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Infieles

Lo que pasa en París, se queda en París...


El joven reportero cayó exhausto sobre la cama, jadeante y satisfecho después de haber disfrutado de uno de los mejores polvos de su vida. A su lado se dejó caer una chica rubia, de cabello lacio como una cascada y casi blanco.

-Pues al final no ha estado tan mal...- dijo él- Deberíamos repetirlo...

Ella se levantó y comenzó a enfundarse en unos vaqueros y una camiseta blanca.

-No te emociones, solo has sido una aventura de una noche, una pequeña venganza. Te recuerdo que estoy casada- dijo ella mientras se sentaba en la cama recogiéndose el pelo en una cola alta. Luego se acercó a él y le besó en los labios- Hasta nunca.

Y se encaminó a la puerta...

-¿No me vas a decir tu nombre?

Ella se detuvo un instante antes de abandonar la habitación del hotel:

-Mya, me llamo Mya... - Y se marchó.

-Yo soy Eric...- respondió aunque ya estaba solo.

Rápidamente, el joven agarró su cuaderno de periodista e inmediatamente comenzó a anotar los rasgos de la muchacha con la que acababa de estar: pelo largo y rubio, muy rubio, casi blanco. Rasgos muy suaves sobre piel blanca, ojos almendrados, verdes o anaranjados, dependiendo de la luz. No muy alta, uno sesenta-sesenta y cinco más o menos, 22 años, pecho pequeño, pero firme, cintura estrecha y caderas voluptuosas. Un lunar en la espalda, y una mancha de nacimiento en el muslo derecho, bajo la nalga. Un tatuaje en el abdomen, también en el lado derecho, una frase escrita en francés: "Los grandes sueños empiezan con cosas pequeñas". Después anotó unos datos: "Mya, hotel Princesse Marie Antoinette, 19 de abril.

Cerró el cuaderno e intentó conciliar el sueño, miró el reloj, las cinco de la mañana, podría haberse quedado a pasar la noche. No se pudo dormir, miraba el despertador cada dos por tres, en apenas una hora debía levantarse e irse a trabajar, pero el polvazo que le había echado Mya hacia apenas un par de horas no le dejaba dormir. Pensó en como la había conocido, en el bar del hotel, aquella misma noche.

"Éric bebía una cerveza, su aspecto descuidado con la barba y los vaqueros desgastados no pegaban en el sofisticado ambiente de aquel hotel. En un primer momento pensó en encerrarse en su habitación a llorar mientras miraba fotos de Celia, pero su cuerpo le pedía alcohol, ¿y que mejor lugar para emborracharse que ese bonito hotel que sus jefes le habían pagado? Así que bajó, tal y como iba vestido, ¿para que arreglarse? Afeitarse está sobrevalorado... Pidió una cerveza, y otra, y cuando ya iba a pedir la tercera no pudo evitar escuchar una fluida conversación en inglés, música para sus oídos, llevaban demasiados días escuchando casi únicamente un estirado francés. Era Mya, el aspecto de la joven tampoco encajaba con el del bar, vestía cazadora y botas militares, y vaqueros rasgados. Hablaba por teléfono y no para de discutir e insultar al o a la que se encontraba en la otra línea. Colgó el teléfono y se sentó en la barra, al lado de Eric, y pidió una cerveza. Apenas lo miró.

-¿Un día duro?- le preguntó Eric en inglés, ella lo miró sorprendida.

-¿Te importa?- respondió ella de mala gana.

-Tranquila, solo intentaba ser amable. Los deprimidos debemos apoyarnos el uno al otro. Vamos ¿qué te pasa?

-Mi marido... -suspiró ella- Apenas nos vemos porque ambos tenemos trabajos muy duros, y la noche en la que podemos estar juntos en semanas, a ultima hora me dice que nos veremos en casa porque ha quedado con sus amigos para ver un partido de fútbol...

-Menudo cretino... Aunque depende de quién juegue, es lógico.

-Es que todos los hombres sois iguales, de verdad... -se resignó ella- ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí?

-Llevaba dos años con una chica, Celia, vivíamos juntos, hacía apenas unos meses que nos habíamos instalado en nuestro nuevo apartamento. La semana pasada nos levantamos pronto y me llevó al aeropuerto, cuando iba a darle un beso de despedida me dejó. Así, sin más. Sin motivo aparente, simplemente se acabó. No me coge las llamadas y no me responde los mensajes.

-Que duro...

-Muy duro...-Ella se llevó el botellín a los labios y él la observó, era guapa, sin duda, una belleza nórdica- Por cierto, ¿Por qué hablas tan bien inglés? ¿Es que no eres de aquí?

Ella acabó de beber y sonrío.

-Soy francesa sí, de un pueblecito de Brest. Pero estuve un par de años de Erasmus en Bristol, y mi marido es de allí. En casa solemos hablar en inglés. Tu tampoco eres de aquí, ¿verdad?

-Neoyorquino, estoy en París por trabajo.

-Lo sospechaba, tu acento te delata.

Ambos rieron y bebieron. Eric la invitó a otra cerveza...

-Por nosotros y por nuestras perfectas vidas amorosas.

-Por nosotros- dijo Mya mientras bebían-¿Sabes lo peor de todo?

-¿Qué?

-Estaba convencida de que iba a pasar una apasionante noche de sexo salvaje. Y aquí estoy, bebiendo cerveza con un yankee desconocido.

-Estoy alojado en el piso veintitrés. Lo de la noche de sexo, es fácil de arreglar...

Se miraron. Y cuando se dieron cuenta estaban besándose y desnudándose en su habitación.

Sonó el despertado y Eric se levantó, se metió en la ducha, pero ni el agua fría recorriéndole el cuerpo logró despertarlo. Alguien picó a la puerta, era Chris, su compañero.

-Venga, un café rápido y nos vamos. Joder... ¿qué te ha pasado? Tienes un aspecto horrible... ¿Te has vuelto a pasar la noche en vela llorando por Celia?

-¿Celia? ¿Qué dices? Eso es el pasado. Está completamente superado...- respondió Eeric presumiendo de su triunfo- Anoche estuve con una chica, ¡pero no veas que chica! Rubia, un cuerpo impresionante y dios mío... No veas como se movía...

-¿En serio? ¿Has mojado esta noche?- se sorprendió el otro- ¡Ese es mi chico! Mi campeón ha vuelto a la carga y dime... ¿cómo era? ¿la llamarás?

-No me ha dejado su numero... Se llama Mya, y es de Brest y está casada con un inglés. Se acostó conmigo para vengarse de su marido, que la dejó plantada anoche en el bar. No se nada más de ella, ni su apellido, ni donde vive, ni a que se dedica... Fue algo esporádico, pero ha sido uno de los mejores polvos de mi vida. Será difícil de superar...

-Pues ya sabes lo que tienes que hacer, amigo. Buscar a una capaz de superarla.- le guiño el ojo y le dio una palmada en la espalda. Venga, bébete el café y coge tus cosas. Tenemos mucho trabajo por delante.

Eric y Chris eran enviados de un canal de televisión privado de Nueva York, para realizar un documental sobre el robo de arte y el mercado negro en la capital francesa. Un tema bastante aburrido para los dos reporteros, que no disfrutaban pasando el día visitando los museos, aunque al menos no desaprovechaban las ventajas de la noche parisina.

Ese mañana en concreto, los americanos visitaban una exposición en el Louvre, la colección privada de gemas de oriente medio de Marina Sokolov, una empresaria y amante del presidente ruso. Se sospechaba que Sokolov había adquirido la colección estafando a un jeke árabe y ahora se lucraba exponiéndola en los museos más prestigiosos del mundo. Chris y Eric estaban invitados a la inauguración, esa misma noche, pero su pase de prensa les permitía entrar por la mañana para hablar con el personal y documentar como se estaba organizando la exposición.

Con gorra, barba y vaqueros, los dos reporteros entraron a la sala de exposición, donde no se les dedicó ni una mirada amigable, ni por su aspecto ni por su nacionalidad. "¿Qué les pasa a estos franceses con los americanos? preguntó irónico Chris.

-¿Son los reporteros del New York International?- preguntó un hombre al verlos perdidos en medio de la sala...

-Si, somos nosotros.- respondió Eric mostrando su pase- Eric Collins y Christopher Worth.- le tendió la mano al hombre mayor y trajeado que hablaba con un sofisticado acento francés y andaba como si se hubiese tragado una escoba, pero éste se la quedó mirando, y Eric retiró el saludo...

-Síganme, la directora de la exposición les está esperando para hacerles un tour antes de la inauguración.

-Gracias, Alfred- respondió Chris irónicamente.

-No vuelva a llamarme así. Me debe un respeto, al fin y al cabo ustedes solo están aquí por la generosa aportación económica que realiza su jefe al museo.

La directora, una mujer con el cabello recogido en una cola y una americana gris, daba órdenes a gritos a unos hombres que colocaban torpemente un enorme cuadro en la pared.

-Tened cuidado, se trata de un retrato del zar Alejandro I jamás expuesto anteriormente. Vale millones de dólares, mucho más de los que ganareis vosotros en vuestra patética vida...

-Señorita Cachiatti-Cooper... los del International...

-Enseguida los atiendo...-respondió ella sin ni siquiera mirarlos...

-¿Mya?-preguntó Eric...

-¿Tú?-se giró ella sorprendida.

-¿Y ese apellido tan exótico?

Déjate seducir por el champang

-¿Pero qué haces tú aquí?- se sorprendió Mya al encontrarse cara a cara con Eric- No, no me digas que... Oh Dios mío, eres el reportero del International, ¿no?- él asintió con una sonrisa pícara en los labios. Mya se percató de que el otro hombre no entendía lo que estaba sucediendo. Agarró a Eric por el cuello de la camisa y lo arrastró hacia un rincón para poder hablar a solas.- Escúchame bien, yo no suelo hacer estas cosas. Soy una mujer felizmente casada y enamorada de mi marido. No saques el tema, como si lo de anoche no hubiese pasado. Nuestra relación será únicamente y estrictamente profesional... ¿Entendido?

Él asintió y Mya le soltó.

-Está bien caballeros, si son tan amables de seguirme les guiaré por las instalaciones de nuestro precioso museo.- Mya comenzó a soltar un discurso sobre la arquitectura del museo, las obras que albergaba y un montón de datos históricos que ni a Eric ni a Chris le interesaban demasiado... Cuando terminó invitó a los jóvenes ha realizar un descanso mientras ella atendía los últimos detalles de la organización del evento.

-¿Qué te ha dicho esa mujer, Eric? ¿Ya lo estás estropeando antes de empezar?

-Tío, esa chica es Mya...

-¿Mya? ¿La que te calzaste anoche? ¡Te has acostado con la directora de la exposición que tenemos que cubrir! Eres un puto genio, Eric... Y encima está casada. ¿Sabes que significa eso?- Eric negó con la cabeza- ¡Que podemos chantajearla para que nos de información sobre como obtuvo Sokolov la colección de gemas!

-¿Caballeros?-Mya les prestaba de nuevo atención.-Podemos continuar con la visita, si lo desean.

-En realidad nos gustaría saber algún detalle más sobre la inauguración... Ya sabe, como por ejemplo quién acudirá.

Mya se los miró desconfiados, pero accedió a dar algunos datos sobre quién acudiría y que se haría: una cena, un discurso de presentación, un baile y una muestra de lo que se vería expuesto.

-Sería genial que nosotros pudiéramos acudir a esa inauguración.- propuso Chris

-Lo siento, no se permite entrar a la prensa al salón. Deberán esperar fuera.

-No acudiremos como periodistas, sino como invitados por la propia directora.

-Por favor, señor Worth, ¿está intentando chantajearme?

-Escúchame guapa, se lo que ha sucedido entre mi compañero y tu la noche pasada. Sería una verdadera pena que tu pobre e inocente marido se enterase por la prensa del corazón que una prestigiosa directora del Louvre haya tenido una aventura con un reportero para conseguir financiación para su exposición...

-No serías capaz...

-Pon me a prueba.

Mya miró a Eric, él parecía tan desconcertado como su compañero. Finalmente la presión pudo con ella y les proporcionó dos invitaciones a los reporteros.

-Nada de cámaras ¿de acuerdo? Queda totalmente prohibido filmar la inauguración. Si os pillo gravando algo os echaré de la sala. Tenéis que llevar traje, y quitaos esas barbas, me repugnan- dijo despectivamente y mirando con asco a los dos neoyorquinos.


* * *

Chris se afeitó la barba de la mala gana.

-Tío, ya podrías haberte tirado a una tía menos estirada. ¿No entiende que estas barbas son lo ultimo? ¡Que tradicional y que estancados viven algunos!

-Cállate, -le ordenó Eric saliendo del cuarto de baño de la habitación del hotel- vamos a entrar en la exclusiva inauguración de la exposición de gemas de Marina Sokolov. Vamos a desenterrar todos sus trapos sucios.

Eric se miró en el reflejo de la ventana mientras se ponía el reloj. A pesar de ser de alquiler, el smoking le quedaba realmente bien. Afeitado y bien peinado parecía otra persona, más madura, más profesional, quizá como le hubiese gustado a Celia. Miró su teléfono, un mensaje de su chica: "Llámame". Eric se quedó pensativo con el móvil en la mano. Celia quería que le llamase, ¿qué querría? ¿se arrepentiría de haberlo dejado? ¿Sería urgente? ¿Debía llamarla ya?

-Eric, Eric... ¡Tío!- lo llamó Chris sacudiendo las invitaciones delante de su compañero- ¡Vamos! ¡Qué llegamos tarde!

Eric y Chris salieron del hotel para encaminarse al museo. Como buenos periodistas, Chris iba equipado con una pequeña cámara escondida en el bolsillo, mientras que Eric ocultaba una grabadora. Debían grabarlo todo, sacar a la luz los trapos sucios de esa empresaria rusa y luego forrarse ellos con la venta del reportaje al International, o al mejor postor, por supuesto.
Pidieron un taxi hasta el museo, Mya les había pedido expresamente que no entrasen por la puerta principal, que en cuanto llegasen mandaría alguien a buscarlos. El tal alguien no era otro que "Alfred" (que en realidad se llamaba Vincent) que les aguardaba en una de las puertas de atrás de la galería. Miró a los jóvenes con asco y les arregló los trajes y obligó a Chris a quitarse la gorra, algo que también hizo con protestas.

-¿Qué le pasa a esta país con la moda urbana?-protestó Chris ante la divertida mirada de Eric.

Los reporteros norteamericanos llegaron a una gran sala barroca, decorada en tonos dorados y granates con pinturas en las paredes y una enorme araña de cristal colgando del techo. Quedaron asombrados por la elegancia de ese lugar. Los invitados lucían carísimos trajes y vestidos ostentosos, las mujeres llevaban vistosas joyas brillantes con un montón de gemas y diamantes enormes. Repartidos por el gran salón habían vitrinas de cristal con preciosas y exóticas gemas que pertenecían a la colección Solokov.

Mya los vio de reojo y se dirigió a saludar a los dos reporteros con dos copas en la mano.

-Señores Worth y Collins, que alegría que hayan podido venir ¿una copa de champagne?- les ofreció con ironía. Chris se bebió la copa de un trago y la dejó sobre una de las bandejas que llevaban los camareros.

-Señorita Cachiatti-Cooper, el placer ha sido nuestro- respondió Chris con el mismo sarcasmo.

-Ya sabéis las normas: no habléis con nadie, portaos bien y no grabéis nada.- dijo seriamente antes de ponerse a saludar a otros invitados con una falsa sonrisa.

-¡Joder menudo pivón!- exclamó Chris una vez se había marchado, y es que Mya había pasado de ser una joven en un bar con vaqueros y cazadora, una estirada directora con americana y tacones y una belleza nocturna que lucía un vestido negro de palabra de honor con dos tirantes de seda sobre los hombros, ajustado hasta la cintura y con la falda casi el suelo, aunque dejaba ver las sandalias de tacón plateado que lucía. Llevaba el cabello ondulado y semirecogido con una pequeña joya plateada, de manera que caía solo por el lado derecho. Iba discretamente maquillada, con una delgada línea negra en los ojos y los labio rojos. En el cuello lucía un collar de diamantes en forma de corazón.

-Es una chica hermosa, sin dudar...- dijo Eric mirándola fascinado.

-Tu sigue a Mya e intenta grabar todas las conversaciones con las personas que habla, yo voy a intentar grabar las gemas y a ver si me entero de algo más...

Así que mientras Chris intentaba filmar la colección, Eric se dedicó a seguir a Mya y a averiguar quienes eran las personas con las que hablaba. Después de verla hablar con viejos estirados durante más de una hora, el reportero se percató de la mirada exhausta de la joven, y de que no paraba de ojear el teléfono móvil. Finalmente la vio salir a la terraza a descansar. Eric cogió dos copas de champagne y fue tras ella. Mya estaba apoyada sobre la baranda del balcón, observando la enorme plaza del Museo del Louvre y las luces de París que iluminaban la noche, cuando Eric se acercó por detrás.

-¿Todo bien?- ella se sobresaltó.

-Eric, eres tú, vaya susto me has dado.

-¿Champagne?-le ofreció él.

-Me temo que ya he superado mi límite de alcohol por esta noche. Pero gracias.

De todos modos, Eric dejó la copa en la baranda, cerca de ella, mientras él daba pequeños sorbos a su bebida.

-Pareces cansada... ¿un día duro, verdad?

-Las inauguraciones siempre dan mucho trabajo.

- No me refería a eso... Se distinguir un rostro preocupado cuando lo veo.

-No es asunto tuyo, Eric.

-Se trata de tu marido, ¿verdad? ¿Qué te dijo ayer cuando llegaste a las cinco de la mañana?

Ella lo miró, sus ojos empezaban a cubrirse de lágrimas.

-Nada, no dijo nada. No estaba, ayer por la tarde le llamaron para una emergencia empresarial en Bristol y tuvo que coger un avión de inmediato. Se supone que debía acompañarme esta noche, sabía lo especial que era para mi, y solo me ha dejado una nota pidiendo disculpas y este collar. -señaló su cuello-Como si los diamantes pudiesen cubrir su ausencia... -expresó indignada.

-Lo siento Mya...- dijo Eric sin saber muy bien que decir.

-Aquí no soy Mya, aquí soy la señorita Cachiatti-Cooper. Que te quede claro...

-Solo intentaba ser amable.- dijo él, y se alejó para dejarla a solas...

-¡Es por mi padre!- gritó ella antes de que Eric se marchase, él se detuvo y volvió a su lado.

-¿Qué?

-Esta mañana me preguntase por mi apellido. Cachiatti no es el apellido de mi padre, es el de mi madre. Me lo cambié porque mi padre es uno de los magnates del Louvre, de esa manera sería más difícil que me identificasen. Estoy harta de que me llamen la enchufada o la niñita de papá, y de que no me tengan respeto por nada.

-¿Así que tu padre es el dueño de este lugar?- discretamente, Eric encendió la grabadora de su bolsillo

-No es el dueño, pero si que es uno de los manda más. Verás, mi padre no estuvo muy presente durante mi infancia, así que en mi adolescencia se arrepintió de no hacerme caso y empezó a ofrecerme regalos y cosas para que le perdonase, gracias a él estudié en Inglaterra y me consiguió este trabajo aquí. Al principio no quería aceptarlo, me gusta conseguir las cosas por mi propia cuenta y no por ser hija de nadie, pero necesitaba el dinero, así que acepté. De echó, me casé con Robert para enfurecerle, opinaba que soy demasiado joven para casarme y creía que no era un buen partido para mi, así que le desobedecí, y me casé con veinte años en Bristol, y nos venimos aquí, a Paris, para que pudiese trabajar en el Louvre, mientras que Rob va y viene entre Francia e Inglaterra. Él tiene una empresa de software, la dirige junto a su hermano, por eso pasa tanto tiempo fuera de casa...

-Así que por eso eres tan joven y ocupas un cargo tan alto. Porqué eres la hija del jefe...- ella asintió- Mira el lado bueno, no tienes que acostarse con él para obtener un buen sueldo.

-En cambio, tú si...- ambos rieron de nuevo.- No me mal interpretes Eric, lo de ayer... no fue más que un lapsus, estaba muy enfadada con Rob y quería vengarme. Pero he sido muy feliz en estos dos años que llevamos de matrimonio. Él me cuida, me quiere, me compra todo lo que quiero... Es un buen hombre.

-¿Y tú, le quieres?- ambos se miraron y permanecieron en silencio un rato.

-Por supuesto...

Eric se acercó a ella, Mya retrocedió y empujó la copa de champagne al abismo.

-Quieres que olvide lo de anoche Mya, pero no puedo. Esa manera en la que me besabas, la que me tocabas... Hacía años que no me sentía tan vivo...

Él le acarició la barbilla y atrajo sus labios a los suyos. Una voz por el altavoz anunció que la gala iba a comenzar.

-Tengo que irme.- dijo ella escabulléndose de Eric.

Durante la cena y el discurso, Mya se mantuvo alejada de los dos periodistas, que siguieron son su tarea de buscar información. Luego comenzó el baile, Mya se entretuvo hablando con sus clientes, Chris siguió inspeccionando las gemas y Eric se detuvo mirando a la joven directora... Ya no pensaba en Celia, sino en Mya y lo bien que lo habían pasado la noche anterior, y de las ganas con las que se estaba muriendo de repetir... Se dirigió hacia ella, Mya hablaba con dos hombres mayores trajeados y con bandas militares sobre sus torsos.

-Disculpen caballeros, pero no me gustaría terminar la velada de hoy sin tener el honor de bailar con la señorita Cachiatti-Cooper- le tendió la mano. Mya se quedó anonadada, no sabía que hacer.

-Por supuesto que aceptará-dijo uno de los hombretones. Y la empujó para que la tomara de la mano.

-¿Pero que coño estás haciendo Eric?- susurró ella cuando la arrastró al salón

-Sssh, cállate, solo déjate llevar...

-¿De verdad sabes bailar esto?

-¿A caso crees que un vulgar neoyorquino no sabe bailar un vals?- ella lo miró sonriendo- Si, mi madre me apuntó a bailes de salón cuando era niño. Pero en mi defensa diré que no se me daba mal.

Estuvieron bailando un rato, divirtiéndose, la cara de Mya había cambiado radicalmente, ya no parecía tan estresada como al principio. Él la tomó por la cintura y la pegó a él, ella le rodeó el cuello con los brazos. Y apoyó su cabeza sobre su pecho...

-¿Tú la sigues queriendo?

-¿Cómo dices?

-¿Qué si aun sigues queriendo a Celia? ¿La chica que te dejó?

-No lo se, hasta hace una semana tenía claro que era la mujer de mi vida, que nos mudaríamos a un chalet a las afueras, tendríamos niños, un perro, yo sería redactor y ella una diseñadora de éxito. Pero ahora creo que ella me dejó de querer hace mucho tiempo, y he vivido engañado, cegado por ella hasta entonces... Aunque aun me sigo preguntando por qué me dejó así, de repente y sin darme explicaciones... ¡Todo era perfecto! Era mi chica desde el instituto, acabábamos de alquilar un apartamento juntos, ella había empezado a trabajar... Creo que después de todo lo que hice por ella me merezco al menos una explicación, es decir, jamás le cuestioné nada... La quería con locura.

-Yo jamás he dudado del amor de Rob, pero desde ayer... aunque intento olvidarme y fingir que no pasó nada, lo cierto es que si que pasó. Me acosté contigo, Eric, sin conocerte de nada. Y fue una de las mejores noches de mi vida.

-¿Estaría muy mal si la repitiésemos?

-¡Eric!-exclamó ella- ¿De que estás hablando? ¡Tú estás loco!

-Hablo de que a los dos nos gustó mucho lo que pasó anoche y de que mi hotel está apenas a un par de calles de aquí...

-Pero, no puedo Eric... ¿Qué hay de la gala? ¿Qué hay de Robert? ¿Y tu amigo? ¿Y tu trabajo? Esto no está bien, esto no está nada bien... Es inmoral, vulgar y...

Pero él no la dejó acabar y la besó en los labios suavemente. Se miraron cómplices.

*   *    *

Ella agarró a Eric por el cuello y lo besó con ansias mientras él la estampaba contra la pared del fondo del ascensor y acariciaba sus curvas, presionando con fuerza las nalgas. Llegaron a la habitación. Mya casi no le dejó abrir, se abalanzó sobre él y le deshizo el nudo de la corbata mientras él intentaba quitarse la americana. Le desabrochó la camisa y le besó el cuerpo, le comió el cuello a besos mientras le acariciaba por encima del pantalón. Él se mordió el labio de placer y sus manos empezaron a juguetear con la cremallera de su espalda para quitarle el vestido. Lo empujó sobre la cama y se quitó la pinza del pelo para liberar su cabello y siguió besando a Eric hasta el amanecer.

Esta vez Mya si que se quedó a dormir, y ambos descansaron plácidamente. Una llamada telefónica los despertó a ambos ya bien entrada la mañana. Mya, que apoyaba la cabeza sobre el pecho de Eric se sobresaltó al notar que su compañero se movía.

-¿Quién coño será ahora?-dijo Eric protestando mientras revolvía su pantalón sin levantarse de la cama. Finalmente encontró el móvil, en la pantalla aparecía un nombre: "Celia". ¡Se había olvidado de ella! Celia quería que le llamase la noche anterior y él no lo había hecho. Miró a Mya y dudó en contestar... La mirada de ella le animó a descolgar el teléfono, se merecía una explicación...

-¿Quién es?- respondió finalmente colocándose el aparato en la oreja.

-¿Eric? Soy Celia...- respondió una voz femenina al otro lado de la línea- Estoy embarazada.

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