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La Conjura de Gabriel

Caos

El pobre y malherido ángel se arrastraba penosamente por el campo de batalla. Sus dos grandes alas negras rozaban el suelo con cada movimiento, a su paso va dejando un rastro de sangre y plumas azabache sobre la arena. En un lugar no muy lejano los ángeles todavía se están peleando entre si...

-¿Dónde se ha visto esto? ángeles peleándose contra ángeles...- murmura el guerrero una vez se ha alejado lo suficiente de la guerra.

Aunque sea una criatura de Dios... el ángel mantiene el aspecto humano que antaño tuvo su alma. Cabello negro, ojos pequeños y azules, nariz chata y una amplia frente. Unos labios gruesos y rosados y la piel firme y tersa, apenas marcada por algunas marcas de expresión. En sus tiempos, debía ser un hombre muy atractivo, pero ahora sucio y cubierto de sangre, arrastrándose, humillado... Perdía todo el encanto del que habría gozado en sus años de hombre...
El ángel se levanto pesadamente sobre una duna de arena y observó el panorama, parecía que ya se había proclamado un vencedor... Y no era su bando...

-Hermanos peleándose contra hermanos.- volvió a murmurar con un brillo de tristeza en la mirada- ¿Cuándo comenzó está absurda guerra? Deberíamos estar protegiendo a la humanidad. No peleándonos entre nosotros...

La guerra, concretamente, había comenzado hacía relativamente pocos años. Desde que Miguel, el mayor de los Arcángeles quiso proclamarse Rey de los Cielos. La idea de Miguel era impedir que las almas de los hombres entrasen en el Paraíso, algo que indignó a muchos ángeles, que defendían que su misión era proteger a la humanidad. Raphael, el otro hermano, respaldado por Gabriel, el menor de los cuatro Arcángeles defendían lo contrario. Y como no llegaron a un acuerdo y las ansias de poder crecieron, estalló la guerra entre los seguidores de Miguel y los de Raphael y Gabriel. Para si el caos en el Cielo no fuese suficiente, el hermano desertado, Lucifer, al enterarse de que quedaba una vacante libre para el Mandamás del reino de Dios, no tardó en enviar a la Tierra a sus seguidores para hacer de las suyas. El bando de Raphael perdía, no solo debía ocuparse de mantener a raya a los seguidores de Miguel, sino que también debía encargarse de las tropas de Lucifer y de proteger a los humanos que quedaban a merced. Sus regimientos perdían cada vez más ángeles y Raphael, al ángel protector de los hombres y de las mujeres no soportó ver esa masacre en la que se estaba convirtiendo el paraíso, así que un día desapareció sin dejar rastro. El joven e inexperto Gabriel, quedó a cargo del regimiento de ángeles prohumanidad, pero sin la guía de su hermano mayor, el camino para la conquista de Miguel era cada vez más sencillo.
El ángel de alas negras se unió a las tropas de Raphael y Gabriel por su apego a los seres humanos, aunque casi no lo recordase, él había sido mortal, y seguía su instinto angelical de proteger a esos "monos de fango" como los había llamado en más de una ocasión Miguel.
"Alas Negras" no sabía que hacer, había huido del campo de batalla por miedo a morir, si un ángel muere, no queda nada de él, se desvanece como el polvo en una luz brillante y azul. No estaba preparado para ello, ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Dónde se refugiaría? Tarde o temprano o Miguel o Lucifer lo hallarían, y no tendrían piedad, ni siquiera la estaban teniendo entre sus propios hermanos...
Un frágil gemido retornó al ángel a la realidad, bajo la duna observó el cuerpo de un ángel malherido, Alas Negras resbaló por la duna hacia llegar a él. La arena le había ocultado las alas. Era un hombre rubio, pequeño, de nariz aguileña, su rostro estaba empapado en sangre y en un primer momento no lo reconoció. El herido susurraba ayuda como podía...

-¡Aguanta hermano!- le gritó Alas Negras escarbando para desenterrar al ángel. De repente, bajo la arena aparecieron cuatro alas doradas, el guerrero se apartó asustado- ¡Eres un Arcángel! ¿Gabriel? ¿Eres tú? Señor... ¿Qué te ha ocurrido?

Alas Negras alzó el torso del ángel malherido y le apoyó la cabeza sobre su pecho... El joven guerrero observó una enorme herida que le atravesaba el pecho. Solo había dos maneras de matar a un ángel, o cortándoles las alas o con la espada de otro ángel. Todos en el Cielo tenían esas espadas, y una había acabado en el cuerpo de Gabriel, se moría...

-¿Eres de los míos o de los de Miguel?- susurró el Arcángel a duras penas.

-De los tuyos, señor. Yo lucho por ti.- gritó el otro sacudiendo su cuerpo

-La cosa está mal chico. Necesitamos a Raphael... Hay que encontrarle...

-Señor, Raphael se marchó hace meses, no sabemos donde puede estar. Nadie lo localiza, quizá ya haya sido pasto de los demonios.

-No... No ha muerto... Lo sabría...- Gabriel estaba en las ultimas, entreabría los ojos y se le caía la cabeza. Alas Negras le zarandeaba para mantenerlo con vida, pero había derramado demasiada sangre, y era bastante complicado curar una herida de un ángel- ¿Cómo te llamas chico?

-Asaliah, señor.

-Muy bien Asaliah, aunque es difícil de creer, aun queda una esperanza para nosotros. Pero la oculté, la oculté de Miguel y los suyos, y de los lacayos de Lucifer. Es lo más preciada que tengo, y por eso quise mantenerlo a salvo, pero es lo único que puede acabar con esta guerra.- Asaliah no sabía a que tesoro se refería Gabriel, sus heridas le estaban haciendo delirar. El Arcángel sacó un minúsculo tarro de cristal de su bolsa y empezó a toser dentro, un liquido azul brillante brotó de su garganta y cayó en el tarro. Asaliah se alarmó, era su gracia, su esencia... Ahora si que estaba perdido. Tapó el tarro con un corcho y se lo entregó a Asaliah y casi pierde el conocimiento.

-¡Señor!- gritó sujetándolo.

-Con mis ultimas fuerzas, te abriré las puertas del Cielo, y bajarás a la Tierra. Busca allí a la flor que brille con más fuerza y rocíala con mi gracia. Después tráela aquí. Ten cuidado, es un arma muy poderosa, quizá la más fuerte que conocerás jamás, pero es la única esperanza de los nuestros, y de la humanidad...

Asaliah sostuvo el frasco con fuerza. Era su oportunidad, saldría del Cielo, para él se acababa la guerra... Pero no podía defraudar a Gabriel, le había dictado una orden y era su deber como soldado del Paraíso acatarla, aunque le llevara la vida en ello. Asaliah se colgó el frasquito del cuello, a modo de collar y empuñó con fuerza su arma mientras Gabriel trazaba símbolos con las manos y recitaba unas palabras a modo de conjuro. Un agujero que absorbía con una potente fuerza se abrió ante sus ojos. Solo un Arcángel tenía el poder de abrir y cerrar las puertas que conectaban el Cielo y la Tierra.

-Señor- gritó Asaliah- ¿cómo sabré que he encontrado su flor?

-La gracia se iluminará cuando estés cerca...- intercambiaron una mirada de apoyo- ¡Suerte, hermano!

Asaliah asintió y se lanzó dentro del agujero negro

Una entre un millón

Una suave capa fría y blanca ha cubierto las calles de Nueva York, las gastadas zapatillas de tela negra resbalan por las escaleras del portal del viejo edificio. Unos vaqueros rasgados, guantes sin dedos, cazadora de cuero gris y una bufanda de lana alrededor del cuello. La melena rubia, lazia y cortada en forma de nube asoma bajo la gorra de la muchacha. Apenas se distingue su rostro entre la ropa. Las mejillas sonrojadas y unos brillantes ojos verdes observan curiosos el panorama invernal de la Gran Manzana.
La joven empieza a correr entre la muchedumbre, disculpándose para abrirse paso entre las gentes. Se resbala con el hielo delante de un puesto de café y observa melosa la caliente bebida. Se mete la mano en el bolsillo y saca unas monedas, las mira un rato, luego cierra el puño con fuerza y frunce el ceño. Vuelve a guardar las monedas en el bolsillo e intenta levantarse. Una sombra cubre su rostro, delante de ella se ha parado un chico, alto, rubio y de grandes ojos azules, de unos veintiún años, unos dos o tres más que la joven.

-¿Rose?- la ayuda a levantarse- Pensaba que no volvería a verte. Creí que ya os habríais marchado...

La chica abraza al joven con fuerza

-No podía irme sin despedirme antes. Pero he tenido que esperar a que Brandon saliera a buscar el desayuno. Ya sabes que es muy protector conmigo...

-Eso está bien cuando eras pequeña, pero vas a cumplir diecinueve años, ya es hora de que te deje volar libre...- Rose baja la mirada, avergonzada- Estás helada, ven, te invito a un café.

Los dos jóvenes se sientan en una cafetería, Rose ni siquiera se quita la cazadora, sus manos cubiertas por los guantes rodean la cálida taza humeante mientras sorbe lentamente, ante la enamoradiza mirada de su acompañante.

-¿A dónde iréis ahora?

-A Dakota del Norte, Brandon dice que en invierno buscan gente para reparar los edificios dañados por el temporal. Ya estuvimos hace unos años, cuando era niña, frío, soledad, silencio... - A Rose le cuesta sostener la mirada al muchacho, aunque él no deje de mirarla fijamente.

Él la toma de las manos

-Rose, quédate conmigo... Mi madre te acogerá en casa, yo te ayudaré a encontrar trabajo...

-Adam, yo...

-Es cierto que nos conocemos de hace poco... Pero creo que tu también te has dado cuenta de que lo nuestro es especial. No puedes marcharte Rose...

-No puedo dejar a Brandon, él me cuidó cuando nadie más quiso hacerlo... Se lo debo todo a él. No puedo abandonarlo.

Adam suspira resignado.

-No voy a lograr convencerte ¿verdad?- Rose niega con la cabeza- ¿Ni así?

El chico le acaricia el rostro con dulzura y la besa en los labios...

-Lo siento, pero tengo que irme.

-Entonces déjame darte un regalo de despedida

Ambos chicos se vuelven a besar tiernamente. Rose no está acostumbrada a las despedidas, es cierto que viaja mucho, y que no acostumbra a permanecer en el mismo lugar más de seis meses. Pero jamás, en sus caso diecinueve años de vida, había conocido a alguien como Adam, y le daba mucha pena dejarlo.

Mientras los dos jóvenes se despiden en la cafetería, Asaliah acaba de aterrizar en la fría Nueva York, buscando la flor de Gabriel para construir el arma para derrotar a Miguel. No entiende porque Gabriel le ha enviado a un lugar como ese: lleno de coches, edificios grises y polución, es un lugar difícil para que nazcan flores, aunque no deja de ser una buena estrategia para mantener oculta una arma tan valiosa. Rose sale de la cafetería, con la mirada puesta en sus zapatos y sumergida en sus pensamientos. Topa sin querer con el ángel trajeado y con abrigo largo, se disculpa rápidamente y sigue su camino. Asaliah se queda mirando como se aleja y se da cuenta de que la gracia de Gabriel ha comenzado a brillar.

-¡La chica!- exclama para si- Debe de tener oculta la flor...

El angel de alas negras corre tras ella entre la muchedumbre, pero no llega a tiempo. La ve entrar en un coche negro y desaparecer entre el tráfico neoyorquino.

Los Demonios

Asaliah corre entre la muchedumbre para intentar alcanzar el coche viejo y rojo en el que ha subido la muchacha, tropieza con la gente, se disculpa, le gritan, los ignora. De repente, choca contra un hombro robusto con cazadora de cuero, Asaliah ni siquiera lo mira, pide disculpas e intenta seguir adelante, pero el hombretón le detiene sujetándole por el hombro de la chaqueta del traje... El hombre lo arrastra hasta a un callejón donde le esperan otros dos hombres y una mujer vestidos con ropa "underground".

-¿Pero mira a quién tenemos aquí?-exclama uno de los hombres jóvenes que les aguardaban en el callejón- Si es nuestro primo de alas negras...

-¿Qué haces tú aquí, pequeño bribón?- ironiza la mujer que viste con camiseta de tirantes y pantalones rasgados- ¿A caso eres otro desesperado en busca de Raphael?

La mujer, de media melena rubia y labios rojos se acerca a Asaliah, sujeto por el hombre grande y calvo y arrodillado frente a ellos.

-Parece que papá está haciendo bien su trabajo... Contra más ángeles haya aquí buscando a Raphael, menos soldaditos alados combatirán allá arriba. ¿No es cierto?

La mujer coloca su mirada firme y tenebrosa sobre los ojos azules de Asaliah, y a cambio se lleva un escupitajo de él en la cara.

-Déjame en paz, puta.- exclama el ángel justo antes de llevarse un buen puñetazo en la mejilla.

La mujer le da la espalda a Asaliah y ordena a los otros dos demonios que azoten al ángel. La jerarquía del Cielo es cruel, los ángeles no pueden ser dañados por humanos, mientras que si pueden usar sus poderes contra mundanos y demonios, los humanos no pueden herir ni a ángeles ni a demonios, a no ser que cuenten con una arma especial, como es la espada de Asaliah, mientras que los demonios pueden dañar a quien sea, por lo tanto, el ser alado está recibiendo mucho dolor por parte de los del Inframundo.
En el suelo, sangrando, y después de una fuerte patada, el frasco con la gracia de Gabriel rueda unos centímetros del cuerpo de Asaliah, que alarga la mano para intentar recuperarla, pero uno de los demonios le pisotea con fuerza la mano. Grita de dolor. La mujer coge el frasco y se lo mira detenidamente...

-¿Qué es eso?-pregunta uno de los ineptos seres que la acompañan.

-Parece la gracia de un ángel, es ya sabes... Como su esencia, es algo muy poderoso, puede usarse para multitud de hechizos. Es extraño que una vez muerto su dueño se conserve, sobretodo porque debe extraerse cuando el ángel aun está vivo, a no ser... Qué está gracia te lleve a algo particular y por eso se la hayas extraído a quién sea... ¿No es cierto, pequeñín?- dijo la demonio agachándose a la altura de Asaliah - ¿Qué estás buscando con esto?

-No es de tu incumbencia, zorra

La demonio le agarra la mandíbula y lo revienta contra el suelo

-¿Dónde te han enseñado a hablar así? Creí que en el Cielo estaban prohibidos los tacos.- la mujer vuelve a patear a Asaliah- Dime... ¿Qué coño estás buscando con esto?

El ángel está destrozado, apenas puede hablar, tiene la cara hinchada de tantos golpes que ha sufrido...

-A Raphael...- balbucea

-Raphael estaría en ese coche que perseguía, jefa- afirma el cuarto demonio, que todavía no había intervenido. Si lo encontramos y se lo entregamos al Rey, ganaríamos privilegios en el nuevo orden.

La jefa sonrío perversa.

-¿A qué esperamos, entonces? Vamos

Los cuatro demonios desaparecieron, dejando a Asaliah destrozado y malherido en el suelo. Con su sangre, dibujó un símbolo en el suelo, pronunció unas palabras y se recuperó de sus heridas, como si nada. Palpó su cuerpo y agradeció que los demonios no le hubiesen quitado su arma. En la tierra, los demonios eran más ágiles que él, realizaría un hechizo para rastrear los utilizando el trozo de cuero que se había desprendido de la chaqueta de uno de ellos mientras le pegaban, y después intentaría llegar a la flor antes que ellos se diesen cuenta de su engaño.
Solo anhelaba que la flor que protegía esa chica estuviese a buen recaudo

Rose

Brandon y Rose llegaron a la pequeña cabaña de madera al anochecer. Se trataba de un pequeño refugio en medio del bosque, a penas a unos kilómetros del pueblo donde Brandon trabajaría los próximos meses. La cabaña tenía dos habitaciones, un comedor-cocina y un baño. Suficiente para los dos hermanos.
Brandon entró por la puerta, suspirando profundamente con una sonrisa en el rostro y soltando sus bolsas sonoramente en el suelo.

-Hogar, dulce hogar.

-¿No te encanta esto, Rose?- comentó a su hermana menor, que entraba detrás de él, tímidamente y con una mochila a cuestas...

-Me gustaba más el apartamento de Nuevo York, ahí podía salir a la calle, ver gente... Ahora estamos en medio de la nada.

Brandon se descalzó y se tiró al pequeño sofá de la casa

-No digas tonterías. ¡Esto es vida! Aire puro, el sonido de la naturaleza, no hay pitidos de coches... Y no tenemos que pagar alquiler. Ronald nos presta la cabaña durante los meses que estemos aquí. ¡Es genial!

-Si tanto te gusta, ¿por qué no nos quedamos aquí?

-Acabas de decir que odias este lugar y ahora ¿te quieres quedar? Jamás entenderé a las adolescentes..- Brandon cerró los ojos y estiró su cuerpo para intentar echar una cabezada. Rose se aceró a él molesta y le pellizcó la cara para despertarlo.

-No se trata de vivir aquí o en Nueva York o donde sea. Se trata de vivir por fin en un sitio fijo. Estoy harta de cambiar de casa cada dos por tres! Quiero tener una vida: amigos, trabajo estable, una casa en condiciones. ¡Por favor Brandon! Jamás he ido a un baile de instituto, ni he tenido amigas con las que hacer fiestas de pijama, ir de compras... O lo que sea que hagan las chicas de mi edad.

Brandon se levantó molesto, y se encaró a Rose, su metro ochenta, sus veintiséis años y sus desarrollados músculos de años de trabajo duro eran armas poderosas contra le pequeña Rose y sus diecinueve primaveras.

-Hemos hablado de esto miles de veces Rose, yo soy el que trae el pan a casa, y mientras esto siga aquí vas a seguir mis normas. Viajaremos porque lo digo yo, y mientras seas incapaz de encontrar un trabajo que te mantenga vas a acatar mis normas. ¿Qué harías allí sola? No tienes a nadie más que a mi. La vida es muy dura Rose, y más para una niña como tu, que apenas ha conseguido sacarse el graduado escolar.

-Ya no soy una niña, Brandon- dijo ella entre dientes.

-Mientras vivas bajo mi techo y comas de la comida que te traigo, serás mi niña.

Brandon cogió su chaqueta y se encaminó hacia la puerta.

-¿A dónde vas ahora?

-¡Al bar! A ver si te parece tan divertido quedarte sola en una cabaña perdida en medio de la nada.

Rose observó como Brandon cogía el coche y se largaba al pueblo, dejándola a ella sola, asustada, en esa pequeña y solitaria cabaña. Rose cerró la puerta inmediatamente y se metió en la cama, tapándose entera, llorando. No le gustaba discutir con Brandon, era su hermano, su única familia, él la mantenía, era su apoyo. Cuando no había nadie que se quería hacer cargo de ella, él estaba allí, dispuesto a acoger a esa pequeña en su casa, más bien en su coche. Y desde entonces habían pasado diez años. No podía apañárselas sola, le necesitaba, pero su estilo de vida era demasiado nómada para una joven que solo quería tener una vida normal.
Rose dejó de llorar de repente, había escuchado un crujido, como si hubiesen metido un palito en la cerradura para abrirla. Asomó ligeramente la cabeza de entre las sábanas y escuchó pasos, abrió los ojos como platos, no se lo podía creer. Entre la oscuridad de la sala y la puerta de la habitación entre abierta pudo ver como se movían unas sombras y una luz azul que se hacía cada vez más intensa.
Todo sucedió muy rápido. Alguien saltó sobre ella y atravesaron el ventanal que había detrás de la cama, rasgándose la piel de todo el cuerpo con los trozos de cristal. De repente estaban forcejeando en medio del bosque, Rose le sujetaba las manos al hombre que intentaba atacarla, tumbada sobre ella. La joven sacudía su cuerpo y gritaba aterrorizada. No pudo ver bien el rostro de su atacante, la oscuridad y las lágrimas no le permitían ver con claridad, aunque juraría que ese "hombre" tenía la cabeza de un perro negro con los ojos inyectados en sangre. El atacante llevaba un collar que brillaba intensamente entre ellos. El hombre le arañó el brazo derecho y ella aulló de dolor. Otro hombre saltó encima del que forcejeaba con Rose y sacó una espada que asustó al hombre, otros tres le rodearon, como una manada, pero el hombre trajeado que había "salvado" a Rose pudo con ellos. Mató a una mujer y hirió gravemente a otro, los otros dos, entre ellos el que había placado a la chica huyeron. Rose había observado la escena apoyada en un árbol, sujetándose el brazo herido. Entonces pudo ver claramente las cabezas cánidas de sus atacantes. Por si no había sido lo suficiente traumática la experiencia de ser atacada, ahora veía que lo había sido por monstruos.
El hombre del traje, con la espada en la mano, se acercó a ella. La joven se arrinconó frente al árbol, no lo distinguía bien en la oscuridad, solo un destello azulado en su mirada y una sombra de alas negras que se recogían en su espalda. Rose pensaba que se había dado un golpe en la cabeza y estaba empezando a alucinar.

-¿Estás bien?- dijo él, aunque el miedo que ella sentía no la dejaba pronunciar palabra- ¿Te han herido? Déjamelo ver...- dijo agarrándole el brazo, a lo que ella se negó.

-¿Quién eres y qué eran esos monstruos?

-Si te lo dijera, no me creerías.

-Pruébalo.

-Está bien- dijo el hombre suspirando- Has sido atacada por demonios, ellos quieren algo que tu tienes y mi misión en la Tierra es obtener eso que custodias para mi señor.

-¿Tu misión?

-Me llamo Asaliah, y soy un ángel del Señor.

-Tenías razón, estás loco.- susurró ella y de repente se vio de nuevo en la cabaña, con el cristal reparado, como si nada hubiese pasado.- Vale, esto es muy raro. Pero yo no tengo nada que puedan querer esos "demonios" si es que son demonios de verdad.

Asaliah ignoró el comentario de la joven y le agarró el brazo para verle la herida, con un conjuro podría sanarla con facilidad, las uñas y la saliba de un demonio contienen un veneno muy potente. si la herida era muy grave la mataría en minutos, por suerte no era difícil de sanar. Asaliah cogió su brazo y le subió la manga de la camisa, descubriendo una especie de tatuaje en forma de rosa en el antebrazo izquierdo.

-¿Qué es esto?- preguntó él extrañado y recordando como la gracia brillaba cuando se acercó a la joven.

Ella se lo tapó instintivamente. Pero Asaliah volvió a coger el brazo entre sus manos y la examinó largo rato.

-Es una marca de nacimiento, la vieron las enfermeras del hospital el mismo día que nací, por eso me pusieron este nombre.

-¿Cómo te llamas?- dijo él, dejando de observar la marca y centrándose en los ojos verdes de la joven.

-Me llamo Rose, Rose Taylor.

Rose y Azrael

Asaliah intentó explicarle a la joven lo que sucedía en el Cielo...

-Así que hay una guerra... Y Gabriel, el jefe de tu mando, te dio su "esencia" para que encontrases una arma capaz de vencer los otros dos bandos... Y esa cosa...

-La Gracia...

-Eso, te trajo hasta mi.

-Gabriel más bien se refirió a una flor, la más bonita de todas. Creo que la marca de tu brazo es más bien un sello, guarda algo, quizá el arma de la que me habló Gabriel... Pero para liberarla necesito verterla sobre tu brazo. Después te dejaré en paz, pero de momento me quedaré cuidando de ti.

-Alto, alto..- Rose se levantó de la cama donde ambos estaban sentados- No necesito que me cuides, se hacerlo solita, llevo años haciéndolo. No necesito que un ángel de la guarda con las alas de color negro me proteja...

-Entonces... ¿las has visto? ¿Has visto mis alas?- Asaliah se acercó mucho a Rose y la tomó por los hombros...

En ese momento, Brandon entró a la cabaña y se asustó al contemplar a aquel hombre agarrando a su hermanita...

-¿Que coño estás haciendo aquí, hijo de la gran puta?

Brandon se abalanzó sobre Asaliah con el puño en alto, pero el otro le detuvo en el aire. Le presionó el puño con una fuerza sobrehumana, tanto que Brandon acabó arrodillado en el suelo retorciéndose de dolor.

-¡Está bien! Vale, me rindo, llévate lo que quieras, el dinero, las joyas, el coche... Pero por favor, deja en paz a mi hermana, es solo una cría. Hazme lo que quieras, pero a ella déjala...

Asaliah miró a Brandon desconcertado, no entendía porque el muchacho le suplicaba de esa manera. Agarró al hombre por el brazo y le arremangó la camisa. No había nada... Le soltó de golpe y miró a Rose.

-Él no está marcado... ¿Por qué el no tiene un sello como el tuyo? ¿Sois hermanos, no? Los vínculos construyen estos sellos. ¿Por qué él no lo tiene? - su tono era acusador, y Rose se asustó.

-Brandon y yo no somos hermanos de sangre- dijo con un hilo de voz- Su padre se casó con mi madre. Pero es la única familia que tengo.

Asaliah miró a Rose de nuevo, se quedó encandilado con sus pequeños y vivos ojos verdes. Brandon se levantó del suelo y se interpuso entre ambos, rodeando a Rose por los hombros.

-Si no quieres nuestro dinero, dime ¿Por qué has venido aquí?

Rose y Asaliah explicaron a Brandon su encontronazo con los demonios, algo que el incrédulo muchacho no quiso creer.

-Rose, te tenía como una chica más madura, ¿primero la ciudad y ahora esto? ¿De verdad te vas a creer lo que dice este tío? No le conoces de nada...

-Brandon, si hubieses visto lo que yo... Esos hombres tenían cabezas de perro, con los ojos inyectados en sangre. Me arañaron el brazo, y Asaliah me curó, con una especie de hechizo.

-Lo siento Rose, pero lo que me estás diciendo suena a cuento. Será mejor que nos vayamos y te olvides de este hombre. Recoge tus cosas.

Asaliah retuvo a Brandon tan solo alargando un brazo, Rose se estremeció.

-Necesitamos recuperar la gracia de Gabriel... Hasta que no esté en mis manos, la chica corre peligro. Estará bajo mi custodia hasta que logre averiguar como coger el frasco sin ponerla en peligro...

-¡No!-exclamó Rose- No quiero ser el arma de nadie. No se si esto que tengo en el brazo es una marca, un sello o lo que sea... Pero no pienso estar bajo el mando de nadie ni ser la esclava de nadie...

-No tienes opción, -exclamó Asaliah- Los demonios no pararán hasta encontrarte. La gracia les atrae hacia ti. Y cuando lo hagan, solo quedan dos posibilidades: o que te maten, o que te utilicen en su favor... Y créeme, no se cual de las dos es peor para el Cielo, y todas las almas humanas que custodia. Nos quedaremos aquí hasta que encuentre una solución a nuestro problema.

-Tu problema- corrigió Rose, abrazada a Brandon.

-Nuestro- afirmó de nuevo el otro mientras se situaba en medio de la habitación y formulaba algunos hechizos de protección.

Mientras Asaliah se encargaba de mantener a salvo a Rose, otros se encargaban de encontrarla. Ya era noticia en el Cielo que Gabriel había muerto, su cuerpo fue hallado sin vida y sin gracia por las huestes de Miguel. El bando de los que protegían las almas humanas se había quedado sin un líder, y cada vez estaban más débiles. Miguel y los suyos decidieron entonces centrar sus fuerzas contra Lucifer, pero el Diablo no es idiota. Sabía que algo raro sucedía con Gabriel... Había sido encontrado sin gracia, sin esencia... ¿Quién se la habría quitado? Otra cosa que tampoco le encajaba al Rey del Infierno era la desaparición del soldado de Alas Negras... Todos los nombres de los ángeles estaban catalogados, Asaliah figuraba como miembro de las tropas de Raphael y Gabriel, y estaba presente durante la Batalla de las Dunas, los ángeles con ese color de alas no son muy comunes, el chico llamaba la atención. Y no estaba, había desaparecido sin más, no se había hallado su cuerpo, ni estaba entre los prisioneros... ¿Dónde narices se había metido? La respuesta la obtuvo gracias a Abalám, una de sus "esposas", lugar teniente de las operaciones en la Tierra junto a Azrael, otro ángel revelado y mano derecha del Diablo.

Azrael había instalado su Corte en una enorme mansión abandonada, cerca de Chicago. Le gustaba el viento de esa maravillosa ciudad. Desde allí cerraba tratos, robaba almas y destruía a los ángeles que se les acercaban. Si la Tierra era un caos, los enemigos celestiales deberían repartir sus tropas entre el Cielo y los humanos, y para el débil bando de Gabriel conllevaba todavía un esfuerzo mayor, pero no podían abandonar su deber de guardianes, para eso habían sido creados.

Azrael recibió a Abalám y a los demonios supervivientes al ataque de Asaliah en su particular sala del trono, Si los demonios concentraban todos los vicios, sin duda Azrael se llevaba la palma. Era extremadamente vanidoso, lujurioso y prepotente... Pero también era muy poderoso, el hombre de confianza del gran jefe y sembraba el miedo allí por donde pisase...

-Mi señor- se arrodilló Abalám- lucía como una mujer joven, de menos de treinta años, pelirroja, con el pelo largo y ondulado, y un vestido blanco, largo, para que se viesen mejor la sangre de sus víctimas en la tela.- Estos soldados traen algo que es de vuestro agrado, y por supuesto del de mi adorado esposo. Abalám mostró el frasco con la gracia de Gabriel.

-Es lo que yo creo que es...- susurró el otro. Azrael se quedó impresionado, y corrió a cogerlo. Pero Abalám se negó.

-Mis hombres han traído esto. Por lo tanto, me pertenece, y seré yo misma la que se lo entregue a mi esposo.

Con un gesto de la mano, Azrael estampó a Abalám en la pared y el frasquito con la Gracia apareció en su mano, los tres malheridos demonios se quedaron aterrorizados. Por eso Azrael es el príncipe del Infierno, ¿cómo osaba hacerle eso a Abalám, la favorita de Lucifer?

-No sabes lo que haces, hijo de puta.- gritó la mujer, atrapada.- Mi esposo te las hará pagar....

-¿ A quién va a creer tu esposo? ¿A mi? su fiel mano derecha, el que le ayudó a revelarse contra Dios, ¿ o a ti? Una vulgar prostituta que hizo un trato para ganar la eterna juventud?

Azrael tenía razón. Si había alguien a quien jamás traicionaría Lucifer, ese era Azrael.

-¡Tu!- dijo señalando a uno de los esbirros que había traído la gracia- ¿Cómo la conseguisteis?

-Estaba en manos de un ángel, señor. Un ángel de alas negras. Cuando la conseguimos nos llevó hasta una chica. Tenía una extraña marca en el brazo, en forma de rosa... El ángel de alas negras protegió a la joven, es fuerte, acabó con dos de los nuestros él solo...

-Así que una joven ¿eeeh Gabriel?- dijo Azrael para si mismo- ¿Qué conjura te traías entre manos picarón?

Azrael soltó a Abalám y se sentó en su trono, contemplando el frasco con ojos de lobo...

-Tú, puta. Atrapa a esa chica y entérate porque la gracia de Gabriel nos lleva hacia ella. Pero no la mates, tengo la sensación de que podrá servirnos de algo. Yo tiraré de mis contactos para averiguar quien es ese ángel de alas negras, si encontramos su punto débil y lo cambiamos de bando, sabremos lo que tienen Gabriel y los suyos entre manos...

Palabra de Profeta

Asaliah vigilaba con mano dura a Brandon y a Rose, atrapados en la pequeña cabaña de campo de Dakota del Norte. Brandon abrazaba a su hermana y miraba con desprecio al ángel de alas negras.

-Se lo que piensas Brandon Gordon, y esas palabras son muy feas y me ofenden- murmuró Asaliah mientras observaba el funcionamiento de un reloj de mesilla- Lo hago por vuestro bien. Cuando resuelva como robarle la Gracia a los demonios, le quitaré el sello a Rose y volveré a mi hogar. ¿A caso crees que a mi me gusta tener que cuidar de dos simples humanos? Soy un guerrero, no una niñera...

Un soplo de viento sorprendió a los chicos y al ángel, la casa tembló y las luces parpadeando. Asaliah conocía lo que sucedía. De repente, en la habitación apareció otro hombre, esta vez muy joven, de apenas unos veinte años, cabello y ojos claros, pero el mismo traje que Asaliah, y con unas radiantes alas blancas, que solo él y Rose podían ver. El de las alas negras se quedó perplejo al observar al nuevo ser celestial allí presente...

El recién llegado cruzó una mirada con Asaliah.

-Asaliah-murmuró con una voz suave

-Aaron- respondió el otro- ¿Qué haces aquí? ¿Quién te envía?

-¿Con esas palabras saludas a un hermano?- Ante la sorpresa de Asaliah, Aaron le rodeó con los brazos y le saludó con afecto- Cuanto me alegra verte, te daba por muerto. Desapareciste en la batalla de las dunas. Muchos se alegrarán de saber que sigues con vida...

-No puedes decir nada de que me has visto, Aaron. Estoy aquí como emisario de Gabriel.

-¿Emisario? Asaliah, lamento decirte esto, pero, pero...  Gabriel falleció, encontraron su cuerpo en la misma batalla en la que te dieron por muerto. Miguel le organizó un gran funeral, y decretó unos días de paz en su honor. Al fin y al cabo, eran hermanos. Desde entonces que vuestras hostes van menguando, Miguel está tomando fuerza, tiene a Lucifer acorralado...

-Se que Gabriel falleció, estoy aquí por eso, cumpliendo su última voluntad. Aunque nuestros líderes hayan caído, hay ángeles que seguimos creyendo en una causa.

-¿Estás buscando la flor?- Aaron le miró sorprendido.

-¿Cómo sabes eso?-Asaliah se asustó y se colocó delante de Brandon y Rose, que miraban perplejos

-Lo escribió un profeta.

-Los ángeles no podemos leer la palabra de Dios, traidor.

-Los defensores de los hombres no, pero los que seguimos al auténtico líder, y trabajamos a su lado, se nos permite leer los escritos de los profetas. Son palabras escritas para nosotros, no deben de ser ocultas.

-Esos escritos rebelan nuestros destinos. No podemos saber de nuestro futuro, ni modificar lo.

-Estás aquí porque Gabriel leyó uno de esos escritos. Uno en el cual predecía la guerra y su muerte. Por ese motivo creó la Flor, para cuando él cayese hubiese una posibilidad para su bando.

-Quieres la Flor para usarla en contra de los nuestros. ¡Te envía Miguel!

-¿Cómo sino hubiese bajado aquí, Asaliah? ¡Te creía más inteligente! Aunque algo me debía haber imaginado cuando te uniste a las tropas de Gabriel y Raphael.

-¡Nuestra misión es proteger a las almas humanas!

-¡El Cielo es para los ángeles! Los monos de fango al Infierno.

-No mientras yo siga con vida.

Asaliah y Aaron blandieron sus espadas y pelearon en la cabaña de madera. La casa temblaba, los muebles se caían al suelo, se rompieron platos y vasos. Las luces parpadeaban y las espadas al chocar producían un estruendoso rayo azul. Los ángeles se subían por las paredes, Asaliah hirió a Aaron en la cara, y el otro le arañó el brazo. Brandon agarró a Rose por el brazo e intentaron huir. La joven tropezó y Aaron la agarró por el tobillo.

-¡Brandon!-gritó mientras intentaba liberarse del ángel.

Brandon tiró de ella, pero no conseguía que Aaron la soltase.

-¿Por que custodias a estos humanos Asaliah? ¿Es que ahora también eres un angelito de la guarda?

Aaron forcejeó con la joven y descubrió la marca de la joven.

-¿La tiene ella? ¡La chica es la clave!

Asaliah consiguió interponerse entre Rose y Aaron, le tumbó al suelo y le colocó el pie sobre el pecho. Alzó a la chica y la empujó junto a Brandon.

-Llévate la de aquí-dijo seriamente.

-¿Qué será de ti?-preguntó Rose asustada.

-Ya os alcanzaré. Marchaos.

Brandon cogió a Rose del brazo y la empujó dentro del coche. Arrancó y aceleró hasta perderse en el bosque y salir a la carretera.

-Joder, es lo más raro que me ha sucedido nunca. ¿ángeles? ¿una guerra? ¿Qué coño está pasando Rose? ¿Rose?

-Ha entrado en shok- Asaliah había aparecido en el asiento de atrás del coche, provocando que Brandon diese un frenazo y el vehículo derrapase.

-¿Pero que? ¿Cómo has hecho eso?-dijo Brandon asustado

-Soy un ángel, tengo alas. Y no te preocupes por Rose, se pondrá bien.

Asaliah le acarició la mejilla y ella pareció volver en si.

-¿Asaliah? Estás bien...- susurró ella aun medio dormida- ¿Qué ha pasado ahí dentro? ¿Quién era ese?

-Aaron, sirve a las tropas de Miguel. Éramos muy amigos antes de la guerra. Me apena mucho que no se encuentre en mi bando.

Callaron un rato, y Asaliah intentó explicar más claramente lo que estaba sucediendo en el Cielo, y porque los demonios, y ahora también los ángeles de Miguel perseguían a Rose.

-Ahora mismo, estamos a merced de todos...- dijo un Asaliah apesadumbrado.- Será muy complicado encontrar un lugar donde permanecer a salvo.

-Yo se donde podemos ir- afirmó Rose ante las miradas confusas del ángel y su hermano. Desde el asiento del copiloto miró a Brandon- A Saint Mary

-¿Estás segura?-preguntó Brandon inseguro. La joven asintió decidida.

- ¿ A qué vamos a Saint Mary?-preguntó Asaliah.

-A ver a mi madre.

Rose decidió contar su historia a Asaliah.

-Mi madre se quedó embarazada a los diecisiete años, la violaron una noche en un callejón cuando volvía de un bar borracha como una cuba. Eso le generó un gran trauma e intentó quitarse la vida varias veces durante la gestación, decía que llevaba dentro un monstruo y que debía impedir su nacimiento. Entonces conoció a John, el padre de Brandon, y se fue a vivir con él y con su hijo. Mi madre no tenía familia, se había criado en casas de acogida, y John estaba solo, necesitaba que alguien le ayudase a cuidar a su hijo mientras él trabajaba. Con John Gordon, su salud mental mejoró y empezó a tener una vida normal, tenía un marido al que amar y a un chico al que cuidar, aunque no quería hablar apenas del que venía en camino. Yo nací un lluvioso dieciocho de septiembre, mi madre no quiso cogerme en brazos, es más se puso a llorar y a gritar que no quería a ese monstruo, que se deshicieran de él. Ni siquiera quiso ponerme nombre, las enfermeras me llamaron Rose por la marca de mi brazo y así se quedó. Desde entonces la salud mental de mi madre empeoró, intentó matarme en varias ocasiones, los médicos lo atribuían a la depresión posparto. - A Asaliah le sorprendía la tranquilidad con la que hablaba Rose, como si estuviese relatando una historia que no fuese su trágica infancia- Los primeros nueve años de mi vida se los pasó entrando y saliendo de psiquiátricos hasta que un día intentó tirar el coche conmigo dentro a un río y la ingresaron definitivamente. Mi madre no tenía familia, solo a John, pero él se negó a hacerse cargo de mi cuando ella ingresó en el hospital psiquiátrico de Saint Mary. Brandon se había ido de casa hacia años, pero volvió y me recogió, y cuidó de mi, siempre ha cuidado de mi. Y jamás podré agradecérselo lo suficiente- Rose acarició la rodilla de Brandon y él sonrió. Intentó contener las lágrimas por las bonitas palabras de amor que le había dedicado su hermana.

-Es una historia muy triste Rose- dijo Asaliah- Pero no se porque tenemos que ir a ver a tu madre para escapar de los ángeles y de los demonios.

-Creo que mi madre sabe algo sobre todo esto y que jamás nos ha contado.

-¿Y qué te hace pensar eso?

-En cuanto lleguemos ya sabrás porque...

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