cubiertas. Por último, se acercó a Ayla con una cajita hecha con dos grandes conchas marinas, la abrió delante de ella y descubrió dos pequeños cristales ovalados, extremadamente finos y sumergidos en agua salada.

-Te colocaré estos cristales en los ojos, para que se te tornen azules...-le explicó.

Ayla la miró con desconfianza.

-¿Es totalmente necesario?

-Es muy difícil que alguien olvide esos ojos, Ayla Adger.

El proceso de colocación de las lentes fue largo y costoso, a Ayla no paraban de llorarle los ojos y parecía que no conseguía acostumbrarse a ellos, pero cuando su vista comenzó a aclararse y se miró al espejo, comprobó que era una mujer completamente diferente. Alguien llamó a la puerta, lady Margaret no le permitió el paso así que el marinero habló desde el otro lado de la puerta de madera:

-El bullicio del puerto no nos permite atracar por el momento, mi señora. Un grupo ha ido a informar de vuestra llegada y en breves vendrá alguien a buscaros-informó el marinero.

Maggie se lo agradeció y le despidió. Colocó una capa verde claro sobre los hombros. Se encontraban en el inicio de la primavera, pero la temperatura aún no había descendido suficiente como para abandonar las capas, así Ayla podría ocultar su rostro disimuladamente ante las multitudes. Subieron a cubierta, el viento le alborotaba los mechones de pelo rebeldes y le acariciaban las mejillas y la nariz. Dos dragones comenzaron a sobrevolarlas, el capitán dispuso a los marineros para que pudiesen aterrizar. Ayla miró a Maggie, la mujer tenía los ojos añiles perdidos entre las nubes. Llevaba un vestido azul marino decorado con adornos plateados y el cabello recogido en una larga trenza que caía sobre su espalda. Ceñida sobre la frente lucía una tiara de oro con piedras incrustadas. Desde que Magnus había enfermado, el aspecto de Margaret se había ido degradando, su cabello rojizo cada vez lucía más gris y las arrugas se habían apoderado de su rostro, pero a pesar de todo, era una reina, y se comportaba con toda la dignidad y el orgullo que le correspondía. Los dos dragones descendieron: uno tenía las escamas rojas, escarlatas, ardientes como el fuego, mientras que el otro brillaban como el dorado de la arena. Ambos jinetes vestían cotas de malla negras, con un dragón rojo bordado en el pecho. El del dragón rojo llevaba un arco, el otro, una espada. Ayla enseguida reconoció al esbelto jinete que se había detenido a pocos metros de ella: era Knight Kobu, el instructor de la Academia y del Equipo Rojo, él los había asesinado y había matado a Gavin, sintió ganas de estrangularlo allí mismo y de lanzar su cuerpo al mar para ser pasto de los dragones de agua, apretó los puños y la mandíbula con fuerza: "traidor" le susurró antes que se dirigiera a ella y besara la mano de Lady Margaret:

-La reina del Valle,-saludó con una sonrisa de lo más forzada y una voz excesivamente suave-es un honor conocerla en persona. Mi nombre es Knight Kobu, de la sangre del León de los Antiguos Clanes, patriarca del Consejo de Ancianos, comandante de la Academia del Dragón y el primer jinete de la guardia del rey.

"¿guardia del rey?" se preguntó Ayla para si misma "¿Des de cuando un rey de Malmö necesita guardia? ¿A caso no sabe defenderse solo?

-El honor es mío, mi señor, porque tan honorable persona venga a darnos la bienvenida.-respondió cordial Maggie. Lamento las tardanzas, pero el mar es imprevisible.

-Soy yo quien debe pedir disculpas, su alteza, por no disponer de un amarre para su nave, como compensación déjenos que mi compañero y yo las escoltemos hasta la Fortaleza de las Escamas, la recepción del rey está a punto de comenzar...-Lady Margaret le respondió con una sonrisa-Es una pena que el rey Magnus no pueda asistir al casamiento de su primogénito-dijo Knight después de un silencio-¿Cómo se encuentra su majestad?

-Mejor, gracias a los dioses, aunque aún no lo suficiente fuerte para viajar, me temo.

-Aún así, veo que no ha venido sola...-Knight dedicó una mirada a Ayla. Si hubiese sido alguien importante ya estaría arrodillado lamiéndole los pies, pero solo parecía una doncella de la reina, hasta que Knight se fijó en las joyas que lucía

-Señor Kobu, esta es mi hija Abril, condesa de Kiruna, viene en representación de su esposo y su condado a mostrar sus bendiciones y respetos a los novios, al rey y a Malmö.

Knight le besó la mano mientras devoraba con los ojos las gemas de sus orejas.

-¡Que honor recibir a damas de tan alta cuna!-su timbre era tan exagerado que a Ayla le daban náuseas-el rey estará encantado de tenerlas a ambas en su recepción. Allí aguardan los señores y reyes más prestigiosos de los cuatro puntos cardinales, incluida la novia: sinceramente, ninguno pensábamos que la sacerdotisa Ingrid fuera a contraer matrimonio con el príncipe Robbert, un amor surgido entre las cenizas de una guerra ¿no es precioso?

-¿Estará el príncipe Robbert en la recepción?-preguntó Ayla descarada agudizando el tono de voz para evitar ser reconocida. Knight pareció molesto porque interrumpiese su discurso:

-Disculpe a mi hija-dijo Margaret agarrando a Ayla por los hombros-está impaciente por ver a su hermano, llevan años sin verse y de niños estaban muy unidos...

-El príncipe Robbert ha ordenado que no se le moleste hasta el inicio de la ceremonia. Hasta entonces, permanece recluido en su residencia.-respondió con un tono más serio.

-¿Y cuál es su residencia?-sin dragón, Ayla se sentía desprotegida, atrapada sin poder despegar los pies de la tierra.

-El príncipe no dejó jamás el Peñón del Diablo.

A la joven le brillaron los ojos... Aún la amaba, no sabía porque motivo se casaba, ni porque no había vuelto a Land, pero si seguía allí es que aún la amaba, aún había esperanza de recuperar lo... Ya no quería su trono, ni matar a Svend, a Knight, a Aysel o a Dante... los guerreros de Malmö no matan por venganza... y ella era una jinete de sangre. Solo quería recuperar a Robb y comenzar su nueva vida en Land, con su familia...

-¿Puedo ir a verle?

Knight se extrañó ante la petición de la joven:

-¿Y qué hay de la recepción?

-Yo iré en su nombre, señor Kobu-salió en su defensa Lady Margaret-así, mientras yo hablo con el rey, Abril puede saludar a mi hijo de mi parte...

-Tenemos que escoltarlas a la Fortaleza...-escupió Knight cruzándose de brazos-Son órdenes.

-¿Qué inconveniente va a ver en escoltar a una chiquilla para que vea a su hermano?-el tono de Lady Margaret era irreprochable, sin duda, era una auténtica reina. Si algún día llegaba a reinar, Ayla quería ser como ella.

Knight Kobu intercambió una mirada con su compañero.

-Yo la llevaré-dijo el jinete del dragón dorado- y cuando terminé la traeré de vuelta a la Fortaleza, no creo que haya ningún problema...

Ayla agradeció que el joven jinete del dragón dorado la llevase a dar un paseo por la isla antes de llevarla ante Robb. En Malmö era todo un bullicio, todas las chimeneas echaban humo, y la gente correteaba de un lado para otro, las calles estaban abarrotadas, todo el mundo estaba preparándose para el gran acontecimiento. Las piedras negras y brillantes de la Fortaleza de las Escamas relucían al 

Ayla regresa a Malmö bajo la apariencia de Abril,
la hermana de Robb
sol, igual que la piel de un dragón. Las murallas estaban decoradas con banderas de distintos lugares, y los guardias, sobre las torres lucían vistosas armaduras negras y plateadas. "No podrán montar bien con eso, pensó Ayla". Durante el reinado de Haakon, la Fortaleza había estado deshabitada, el rey quería que su hija se criase cerca de la gente, sin ningún tipo de lujo, pero Svend la había reformado y se había establecido allí con su Corte. Se acercaron a la Montaña de Fuego, sobrevolando las mansiones de los más ricos de Malmö, entre ellas vislumbró la mansión de mármol rosa de Kristian Pendragon, al pie de la montaña se encontraban las Cavernas, los lugares sagrados donde veneraban al Primer Dragón, a Ayla le hubiese gustado poder ir allí a rezar, hacía mucho que no lo hacía... La Montaña dejaba que un humo gris brotase de su interior, a su alrededor, los dragones salvajes buscaban el calor de su creador. Atravesaron las Puertas del Cielo, dejando atrás el Bosque del Consejo y sobrevolando el Bosque de las Bestias, a lo lejos, en los acantilados, un grupo de dragones acuáticos chapoteaban entre las rocas. Ayla sonrió al ver a una cría juguetear con la espuma de las olas. Y por último dejaron atrás la playa del oeste, donde años atrás habían incinerado a Axel, no pudo evitar sentirse culpable, en los últimos cinco años apenas había dedicado un pensamiento a su amigo fallecido, ni a Ryden, ni a Lis, ni siquiera a Robb... Dejaron la playa y se adentraron en el mar, el sol comenzaba a descender y sus rallos chocaban contra la piedra oscura del Peñón del Diablo. La isla negra se alzaba sobre ellos, desde lejos, ya se escuchaba como las rocas chocaban contra los muros, tenía forma de cráneo humano, pero con un cuerno en la parte superior, en forma de aguijón, y con las fauces abiertas, lamentándose de dolor.

-El Peñón del Diablo es una fortaleza insular,-explicó el jinete, haciéndose el interesante-la construyó Edmure Maggen, mucho antes de la Gran Guerra. El rey Svend no pensó que aún sería útil, pero durante la Guerra de los Dragones, la princesa Ayla la utilizó como bastión, ocultando un sinfín de dragones desertores y una flota que trajo del continente, por mucho que intentó tomarlo, la muchacha sabía proteger lo que era suyo...

-¿Por qué se rindió?-Ayla quería saber que pensaban de ella las gentes de Malmö, y el jinete parecía encantado con que le preguntasen-¿Si no pudo tomar la Fortaleza, por qué se rindió la princesa?-volvió a preguntar.

-Hay varias versiones sobre lo que sucedió: unos dicen que fue el príncipe Robbert quien la convenció para que lo hiciera, otros dicen que la muerte de su amante le provocó la locura, pero la versión más extendida es que lo hizo por sensatez: tarde o temprano se les acabarían las provisiones, era una guerra perdida, y Ayla decidió rendirse antes de que fuera tarde. De todos modos, unos meses después de firmar la paz, la princesa se quitó la vida...

-¿Y por qué haría tal cosa?-preguntó ella fingiendo asombro.

-Desesperación, soledad, impotencia... ¿quién sabe? Muchos dicen que el Viserión con el que la casaron abusaba de ella, y que optó por quitarse la vida antes que pasarla a su lado. Prendió fuego a su cuerpo y se tiró por un torreón, se calcinó tanto que apenas reconocieron su cuerpo... ¿La llegasteis a conocer?

-No tuve ese honor, fui enviada a Kiruna mucho antes que estallase la guerra.

-Yo si, la vi una vez, en la Roca, justo antes de rendirse. Montaba un precioso dragón negro, de escamas brillantes y ojos rojos. Jamás olvidaré esa mirada, el atardecer entero se había colado en sus ojos. Altiva, imponente, con el porte orgullosos de los Adger pero con el porte elegante de los Niara. Un espectáculo. Llevaba a su primo, el Príncipe Esclavo, atado, y a su lado caminaba vuestro hermano. Jamás olvidaré cuando se colocó el cuchillo en la garganta y dejó que manase la sangre... La verdad, desde que nació, muy pocos pensaban que iba a llegar al trono, la mayoría la veía casándose con el chico Pendragón y uniendo por fin a los Antiguos y a los Nuevos Clanes. Pasarán muchos años hasta que Malmö vuelva a ver a una princesa de su talla, y probablemente no sea Adger...

-¿Qué queréis decir con eso?

-El único hijo del rey Svend es el Príncipe Esclavo, su primera mujer solo fue capaz de concebir una vez, la segunda abortó tres veces antes de morir de parto, el niño tampoco sobrevivió.-"No todas las mujeres están capacitadas para parir a un Adger" había dicho su padre en numerosas ocasiones.- Desde la muerte de Ayla, el rey mantiene con vida a su hijo, por temor a no tener otro y poner fin a otra de las familias de los Antiguos Clanes. Las sacerdotisas creen que es un castigo que el Primer Dragón puso a Svend por causar la guerra y matar a tanta gente. Los ilustrados en materia de dragones también temen esa extinción: la sangre de los Antiguos Clanes, junto con la Montaña de Fuego, atraen a los dragones a Halogala, hacen sus nidos aquí, crían y se convierten en monturas. Sin su sangre, Malmö podría perder el dominio como jinetes de dragón que ha ostentado durante tantos años...-permanecieron en silencio un rato, las fauces del Diablo estaban cada vez más cerca- En fín, la Gran Sacerdotisa está convencida que su matrimonio con el príncipe, siguiendo las costumbres de los Antiguos Clanes traerá por fin la paz con el continente y será de agrado a los ojos del Primer Dragón...

-¿Disculpad por la indiscreción, pero, en sus cartas mi hermano no era demasiado claro sobre cómo surgió el amor entre él y la sacerdotisa... Mis padre me contaron que estaba realmente enamorado de la princesa Ayla...

-Y lo estaba, su muerte le enloqueció y buscó consuelo en la fe, peros sus dioses parecían no escucharlo, y decidió abrazar al Primer Dragón, Ingrid le hizo comprender que su muerte no había sido en vano, que había traído la paz, no solo en Halogala, sino con el continente, después de años de enfrentamientos... Las malas lenguas, dicen que el príncipe Robbert ya estaba con Ingrid durante la Guerra, acudió a ella buscando consejo después de pillar a Ayla con Axel Pendragon, incluso hay quien afirma que ella misma disparó la flecha que acabó con la vida del jinete para hacer enloquecer a Ayla...

"solo son rumores, Robb jamás haría eso" se intentó autoconvencer Ayla, aún sabiendo que en todas las leyendas, hay algo de verdad... El viento le golpeó en la cara y casi le arranca la peluca al descender, parecía que se los iba a tragar el Diablo, pero la joven conocía demasiado bien ese paisaje como para saber que en el último momento ascendería y se posaría en la frente del demonio. Varios guardias del Valle vigilaban la fortaleza desde arriba, cuando vieron descender al dragón, dos de ellos se acercaron a saludar. El jinete descendió de un salto y ayudó a bajar a Ayla, que con el largo vestido apenas podía moverse.

Robb va a casarse con Ingrid, la sacerdotisa que en el pasado
intentó asesinar a Ayla

-Vengo de Malmö a traer a la condesa Abril de Kiruna, hermana del príncipe.

-No nos han informado de vuestra visita. El príncipe Robbert no quiere que se le moleste antes de la ceremonia.-dijo uno de los guardias, muy serio.

-Es tradición en el Valle de Land que el novio permanezca a solas la noche antes de la ceremonia, solo se le permite la visita de un miembro femenino de su familia, que le aclarará las dudas acerca de sus nupcias. Yo me casé hace pocos años, y mi madre me ha mandado para aconsejar a mi hermano...

Los guardias la miraron con desconfianza, pero era difícil discutir la palabra de una dama tan bien vestida.

-Iré a avisar al príncipe...

-No es necesario, prefiero yo misma darle la sorpresa.-Ayla interrogó a su jinete con la mirada y éste la guió por el interior de las fauces del Diablo, hasta la cámara principal de la fortaleza. Robb no había cambiado sus estancias de lugar... A medida que se acercaba recorriendo los estrechos y oscuros pasillos, se le iba secando la garganta y se le hizo un nudo en el estómago. ¡No había pensado en que le diría! Había estado tan ocupada intentando aparentar ser otra persona y en cómo vería Malmö que apenas había pensado en que le diría a Robb. Llegaron a la puerta de madera:

-Cuando terminéis, buscadme en las cuadras. Estaré cuidando a mi dragón.-Y el jinete se perdió por os oscuros pasillos de piedra negra.

Se mantuvo allí, quieta, en silencio, sin hacer nada un buen rato, sin saber que le iba a decir, o en cómo iba a reaccionar. Si sería cierto los rumores acerca de Ingrid, o si en realidad era todo un montaje y aún seguía pensando en ella... Miró a su alrededor, no había nadie, la noche casi había caído y el pasillo apenas estaba iluminado por un par de pequeñas antorchas. Con mucho dolor se quitó las lentes de contacto, se desabrochó la capa y se quitó la peluca. Se sacudió los brazos y el pecho para dejar ver sus marcas y llamó a la puerta:

-Adelante.

Y Ayla entró. Robb estaba mirando a través del agujero que servía de ventana y no se había dado cuenta de su presencia. Cerró la puerta chirriante tras de si con sumo silencio. Vestía únicamente una bata de dormir y apenas podía distinguirle el cabello rojizo con la tenue luz de las lámparas de aceite. Pero era él, con su porte, sus espaldas anchas, los brazos musculados y las piernas arqueadas, podía distinguir la mandíbula cuadrada y la barba color bronce. Había perdido peso, y en su cabellera brillaban algunos hilos de plata. "Solo tiene treinta años", pensó ella, "es demasiado joven". Apenas había cambiado la decoración de la cámara, todo estaba igual que hacía cinco años, a excepción del tapiz que colgaba sobre el lecho, donde aparecían un dragón rojo y un oso, protegidos por las alas de un enorme dragón blanco. La ropa de la boda también estaba preparada, colgada en el biombo de madera: una túnica de terciopelo gris, con ribetes en negro y en plata, pantalón oscuro y botas de cuero. Del cinturón colgaba una daga, también de plata, que tenía la empuñadura en forma de oso, probablemente un regalo de boda, no servía como arma, pero quedaba realmente bien adornando una chimenea.

-Me gustaría tomar un baño caliente antes de dormir, y mañana aseguraos de levantarme nada más salir el sol, me gustaría ir a rezar antes de...

-Robb...-hacía años que no oía ese nombre. Él siempre era el príncipe Madden, o el príncipe Robbert, o como mucho, el chico del continente. Solo su familia lo llamaba Robb, ellos y...

-Ayla...-se giró de golpe, sin creerlo, los ojos añiles se le salían de las órbitas-No puede ser, estás muerta... moriste por mi culpa ¡Yo te maté!

Robb tiró al suelo una mesita, derramando unas tazas y una jarra de vino de cobre que había en ella, y se arrinconó en un rincón, llorando como un niño pequeño mientras el líquido rojo le empapaba los pies. Ayla se arrodilló a su lado e intentó cogerle las manos, tensas y temblantes.

-Robb, soy yo, soy Ayla, de verdad que soy yo...

-Deja de atormentarme, Ayla murió, yo la maté, solo vives en mi cabeza, ya voy a cumplir mi penitencia, por favor, déjame vivir en paz...

Ella arrastró sus manos hasta su pecho, para que acariciase su marca:

-Robb, soy yo, estoy viva... Todo fue un montaje, pero estoy aquí, de verdad que estoy aquí...

Dos bolsas negras habían aparecido bajo sus ojos y pelos blancos le habían aparecido en la barba. Había envejecido mucho, y estaba demacrado. Le acarició la marca con sumo cuidado, boquiabierto, con los ojos enrojecidos y empapados en lágrimas. Desplazó su mano hasta la mejilla y se la acarició con sumo cuidado:

-Eres tú...-dijo atónito-¡Ayla eres tú! ¡Estás viva! Ha pasado demasiado tiempo... -Robb empujó a la joven contra él, sujetándola por el cuello y comenzó a besarla, sin dejarla casi respirar. Ella intentó resistirse, pero él no la dejó- Ha pasado demasiado tiempo, Ayla, demasiado tiempo...-no dejaba de repetir.

Le mordió el cuello con pasión y le arrancó el vestido de un tirón, mordisqueó sus pezones con rabia, sin dejarla moverse, sujetándola con fuerza. Ella intentó gritar pero él se lo impidió besándola y mordiéndole los labios. Se deshizo de la bata y le abrió las piernas con violencia. La penetró hasta saciarse. Ella lloraba y el corazón le palpitaba muy rápido, quería morir, la había violado. Después de tantos años sin verla y la había violado. Siempre le había gustado el sexo salvaje, pero siempre consentido. Él actuó como si nada, se volvió a poner los calzones y la bata y se acercó a la ventana. Ayla intentó recomponerse, pero el cuerpo le dolía demasiado, tapó su desnudez, avergonzada, el líquido pegajoso aún le corría entre los muslos y un hilillo de sangre le recorrió el labio. Robb parecía no entender lo que sucedía, y se puso a meditar, mirando como las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo norteño.

-Robb...-pronunció con temor en un llanto...

-Ha pasado mucho tiempo Ayla-repitió-demasiado tiempo, o lo hubiese pasado, pero tú no eres Ayla, eres una impostora. Ayla murió, ¡yo la maté! Murió por mi culpa, tú solo quieres hacerme sufrir, eres una miserable impostora...-¡Guardias! ¡Guardias!-comenzó a gritar desesperado.

Ayla intentó detenerlo, pero no podía levantarse del suelo. Los pasos rápidos se acercaban a ella, abrieron la puerta de una patada. Arrastró su cuerpo y se aferró a la pierna de Robb, suplicándole que era ella de verdad, pero el príncipe no atendía a razones. Algo le ocurría, no era él, aquel no era su Robbert, lo vio en sus ojos, enfermizos, cristalinos...

-¿Oh dios mío? ¿Qué te han hecho?-murmuró antes de que dos guardias la apresasen.

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