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Castiel y Ayden

-Ayden, Ayden espera... -dijo Castiel saliendo de la cabaña de Rufus tras la joven que había salido corriendo desde que él había aparecido acudiendo a la llamada de Sam.

Ayden estaba sentada con la espalda apoyada en el Impala y los ojos empapados en lágrimas. Cuando Castiel la encontró intentó evitar mirarlo a la cara. La oscuridad de la noche le cubría parte del rostro, pero los verdes ojos brillantes, tan parecidos a los de Dean, delataban que la pequeña cazadora había estado llorando. Castiel tomó asiento a su lado, sin comprender exactamente que le sucedía a Ayden. Ella le giraba la cara, se avergonzaba de sentirse así de mal por una tontería así... Si su padre la viera... Sentía tristeza y rabia a la vez, sentía celos pero compasión. Ni ella misma comprendía ese tornado de sentimientos que revolvía su interior desde que sucedió el incidente con Meg...
Castiel le acarició la barbilla y la obligó a mirarlo a los ojos. La observó largo rato intentando comprender que le sucedía a su amiga...

-Estás triste...- afirmó con un hilo de duda en su voz.

Ella apartó bruscamente su mano de su rostro y se enjuagó las lágrimas con la manga de la cazadora.

-Ayden, discúlpame si he hecho algo que te ha molestado, o que te ha ofendido. Pero llevas unos días muy extraña conmigo, evitas mirarme, tocarme, ya ni siquiera me rezas y yo, yo... aún no entiendo muy bien como funcionáis los humanos, por favor, explícame que he hecho mal, Ayden... Pero no quiero que te enfades conmigo. Somos familia...

Ayden lo observó, era testaruda y orgullosa como su hermano mayor, pero sabía que Cas tenía razón, él no comprendía muy bien como funcionaban los sentimientos de las personas, por tanto no sabía que había hecho mal, aunque en realidad no había hecho nada malo. Pero había herido los sentimientos de la enamorada muchacha...

-No has hecho nada malo Castiel...- comprendió al fin.

-Estás herida por dentro, aparentemente por algo que he hecho yo. Entonces si que debo haber hecho algo malo.

-No lo comprenderás... Y es demasiado bochornoso para mi explicártelo.

-Inténtalo, prometo que no le diré nada a Sam y a Dean.

Ayden suspiró profundamente y lo soltó de golpe:

-¿Por qué lo hiciste Cas? ¿Por qué besaste a Meg?

-¿Qué?- el ángel no comprendía la pregunta. ¿Ayden estaba enfadada con él por qué había besado a Meg?- No, no lo se Ayden, ella me besó a mi y yo... no lo se... Solo hice lo que vi hacer en esa película. ¿Por qué te ha molestado tanto eso?

-¡Me estaba enfrentando a un maldito perro del Infierno mientras tu estabas besando a un demonio!

-Pero al final salió bien. Vencimos a Crowley...

-Sigues sin comprender lo, ¿verdad?- ante la mirada perdida del ángel, Ayden continuó- Hay veces que una persona siente algo muy especial por otra persona, un sentimiento muy fuerte, de esos que te hacen estar dispuesto a darlo todo, incluso la vida, para que el otro está a salvo, sea feliz. ¿me sigues?- Castiel asintió, no lo comprendía del todo bien, pero comenzaba a seguir el hilo- Hay veces que la otra persona no siente ese sentimiento, ni siquiera lo percibe, o lo siente por una tercera persona. Entonces te sientes mal, tienes celos, envidia y sientes rabia e impotencia, pero acabas comprendiendo que es lo mejor para todos...

-¿Estás hablando de amar a alguien, y no ser correspondido?- Ayden asintió tímidamente. Entonces comenzó a comprender.

Se acordó de las miradas que le dedicaba la joven, como le había protegido en más de una ocasión, poniéndose entre él y otro ángel, o incluso del mismísimo Lucifer, como le tomaba la mano cuando estaba asustada o preocupada. Como le rezaba para que estuviese junto a ella... Ayden, siempre dispuesta, siempre dispuesta a darlo todo por él, por Castiel. Pero él había estado ciego, ocupado venciendo a Rafael que no se había dado cuenta. Sí que era consciente del vínculo que les unía, pero pensaba que era por la Gracia que ella se había tragado y que le transmitía la energía de Gabriel a él. Si se tocaban, la transmisión del flujo de energía era sutil, suave, débil... Pero si se besaban, él sentía como se inundaba de poder, casi tanto como si tocaba un alma. Miró a Ayden a los ojos, ella estaba sonrojada, esperando una reacción, la esperanza deslumbraba en su mirada... La atrajo hacia él y la acurrucó en su pecho. Apoyó la barbilla sobre su cabeza y la meció con ternura. Una lágrima recorrió la mejilla de ella y cayó al suelo. Castiel acercó su rostro al de Ayden, rozó su nariz con la de ella, en un gesto lleno de cariño y se abrió paso hasta rozar sus labios suavemente...

-Creo que estoy enamorado de ti, Ayden...

Ella no dijo nada, le acarició la mejilla y le continuó besando. El Impala había sido testigo de muchos romances de Sam y Dean, pero jamás uno de Ayden, que a parte de ser más joven, jamás había conocido a nadie que desease con tanta fuerza como aquel ángel. Y en el asiento de atrás, se siguieron besando. Él le soltó el pelo y le quitó la cazadora. La sentó sobre sus rodillas y la besó con pasión, sus manos acariciaron su espalda, primero por encima de la ropa, después sobre la piel cálida. Finalmente le quitó la camiseta y se tumbó sobre ella, Ayden le desabrochó la camisa y le quitó la ropa y acarició con delicadeza las cicatrices de su pecho. Él observó, con algo de culpa, la pequeña cicatriz que ella tenía en el cuello, esa marca quedó como consecuencia del conjuro que él le había realizado para intentar convencerla de que traicionase a sus hermanos y se uniese a su bando y con el que casi acaba con su vida. Con la mirada inundada de culpa, pasó el pulgar sobre la marca para que desapareciera. Pero ella le detuvo agarrándole la muñeca.

-Déjala cómo está. Me gusta así- dijo ella.

Continuaron besándose y acariciándose largo rato. Él sintió un impulso que jamás había sentido antes, a parte del amor que le invadía por compartir ese momento tan íntimo y especial con Ayden, sentía una fuerza física, que la atraía aun más a ella y que la hacía tener que controlarse para no hacerle daño. Las manos hábiles de ella jugaron con su pantalón y se lo bajaron lo suficiente para que le tocase y le excitase aun más. La penetró muy suavemente, él no tenía ni idea de lo que estaba haciendo, se dejaba llevar por un instinto primitivo que al parecer conservaba incluso siendo un ángel. Ella gimió de dolor y una mueca de malestar se apoderó de su rostro. Él se asustó.

-Lo siento, ¿te he lastimado?- dijo verdaderamente preocupado.

-No, en absoluto.-le tranquilizó ella- Lo estás haciendo muy bien. No pares.

Ayden abrazó a Cas contra su pecho y le acarició el pelo. Dejó que él le hiciera el amor suavemente, aunque le dolía, disfrutaba del momento y movía las caderas débilmente para que él también disfrutase, mientras le clavaba las uñas en la espalda en una mezcla de excitación y dolor a la vez. En pocos minutos, ella pareció sentirse más cómoda con la presencia de Castiel en su interior y empezaron a moverse al compás, uniendo sus manos y besándose, mordiéndose los labios. Él experimentó el orgasmo momentos antes que ella, apretó su cuerpo al de la joven y no pudo contener su gritó de placer que dejó escapar en la boca de Ayden mientras le mordía el labio intentando contenerse.

Permanecieron abrazados largo tiempo, cubiertos por la gabardina de él, ella dormitaba sobre el pecho de Castiel mientras el ángel le acariciaba la espalda con cariño.

-Debes marcharte ¿verdad?

Él asintió muy a su pesar...

-Las cosas se están poniendo muy feas por allí arriba Ayden. Me necesitan para vencer a Rafael.

-¿Por qué no puedo acompañarte? Para eso me adiestraste, sabes que eres más fuerte si estoy a tu lado...

Él le besó la frente y apoyó la mejilla sobre su cabeza.

-Antes me has dicho que cuando amas a alguien quieres que esté a salvo... Es muy peligroso que vengas conmigo Ayden, estás mejor aquí, con Dean y con Sam, ellos te necesitan más que yo.

Ella se deshizo de su abrazo y lo miró a los ojos, él entendió lo que significaba esa mirada.

-Si me necesitas, solo tienes que pedírmelo. Te prometo que esta vez acudiré sin falta.

Y se esfumó bajo un aleteo, dejando a Ayden sola y desnuda en la parte de atrás del Impala, aunque aun cubierta por su gabardina. Ella se acomodó en el asiento y se acurrucó dentro del abrigo.

-Si tu también me necesitas a mi, solo ven y haré lo que haga falta para ayudarte. Eso hacen las personas que se quieren, y yo te quiero Castiel. Te quiero de verdad.

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