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El Profesor

El Profesor

"¿Por qué no me la quito de la cabeza? ¿Qué me pasa? Llevo años dando clase y jamás me había ocurrido  algo así... Vamos Henry, estás muy solo, solo necesitas un poco de amor, ¿pero por qué de ella? Es una alumna, apenas tiene diecinueve años, ¿por qué te llama tanto la atención? No es la chica más guapa del mundo, sin duda has tenido alumnas más bonitas... Pero su mirada, sus ojos verdes, que me miran, y me dedican toda su atención, a mí, a Henry, 42 años, divorciado, profesor. ¿Por qué me mira de esa forma? Te estás emparanoiando, te mira porque eres el profesor y porque tiene que prestarte atención. Venga, ahora relájate y entra en clase....
Mírala, allí está, sentada en la tercera fila. Ni muy lejos ni muy cerca. Hoy se ha recogido el pelo, pero unos mechones juguetean en su cara. ¡Que bonita es! Ese jersey le queda realmente bien, le resalta el busto. Vamos Henry, céntrate, tienes que dar la clase..."
Di la clase con toda la normalidad que pude. Ella escucha y toma apuntes, callada, seria. Nunca la he visto sonreír, es muy tímida. Apenas la he oído hablar, solo una vez que ha intervenido en clase, ocasión que aproveché para preguntarle su nombre, se llama Ayla, Ayla Hurst. Hasta su nombre me pareció precioso.
-Si tenéis alguna duda sobre la práctica que os acabo de corregir, las horas de tutoría son mañana de diez a doce en mi despacho.-concluí la clase ahogado en sudor.
La vi marcharse con sus amigos, seria, ocultando su rostro, Ayla, mi Ayla. No entendía que me pasaba. No paraba de pensar en ella. ¡Por favor si tiene diecinueve años, es una cría! Me miré al espejo y descubrí a un hombre solitario que se hace mayor y que se ha encaprichado de una niña. Tenía que olvidar la, por razones éticas y personales. Es una alumna, no puedo tener nada con ella, me echarían del trabajo, ¿qué dirían mis colegas?. Además, casi no la conoces Henry, ¿por qué te has encaprichado de esa manera? Llevas demasiado tiempo solo, demasiado tiempo sin sentir el calor de una mujer, demasiado tiempo sin hacer el amor... Debes olvidar la, no es más que un juguete con el que pasarías una noche de locura, como en tu juventud... Olvida a Ayla, olvida la.
Me fui a dormir con ese propósito, aunque soñé con ella y que le hacía el amor. Que la hacía mía... En el trabajo intenté concentrarme en mis labores de profesor, pero fue inevitable cruzarme con ella. Casi me da un vuelco el corazón cuando la vi entrar por la puerta. Venía por la tutoría, ella nunca venía, sacaba buenas notas, no lo necesitaba y era demasiado tímida para hablar a solas con un profesor... Pero estaba allí. Sentada delante de mí. Me preguntó por qué había bajado de notas, su tono de voz era grave pero melodioso, muy atractivo, como toda ella. No podía escuchar lo que me decía, solo pensaba en besarla, abrazarla y hacerle el amor allí mismo. Solo pensaba eso, en hacerle el amor, en hacerla mía.
Estuvimos hablando, al principio sobre temas académicos, y acabamos hablando sobre ella. Era hija de padres divorciados y aspiraba a ser escritora. Era tímida, muy tímida, no tenía muchos amigos y no salía de fiesta, prefería quedarse en casa leyendo. Me fijé en la carpeta y en el libro que había dejado encima de la mesa, el libro era mío. Un drama de desamor que escribí cuando mi mujer me dejó, me pidió que se lo dedicase: "Para Ayla, una futura gran escritora. Con cariño Henry" escribí. Nos levantamos a la vez cuando fui a tenderle el libro y nuestras frentes chocaron, fui a pedirle disculpas pero ella no me dejó. Me sorprendió con un excitante beso en los labios. Agarrándome la nuca y atrayéndome hacía ella. No entendí nada, ella cogió sus cosas y se marchó. Dejando olvidada (aun no se si apropósito o no) su bufanda. Me quedé anonadado, no me lo esperaba, ¿por qué lo había hecho? ¿Quería una matrícula de honor? ¿Estaba jugando conmigo?¿Tanto se notaba que moría por sus huesos? Pero... ¿y si no? ¿Y si ella sentía lo mismo? Pero que tonterías estás diciendo Henry. Ha sido un simple beso. Pero por dios… ¡Que beso! Hacía años que no me besaban de esa manera. Ha sido tan sensual, tan erótico… Tengo tantas ganas de hacerle amor, de hacerla mía… Mía y solo mía. De besar su cuello, su pecho… Desnudarla poco a poco y disfrutar acariciando todo su cuerpo, morderle y que gima de placer. Que disfrute siendo mía, que me suplique que la haga mía. Mía, mía y solo mía. Mi Ayla…
Sin pensármelo dos veces cogí la bufanda y me la acerqué al rostro, aspiré su aroma, su aroma de mujer y la apreté contra mi rostro. Quien me viera pensaría que soy un perturbado, pero ella era mía, era solo para mí. Y nadie me la arrebataría. Podría haber devuelto la bufanda al conserje, pero decidí quedármela, como recuerdo de ese maravilloso beso que me provocaba aún más ganas de poseer-la y de hacerla disfrutar como nunca.
La semana siguiente no la vi en clase y eso me preocupó ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si no volvía a verla jamás? Tenía que averiguar donde vivía, ver si estaba bien... 
Me comí la cabeza preguntándome de que sutil modo podría averiguar su dirección. Pero Ayla es más inteligente de lo que me creía o me deseaba más de lo que yo a ella... y sin saber como ni porqué, terminé en su portal, picando al timbre, con la bufanda en la mano.


El Profesor II

Llamé al timbre, primero segunda, como decía la nota, "¿quién es?" dijo una voz alterada por el micro del telefonillo. No me atreví a contestar, supongo que ella lo sabía y apretó el botón.
Subí las escaleras hasta el primer piso y Ayla me abrió la puerta...

-Profesor Landom... -susurró

-Por favor, solo Henry...

-¿Qué haces aquí?

-No has venido a clase, ¿estás bien?

-Si, si... tenía revisión con el dentista. ¿Cómo has sabido donde vivo?

-Tu amiga dejó una nota encima de la mesa que "enviase los apuntes a esta dirección".

Ella rió tímidamente

- ¿Eso es mío?-señaló la bufanda que llevaba en la mano...

-Sí, te la olvidaste el otro día en mi despacho- se la tendí y ella la cogió sin hacer más preguntas

-¿Te apetece un café?- tendría que haber dicho que no, darme la vuelta e irme a mi casa como si nada hubiese pasado. Pero estaba allí, devolviéndo una bufanda a una alumna con la que solo pensaba en acostarme con ella.

-Por supuesto.

Sirvió dos tazas de café. Vestía pantalones negros ajustados, camiseta blanca y una chaqueta gris. Con el pelo suelto, rozándole las mejillas cada vez que se movía. Siempre vestía de esa manera "informal", más bien despreocupada, pero encantadora. Yo en cambio era un dejado, siempre llevaba pantalones anchos, de color gris, una camiseta negra y encima una camisa beige y unos mocasines desgastados.
Bebí café mientras ella me observaba, curiosa.

-¿Te puedo hacer una pregunta?

-Adelante

-¿Solo has venido hasta aquí para devolverme una bufanda? Es un poco extraño...

Bebí café, no sabía que contestar...

-Me pareció un bonito gesto con una alumna...

-Sabes como yo que eso no está bien, ni lo que sucedió el otro día tampoco... -respondió ella, seria.

Cuando quise darme cuenta ella estaba sentada sobre mis rodillas, con sus brazos alrededor de mi cuello.

-Sin embargo no te negaste...

-Fue difícil hacerlo- dije con la frente empapada en sudor, su rostro se acercó al mio, pero la aparté- No, no está bien, no está bien besar a una alumna...

-Tampoco está bien acostarse con un profesor...

En segundos estábamos besándonos en el pasillo, hiendo hacia su habitación. Me empujó hacia la cama, se quitó la chaqueta y se sentó sobre mi, mientras me besaba y me quitaba la camisa. Me tumbó en la cama, ella sobre mi, besándome, acariciándome, mis manos recorrieron su cuerpo, caliente, recogí la camiseta de su cintura y la deslicé hacia arriba. Ella no puso resistencia, y dejó que mis manos jugasen con su cuerpo, el pecho, la sensual curva de su cintura... La sujeté y me senté con ella en brazos, le besé el cuello, los pechos... ella me agarraba de la nuca y me acercaba hacía si. Jamás me había sentido tan vivo, la chica de mis sueños, ella, desnudándose sobre mi, besándome, queriendo ser mía... Me quitó las gafas y la camiseta. Mi torso desnudo, moreno y velludo contrastaba con la piel blanca y suave de ella. Tenía un cuerpo juvenil, con una marcada cintura pero con los senos pequeños y altivos y una pronunciada cadera que le proporcionaba un impresionante espectro de erotismo. Volvió a tumbarse sobre mi y noté como sus manos jugueteaban con el botón de mi pantalón, me excitó muchísimo, busque desesperado por su espalda, para arrancarle el sujetador negro. No encontraba el broche y ella río. Se enderezó y acercó mis manos hacia su pecho, descubriéndome el imán que unía la lencería en la parte delantera.
Nos acabamos de desnudar el uno al otro... Ella me hizo el amor, sobre mi, con movimientos suaves y fluidos. Llevaba demasiado tiempo solo... y esa chica... me hacía sentir vivo, joven. La deseaba tanto. Mis manos jugaban con su cuerpo, le sujetaba las caderas con fuerza, le apretaba los senos y ella respondía a mis caricias con suaves gemidos de placer... Verla disfrutar de esa manera me excitó aún más. La agarré con fuerza y la tumbé, le hice el amor, la embestí duramente mientras ella gritaba y me pedía que siguiese. Los muelles del colchón resonaban con cada golpe y el sonido se confundía con los gemidos de ambos. Aguanté todo lo que pude hasta que exploté y Ayla estalló en un plácido orgasmo...

Nos quedamos tumbados, jadeantes y exhaustos. Ella apoyaba su cara sobre mi pecho. La rodeé con el brazo y la acaricié con ternura. Por fin, era mía y solo para mí...
Seguía fascinándome como contrastaba mi piel morena y desgastada con la suya blanca y joven... No me atrevía a decirle nada, todo me parecía tan irreal, como un sueño, no quería despertar... Al final fue ella la que abrió la boca.

-Pues al final si que ha estado bien...


El Profesor III: celos

Durante las siguientes semanas seguí acostándome con Ayla, ella cada día se habría más a mí... Estaba muy sola, y se sentía muy sola. Yo la quería, la quería para mí. Pero ella, ella solo me hacía el amor y me hablaba... Era su amante y su psicólogo, pero ella no era mía, y yo quería que fuese mía, y solo para mí.

Una mañana la vi llegar a clase, con su carpeta y su mochila, como cada día. Miraba el suelo, distraída, evitando las miradas de sus compañeros, de repente un chico alto y rubio tropezó con ella, a Ayla se le cayeron las cosas y ambos se agacharon a recogerlas. Tuve que contenerme para no ir a ayudarla, nadie podía saber que quería que fuese mía... Pero tendría que escarmentar a ese chico, nadie podía tocar a Ayla...
Mientras ambos estaban en el suelo el muchacho la miró, soltó la carpeta y se alejó. Ayla se quedó en el suelo, cogiendo sus cosas, con el cabello ocultándole medio rostro. Otro chico con gafas, al que había visto a menudo con ella, se acercó rápidamente cuando vio la reacción del otro y levantó a Ayla del suelo. Vi como la miraba ese chico con gafas, la miraba como yo... Él también quería que fuese suya.

Le envié un e-mail a Ayla, era la manera que teníamos de comunicarnos: "¿Podemos vernos hoy?" "Si". Respondió.

Hicimos el amor, yo sobre ella, de ese modo me hacia sentir que en algún momento del día si que era mía. Le acaricié el hombro y el brazo y le pregunté sobre el chico con el que había tropezado.

-Solo es Johnny, el típico chico "popu", nos acostamos algunas veces el año pasado. Pero se avergonzaba de mí y me ocultaba, no me sentó bien. Y lo dejamos.

-¿Te gusta, verdad?

-¿Johnny? Por favor... Solo es una cara bonita, a mi me gustan los hombre de verdad- se giró hacia mi y enrojecí.

-A tu amigo de gafas le gustas

-¿A Drew?- ella enrojeció y lo entendí todo- Solo es un amigo... Un buen amigo

-He visto como te mira.

-Ha tenido la oportunidad y no la ha aprovechado... Estaba borracha y dispuesta a todo con él... Y me rechazó...

-Será un chico decente

-Y que no le gusto. No es nada nuevo... Estoy acostumbrada.

Ayla se levantó y se vistió.

-Será mejor que te vayas...

Sentí miedo, sentí terror de no volver a estar con ella. Le gustaba ese tal Drew, no era guapo, ni atlético como Johnny, era más bien como yo... ¿Por eso se acostaría conmigo? ¿Por qué le recordaba a Drew? Ese chico se interponía entre Ayla y yo... Ella quería ser suya y yo estaba convencido de que él también lo quería... Era más lógico, tenían la misma edad, se conocían, iban a la misma clase... Pero no podía ser... Él había tenido más voluntad que yo, él la había rechazado, era imposible rechazar a Ayla Hurst, ¿cómo se ha atrevido a hacer daño a mi pequeña? Lo que estaba claro es que ese hijo de puta no podría salir airoso... nadie decía que no a mi Ayla, nadie se interpondría entre ella y yo. Nadie

El Profesor IV

La tomé sobre mi regazo y le bese el pecho, la apreté con fuerza hacia mi mientras me desacía en olas de placer. Le mordí el cuello para sofocar el potente gemido que su cuerpo me había provocad.  Apreté su torso blanco aún más contra mi pecho desnudo y moreno y estallé. Pero ella no, porque ella ya no estaba, la estaba perdiendo y tenía miedo, no, me aterrorizaba perderla. No volver a ver su cuerpo desnudo, acariciar sus pronunciadas curvas, sentir su respiración agitada cuando la tocaba, como se humedecía al contacto con mis dedos...
Su sabor, mi lengua en su boca, explorando cada rincón, morder su cuello cuando me excitaba. Explorar sus secretos más íntimos, ese tesoro que ocultaba entre dos sensuales muslos.

Había sido de otros antes, pero ahora era mía, y me la querían quitar. Ese chico... ¿qué tiene él que no tenga yo? Se que tiene 23 años menos. Pero yo tengo el don de la experiencia, conozco su cuerpo, se que hacer para contentarla, donde tocar, donde acariciar, donde lamer y donde besar...
Seguro que él no sabe lo que quiere, va a jugar con Ayla como ese tal Johnny jugó con ella hace un año.

No se juega con el cuerpo de Ayla Hurst, el cuerpo de Ayla se venera, se contempla, pero no se juega con él...

Casi muero cuando los he visto hoy en clase, sentados, uno junto al otro, él le ha tocado el brazo para llamar su atención, murmuraban en voz baja... Ojala hubiese podido escuchar sobre que hablaban, ¿hablarían de mí? No, Ayla no sería capaz... Es nuestro secreto... Pero luego ella ha puesto la mano en su rodilla ¡en su rodilla! He visto como la mira... En ese momento ambos pensábamos en hacerle el amor ahí mismo, sobre esa mesa... Te he adelantado pequeño hijo de puta... En esas mesas donde le hacías carantoñas a la mujer más impresionante del planeta hace un par de semanas que el profesor Henry Landom le hizo el amor de una manera increíble y me pidió más... ¿A ti te pide más, Drew? Permíteme dudarlo, ella es mía y solo mía, y no me la vas a quitar... ¿Me has entendido? Es mía y no me la arrebatarás...
Aún puedo ver su mirada desafiante a través de las gafas.... Quiere hacerla suya... Pero no, ella no lo permitirá, porque está aquí, tumbada a mi lado y acabamos de hacer el amor... Me encanta cuando la acaricio después, el pelo despeinado y tan suave... y la piel blanca, con la mía morena... y la de Drew es aun más clara. No la puede comparar, no tiene esa magia...
¿Por qué se levanta ahora, qué le pasa?

-¿Estás bien, Ayla?

- Henry, tenemos que hablar.

El Profesor V

Me quedé mirándola perplejo, se puso muy seria, más de lo normal. Desapareció aquel misterio que la rodeaba, que la hacía tan irresistible a los ojos de tantos. Solo era una niña, una niña desnuda, apenas cubierta con una sábana, que me miraba con unos ojos grandes y verdes suplicándome. Suplicándome algo que aun no sabía...

-¿Te sucede algo? ¿Te encuentras bien?-le pregunté mientras me ponía las gafas

-Henry, esto tiene que acabar. Drew me ha hecho ver, me ha hecho ver cosas. No está bien acostarse con el primero que se te insinúa, y mucho menos con un profesor. Hacer el amor, tiene que ser algo muy especial entre dos personas, algo muy bonito... Y entre nosotros no sucede nada Henry, somos dos personas que se acuestan juntas, pero no hacemos el amor. No pienso en ti cuando estamos juntos, es solo sexo. Y me estoy dando cuenta de que no quiero eso, no, ya no... Quiero estar con alguien especial, tener por fin una relación de verdad. Salir a cenar, ir al cine... No se... Cosas así. Pero no quiero estar escondiéndome en despachos ni que entres a escondidas a mi apartamento. No quiero tener solo sexo. Quiero tener una relación de verdad...

-Ayla, yo puedo darte todo eso. Si quieres tener una relación seria, yo soy el hombre adecuado. Iremos donde quieras, a cenar, al cine, a lo que sea... Y también haremos el amor. Ayla, yo puedo darte todo eso.

Colocó la palma de su mano en mi mejilla y me acarició suavemente. Sus palabras eran como agujas clavándose en los ojos y esa simple caricia no podía calmarme el dolor. ¿Pensaba en otros mientras me hacía el amor? No podía ser... Para mi ella era la única... Me quería morir...

-No Henry, dijo suavemente- tu no puedes darme nada de eso...

-¿Y Drew, si?

Forzó una sonrisa

-Drew no quiere dármelo. Pero no importa, encontraré a alguien con quien salir. Pero no eres tu Henry, lo siento mucho.

Ella se dio la vuelta, ocultando su desnudez bajo la sábana. De repente ya no quería que la viese desnuda, se avergonzaba, pero no de ella. ¡Se avergonzaba de mi! De Henry Landom. Yo iba a darlo todo por ella, todo lo que quisiese, sin embargo ella quería que se lo diese un niñato que ni siquiera era capaz de verla. ¿Por qué no la veía? Es una chica preciosa... Su cara se te queda gravada en la mente para siempre cuando la ves por primera vez... Pero Drew no la veía, no quería verla. No quería compartir el tesoro de Ayla Hurst. Su más íntimo y preciado tesoro. Pero es que ella no solo estaba dispuesta a entregarle eso. Sino que iba a entregárselo todo: Su corazón, su cariño, sus sonrisas... Sería todo para él, ¿y las rechazaba? No, no se lo iba a permitir, no iba a humillar a Ayla delante del profesor Henry Landom.

Tomé a Ayla por los hombros antes de que se levantara y la eché de nuevo en la cama, boca arriba, me coloqué sobre ella, y aunque se resistió al principio, le hice el amor, primero suave y después la embestí con fuerza, como a ella le gustaba. Apreté su cuerpo sinuosos contra el mio, y ella disfrutó como nunca. Me había dicho que no, pero ahora era yo quien la dominaba a ella. Por fin lo había conseguido, la estaba haciendo mía.

Pero mis fantasías con Ayla no terminaban allí, ahora que sabía que podía hacerla mía, me había vuelto ambicioso y egoísta, y quería ir más allá.Pero no, aun no, ahora el siguiente paso era hacer pagar al niñato que le había hecho daño.

El Profesor VI

Llevaba demasiado tiempo sin verla, y apenas podía concentrarme en dar la clase sin dirigir la vista a la tercera fila y encontrarme con esos curiosos ojos verdes y esos labios carnosos que iluminaban una media sonrisa.
Las vacaciones de Navidad se habían cruzado entre Ayla y yo, ella había ido a pasar las fiestas con su padre. No había sabido nada de ella desde entonces, desde que la vi salir de clase un jueves de diciembre, envuelta en un abrigo rosa y con una bufanda alrededor del cuello, cargando con su mochila. Habíamos acordado no comunicarnos durante las vacaciones para no levantar sospechas
La noche anterior nos habíamos despedido como a mi me gustaba: desnudos, entre gemidos y orgasmos y con mi boca entre sus piernas. Ahora dominaba yo, y le había dejado tal recuerdo que no se olvidaría de mi durante todas las fiestas.
Yo había pasado las Navidades solo, pero no necesitaba a nadie más. Utilicé mis dotes de escritor para escribir un diario sobre mis fantasías con la chica, fantasías que cada vez se alejaban más de la realidad y se sumergían en un perturbador sueño erótico. Gracias a ello, comencé a escribir un libro, más bien un diario, sobre las aventuras entre un rico sultán de Oriente Medio con una joven y bella esclava y regresé a mi mejor época como artista literario. Pero para hacer realidad mi libro, tenía que hacer realidad mis fantasías con Ayla...
Cuando acabó la clase la seguí con la mirada y vi como se detenía delante de la puerta. Iba vestida con un jersey verde con un generoso escote de pico y unos vaqueros ajustados. Yo recogía mis apuntes en mi cartera, y me puse nervioso al ver que me esperaba. Empecé a sudar, incluso me tuve que aflojar el botón de la camisa mientras acababa de recoger... De repente, alcé la vista y mis ojos se chocaron con una mirada gris y unos labios finos medio sonrientes.

-¿Puedo hablar con usted un momento señor Landom?- me preguntó la alumna

Miré a Ayla, que me esperaba en la puerta

-¿También necesita hablar conmigo, señorita Hurst?-ella asintió- Espere fuera a que termine su compañera, por favor.

Sin decir nada Ayla Hurst salió de la habitación dando un portazo tras de si.

La alumna, de nombre Haley Duncan (tuve que mirarlo en la ficha, porque el único nombre que me sabía era el de Ayla) me habló sobre sus aspiraciones de ser escritora y de que estaba escribiendo un libro que le gustaría que le revisase. No escuché ni siquiera el argumento de su historia, tenía curiosidad por saber que era lo que quería Ayla de mi... Por qué me esperaba... Al final terminé por decirle a la chica que cuando tuviese algún esbozo algo más elaborado me lo hiciese llegar. Ella se fue contenta y a mi me iban a alegrar el día en unos instantes.
Apenas un segundo después de que Haley abandonase el aula, Ayla entró sigilosamente y cerró la puerta tras de si mientras colocaba el pestillo disimuladamente... Antes de que pudiese decirle nada ella se abalanzó sobre mi, besándome desesperadamente, casi me tira las gafas y aunque sorprendido, reaccioné a sus efusivas muestras de cariño. Ella me empujaba hacia atrás mientras que con los dedos agarraba mi pantalón y desabrochaba los botones. Se quitó el jersey y me deleitó con una apretada camiseta de tirantes. Me besó el cuello, con besos rápidos y sensuales, y me mordió la oreja justo donde sabía que me encantaba. Me deshice en una ola de placer y la estreché con fuerza, mientras ella seguía con sus besos y con sus manos juguetonas me bajaban los pantalones y me desabrochaban la camisa. Entre beso y beso dejó escapar un "te he echado de menos, Henry" pero no me dejó responder nada, ya que cuando intenté hablar su boca se encontraba ocupada entre mis piernas y no pude pronunciar palabra. Le agarré el pelo y la empujé con fuerza hacia mi mientras me impulsaba con la pelvis para lograr llegar lo más profundo que podía.

-Joder Ayla, no recordaba que lo hicieses tan bien- fue lo único que fui capaz de pronunciar.

Seguía empujando su cabeza contra mi entrepierna, mientras estallaba en auténticos gemidos y me movía cada vez más rápido. Al final terminé estallando en un fantástico orgasmo sujetando con fuerza su pelo. El verla ahí, de rodillas, recibiendo con ansias mi esencia, mirándome con sus enromes ojos verdes, me hizo desearla aun más, pero me había dejado demasiado extasiado como para hacerle el amor de nuevo. Nos tumbamos detrás de la mesa, entre profundos suspiros y con la ropa a medio quitar. Nos mirábamos sonrientes.

-Temía que no volvieses a querer que hiciera esto. Haley Duncan tiene fama de ser muy puta, ¿no te has dado cuenta de que desde su escote podía leerse el numero de sus zapatos?-dijo divertida

-¿Muy puta? ¿Lo dice la alumna que acaba de hacerle una mamada a un profesor en un aula?

Ayla se rió y fingió indignarse. Luego se tumbó sobre mi y le acaricié la espalda con dulzura. Me gustaba verla así, sonriente y divertida, y lo mejor de todo... Muriéndose por mi. Pero ahora tenía una nueva meta, cumplir todas esas fantasías que había escrito durante las vacaciones en mi diario.

-Ayla... - ella apoyó la barbilla en mi pecho y me miró curiosa- ¿Podemos vernos esta noche?

-Está bien-dijo ella algo dubitativa- ¿En qué estás pensando, Henry?

-En nada... solo... ¿Confías en mi?

Ella asintió con la cabeza. La acurruqué de nuevo en mi pecho y le besé el cabello

El Profesor VII

Era feliz, no recordaba ser tan feliz desde que me casé con Susan. Habíamos dado un paso a nuestra "relación" si se podía llamar así. Ayla era una joven alegre, sonriente, tímida cuando no la conocías, pero capaz de enamorar a cualquiera cuando cogía confianza.
No nos veíamos cada tarde, para no levantar sospechas, pero si varias veces a la semana Ayla Hurst picaba a la puerta de mi solitario apartamento y daba vida a esa oscura casa.
Hacíamos el amor, creo que en apenas unas semanas lo habíamos hecho ya en todas las habitaciones de mi apartamento. Después ella preparaba café, charlábamos un rato, ella no era demasiado abierta como para hablar de su vida privada, tampoco yo le contaba demasiado acerca de mi. Pero hablábamos, y ella se reía, y yo sonreía. Luego yo me ponía a trabajar y ella a estudiar, en silencio, pero apenas a unos metros el uno del otro. La miraba de vez en cuando, tumbada boca abajo sobre mi cama, repasando los apuntes, mordisqueando la punta del lápiz, con apenas una camiseta de tirantes cubriendo su delicada ropa interior. Cuando se cansaba, jugaba conmigo, intentaba llamar mi atención: se sentaba en mis rodillas, me mordisqueaba la oreja y me acariciaba la pierna. Yo siempre desistía a sus encantos y acababa haciéndola mía. Pobres alumnos de tercero, corregía sus exámenes cuando Ayla empezó a calentarme y acabé haciéndole el amor sobre mi mesa de trabajo.
Todo iba bien, en nuestro mundo, solo estábamos ella y yo. Ni Drew ni nadie más, solo Henry y Ayla.
Era consciente de que mi alumna era una chica guapa, y que tarde o temprano alguien más joven y atractivo que yo querría conquistarla. Lo que no me imaginaba es que se tratase de alguien de mi mismo bando...
Era un martes cualquiera, por la mañana, cuando yo solo era el profesor Henry Landom, y nadie más. Me dirigí al despacho de Gregor Miller, un colega de profesión. Greg era seis años menor que yo, y se acababa de sacar el doctorado. Era un hombre serio, siempre bien vestido, con sus camisas de cuadros  bien planchadas y sus suéteres a conjunto. El pelo siempre bien cortado y arreglado y la cara impolutamente afeitada. No hablaba mucho, y cuando lo hacía hablaba casi exclusivamente sobre temas profesionales. Era un buen escritor, habíamos colaborado juntos en algún proyecto y jamás me había llamado demasiado la atención.
Aquel martes fui al despacho de Greg ha entregarle unos papeles sobre una reunión del departamento. Llamé a la puerta pero no esperé a que Greg contestase y entré. Él estaba sentado en su silla, sonriendo, jamás lo había visto sonreír en los dos años que llevaba en la universidad, al otro lado de la mesa, Ayla ¿quién sino sacaría una sonrisa a ese pobre amargado?

-Oh, profesor Landom- exclamó cuando me vio- ¿En qué puedo ayudarle?

Intercambié una mirada vacía con Ayla, intentando preguntarle que hacía allí. Pocas veces acudía a las tutorias, la última vez que acudió a una acabó acostándose con el profesor.

-Siento molestarle profesor Miller- me disculpé intentando aparentar mi desconcierto.

-No se preocupe, la señorita Hurst y yo solo hablábamos de su último trabajo. Como ya sabe, implanto una asignatura de filología a los alumnos de periodismo, y me he quedado cautivado con el último trabajo de esta jovencita.

Ojala este presuntuoso supiera que Ayla escribió ese trabajo medio desnuda sobre mi cama.

-Estábamos hablando sobre una futura beca de escritura creativa, aunque par ganártela necesitarás muchas horas de trabajo y de supervisión por mi parte.

-¿Una beca? ¿Yo? Muchas gracias señor Miller- ella se levantó efusivamente de su asiento y abrazó a mi colega. Arrugué sin querer los papeles que había en mi mano mientras veía como Greg se comía a Ayla con la mirada.

-¿Cuándo puedo empezar?- ella estaba extasiada, le brillaban los ojos y sonreía feliz.

-Dame un par de semanas para que arregle unos papeles y la beca es tuya.

-Gracias señor Miller, muchas gracias. No puedo esperar a contárselo a mi padre.

Ayla cogió su mochila y se fue corriendo, cerrando la puerta del despacho tras de si. Greg seguía mirándola como un lobo hambriento.

-Greg, por favor, es una cría...- le regañé- Y una alumna. No es ético.

-Vamos Henry, no seas antiguo. Tiene veinte años, las hormonas alteradas y le ofrezco una beca. En un par de meses estaré tirándomela encima de esta misma mesa.

No me gustaba como el serio y formal Gregor Miller hablaba sobre Ayla.

-Greg, eso no está bien.

-Vamos Henry, no me digas que no has soñado nunca en beneficiarte a una alumna.

-Bueno... ¿y que tiene que ver eso ahora?

- Un polvo no hace daño a nadie. Solo hay que buscar la oportunidad y aprovecharla.- me guió un ojo y se puso a ordenar los papeles de su mesa- En la próxima clase ya sabes, busca tu presa y ataca. Pero que no sea Ayla Hurst, Ayla es mía.- bromeó.

Dejé los papeles destrozados sobre su mesa y me largué enfadado. No había cruzado el pasillo y ya estaba enviándole un mensaje a Ayla.

-¿Nos vemos esta tarde?-pregunté.

-Llevamos tres días seguidos viéndonos...-respondió ella casi al instante.

-¿Y?

Tardó un poco en responder, se lo estaba pensando, finalmente respondió con un simple "Ok".

Ayla picó al timbre de mi edificio sobre las cuatro, la fui a recibir a la puerta de mi apartamento. Estaba enfadado, furioso, no con ella, con Greg y con el mundo entero. Con todo aquel que quería hacer daño a mi dulce Ayla. Aunque el que acabó haciéndole más daño fui yo...

Ayla entró, vestida con mayas y un vestido abotonado, con el pelo suelto sobre los hombros. La tomé por la muñeca violentamente y la empujé dentro de mi casa mientras cerraba de un portazo. A ella no le dio tiempo de decir nada. La estampé contra una pared y le besé con rabia la boca y el cuello. Agarré el vestido con ambas manos y le desabroché los botones de un tirón... Ella parecía responder bien a mis extraños impulsos. Intentó deslizar sus manos bajo mi camisa, pero agarré sus muñecas y las puse por encima de su cabeza. Nos miramos a la cara, en sus ojos vi una mezcla de temor y excitación a la vez. Ella intentó liberarse, pero no lo consiguió, miré hacia abajo, y vi mi cinturón, me lo quité y le até las muñecas con él.

-Así te estarás quieta de una vez.

-Henry...- susurró ella

-¡Cállate!- le grité poniéndole un dedo en los labios.

La cogí en brazos y la llevé hasta mi cama, la tumbé boca arriba y comencé a besar su cuerpo, apreté sus pechos con rabia, mordí su estómago, ella se revolvió por el dolor. Intentaba soltarse, le molestaba, pero yo estaba demasiado excitado como para detenerme. Seguí besándola, comiéndole el cuello, apretando sus dulces carnes. Mis dedos buscaron su entrepierna y empezaron a explorar bajo las mayas, ella estaba incómoda y empezó a decir que parase, primero en suaves susurros, pero al final estalló:

-¡Henry para!- me gritó.

Le di una bofetada en la cara. No había sido consciente, fue un acto reflejo, nos miramos durante unos instantes. Su mejilla estaba roja y sus ojos se llenaban de lágrimas. ¿¡Qué he hecho!? Soy un monstruo, un auténtico gilipollas. La agarré de la nuca y la besé con fuerza en los labios mientras susurraba que lo sentía. Ella no dijo nada y se dejó a hacer. No fui consciente de lo excitado que estaba en ese momento, así que mi boca empezó a resbalar por todo su cuerpo, hasta que mi lengua se puso a explorar esa zona que tanto le gustaba. Ella empezó a gemir de placer... ¿le gustaba? ¿Le gustaba después de lo que había hecho? Empezó a gemir más fuerte, su cuerpo se arqueaba de placer y empezó a susurrar mi nombre. Al final no pude aguantarlo más, la agarré, le di la vuelta y la penetré. Alcé sus nalgas para facilitar el enlace, no pude evitar azotarla mientras le hacia el amor... Disfrutaba como nunca, embistiéndola con fuerza, oyéndola gritar no sabía si de placer o de dolor, pero en ese momento me daba igual. La observé mientras la penetraba, y me di cuenta de que no la había hecho todo con ella. Me detuve, le separé las nalgas y la embestí duramente, esta vez si que gritó de dolor. La penetre con fuerza, con rabia, ¡ese hijo de puta de Greg quería quitármela! No lo iba permitir, no, Ayla era solo mía. La agarré del pelo y tiré con fuerza para que se colocase bien. La agarraba de las caderas, la azotaba, y disfrutaba como nunca. La acaricié íntimamente mientras la penetraba, pero ni eso conseguía causarle un mínimo de placer. Estallé en el orgasmo más placentero de mi vida... Y me tumbé junto a ella, exhausto. Me pasé unos minutos descansando, con los ojos cerrados, hasta que escuché un suave gemido. Ayla lloraba frágilmente, en cuanto me di cuenta de lo que había hecho me sentí como una mierda. Le quité el cinturón de las muñecas, tenía dos marcas rojas cubriéndole la piel. La cubrí con el edredón y la mecí entre mis brazos.

-Lo siento Ayla, lo siento mucho...- empecé a susurras mientras le besaba la cabeza.

-Henry... En realidad- tragó saliva- En realidad me ha gustado


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